Devoción a la Virgen María

.

.

Es imposible hablar de gratitud y ánimo, sin contemplar a María. Ella, mujer de corazón traspasado, nos enseña la alabanza capaz de abrir la mirada al futuro y devolver la esperanza al presente. Toda su vida quedó condensada en su canto de alabanza, que también somos invitados a entonar como promesa de plenitud.

Cada vez que voy a un Santuario Mariano, me gusta "ganar tiempo" mirando y dejándome mirar por la Madre, pidiendo la confianza del niño, del pobre y del sencillo que sabe que ahí está su Madre y es capaz de mendigar un lugar en su regazo. Y en ese estar mirándola, escuchar una vez más como el indio Juan Diego: «¿Qué hay, hijo mío, el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?».

Mirar a María es volver «a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes».

Si alguna vez, la mirada comienza a endurecerse, o sentimos que la fuerza seductora de la apatía o la desolación quiere arraigar y apoderarse del corazón; si el gusto por sentirnos parte viva e integrante del Pueblo de Dios comienza a incomodar y nos percibimos empujados hacia una actitud elitista… no tengamos miedo de contemplar a María y entonar su canto de alabanza.

Si alguna vez nos sentimos tentados de aislarnos y encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros proyectos, protegiéndonos de los caminos siempre polvorientos de la historia, o si el lamento, la queja, la crítica o la ironía se adueñan de nuestros actos, sin ganas de luchar, de esperar y de amar… miremos a María para que limpie nuestra mirada de toda pelusa que pueda estar impidiéndonos ser atentos y despiertos para contemplar y celebrar a Cristo, que vive en medio de su Pueblo.

Y si vemos que no logramos caminar derechos, que nos cuesta mantener los propósitos de conversión, digámosle como le suplicaba, casi con complicidad, ese gran párroco, poeta también, de mi anterior diócesis: «Esta tarde, Señora / la promesa es sincera; / por las dudas no olvides / dejar la llave afuera». «Ella es la amiga siempre atenta para que no falte vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolor de parto hasta que brote la justicia… Como una verdadera madre, Ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del Amor de Dios».

* PAPA FRANCISCO I, 4 agosto 2019

.

 Act: 01/02/20   @testimonios de fe           E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A