Vivir y estar; entre el ser y el poseer

Zamora, 7 noviembre 2022
Antonio Fernández, licenciado en Sociología

         Nadie tiene motivos para sentirse totalmente satisfecho de lo que es, pues siempre podrás ser muchísimo más, pero nunca abandonado a tus propias fuerzas, porque "eres demasiado para ti mismo" (según Blondel).

         Desde que naciste, pudiste captar que estabas invitado a una apasionante aventura. Eras muy poquita cosa y podías ser mucho. Tu elemental egoísmo era la coraza de tu insignificancia mientras que tus primeros gritos eran las imposiciones de un pequeño dios prisionero de la condescendencia de cuantos le rodeaban.

         Has crecido; la conciencia de necesitar al otro te obliga a ser más humilde: Si, en otro tiempo, la zalema, el mimo o la sonrisa te bastaban para atraer a tu terreno a la solícita y blanda mamá, ahora ya sabes que la colaboración de cuantos necesitas requiere de ti claras manifestaciones de correspondencia.

         Sin duda que tu mundo se ha ensanchado a medida que has crecido. Y tiempo es de que trates con el máximo respeto dos imperativos dictados por tu propia naturaleza: 1º poco puedes lograr sin esfuerzo; 2º necesitas a los demás, al menos, en la misma medida que ellos te necesitan. Lo 1º significa una perentoria obligación de trabajar; lo 2º es una natural invitación a la solidaridad.

         Alguien mucho más retorcido que tú pudo convencerte de que, si lo del trabajo era verdad, también lo era el que podías sustituir el esfuerzo propio por el esfuerzo de los otros y seguro que esgrimió como fuerza de convicción su propia forma de abordar los problemas de cada día: si sabes utilizar a los otros no necesitas grandes esfuerzos personales para vivir a tope.

         Que esto último es mentira la historia, la naturaleza y la vida lo demuestran continuamente. Cualquiera, tú también, termina siendo la centésima parte de lo que puede ser si, tumbado a la bartola, disuelve su poder ser en el divertimento y, por añadidura, ignora el valor positivo de la solidaridad.

         Otra cosa será si has tomado y tomas cada día de tu vida como un paso más hacia una meta que tú mismo te puedes trazar: el perseguir un más-ser desde tus íntimas virtualidades con absoluto realismo, eso sí, pero con una plena conciencia de que los otros, todos los otros, tienen los mismos derechos que tú y son muy capaces de prestar mayor fecundidad a tu esfuerzo.

         No des estériles patadas al pasado: deja a los muertos que entierren a sus muertos. Corre hacia adelante con los pies bien prendidos al suelo, codo con codo con aquellos que te necesitan y a quienes necesitas. Pero no dejes que se funda tu personalidad en la masa de los que te rodean: sé tú mismo y trata de alcanzar todo tu poder ser. Si eres capaz de sacarle el máximo partido a tu circunstancia (las cosas y personas próximas a ti), podrás, cordialmente, asumir el compromiso de apurar al máximo la irrepetible aventura de tu propia vida.

*  *  *

         Las capacidades del planeta Tierra no son ilimitadas. En consecuencia, nadie puede considerarse con derecho exclusivo sobre un ápice de lo que le sobra y necesitan otros. Es algo que, desde muy antiguo, se considera grabado en la ley natural.

         Claro que es la propia ley natural la que dice que el hombre no puede considerarse como tal si no es libre. Es en uso de esa libertad cómo muchos de cualquier escala social (¿tú también?) optan por acaparar mientras que unos pocos forjan su personalidad en el vuelco social de sus haberes y facultades.

         En las sociedades colectivistas o estatificadas (las mismas que se decían capaces de imponer la utopía de "a cada uno según sus necesidades, de cada unos según sus capacidades") no se ha logrado suprimir el acaparamiento; es, si cabe, más insultante en cuanto su principal punto de apoyo es una tediosa, fría y agobiante burocracia, nacida de una previa, envidiosa y violenta usurpación de usos y derechos.

         Por contra, en los regímenes de corte liberal, el afán de acaparamiento, latente en una buena parte de los hombres, tropieza con el obligado respeto a las libertades del resto de los ciudadanos en uso de leyes, tanto más positivas cuanto más facilitan el desarrollo de la libre iniciativa de las personas y la protección de los más débiles junto con la proyección social de las capacidades personales de los más generosos.

         En las sociedades industrializadas según las pautas de economía de libre mercado, el encauzamiento de las libertades de iniciativa corre a cargo de los públicos o privados administradores del dinero. Aquí los capitalistas o administradores de dinero son tan importantes o más que los profesionales de la política: en gran medida, sea directa o indirectamente, participan en la formulación de las leyes; desde su pedestal también marcan pautas de conducta, definen niveles de prestigio social, realzan o destruyen personalidades por ejercen poder.

         El ejercicio del poder mediante el manejo de la herramienta dinero despierta envidia y rivalidades pero, por sí mismo, no es necesariamente negativo. En el tipo de sociedad en que nos movemos es, incluso, necesario en tanto en cuanto constituye uno de los más fuertes hilos con que se teje la red de las relaciones y motivaciones entre unos y otros.

         Pero también es cierto que el simple hecho de detentar títulos de propiedad o de administrar dinero no enriquece al propio ser, el cual evoluciona hacia más, ya lo hemos dicho, por estrictos caminos de amor y de libertad.

         Los títulos de propiedad y el dinero no alteran ni pueden alterar a la condición humana en su principio y en su fin temporal, en su nacimiento y en su muerte; pero, en cuanto soporte material para el trabajo personal y en función de su utilización, sí que pueden enriquecer o empobrecer a la persona.

         El poseer no es, por sí mismo, enemigo del ser, sino que es un medio o instrumento para desarrollar una labor social positiva o negativa. En el 1º caso, entra en armonía con el ser; en el 2º caso actúa como uno de sus más enconados enemigos. Ahí radica la diferencia ética substancial entre acaparar y compartir o, lo que es lo mismo. entre poseer por poseer y administrar (término más propio) para progresar en el camino hacia el amor y la libertad.

.

  Act: 07/11/22        @enseñanzas de la vida            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A