Testimonio de Lech Walesa

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Europa quedaba lejana, lejanísima, cuando inicié la lucha contra el comunismo. Ha sido un viaje muy largo, pero la meta a la que ha llegado Polonia y los demás países del antiguo bloque soviético la tenía bien clara ya entonces: una Europa unida, una única y gran familia de la que nos habrían separado a la fuerza, pero sin conseguir eliminar el sentido de nuestra común pertenencia. Era mi sueño, el sueño de toda mi vida, que hoy por fin se realiza. A esto queríamos llegar cuando, en Danzig, mis compañeros y yo iniciamos nuestra lucha. Ahora son muchos los que presumen de ser los artífices de este proceso histórico, y se presentan a la cabeza de la Unión Europea como los paladines de la reunificación. Pero debemos mirar más profundamente para descubrir quién es de verdad el padre de la nueva Europa.

En los años ochenta casi todo el mundo se daba cuenta de que el comunismo soviético estaba en las últimas. Lo decían los políticos occidentales, y lo admitían los mismos comunistas: pero nadie sabía qué hacer, qué dirección tomar. Tenían miedo.

Entonces llegó nuestro papa, el papa polaco, y todo cambió.

Cada vez que organizábamos una huelga en los astilleros, nos juntábamos unas diez personas; de improviso, en 1980, convocados por el Papa, fueron 16 millones. Yo hacía siempre las mismas cosas, el mismo discurso, pero la gente había cambiado.

El grito ¡No tengáis miedo! de Juan Pablo II había abierto brecha en los corazones y en las mentes.

Lo que celebramos hoy es mérito al 50% del papa, el 30% de Solidaridad, y el resto, de Reagan, Kohl y un poco de Gorbachov.

El ingreso en la Unión Europea es una gran ocasión histórica, una oportunidad para el futuro. Pero, para ser sincero, no estoy del todo satisfecho de cómo se presenta hoy. Occidente no nos ha mostrado un bello rostro... Nosotros no combatimos el comunismo para sustituirlo con otro tipo de materialismo, privado de referentes morales. Es un escándalo que en la Carta fundamental de la Unión no haya lugar para Dios y para las raíces cristianas de nuestro continente. Me pregunto: ¿en qué valores, en qué raíz pretende afianzarse Europa?

Es inquietante que la Unión Europea no sepa hablar con una sola voz, sobre todo cuando se encuentra en juego el destino del mundo. Frente a la guerra de Irak, los líderes europeos deberían reunirse hasta alcanzar una posición común. Sólo así América nos habría tomado en serio.

La nueva Europa debe redes-cubrir su antigua sabiduría, si quiere ser una institución fuerte y respetada por todos. De otro modo, será sólo un gran mercado, un espacio de libertad sin contenidos que no sean los económicos. Sabedlo, queridos amigos: quien ha luchado por una Europa unida no puede contentarse con esto.

* LECH WALESA,
ABC (Αlfa y Omega), 20-5-2004

LECH WALESA

Líder del Sindicato ‘Solidaridad’

Presidente de Polonia

Quizás el comunismo se habría derrumbado antes o después; quizás algún día habríamos llegado de algún modo a una Europa unida. Pero sin el Papa Wojtyla nos habría llevado mucho más tiempo, y quizá con violencia y tragedia.

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 Act: 19/09/19   @testimonios de fe          E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A