Surge la reflexión, y el uso responsable de la libertad

Zamora, 31 enero 2022
Antonio Fernández, licenciado en Sociología

         La reflexión representa una clara superación del instinto animal. Y por la reflexión, el individuo es capaz de reaccionar de forma única frente a las diferentes situaciones o acosos de la realidad, dirigidas en la misma medida a los distintos individuos de su especie. Se trata del elemento diferenciador, y del momento en que, cuando la presión de la circunstancia motivó una respuesta reflexiva, el individuo dejó de ser un elemento-masa más, para convertirse en alguien dotado de personalidad.

         La comunidad humana se diferencia de las otras sociedades animales, fundamentalmente, por la capacidad de reflexión de todos y de cada uno de cuantos la integran. Un hecho que hace posible la historia como fenómeno, que singulariza cada época, y que posibilita que cada grupo social pueda proyectar públicamente sus facultades individuales.

         En el acto reflexivo, algo de uno mismo se proyecta hacia el exterior de forma absolutamente inmaterial, con la intención de captar o apreciar cosas y fenómenos en su justa medida, para luego (en acto también absolutamente inmaterial) analizar y decidir.

         Para el hombre, ello es tanto como manifestarse en la forma de un "ser que reflexiona", y en un ser que, sin dejar de ser él mismo, posee la virtud de sobrepasar el estricto ámbito del propio ser, para reflejar en sí mismo lo otro (fenómeno que, en idea de Aristóteles, "es una forma de incluir, en sí mismo, todas las cosas").

         No obstante, a pesar de que tal inclusión pertenece al ámbito absolutamente inmaterial, las cosas nada pierden de su propio ser, en cuanto al acto que por ese hombre le permiten ser vistas y consideradas.

         Contrariamente a lo que sostienen algunos materialistas, el conocimiento o "inclusión en sí mismo de todas las cosas" no es del carácter de la imagen proyectada por un espejo, pues las cosas presionan la conciencia del ser que reflexiona.

         Por otro lado, dicho ser reflexivo (u hombre) posee la facultad de obrar, en razón de tal reflexión, de una u otra forma sobre las mismas cosas, e incluso de no obrar en absoluto, si así lo ha recomendado su acto reflexivo, o si dichas cosas resultan inasequibles a su campo de acción. Lo cual se explica porque, tras incluir en sí mismo todo aquello que se presenta a su consideración, el hombre ejercita la capacidad de optar por una de entre las varias alternativas.

         Acuciado por el hambre, el animal no racional percibe y ataca a su víctima. O en respuesta a un elemental instinto, corteja y posee a su hembra, o se defiende de las inclemencias de su entorno. Y todo ello de un modo general, y de acuerdo con el orden natural de las especies.

         Pero eso no es lo que sucede con el hombre, que es capaz de superar cualquier llamada del instinto a través de un acto reflexivo. Así, la realidad más inmediata, o el análisis de anteriores experiencias, o el recuerdo de un ser querido, o la percepción de la fuerza del enemigo, o el conocimiento analítico de los propios recursos... le permiten la elección entre varias alternativas, que es lo mismo que trazar un plan susceptible de reducir riesgos, e incrementar las ventajas.

         Gracias a su poder de reflexión, el hombre usa su libertad para elegir entre varias alternativas de actuación concreta. Y la elección más adecuada a su condición será, por supuesto, aquella que mejor responda a las exigencias de la realidad. Así fue como aquel hombre primitivo comenzó a jalonar su historia con las más positivas de sus aportaciones, y así fue como comenzó a responder cumplidamente a su genuina vocación de hombre: la humanización de su entorno, por medio de la acción solidaria con la suerte de los demás.

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  Act: 31/01/22        @enseñanzas de la vida            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A