Paso 35 de Santidad

EL CIELO

Escuela Jóvenes Cristianos
Molina de Segura, 17 enero 2022

escritura

1. Si al deciros cosas de la tierra no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? (Jn 3, 12).
2. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones (Jn 14, 2).
3. Los justos brillarán como el sol en el reino del Padre (Mt 13, 43).
4. Sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios; una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en el cielo (2Cor 5, 1).
5. Oí en el cielo un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: Aleluya, la salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios (Ap 19, 1).
6. Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios con los hombres". Y y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado. Ésta será la herencia del vencedor: "Yo seré Dios para él, y él será hijo para mí" (Ap 21, 1-7).
7. Adonde Yo voy sabéis el camino. Yo soy el Camino (Jn 14, 4.6).
8. Ésta es la promesa que él mismo hizo: la vida eterna (1Jn 2, 25).
9. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios (Ap 2, 7).
10. Entonces dirá el rey a los de su derecha: venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino preparada para vosotros desde la creación del mundo. E irán los justos a una vida eterna (Mt 25, 34.46).
11. Porque ha establecido su reinado el Señor nuestro Dios, alegrémonos, gocemos y démosle gracias (Ap 19, 6-7).
12. Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno. El Cordero los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos (Ap 7, 16-17).
13. No vi santuario, porque el Señor, Dios todopoderoso, y el Cordero, es su santuario. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbren porque la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero. Sus puertas no se cerrarán con el día, pues allí no habrá noche, y traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones. Nada profano entrará, sino sólo los inscritos en el libro de la vida del Cordero. Y no habrá ya maldición alguna (Ap 21,22-27; 22,3).

magisterio

14. Todo nos lleva a dirigir la mirada al cielo (JUAN PABLO II, 15-7-1990).
15. Es necesario vivir y trabajar en el tiempo llevando en el corazón la nostalgia del cielo. El pensamiento del cielo nos ha de llevar a saltar de alegría y debe empujar a cada uno al empeño incesante por su santificación (JUAN PABLO II, 22-10-1985).
16. Los cristianos viven en la tierra, pero son ciudadanos del cielo (JUAN PABLO II, 8-6-1986).
17. Cuando haya pasado la figura de este mundo, los que hayan acogido a Dios en su vida y se hayan abierto sinceramente a su amor, por lo menos en el momento de la muerte, podrán gozar de la plenitud de comunión con Dios, que constituye la meta de la existencia humana.
El cielo, o la bienaventuranza en la que nos encontraremos, no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes. Sino una relación viva y personal con la Santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo.
La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él (
JUAN PABLO II, 21-7-1999).
18. El hombre, llamado a la gloria eterna en Cristo (JUAN PABLO II, 1-1-1990).
19. El paraíso se ofrece a toda la humanidad, a todo hombre que, como el malhechor arrepentido, se abre a la gracia y pone su esperanza en Cristo (JUAN PABLO II, 16-11-1988).
20. Construid vuestra vida sobre Jesucristo. Construidla de cara a la vida eterna (JUAN PABLO II, 31-1-1990).
21. El cielo se prepara en la tierra con justicia y amor (JUAN PABLO II, 4-10-1987).
22. Dios nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano (VATICANO II, GS, 39).
23. Las almas de los justos son inmediatamente recibidas en el cielo y ven claramente a Dios, trino y uno, tal como es, unos con más perfección que otros, conforme a la diversidad de sus merecimientos (CONCILIO DE FLORENCIA).

tradición

24. Tenía ratos muy buenos y otros muy amargos en que me fastidiaba la vida misma; y entonces mi único pensar y hablar era del cielo, y esto me animaba y consolaba mucho (San ANTONIO Mª CLARET).
25. Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra (Santa TERESA DE LISIEUX).
26. Al cielo van los buenos (Sierva CARMEN GONZÁLEZ).
27. Cueste lo que cueste, el cielo ha de ser mi eterna herencia (Beato ANDRÉS HIBERNÓN).
28. Que nadie pretenda ser acogido en el paraíso sin la recomendación de los pobres y enfermos (San CAMILO).
29. ¿Cómo me figuro el cielo donde muy pronto estaré? Yo el cielo no me lo figuro de ningún modo: para mí el cielo es Jesús (Siervo GUIDO DE FONTGALLAND).
30. Todavía un poco, y mi alma dejará la tierra, terminará su destierro, concluirá su combate. Subo al cielo, arribo a la patria, alcanzo la victoria. Voy a entrar en la morada de los elegidos, voy a contemplar las bellezas que el ojo del hombre nunca vio, a escuchar la armonía que el oído humano nunca escuchó, a gozar alegrías que el corazón humano jamás gustó (San TEÓFANO VENARD).
31. Yo no quiero nada de este mundo; no quiero más que vuestra divina gracia, vuestro santo amor y la gloria del cielo (San ANTONIO Mª CLARET).
32. El cielo es lugar de delicias donde brillan los justos con brillantez más que solar, lugar inefable de alegría donde son coronados de gozo sempiterno; lugar de abundancia donde nada falta de cuanto se puede apetecer (San BERNARDO).
33. En la ciudad de Dios no habrá mal alguno, no faltará ningún bien, ni por pereza cesará la actividad, ni se trabajará por necesidad. El cuerpo estará inmediatamente donde quiera el espíritu. Habrá paz verdadera allí donde nadie sufrirá contrariedad alguna. Dios será meta de nuestros deseos. Habrá grados de honor y gloria, en consonancia con los méritos; ningún inferior envidiará a otro que esté más alto. No dejarán de tener libre albedrío, sin pecar. Se acordarán de sus males pasados, pero se olvidarán totalmente de su sensación real. No se les ocultará ni su miseria pasada, ni siquiera la miseria eterna de los condenados al infierno. Allí, con tranquilidad, veremos que él mismo es Dios. Allí descansaremos y contemplaremos, contemplaremos y amaremos, amaremos y alabaremos (San AGUSTÍN).
34. El cuerpo del resucitado será espiritual, no porque sea espíritu, sino porque estará totalmente sujeto al espíritu; como ahora decimos cuerpo animal, no porque sea alma, sino porque está sujeto a las pasiones animales y necesita alimentos. El alma se llenará de claridad espiritual de la visión divina, y el cuerpo se revestirá de la claridad de la gloria. Nuestro cuerpo, que ahora es opaco, será transparente, y el cuerpo obedecerá a la indicación del espíritu. Por eso, los cuerpos de los bienaventurados resucitados serán ágiles, discurrirán como centellas en cañaveral. Y el cuerpo, perfeccionado por el alma y en proporción con ella, será inmune e impasible a todo mal, no sólo actual sino incluso posible. Y el alma que disfruta de Dios se unirá perfectísimamente a él y participará de su bondad en sumo grado; y de igual modo el cuerpo, pues éste se sujetará perfectamente al alma (Santo TOMÁS DE AQUINO).
35. Vivir de amor es, sin temer la muerte, dejar que Jesús duerma en mar bravío. ¡Oh, no temas, Señor, que te despierte! Al puerto celestial llegar confío (Santa TERESA DE LISIEUX).
36. Habrá navidades más hermosas: las del cielo (San CARLOS DE FOUCAULD).
37. El Señor me ha dado a entender la diferencia que hay en el cielo de lo que gozan unos a lo que gozan otros, cuán grande es (Santa TERESA DE JESÚS).
38. Quien hace bien cada día la oración, convierte en cielo la tierra, obtiene abundancia de consuelos divinos, auxilios para la jornada de la vida, victoria de las tentaciones y, después, la eterna bienaventuranza (San JUAN BERCHMANS).
39. La puerta del cielo es estrecha y para entrar en él hay que esforzarse (San ALFONSO Mª LIGORIO).
40. Cuando llegue allí, a la Vida, seré un hombre verdadero (San IGNACIO DE ANTIOQUÍA).
41. Iría gustosa al convento; pero me gusta más aún irme pronto al cielo (Santa JACINTA DE FÁTIMA).
42. Confío en la bondad de Dios que, por muy malo que parezca a este mundo, será realmente lo mejor en el otro mundo (Santo TOMÁS MORO).
43. Sé paciente, sé fuerte, sé humilde, sé dulce, sé casto. Éstas son las piedras preciosas de una corona real. Sin ellas, perderás el reino de la tierra y no conseguirás tampoco aquél que no se acaba (San ESTEBAN I DE HUNGRÍA).
44. Si se hace bien el sacrificio de la propia vida, ¿no es verdad que se va al cielo? (Santa BERNARDETTE).
45. Allí en el cielo está la misma Justicia y el mismo Amor (San METODIO).
46. Es verdad que yo no merezco el cielo; pero Jesucristo tiene dos títulos para entrar en la gloria: ser Hijo natural de Dios, y haberla conquistado con su muerte. Él se contenta con el primer título, y me cede a mí el segundo, por el cual pido y espero alcanzar el paraíso (San ALFONSO Mª LIGORIO).

reflexión

Invoca al Espíritu Santo
Lee en silencio y medita todas las citas
¿Qué conclusiones personales deduzco de esta meditación?
Lee ahora y medita el paso 22 (la Esperanza)
¿Qué sentido tendría la vida cristiana si no hubiera cielo? ¿Qué supone en mis actos diarios la existencia del cielo esperado?
¿Cómo podemos ayudarnos en grupo a sobrenaturalizar la vida?
El compromiso concreto de hoy es:
Finalizar con oración de acción de gracias y petición al Señor