E.P: ¿Quién es el dr. Alexis Carrel, premio nobel de Medicina?

            Soy un hombre de ciencia que pasa la mayor parte de su vida en laboratorios, estudiando a los seres vivientes.

E.P: ¿Y a qué se dedica Ud, en concreto?

            Paso la mayor parte del tiempo en el Rockefeller Institute for Medical Research de Nueva York, entre las manos de expertos incomparables como Jacques Loeb, Meltzer y Noguchi y otros grandes sabios. También observo el equilibrio físico-químico que permite a los líquidos orgánicos mantener constantemente su composición, y constituir el medio interior necesario en la vida de las células.

E.P: ¿Cómo ve Ud. el desarrollo de la ciencia médica?

            Creo que se encuentra en un estado descriptivo, y que no ha progresado lo bastante en el conocimiento de los seres vivientes en general, y del individuo humano en particular.

E.P: ¿Y qué es el hombre?

            Es un todo indivisible, de una extrema complejidad, y del cual es imposible lograr una concepción simple, al no existir métodos capaces de asirlo, de una sola vez, en su conjunto. El hombre que conocen los especialistas no es el hombre real, sino más bien un esquema compuesto con esquemas construidos por las técnicas de cada ciencia.

            Sabemos que somos un compuesto de tejidos, de órganos, de líquidos y de conciencia. Pero las relaciones de la conciencia constituyen todavía un misterio. La mayor parte de las preguntas, por tanto, permanecen sin respuesta. Regiones inmensas de nuestro mundo interior son aún desconocidas, y estamos lejos de conocer las actividades mentales y espirituales, el sentido moral y el juicio.

E.P: Esta ignorancia, ¿a qué es debida?

            A que no somos reductibles a un sistema físico-químico, ni a un principio espiritual. Y esto es difícil de encajar, porque el método científico no es aplicable a la totalidad de nuestras actividades. No obstante, sería un error limitarse a lo que es sencillo, suprimiendo lo que es inexplicable.

            En la inmensidad de nuestro mundo interior, todo tiene un significado, y lo cualitativo es tan verdadero como lo cuantitativo. A veces, la realidad no está tan clara, ni es tan sencilla, sino que se presenta bajo formas infinitamente variadas.

            Cada sabio se imagina que conoce al ser humano, mientras que no ha estudiando de él sino una parte minúscula. Y de esta manera, se analizan los aspectos más fragmentarios, o los tomados al azar, o los más fáciles de estudiar, o los que están de moda, suprimiendo o ignorando hechos que pueden ser los más trascendentales.

E.P: Entonces, ¿es preciso desarrollar una ciencia del hombre?

            En efecto, es preciso ir más lejos, y edificar una ciencia que haga una exploración más profunda de nuestro mundo interior, analizando cada parte en función del conjunto. Hace falta dirigirse de lo físico a lo mental, y de lo fisiológico a lo espiritual.

            Hasta el presente, las ciencias han eliminado esta necesaria dirección, dominadas por el mecanicismo. Hace falta especialistas dedicados al cuerpo y al espíritu. El interior de nuestro cuerpo no es un cadáver compuesto de esqueleto, músculos y armadura de órganos, pues esto de por sí no genera un ser viviente.

E.P: Un momento, pues el cuerpo humano, ¿es complejo o sencillo?

            Es algo extremadamente complejo, como una gigantesca asociación de diversas razas celulares, cada una de las cuales se compone de millares de individuos. Y si no, mira los hechos: de un extremo a otro del cuerpo se comunican los productos de sus secreciones, y sin embargo estas muchedumbres inmensas se comportan como un ser único en esencia.

            Nuestros actos son sencillos, y sin embargo nuestros gestos aparecen en la inteligencia como compuestos de una multitud de elementos. Esto es algo que exige el trabajo armónico de millones de células. Probablemente, la sencillez es lo realmente real, mientras la complejidad es lo realmente artificial. Eso sí, el cuerpo humano y su conciencia siguen las leyes más oscuras.

E.P: ¿Qué es la conciencia?

            Algo sobre lo que actúa el estado de nuestros sistemas orgánicos, y que hace al cuerpo manifestar actividades mentales. Pero de una manera mixta, pues mientras que las actividades orgánicas se muestran por medio del trabajo mecánico (el calor, la energía eléctrica, las trasformaciones químicas...), las manifestaciones de la conciencia revelan procesos realmente diferentes (en lo intelectual, lo moral, lo estético, lo religioso, lo social...).

E.P: ¿Pondría Ud. la mano en el fuego por ello?

            Yo hablo de lo que he visto por mí mismo, y puedo decir que en el ser humano he visto desarrollarse unos mecanismos que, en el fondo de los tejidos, y en la vertiginosa inmensidad del cerebro, son el substratum de todos sus fenómenos mentales.

            La conciencia es el modo más característico de cada uno de nosotros, y lo que nos hace distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo. Ciertamente, este estudio es difícil, pero es el que mueve a la belleza, a la paz, al arte y a la civilización humana.

E.P: ¿Y dónde está esa conciencia? ¿En el cerebro?

            Las observaciones no bastan para demostrar que el cerebro constituya, por sí solo, el órgano de la conciencia. Efectivamente, todo lo orgánico del ser humano está presente en la corteza cerebral, por medio de la sangre y de la linfa. Y nuestros estados de conciencia se encuentran también ligados al cerebro. Pero no sólo al cerebro, pues en las familias hereditarias existen idiotas morales, débiles de espíritu y criminales, al igual que se transmiten enfermedades del hígado.

            Existe una estrecha dependencia de la conciencia, por tanto, de las actividades fisiológicas. Lo cual concuerda mal con que el el alma se sitúe en el cerebro. En realidad, el cuerpo entero parece ser el substratum de las energías del alma. El hombre piensa, ama, sufre, admira y ora, a la vez, con su cerebro y con todos sus órganos.

E.P: ¿Existe, entonces, una conjunción entre alma y cuerpo?

            El cuerpo y el alma son perspectivas diferentes, de abstracciones hechas por nuestro ser único. El alma es el aspecto específico de nuestra naturaleza, y el espíritu vive casi inadvertido en el seno de la naturaleza viva. Sin embargo, ese alma espiritual es la potencia más colosal que existe en este mundo. Es el alma humana lo que ha trastornado la superficie de la tierra, lo que ha construido y destruido civilizaciones, y lo que ha estado presente en todas las épocas de todos los países.

E.P: ¿Es verdad eso de las experiencias místicas espirituales?

            La actividad religiosa es una elevación del espíritu hacia Dios, solicitando la gracia de Dios. Y poco a poco su plegaria se convierte en contemplación, huyendo del espacio y del tiempo y poniéndose en contacto con Dios.

            Pero entre los hombres modernos no observamos casi nunca las manifestaciones de la actividad mística, o sentimiento religioso. Y aún en su forma más rudimentaria, el sentido místico es excepcional, mucho más que el sentido moral. Sin embargo, forma parte de nuestras actividades esenciales. La humanidad ha dejado marcada una huella más profunda a nivel religioso que a nivel filosófico.

E.P: ¿Y a qué de pueden deber?

            Es un hecho médicamente contrastable que cuando una persona desarrolla el sentido moral y la inteligencia, ese individuo es más feliz. Muchos de los grandes místicos cristianos habrían manifestado este extraño fenómeno.

            No sabemos el porqué de ello, pero la conciencia que se absorbe en la contemplación es más inmanente y trascendente a este mundo. Este estado puede que sea más psicológico que intelectual, y lo que no cabe duda es que resulta inaccesible a la actual metodología científica. Posiblemente, Dios escapa al alcance de las capacidades científicas, y se deja sentir a los seres que él quiere.

            En el caso de los místicos, el hombre se ofrece a Dios, como la tela al pintor o el mármol al escultor. Y al mismo tiempo le pide gracia. Y si Dios se la concede...

E.P: ¿Y es esto científico?

            No tengo la pretensión de conocer las cosas que se encuentran fuera del dominio de la observación científica, pero lo que trato es distinguir claramente lo conocido de lo que pudiera conocerse, y de averiguar con la misma claridad lo desconocido y lo incognoscible.

E.P: ¿Y las curaciones milagrosas?

            Durante cierto tiempo se admitió que el milagro no sólo no existía, sino que no podía existir. Sin embargo, las observaciones que poseemos hoy día, y todas las experiencias científicas llevadas a cabo, han demostrado que sí es posible. Es lo que recoge el Bureau Medical de Lourdes, en el que numerosos enfermos han sido curados casi instantáneamente de sus diversas afecciones, como proceso de curación repentino.

            Hechos tales son de alta significación, y dan prueba de la importancia objetiva de las actividades espirituales, de las cuales los sociólogos no han querido ocuparse jamás. Desde mi punto de vista, la plegaria es la que desencadena estos milagros. Pero no la del que ora por sí mismo, sino la del que ora por los demás.

E.P: ¿Es posible eso de la telepatía?

            Sabemos que nuestras fronteras visibles están constituidas por la piel (en parte) y por las mucosas digestivas y respiratorias. Y también sabemos que estas fronteras se dejan atravesar por los rayos cósmicos, por las sustancias químicas y por el oxígeno de la atmósfera. De hecho, gracias a que esas fronteras se dejan atravesar, estamos vivos.

            El individuo es un centro de actividades específicas, que posee el carácter de ser independiente del universo cósmico. Pero tenemos razones para creer que la personalidad se extiende fuera del continuum físico. ¿Y cómo puede ser esto? Porque cada individuo ocupa en el mundo en que se mueve un lugar determinado, y está unido a él por un lazo real, y a veces este lugar puede parecerle más importante que su propia vida. En este sentido, el hombre se proyecta más allá de sí mismo, y sobrepasa por todas partes sus fronteras corporales. Es más, el hombre puede prolongarse en el espacio.

E.P: ¿Y cómo es posible?

            En el transcurso de los fenómenos telepáticos, el hombre proyecta una parte de sí mismo a otro lugar, de forma instantánea y en una especie de emanación que puede alcanzar a un pariente o a un amigo. Se extiende así a través de largas distancias, e incluso es capaz de comunicarse a una muchedumbre. En este caso, dos individuos separados son capaces de permanecer en contacto el uno con el otro, aunque cada cual permanezca dentro de sus límites anatómicos. Se diría que el pensamiento se puede transmitir de un punto a otro del espacio.

            Hasta el presente, las comunicaciones telepáticas son un producto extraído directamente de las observaciones, y son perfectamente observables, producidas por la extensión del individuo en el espacio. Los conductores de pueblos, los grandes filántropos, o los santos, vendrían a ser, en ese sentido, gigantes que supieron extender su ser más allá de sí mismos, sobre un continente o sobre el mundo entero.

E.P: ¿Y sobrepasar los límites del tiempo?

            Eso no es posible, pues la influencia del individuo en el pasado o futuro no está en sus manos, ni el individuo es capaz de prolongarse en el tiempo.

            En el espacio, el individuo sí es capaz de sobrepasar los límites de su cuerpo, pero en el curso de su vida (o tiempo) esto no es posible de manera directa. Es decir, que sólo influimos en el tiempo por medio de nuestras obras, y no por nosotros mismos.

E.P: ¿Que diría Ud. de la la sociedad actual?

            Es preciso que nos levantemos y nos liberemos de la tecnología ciega, porque las ciencias de la vida nos han mostrado cuál es nuestro fin, y que es posible ir hacia él.

            También diría que este mundo actual nació de un error de cálculo que tuvo la Ilustración sobre nuestra razón. Y que tal como está hoy día, este mundo no está hecho para nosotros. El hombre ha de saber rebelarse contra ese error, y la ciencia nos permite hoy día caminar en esa dirección.

E.P: ¿Y cómo conseguirlo?

            Es preciso romper con los moldes de la escuela, de la oficina y de la civilización tecnológica, e ir en la dirección de las actividades estéticas, morales y espirituales.

E.P: ¿Sería ese el auténtico universo humano?

            La restauración del hombre, en su armonía fisiológica y mental, cambiará el universo, porque el universo modifica su apariencia conformándose al estado de nuestro cuerpo.

            La alegría y la pena son tan importantes como los planetas y los soles, y por eso debemos liberar al hombre de ese cosmos en que le encerró la Ilustración. Pues el hombre es a la vez un ser vivo y un centro de operaciones mentales, lejos de ser un extraño en el reino de las montañas, de los ríos y del océano. Tal es el universo del hombre.

 

* Alexis Carrel Billiard (Lyon 1873-París 1944) fue biólogo y médico francés, padre de la Fisiología y Premio Nobel de Medicina en 1912. Fue miembro de las Academias de Ciencias de Alemania, Rusia y Estados Unidos, caballero de honor de la Legión de Honor de Francia, y profesor de fisiopatología y eugenesia en la Universidad de Chicago y Universidad Rockefeller de Nueva York. A nivel póstumo, fue honrado en 1972 por la Orden de la Estrella Polar de Suecia, en 1979 por el mundo astrofísico por sus aportaciones sobre el universo, y en 2002 por la Universidad Médica de Carolina del Sur por sus descubrimientos en el mundo de los vasos sanguíneos, los autotrasplantes, los aneurismas y la anastomosis vascular. Así como pasó a ser miembro honorífico de las sociedades científicas de 12 países, y doctor honoris causa por las universidades de 6 países. A nivel personal, se casó en 1913 con Anne Marie Gourlez (ya tardíamente), y por esa razón no pudo tener más que un hermoso hijo.