E.P: ¿Qué hace una princesa aquí, en Londres?

            He quedado con Gloria von Thurn y su hija. Ellas también están en Londres, y hemos hecho planes para visitar Christie's.

E.P: ¿Y esta misma tarde?

            Por la tarde tengo una audiencia en el Brompton Oratory, aquí en Londres.

E.P: Explíquenos su genealogía.

            Mi madre es Fabrizia Citterio, condesa de Roma que se casó a la muerte de mi padre con el magnate naval griego Constantine Niarcose. Mi padre era Alessandro Romano Borghese, heredero de una de las antiguas familias nobiliarias de Roma.

E.P: Háblenos de su infancia.

            De pequeña me educaron haciéndome saber que mi familia había dado papas muy importantes a la Iglesia, y que alguno de ellos, como Pablo V, tenía escrito su nombre en la fachada del Vaticano, junto con nuestro escudo de armas.

E.P: Y eso, ¿le abrumaba?

            Esa es mi historia, algo polvorienta y anticuada. Pero yo no participé en ella.

E.P: ¿Qué significa ser una Borghese?

            Cuando camino por Roma, veo en las fachadas de los palacios el águila imperial y el dragón, los blasones de mi familia. Cuando paseo a mi perra por la villa Borghese, no puedo dejar de pensar que esos jardines maravillosos fueron cedidos por mi tatarabuelo al rey de Italia, quien a su vez lo donó a la capital. Y ese mismo apellido que llevo, Borghese, campea con letras enormes en la fachada de la basílica del Vaticano. El papa, todavía hoy día, va todos los años a la basílica de Santa María Mayor, el día de la Inmaculada, a rezar en "nuestra" capilla. ¿Le parece eso abrumador?

E.P: ¿Es verdad que la genealogía Borghese entronca con Catalina de Siena, la mística del siglo XIV?

            Estoy a un millón de kilómetros de ser santa. No obstante, todos tenemos nuestra propia misión en este mundo, grande o pequeña.

E.P: ¿Cómo se siente Ud. cuando la presentan en una ceremonia?

            Según manda el protocolo, en las ocasiones solemnes se me designa con el nombre que me han conferido los siglos: Donna Alessandra Romana dei Principi Borghese.

E.P: ¿Y cómo le gusta ir a Ud, a las ceremonias reales?

            Yo siempre uso ropa simple, y no me maquillo la cara.

E.P: Ha publicado Ud. una guía de buenos modales con su gran amiga Von Thurn.

            A ambas nos gusta que todo sea correcto.

E.P: ¿Cómo se definiría Ud?

            Como una mujer joven, nada conformista.

E.P: Parece Ud. muy reservada, para ser princesa de Italia.

            A veces hay que saber dar un paso atrás y no seguir avanzando, si quieres ser útil para proyectos más grandes que tú. Sé que esto es difícil, porque vivimos en una sociedad donde todos estamos presionados para estar al frente y ser visibles, y si no apareces no existes. Hoy tienes que ser vista, tener éxito, ser guapa, ser genial. Pero eso, simplemente, no es verdad.

E.P: ¿Cómo se siente ahora mismo?

            Una persona libre, abierta al mundo y con ganas de cambiar lo que vivo cada día.

E.P: Se dice que es Ud. la hija pródiga de la Iglesia.

            Sí. Pero no a un catolicismo como filosofía o teología, sino para vivir unida a Jesucristo. Porque en el momento en que conoces a Jesucristo, tu vida cambia radicalmente. Yo comencé a ver todo de manera diferente.

E.P: ¿Se convirtió Ud. sola, o sucedió algo que la cambió?

            Mi conversión se produjo de la mano de la princesa alemana Gloria von Thurn, gran amiga y compañera.

E.P: ¿Cuándo sucedió eso?

            En 1998, el año en que yo renací.

E.P: ¿No fue ese año cuando murió su esposo, por sobredosis de cocaína?

            Sí, pero yo no lo relacionaría con eso. Mis razones para la conversión fueron más banales, y le puede pasar a cualquiera.

E.P: Entonces, ¿cómo sucedió?

            En mayo de ese año realicé un viaje a Nueva York con el alcalde de Roma, Francesco Rutelli, como consejera de Cultura y Turismo. Allí conocí a Gloria, la princesa de Taxis, que me invitó a pasar unos días de agosto en su castillo de Tutzing. Yo acepté, y durante la visita me llamó la atención observar cómo la familia de Gloria vivía la misa diaria. No como una medalla que se cuelga durante un rato, sino como un traje que uno viste habitualmente, y que lleva con comodidad y soltura. Ese día eliminé los prejuicios que hasta entonces había tenido.

E.P: ¿Y cómo reaccionaron sus fans?

            Me sentí abrumada por la cantidad de cartas que me enviaron, de personas que habían tenido experiencias similares al acercarse a Dios. O de quién quería que eso sucediera en su vida.

E.P: ¿En qué sentido?

            Creo que se sintieron alentados, al ver que yo era la persona más inapropiada para que esto sucediera.

E.P: Y sus amigos, ¿qué pensaron?

            Pensaron que me había ocurrido algo extraño. Me miraban de una manera extraña, pero me respetaban. Así es la vida.

E.P: ¿Y cómo se sintió Ud?

            A mí no me preocupó, porque no se sentía sola, y de repente me sentía más fuerte. Y es que antes era indiferente y lo tenía todo, pero me faltaba algo, que ahora había descubierto.

E.P: ¿Qué es lo que le faltaba?

            Rezar, por ejemplo.

E.P: ¿Y ahora mismo?

            Ahora mismo escribir, para testificar que es posible en nuestro mundo actual redescubrir la fe. También, en momentos más tranquilos, trabajo como voluntaria en el santuario francés de Lourdes.

E.P: ¿Qué la parece que la Iglesia prohíba el sacerdocio femenino?

            Si eres católica y quieres ser una mujer sacerdote, únete a los anglicanos o a los protestantes. ¿Por qué quieres cambiar la tradición católica, según tu punto de vista?

E.P: Entonces, ¿no cuenta la mujer, en la Iglesia?

            Si miras a la Virgen María, ves que su grandeza no vino de que ella hiciera algo grande, sino de que fue capaz de estar detrás de algo más grande que ella.

E.P: ¿Ha seguido viendo a su amiga Gloria?

            Sí, ambas hicimos un viaje en 2005 alrededor de Baviera, en el que me fue enseñando los sitios asociados con el joven papa Benedicto XVI.

E.P: Se dice que tuvieron una audiencia privada con él. ¿Es verdad?

            Gloria y yo teníamos la intención de mezclarnos con la multitud, y esperar al papa de forma anónima. Sin embargo, el alcalde nos invitó a sentarnos en asientos que habían sido reservados. De manera totalmente inesperada, el papa hizo una pausa para saludarnos. Con entusiasmo le dije cuánto me había impresionado la belleza de su tierra. Amable como siempre, asintió y me dio las gracias.

E.P: ¿Cómo describiría Ud. al papa, en privado?

            Es muy educado, y te hace sentir inmediatamente cómoda e importante para él. Además, él no tiene reparo en dirigirse al mundo de los intelectuales y agnósticos, y a un mundo actual en el que impera la confusión.

E.P: ¿No cree Ud. que las raíces bávaras de Benedicto le llevan al partido nazi alemán?

            Efectivamente, Benedicto nació en 1927 en Markel am Inn, justo al otro lado del río de Braunau am Inn, donde años después Hitler comenzaría su nacional socialismo.

E.P: ¿Y?

            No hay nada por lo que tenga que defender yo la reputación del papa. La gente ha tratado de encontrar cosas ocultas, relaciones con los nazis... Pero no hay nada. Él era un muchacho joven que reclutaron para soldado, e hizo su trabajo. Hizo lo que todos los jóvenes alemanes hicieron de forma obligatoria. Tras todo eso, se convirtió en sacerdote, y no hay nada más por descubrir.

E.P: Háblenos de su último libro With New Eyes, éxito de ventas en Europa.

            Fue la historia de mi regreso al redil.

E.P: Recientemente, se presentó Ud. como candidata al senado italiano.

            Me presente en las listas de la Unión de Demócratas de Centro, pero sin la esperanza de ser elegida. Se trata de un partido pequeño, que tiene difícil hacerse un hueco ante las actuales reglas electorales.

E.P: ¿Por qué decidió dar ese salto a la política?

            A veces tenemos una tendencia a ver a los gobernantes en términos de sus políticas, y no tanto como individuos. Lo hice para intentar humanizar más la política, nada más que por eso.

E.P: ¿Qué piensa de Silvio Berlusconi?

            No pienso como él.

E.P: Cuando mira hacia atrás a su otra vida de 1990, ¿se arrepiente?

            No, porque no he perdido nada.

 

* Alessandra Romana Borghese nació en Roma en 1963, hija de Alessandro Romano Borghese (sucesor de una de las antiguas familias herederas de Roma) y la condesa Fabrizia Citterio (casada con el armador griego Konstantinos Niarchos, de quien luego se divorció). Licenciada en Administración de Empresas en el John Cabot College, trabajó durante años en la American Express Company de Nueva York. Vuelta a su Roma natal, fundó el Centro Cultural Alessandra Borghese (organizando exposiciones de arte a nivel mundial), así como transformó en hoteles turísticos muchas de las posesiones y villas familiares. Escribe también artículos para el Corriere della Sera, a nivel de opinión política centrada en los individuos, y no las ideologías. A nivel simbólico, preside honoríficamente la poderosa Orden de Malta, como Gran Dama de Honor.