Reparar la Tierra: la economía Joaquín
Menacho Ninguno de los análisis realizados en los Retos I-V de la Tierra nos aporta la prueba de que se esté produciendo una "crisis ecológica mundial". Pero sí puede hablarse de una acumulación de indicios. Y por lo que respecta a la vida, el hombre no se rige por exactitudes matemáticas, sino por "estimaciones morales". Imaginemos los padres de un niño que presenta, no la prueba inequívoca, pero sí los síntomas, de padecer una enfermedad mortal. ¿Se quedarían tranquilos a la espera de que apareciese la certeza absoluta? ¿No podría ser que, cuando tuviesen esa certeza, ya fuese demasiado tarde para actuar? Ante la problemática que acabamos de exponer (retos I-V de la Tierra), ha habido todo un esfuerzo colectivo por intentar encontrar vías de salida. A continuación ofrezco, según mi punto de vista, la 1ª cuestión clave de estas iniciativas, que nos puede servir de reflexión. a) Internalizar los costes ecológicos La 1ª cuestión clave, y el lugar donde se puede estar gestando el empeoramiento ecológico del planeta, y donde también puede estar la solución, está en esa suma de economías que no tienen en cuenta el agotamiento de recursos naturales o la contaminación del aire, los suelos y las aguas. Es decir, en ese conjunto de factores, considerados externos por la economía empresarial, y que comúnmente se denominan externalidades. Según las teorías económicas clásicas, los recursos naturales y el medio ambiente no forman parte de la economía. Es decir, que obvian la suposición de que los recursos naturales y el medio ambiente son limitados, así como vienen a defender que el medio ambiente puede recibir contaminación sin alterarse, y la extracción de recursos no representa una pérdida de capital natural, sino una producción más de riqueza[1]. Supongamos, por ejemplo, una fábrica de productos químicos instalada en un país donde la legislación de medio ambiente es permisiva, de modo que no se controlan las emisiones contaminantes (humos lanzados al aire, agua contaminada por productos químicos...). Y supongamos que esta fábrica produce, por poner el caso, disolventes para pinturas, que vende a un precio p en las condiciones de producción citadas. En este caso, el agua del río y el aire, contaminados por las emisiones de la fábrica, no afectan al precio del producto. Son, como decíamos, factores externos al proceso económico, porque no tienen un valor en dinero. Imaginemos que el gobierno de dicho país aprueba una ley que carga un "impuesto medioambiental", con un valor proporcional a la cantidad de materia contaminante emitida. Automáticamente, el coste de la producción aumentará en una cantidad determinada, y la producción del disolvente se hará ahora al precio p+p1. El hecho de verter contaminantes al río no representaba ningún coste de producción, mas ahora se ha impuesto un coste monetario sobre la producción. Así, la contaminación que antes era un factor externo, ahora se ha internalizado, en la economía del proceso de producción. Si dicho gobierno actúa de forma coherente, y destina el dinero procedente de este impuesto a la depuración de los ríos y del aire, además de haber internalizado el coste medioambiental, estará generando una nueva cadena de producción, en este caso limpia y ajena a la destrucción del medio ambiente. Éste es el caso de los ecoimpuestos, que ya se han probado con éxito. En Suecia, entre 1990 y 2005, se llevó a cabo una política de impuestos, y el resultado fue que el gobierno logró reducir las emisiones de óxido de azufre (causante de la lluvia ácida), aparte de soterrar el uso de la gasolina con plomo. Otros casos podrían ser los de Dinamarca, Noruega o Alemania. También es paradigmático el caso de Malasia, país que desde 1974 obliga a pagar una cuota por verter residuos en las aguas públicas. El resultado fue inmediato, y la disminución de los vertidos contaminantes pasó de 222 a 5 toneladas/diarias, entre 1978 y 1984. Además, la producción de aceite de palma no sólo fue su limpio sustituto, sino que ésta vio triplicada su producción[2]. Volviendo a nuestro ejemplo, podríamos dar un paso más. Si el gobierno ejemplarizante prohibiera taxativamente cualquier tipo de vertido de contaminantes, la fábrica de disolventes tendría que instalar filtros, depuradoras de aguas y un proceso de eliminación de contaminantes. Ello implicaría un coste que repercutiría en el precio final del producto, por supuesto, y tendríamos un precio de p+p2. Con ello, podríamos mantener un medio ambiente limpio. Tal vez algunos piensen que este incremento p2 es un precio demasiado alto, y que el lujo de conservar el medio ambiente resultaría demasiado caro. Habría que discutirlo, por supuesto, sobre todo respecto a si de lo que estamos hablando es un lujo o una necesidad. De no llevarse a cabo este proceso de internalización ecológica, o de seguir obviando la prohibición de contaminar, lo que se estaría llevando a cabo es una economía poco inteligente, y unas ganancias poco duraderas. ¿Por qué poco inteligente? Porque todo lo que produce destruye, y si no se reconstruye lo destruido no se podrán iniciar procesos nuevos, automáticos y limpios de producción. Y eso, antes o después, saldrá más caro. ¿Por qué poco duradero? Porque lo que hoy se ahorra en limpieza del medio ambiente mañana habrá que pagarlo, a precio mucho más caro, en una limpieza mucho más extensa y compleja. En el caso de nuestro ejemplo, no es que el coste de producción sea inferior. Lo que ocurre es que parte del coste real de producción no se considera como tal, pues está externalizado. Se vende a un precio p que es inferior al coste real de producción, y con ello se estaría tratando de engañar a la economía. Estaríamos escondiendo la cabeza debajo del ala, para no ver la realidad. Es gravemente irresponsable, por tanto, la manera de proceder de muchas empresas, cuando se enfrentan a la obligación de pagar los costes medioambientales o integrar a éstos en su producción. En general, las empresas suelen reaccionar trasladando sus fábricas a países del Sur, carentes de medidas medioambientales, y eso acaba por generar paro en sus países de origen. .
_______ [1] cf. NAREDO, J. M; La Economía en Evolución, Madrid 1996. [2] cf. PNUD, Informe sobre el Desarrollo Humano, 1998, p. 95. |