Dinámica del Cosmos

Leonardo Boff
Mercabá, 10 noviembre 2025

        Las ciencias de la Tierra y la cosmología contemporánea nos presentan una imagen singular del universo. Esa imagen nos ayuda a captar lo que podríamos llamar "magisterio infalible del universo", invitándonos a ser más humildes, informados y espirituales.

        En 1º lugar, importa entender el cosmos no tanto como el conjunto de todas las cosas existentes, sino como la comunión de todos los sujetos coexistentes, cada uno con su propia historia. Así, el universo vendría a ser un inmenso sistema de relaciones, elementos, lugares y momentos, a forma de una inmensa red de inter-retro-relaciones, que componen una asombrosa sinfonía universal.

        En 2º lugar, debemos considerar que el cosmos no es estático, sino dinámico, en continua evolución y expansión, no acabado sino por hacerse. Se encuentra en génesis, y por eso no debemos hablar de cosmos sino de cosmogénesis, o sistema abierto y en plena ebullición de virtualidades. Cuanto más avanza la evolución, más diferenciaciones hay, y se aumentan los niveles de complejidad, orden y conciencia.

a) Expansión y contracción

        Desde el 1º momento, tras la explosión y la implosión inicial por el big bang, actúa el principio cosmogénico de la auto-organización. Se crean, desde el primer principio, relaciones entre los protones originarios.

        Desde ahí emergen más y más redes de relaciones, involucrando a todos. Es decir, surgen conjuntos constituidos de partes interrelacionadas entre sí, que originan sistemas complejamente terminados en la forma de campos energéticos, ecosistemas y subsistemas, grandes sistemas inertes (galaxias, estrellas, planetas, suelos, continentes) o cuerpos vivos (animales, plantas, seres auto-conscientes).

        Todas éstas formaciones (galaxias, suelos...) son emergencias de un mismo y único proceso cosmogénico de billones y billones de años, que ha ido creando diversidades dentro de una gran unidad sistémica.

        Todas las fuerzas conspiran para que emerjan seres más y más relacionados entre sí, cada uno con sus ambientes adecuados. Nadie está fuera de esta trama de relaciones, y la ley suprema es la solidaridad entre todos los seres. Todos somos interdependientes, y unos necesitan de los otros. Todos habitamos el universo como un evento de comunión, y todos estamos ligados y religados en el universo.

        La actitud que captó esta realidad relacional se llama religión, que deriva de religare. La religión liga a Dios a su creación, y religa a las personas entre sí y con su entorno natural. Esta fuerza creativa y auto-organizativa del universo (Dios) es representada por la moderna cosmología como un abismo omni-nutridor, que funciona desde hace 15.000 millones de años y en cada momento.

        No se trata de un lugar físico (Dios), sino de un poder que genera y absorbe toda existencia, como océano invisible de posibilidades y virtualidades. Como ya dijo el cosmólogo Brian Swimme (The Hidden Heart of the Cosmos, ed. Orbis Books New York 1966, p. 100), "si todas las cosas del universo se evaporasen, restaría solamente un infinito poder generativo puro: Dios".

        Así pues, cada cosa del universo estaría esencialmente fundada en este abismo omni-nutridor que produce las partículas elementales y las energías originarias que sustentan la materia, seres vivos, seres humanos y todo el cosmos.

b) Diversidad y complejidad

        El proceso cosmogénico tiende a crear más y más diferencias, bajo este 1º principio básico: Cuanto más diferencias y diversidades, más compleja es la realidad. La complejidad significa dinámica de las partes y del todo, en busca de armonización.

        La armonía no es un dato inicial. El dato inicial es la instabilidad (como en el momento de la explosión del big bang) y la ruptura de la armonía, que crea más diferenciaciones y abre la posibilidad de órdenes más altas con armonizaciones más ricas. Así, el caos y el desorden son generativos, porque generan diversidades y formas armónicas diferentes.

        Eso nos ayuda a iluminar el problema del mal. En la perspectiva cosmogénica y dinámica, el mal fue una consecuente condición originaria, por la cual la fuerza creadora hizo emerger en los seres una intrínseca búsqueda de perfección, con vistas a llegar a su plenitud. El mal persistiría, por tanto, cuando tal proceso interno de plenitud se rechaza, o se resiste o se lleva a cabo equivocadamente.

c) Unidad y multiplicidad

        El 2º principio de cosmogénesis reza así: Cuanto más complejo se presenta el cosmos, cada ser se adentra más en sí mismo, y aumenta su interioridad. Es decir, posee una manera singular de organizarse, como establecer las relaciones y hacerse presente a los demás.

        Espíritu significa esencialmente carácter íntimo de algo y manifestación genuina al exterior. Esta capacidad existe desde el 1º momento de la creación. Cuando los dos primeros protones se relacionaron, constituyeron la 1ª unidad primordial, y ahí ya emergió el espíritu.

        En la medida en que se va realizando el proceso cósmico se van concretando también grados más densos y altos de unidad, hasta la complejísima unidad que es el espíritu humano. El espíritu, por tanto, alcanza el nivel cósmico.

        Esto significa que todos los seres son expresiones del espíritu, y que por eso poseen interioridad (una manera propia de ser, de sintetizar las relaciones, de expresar el sentido del universo). El espíritu, antes de estar plenamente en el ser humano, estaba en el universo, y sólo porque estaba ahí pudo emerger en el modo humano.

d) Sinergia de todo lo creado

        Los seres humanos vivimos exiliados en el cuadro de la cultura actual. Hemos perdido nuestra conexión con el cosmos, tratamos a la Tierra como si fuera puramente un repositorio de recursos para nuestra utilización, no respetamos la alteridad de los demás seres.

        Nos olvidamos que nosotros (los hombres) entramos en escena cuando el 99,98% de la historia del universo ya se había cumplido. Somos los últimos en llegar, y tratamos sin veneración a los demás elementos cósmicos, olvidando que tienen más ancestralidad que nosotros y que por eso merecen respeto y escucha.

        Todos los seres hablan por la historia que tienen inscrita en su ser, fruto de un sinnúmero de relaciones. Pues bien, los seres humano hemos perdido la capacidad de escucharlos, y hablamos tan alto que solamente escuchamos, y hacemos oír, nuestra voz.

        Importa volver a la patria común, la Tierra, y recuperar la fraternidad cósmica. La Tierra es la Gran Madre, Pacha Mama, Gaia, superorganismo vivo que nos genera, alimenta y acoge en la vida y en la muerte.

        ¿Por qué importa? Porque nosotros somos tierra que camina, que piensa, que ama y que venera. Así como la vida es resultado de la historia de la Tierra, así nosotros somos resultado de la historia de la vida. Somos la conciencia de la biosfera terrenal, el momento en que la Tierra se transfigura en lenguaje y en celebración.

        Debemos aprender del universo, que es un sistema abierto, a estar también siempre abiertos y atentos para lo nuevo que puede irrumpir. Debemos estar abiertos hacia adelante, acoger los cambios que nos proyectan hacia arriba.

        El universo sabe transformar el caos y el desorden en motivo para interacciones creativas y para gastar caminos nuevos y más fecundos. Debemos aprender a trabajar nuestras crisis y nuestros fracasos. Son el humus que propician ascensiones más humanizadoras.

        El universo es cooperativo porque todos los seres son interdependientes entre sí. La ley orientadora en la evolución de los seres vivos no es la sobrevivencia del más fuerte (si así fuera los dinosaurios estarían aún entre nosotros), sino la sinergia, la capacidad de ser simbiótico, es decir, la capacidad de relacionarse con todos en vista del equilibrio dinámico que crea espacio para todos.

        El propósito de la vida no reside en la pura y sencilla sobrevivencia, sino en la realización de las potencialidades presentes en el universo y que quieren expresarse.

        Hay que aprender del universo la convivencia con todas las diversidades, en una verdadera biocracia y democracia cósmica. Esto nos obliga ser humildes y fraternos, a renunciar a toda arrogancia que nos pone por encima de las criaturas y no junto a ellas, como hermanos y hermanas.

        Cuanto más realizamos el nudo de relaciones que somos, más oyentes nos hacemos del cosmos que es la trama más sofisticada y compleja que existe de relación y de comunión de todos con todos. Más integrados y enriquecidos nos hacemos.

        Es de fundamental importancia entender a todos los seres, especialmente a los vivientes como sujetos y no como objetos. Ellos son portadores de espíritu y de mensaje. Tienen una sacralidad fundamental que impone límites a nuestra voluntad de dominación. Estamos en la misma familia planetaria. Tienen derecho a existir porque todo lo que existe y vive merece continuar existiendo y viviendo.

        Si los tratamos como sujetos, dialogamos con ellos, escuchamos lo que nos tienen que decir, los amamos, veneramos y respetamos. Alimentamos compasión por aquellos que sufren y procuramos sanarlos.

        Si los tratamos como objetos, como lo hace nuestra cultura industrialista, los des-respetamos y rompemos con ellos la ley más universal que es de la solidaridad de todos con todos. Entonces las vacas y los cerdos, confinados y mantenidos con todos los nutrientes, pero fuera de su ecosistema natural, son degradados a fábricas de carne. Nos revelamos sin compasión, crueles y sin piedad. No nos importan los sufrimientos que les imponemos.

e) Retorno de todo a su Creador

        Por fin, el universo nos remite continuamente a su Creador. Contiene en su dinámica evolutiva, en su armonía, en su apertura al inesperado del futuro, en su inmensa diversidad y complejidad un mensaje espiritual de belleza, de irradiación y de sentido planificador que puede ser captado por el ser humano.

        La misión del ser humano es de poder escuchar los miles de ecos que vienen de esta gran Voz, celebrar su grandeza y unirse a la canción de alabanza que todas las cosas hacen a su Creador. El ser humano es llamado a ser sinfónico y a reconocer al Maestro de esta orquesta cósmica, Dios, vivificador y atractor del todo.

        En la escucha del magisterio del cosmos el ser humano se hace él mismo más cósmico y por eso, menos amenazado y más confraternizado con todos en la incomensurable casa del Padre común de todos, y origen de la dinámica del cosmos.

        Solamente Dios puede realizar lo que testimoniaba el místico poeta inglés William Blake: "Ver el mundo en un grano de arena, el cielo en una flor silvestre, contener el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora". En esta capacidad muestra toda su grandeza, realiza su misión y encuentra su felicidad.

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  Act: 10/11/25       @portal de ecología            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A