El mundo luterano, perdido entre filosofías contradictorias

Zamora, 25 julio 2022
Antonio Fernández, licenciado en Sociología

         Un pastor luterano, llamado David Strauss (ca. 1870), fue capaz de compatibilizar su ateismo con encendidos sermones según la más pura ortodoxia oficial. Pero esto era lo que según él había que hacer, ya que como decía a su amigo Cristian Marklin, "renunciar a nuestra posición puede parecer lo indicado, pero ¿sería lo más razonable, y lo más inteligente?".

         En un momento de su vida, Strauss se cree capaz de compaginar las referencias de su vida intelectual con las de su vida pastoral, siguiendo el propio ejemplo de Hegel (su maestro), para quien "la religión cristiana y la filosofía tienen el mismo contenido: la primera en forma de imagen y la segunda bajo la forma de idea". Lo 1º bajo la forma de tradición, y lo 2º bajo una individualísima interpretación (en la que, para Strauss, podían confluir otras aportaciones contrarias).

         La descomprometida fe que heredó Strauss se hizo esotérica en poco tiempo, con las lecturas del teósofo Jacob Bohme y su idea de que "todo, incluso Dios, parte de la nada esencial".

         Por virtud de los cabalísticos aforismos de Bohme, numerosos pastores luteranos siguieron cobrando su sueldo por predicar el evangelio, pero esta vez ignorando el hecho y la experiencia histórica de la redención de Jesucristo (el punto central del evangelio), para acabar perdiéndose en los recovecos de un ocultismo muy en boga entonces. Y siguieron predicando así, subvencionados por el estado luterano y pasando por encima de la sencilla fe del pueblo, al que confundía con sus secretas inquietudes y oscuros laberintos, llenos de esotéricas y mágicas divagaciones.

         Obsesionado por contactar con algún "investido de poderes ocultos", Strauss pasó por la "apasionante experiencia" de visitar a la bruja más influyente de la época, la Vidente de Prevorst. Virscher, uno de sus acompañantes, nos lo cuenta:

"Strauss estaba electrizado, y no aspiraba más que a gozar de las visiones crepusculares de los espíritus. Si creía encontrar la más ligera huella de racionalismo en la discusión, la rebatía con vehemencia, tachando de pagano y de turco a cualquiera que rehusara acompañarle a su jardín encantado".

         Con tal disposición de ánimo, y por imperativos de su profesión de pastor, Strauss siguió estudiando teología, profundizando en la obra del profesor luterano Schleiermacher, del cual dirá:

"Schleiermacher se esforzó por restituir a un mundo ateo el Dios que se da a conocer a los corazones de la mística. Y desde una perspectiva lejana e indefinida, pero tanto más cautivadora, nos mostraba a los hombres al Cristo que antes habíamos rechazado".

         En efecto, en la obra de Schleiermacher no se restaura a Dios más que "obligándole a perder su personalidad tradicional". Y otro tanto hace con Cristo, al que hace "subir a un trono tras haberle obligado a renunciar a toda clase de prerrogativas sobrenaturales".

         Es entonces cuando descubre Strauss en Hegel al cauto teorizador del panteísmo, y a un mercader de ideas capaz de abordar una réplica oficial al evangelio. Eso sí, sin estar dispuesto a renunciar a las prebendas de los respetados clérigo, ni a sus clases del seminario luterano de Maulbrun.

         Escribe entonces Strauss una Vida de Jesús, que no es la de un Dios hecho hombre (porque "si Dios se encarna específicamente en un solo hombre, ¿cómo puede hacerlo en toda la humanidad, tal como enseña Hegel?"), sino la de "sustituir la vieja vía sobrenatural de Jesús por una nueva vía más accesible: la mitológica". En dicho libro recurre Strauss al tono pomposo, incluso a la hora de enfrentrsea con el núcleo central de la religión cristiana: la resurrección de Jesucristo:

"Según la creencia de la Iglesia, Jesús volvió milagrosamente a la vida; según Raimarus, su cadáver fue robado por los discípulos; según los racionalistas, Jesús no murió más que en apariencia, y volvió de manera natural a la vida... Pero según nosotros, fue la imaginación de los discípulos la que les presentó al Maestro vivo, al resignarse a considerar que estaba muerto".

         Mintiendo descaradamente (pues todo lo imaginó, y nada investigó, ni arqueológicamente en Jerusalén ni en ninguna parte), Strauss mostró las consecuencias de todas sus investigaciones:

"Los resultados de la investigación, que hemos llevado a término, han anulado definitivamente la mayor y más importante parte de las creencias del cristiano en torno a Jesús, 18 siglos después: la gracia de Dios, de la que ha quedado desprovisto en pro de su humanidad".

         Aunque descorazonadora, corrosiva e indocumentada, la Vida de Jesús del pastor David Strauss superó ampliamente la categoría de panfleto, y resultó un best seller en el mundo de los mercaderes de ideas. Una buena parte de los jóvenes hegelianos recibió la diatriba de Strauss como una especie de "evangelio a la medida de los tiempos", y convirtieron a Strauss en portavoz de la jerarquía luterana, a excepción del encomendero Bruno Bauer, que prefirió replicar al Jesús histórico desde la perspectiva del orden establecido y de la propia interpretación hegeliana: el Jesús ideal.

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  Act: 25/07/22        @enseñanzas de la vida            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A