Explícita lección del universo material

Zamora, 30 enero 2023
Antonio Fernández, licenciado en Sociología

         La materia necesita un poder distinto a ella misma para cumplir sus propias funciones, como sustancia de los cuerpos perceptible por los sentidos, bien sea directamente o a través de los adecuados instrumentos de observación. Y se cree que ya hay materia en el corsculo localizado o adivinado por la física moderna en las entrañas de un "grano de luz".

         De ser así, esa ínfima porción de materia es de tal carácter que invita a algunos científicos a no diferenciar de la pura energía a las parculas subatómicas presentes en el más etéreo de los elementos, esa misma luz para cuya íntima consistencia se ha inventado el paradójico término de "materia no másica".

         Si centramos nuestra atención en el tejido de la materia, vemos que ésta es de una complejidad inimaginable y, aun hoy, muy difícil de desentrañar en sus últimos elementos, los cuales aparecen ya como corsculos, ya como ondas, de indescifrable carácter o composición.

         Si para el anteriormente citado Decrito los átomos eran las primeras e indivisibles manifestaciones de la materia, que vagaban por el espacio hasta tropezar unas con otras  siguiendo el supuesto destino de componer los millones de distintos cuerpos, hoy se sabe que ese eventual tropiezo hubiera resultado estéril si cada átomo no obedeciese a la necesidad de formar parte substancial de una superior realidad.

         Por lo demás, ese átomo, más que una minúscula y uniforme porción de materia, consiste en un micro mundo de una estructura en ebullición con protones, neutrones y electrones como principales protagonistas y otras parculas elementales (hadrones y mesones), en cuya constitución los científicos hacen entrar a los quarks y los antiquarts, se dice que asociados entre sí merced a nubes de gluones o bosones, en los que todavía resulta imposible de catalogar otras formas de masa o de energía.

         Sin lograr traspasar el ámbito de lo probable, la mecánica cuántica muestra lo absurdo de concederle autosuficiencia a la Materia a partir de una retahíla de indemostrados supuestos: la auténtica ciencia se ve obligada a introducir conceptos como el previsión o cuantificación aproximada... que nos lleva a la necesidad del Alguien a quien nos hemos referido en el precedente capítulo y que, sutilmente, delata su presencia en algo así como el corazón de la materia.

         Al respecto, ilustrativo es recordar a Teilhard de Chardin, quien llega a hablar del "poderío espiritual de la materia", y a reconocer que no hay identidad alguna entre el esritu y la materia, pero tampoco oposición. Merced al soplo creador de Dios, viene a decir Chardin, "la materia ofrece una paradójica fragilidad nacida de su multiplicidad y complejidad, y de un esclarecimiento unido a su finalidad espiritual". Ambigüedad, poder, oscuridad y transparencia caracterizan a esta realidad fundamental, que "no puede ser comprendida más que desde un esfuerzo por asociar el progreso hacia arriba y la interiorización".

         Siguiendo el camino abierto por Henri Bergson, con su Evolución Creadora, Teilhard de Chardin se arries a disertar de forma sorprendentemente original sobre el misterio de la creación, suponiendo que "el primer y principal efecto de la accn creadora de Dios fue una especie de energía que se introdujo en el interior de la materia, haciendo que todas sus manifestaciones (desde lo ínfimo a lo inmenso) llegaran a ser lo que tenían que ser", según el divino Plan de Cosmogénesis. Se trata de un proceso en el que Teilhard veía reflejada la libertad y el ilimitado amor de Dios.

         Sin que hubiera contacto directo entre Bergson y Teilhard, sí que hubo entre ambos evidentes coincidencias a la hora de partir de un mismo método (acercarse a lo superior a través del estudio de lo inferior) para llegar a presentar como lo más razonable un proceso de creación-evolución (el cual, a través de sucesivas formas de materia evolucionada y evolucionante, abre el camino a la vida, como soporte y antesala de la conciencia).

         Ambos procedían de ambientes familiares distintos (el 1º del judaísmo convencional, y el 2º del catolicismo jesuítico), y también de distinta formación intelectual (el 1º del materialismo ideal cartesiano de Spinoza, y el 2º del realismo metafísico de Aristeles y Aquino). Si Teilhard (el 2º de ellos) hizo teología a través de la ciencia paleontológica y la íntima meditación, Bergson (el 1º de ellos) se caracterizó por hacer filosofía desde la literatura (premio nobel en 1928) y el arte, ambos manejados con genial maestría.

         Evolución Creadora (ca. 1907) fue la obra más significativa de Bergson, y en ella, no sin ciertas reminiscencias ideal-panteístas, rompe con las corrientes mecanicistas poniendo en juego lo que él llama élan vital (impulso vital) motor de una evolución que, en sucesivas porciones de durée (el tiempo en el espacio), da paso a las distintas formas de vida en multitud de especies vegetales y animales, éstas dependientes de aquellas y todas ellas alimentando una especie de embrionaria conciencia, que alcanzará su plenitud personalizante en el hombre.

         Se trata de una conciencia cuyo anticipo, en forma cerrada sobre sí misma, ve Bergson en insectos sociales como las hormigas y las abejas: es la de estas especies animales una manifestación de conciencia colectiva fijada en el tiempo y que, respondiendo a la necesidad de perpetuar la especie según un carácter y orden inmutable, es repartida entre las distintas categorías de miembros para mantener facultades o funciones a perpetuidad delimitadas y complementarias entre sí.

         En los vertebrados, y a través de sucesivas etapas en el "espacio moldeado por el tiempo" (que Bergson llama durée, lit. duración), función y evolución son posibles merced al élan vital (impulso de vida), que en los invertebrados se expresa en una cerrada organización, y en los vertebrados en un camino abierto hasta llegar a la inteligencia (peculiaridad exclusiva de los seres humanos).

         Entre Bergson y Teilhard se sitúa Maurice Blondel, el cual traduce en "acción personal y social" el élan vital bergsoniano. Desde su militancia católica, su L'Action de 1893 marca distancias respecto a las reminiscencias panteístas de la filosofía de Bergson, para poner de relieve el ineludible "soplo de Dios" en la conciencia humana, con sus directas consecuencias en la libre voluntad.

         Blondel había llegado a tal conclusión aun antes de conocer a Bergson. Y después de examinar las ideas de la Evolución Creadora de Bergson, encontró en ellas escasa consistencia para mover las conciencias en orden al progreso personal y social, auspiciado por el realismo cristiano.

         Diríase que Teilhard encontró la fórmula de hilvanar y sintetizar las perspectivas de Bergson y Blondel. Tomó el testigo de uno y otro y, sin ninguna concesión al idealismo platónico (ni al panteísmo, ni a la acomodaticia inercia de muchos de los centros de formación religiosa), aborda lo que podemos calificar de "revolucionaria visión del Todo existente", según Weltanschaung.

         Tras aplicarse a exhaustivos exámenes de los fenómenos (el fenómeno humano, en especial), Theilard da por supuesta la creación-evolución de toda la obra de Dios, en un proceso que incluye la aparición de multitud de formas de materia espiritualizada, en manifestaciones de cosa inanimada, pre-vital, vital y consciente, hasta llegar a la persona humana (como estadio superior de la creación y evolución.

         Así, la humanidad quedó constituida en una comunidad de personas, en total armonía gracias al pleno y libre desarrollo de sus facultades amorosas (las cuales serían llevadas a su plenitud por Jesucristo, en toda su amplitud planetaria o noosférica, como decía el revolucionario jesuita).

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  Act: 30/01/23        @enseñanzas de la vida            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A