E.P: Háblenos de su vida, antes de ser deportado a Auschwitz.

            Mi familia vivía en un pequeño pueblo de Hungría, bajo el régimen rumano. En casa hablábamos húngaro, y mis padres amaban a Hungría, y sabían más de literatura húngara que de literatura rumana, en especial del poeta Petöfi. Cuando en 1914 entraron los húngaros nos sentimos bien, y fuimos a saludarlos.

            Recuerdo también que mi padre hizo todo lo posible para demostrar que éramos ciudadanos húngaros, y cuando obtuvimos los papeles siempre los llevábamos en el bolsillo. Esto sucedió en mayo de 1944, cuando comenzó la deportación y fuimos con el resto de judíos a la sinagoga, para que a todos se nos diesen los papeles.

            Allí pensamos que con dichos papeles estaríamos protegidos. Pero más adelante un teniente húngaro ni siquiera los miró, y tan sólo los arrojó a la papelera. Ése fue para mí un momento importante, donde me di cuenta de que algo estaba pasando.

E.P: Háblenos de la deportación.

            Fue para mí el mayor de los asombros, sobre todo el primer día y la primera hora de la deportación. A mí me llevaron a un lugar en el que me di cuenta de que todo aquello era una creación paralela, respecto al resto de la creación y del universo.

            Un universo paralelo en que las personas venían a matar, y otras a morir. Un universo que tenía su propio lenguaje, su propia filosofía, sus príncipes y moralistas, y por supuesto sus mendigos. Eso para mí fue una sorpresa, pues hasta entonces había pensado que el mundo de Dios era un solo mundo, y yo veía allí otro mundo paralelo.

E.P: ¿Fue el holocausto otro más de tantos genocidios, o algo único?

            El holocausto fue dirigido sólo contra los judíos, con el fin de exterminar hasta el último judío vivo. Fuimos sentenciados a muerte por la única razón de ser judíos. El genocidio es otra cosa, y es lo que sucedió en Ruanda. Dios sabe lo involucrado que estuve a la hora de tratar de salvar a los pueblos de Ruanda y de Sudán. El genocidio es un asesinato en masa, lo cual es también aterrador. En el caso de Camboya, el genocidio fue perpetrado por camboyanos matando a camboyanos. Por tanto, debemos tener mucho cuidado con el vocabulario.

E.P: ¿Y qué fue lo que pasó, con los judíos?

            Hitler ordenó matar a todos los judíos, pero tan sólo al final. Al principio lo que quería era que  Alemania estuviese libre de judíos. Y si Estados Unidos hubiera permitido la entrada de esos judíos, o los británicos hubieran aceptado a los judíos llegados a Alemania desde Palestina, todos ellos hubieran estado a salvo. Por eso Hitler ordenó su exterminio en masa, porque no quería judíos en su país y nadie fue capaz de acogerlos.

E.P: ¿Ha dado Ud. cuenta de ello, en sus libros?

            Escribí un libro sobre ello, que publiqué en 1955. Estaba en jiddish y se llamaba And The World Was Silent, aunque luego pasó a llamarse Night. En resumidas cuentas, venía a hacer una pregunta: ¿Cómo pudo el mundo entero estar en silencio? Ése fue realmente mi shock, que describo en Night y que responde a mi padre, el cual decía que era imposible que el mundo permaneciera en silencio.

E.P: ¿Y que pensó Ud. entonces, ante ese cambio radical de las autoridades húngaras?

            Pensé que eso iba a ser así para siempre, y comencé a odiar a los húngaros.

E.P: ¿A odiar?

            Tengo que ser honesto conmigo mismo, y por eso reconozco que sentí odio en ese momento. Eso sí, un odio como el de los niños que dicen "te odio", aunque en realidad no pasan del enojo. Pero es lo que sentí. Por supuesto, estoy en contra del odio, y tras Auschwitz hice todo lo posible por no dejar entrar en mi vida al odio auténtico, porque ese odio es un cáncer.

E.P: ¿Es posible entender lo que allí sucedió?

            No, no creo que sea posible. Esa tragedia fue la más cruel en la corte de la historia, y eso que podría haberse evitado.

E.P: ¿Conoce el libro de Imre Kertesz, Ser Sin Destino?

            Conozco ese libro, sí, y he leído todas sus obras en francés.

E.P: Entonces, ¿cuál es la diferencia entre su pasado y el suyo?

            Ninguna. Yo tenía 15 años, y no 14, cuando estuvimos allí dentro. Pero para ambos todo aquello fue realmente sorpresivo.

E.P: ¿Sorpresivo?

            Para ambos fueron una sorpresa, en el peor de sus sentidos. Sobre todo cuando vi a un padre que le daba su pan a su hijo, y su hijo le devolvía el pan a su padre. Eso fue para mí una derrota total.

E.P: Pero a Kertesz le sorprendió más bien el bien que allí vio, y eso que él no era religioso, y usted sí.

            Probablemente sí. Pero como creyente, yo sólo percibí el lado terrorífico de todo aquello. Lo que yo creo es que el hombre deberá rendir cuentas a Dios, sobre todo por haberlo agregado o no agregado a su vida.

E.P: ¿Cómo explicaría Ud. todo aquello?

            Yo creo que Hanna Arendt se equivocó cuando trató de decir que todos somos capaces de esta atrocidad. No es cierto, o yo creo que no es cierto. Porque hay ciertas cosas que los seres humanos normales no somos capaces de hacer, sobre todo con el prójimo. Yo creo que hay que haber pasado por alguna experiencia terrorífica para convertirte en el peor de los enemigos del ser humano.

E.P: ¿Podría haberse evitado esa locura?

            Deteniendo a Hitler. Mira, he trabajado con cinco presidentes de Estados Unidos, y a todos ellos les he hecho siempre la misma pregunta: ¿Por qué los aliados estadounidenses no bombardearon los ferrocarriles que iban a Auschwitz?

E.P: ¿Consiguió alguna respuesta?

            No, no hubo respuesta a tal pregunta, y a lo sumo me decían: “¿Qué quieres decir con que en ese momento estaban bombardeando fábricas?

E.P: Probablemente no lo sabrían.

            Le hice la pregunta a Carter y Reagan, a Clinton y tanto Bush padre como a Bush hijo. Le pregunté a cada uno por qué al menos no lo intentaron, aunque fuera como alarde ante los alemanes o como un gesto simbólico de que al mundo le importaba lo que estaba sucediendo. En esos momentos, hasta 12.000 judíos húngaros eran deportados todos los días y todas las noches, y más de 10.000 personas eran gaseadas al día. Se podría haber evitado en los años de 1930.

E.P: ¿Le preguntó a los británicos?

            Le pregunté a un general británico, pero no hubo respuesta. Algunos secretarios de Defensa me dijeron que no querían desviarse del terreno diplomático, y eso que en ese momento tenían miles de aviones bombardeando a los alemanes. Recuerdo que, cuando sobrevolaron Auschwitz, todos esperábamos y rezábamos para que bombardearan Auschwitz, y allí muriéramos todos bajo las bombas.

            Cuando le hice este comentario al director de la CIA, el almirante Stan Turner, me contestó: "Sabía que vendrías a la Casa Blanca", y sacó una carpeta con fotos del escritorio de la Oficina Oval. Ésta fue su respuesta: las fotos que tomaron de Auschwitz los aviones americanos, en vez de bombardearla.

E.P: ¿Y no podría deberse al caos imperante, o a la teoría del caos?

            No, aquello no era un caos, no. Simplemente, las autoridades aliadas decidieron que Auschwitz no era una prioridad. Los ejércitos estadounidense y británico liberaron todos los campos europeos, pero no hubo ni una sola orden que dijese: "Vamos a liberar los campos de concentración". Y lo mismo hicieron los rusos.

            Cuando le pregunté al coronel que liberó Auschwitz que por qué no lo habían hecho antes, me contestó que no había ninguna orden al respecto, por no ser una prioridad. Eso fue un pecado mortal, porque pudo haberse salvado fácilmente a mucha gente, y no se hizo.

E.P: ¿Es Ud. religioso, en este momento?

            Sí, yo vengo de un entorno muy religioso, como es Maramarossziget. Pero en Auschwitz descargué toda mi ira y peleas contra Dios, aunque allí rezaba todos los días, como todavía sigo haciendo.

E.P: ¿Y cómo resuelve ese problema, psicológicamente?

            Al principio, mi relación con Dios era de profundo compromiso, y con con la ayuda de Moche encontré la fe y estudié el Zohar. Yo deseaba pasar mi vida centrada en el judaísmo, y dedicaba todo mi tiempo libre y energías a los estudios religiosos. Dios jugaba un papel importante en mi vida, pero lo hacía mecánicamente.

            Cuando la situación se desintegró, y millones de seres humanos experimentamos el holocausto, tanto yo como muchos judíos seguimos alabando a Dios. Una vez que llegamos a Auschwitz, muchos incluso recuperaron su fe. Yo alababa también a Dios, pero no mecánicamente sino por las cosas más simples que puedes imaginar. Cuando mis zapatos quedaban cubiertos de barro, y no eran encontrados por los guardias de las SS, yo agradecía a Dios por haber creado el barro.

            En general, en Auschwitz yo experimentaba un sentimiento de profunda seguridad en Dios, aferrándome a la ilusión de que Dios nos estaba cuidando y permitiendo superar las dificultades. Cuando todo el trauma del holocausto desapareció, y pude volver a la vida normal, volví a ir retomar mi compromiso con Dios, dándome cuenta de la importancia que Dios juega en el mundo.

E.P: ¿Y puede vivir con eso, y seguir siendo religioso?

            Mi fe es una fe herida, pero creo en Dios. Mi vida no es una vida sin fe, y nunca me he divorciado de Dios.

E.P: ¿Fue anti-semita el evangelio?

            Fue mal traducido durante muchos siglos, hasta que Juan XXIII cayó en la cuenta de corregir la liturgia. Lo hizo por su amigo Jules Isaac, un historiador judío francés que, aparte de amigo suyo, le animó a cambiar el término "pérfidos judíos" por judíos. A partir de entonces, la Iglesia ya no habla más de los judíos matando a Cristo, y las cosas han cambiado.

E.P: Pero lo que dice el evangelio es cierto.

            Es cierto, pero depende de quién lo esté enseñando.

E.P: Oficialmente sí.

            Por supuesto, oficialmente. Pero mira, yo soy judío y creyente a la vez, y por eso puedo decírtelo. Ahora más que nunca, yo siento que las relaciones entre judíos y cristianos nunca han sido tan buenas.

E.P: ¿Nunca?

            Nunca antes.

E.P: ¿Y se siente satisfecho, al respecto?

            No lo suficiente, pero sí en ciertos niveles. El papa yendo a Jerusalén, el papa reconociendo el estado de Israel, el papa yendo al muro y a Yad Vashem, el papa organizando un concierto por el holocausto en el Vaticano, o yendo a la sinagoga en el Vaticano. Esto no quiere decir que el anti-semitismo haya desaparecido, pero lo cierto es que en todas partes los cristianos y judíos se reúnen todo el tiempo que haga falta, estudian juntos y firman peticiones para todo tipo de causas.

E.P: ¿Ve Ud. alguna alianza anti-semita actual?

            Hay una coalición entre la extrema izquierda y la extrema derecha, con el enorme corpus del Islam en medio de ella. Esto es realmente preocupante, y lo veo cuando viajo por ahí.

E.P: ¿En países musulmanes?

            Antes del 11 de septiembre tuve contactos con palestinos, árabes y musulmanes, los cuales desde entonces tienen miedo. Desde que obtuve el Premio Nobel empecé a organizar con ellos la plataforma Anatomía del Odio, impartiendo conferencias por todo el mundo sobre qué es el odio. No ayudó a casi nada, pero por lo menos exploraron esa posibilidad.

E.P: ¿Y cree Ud. que se pueden superar las barreras del odio?

            Creo que se puede, pero también que sólo hay una forma de hacerlo, a través de la educación. Sobre todo educando en la generosidad y no en el triunfalismo, especialmente a los jóvenes. Por eso enseño, y llevo toda mi vida enseñando, tanto en mis clases como de universidad en universidad.

E.P: ¿Cómo ve Ud. a la juventud?

            Yo soy de los viejos, pero no veo a la juventud como una chatarra. Es verdad que tan sólo conozco el mundo de los estudiantes, pero cuando veo jóvenes no universitarios que vienen a escucharme, no los considero basura. Cuando comencé a enseñar, hace 35 años, difícilmente podía encontrar un centro educativo en Estados Unidos donde se enseñara la cultura judía. Hoy no hay universidad donde no se oferten cursos especiales al respecto, y cientos de jóvenes quieren saber más que sus mayores del tema. Por eso soy muy optimista con los jóvenes.

E.P: ¿Qué hay de Rudolf Urba?

            Estuve en contacto con él, y leí su libro. Para mí es un héroe, pues él y su amigo lograron escapar de Auschwitz y salvar a muchos judíos húngaros. Pero le dije que si alguien de su entorno hubiera llamado a mi padre desde Budapest, y le hubiera dicho en su momento "Mira, éste es el informe de la situación", creo que mi padre se habría escondido, y no sólo él sino muchos otros. De haber informado a su tiempo, podría haber salvado a muchas personas.

E.P: ¿Y si no pudo hacerlo?

            Mira, llegamos a la cuestión de las palabras, de qué significan las palabras, de si somos o no los portadores de la verdad, etc. Sin embargo, cuando la vida está amenazada de nada sirven las buenas palabras, sino la verdad cruda y dura. Porque esas buenas palabras pueden ser tu maldición, así como la verdad cruda puede ser tu salvación. Los judíos no somos los seguidores del libro, sino los transmisores de la palabra. Y eso hay que hacerlo con autenticidad.

E.P: Sí, pero el lenguaje evoluciona.

            ¿Y quiénes somos nosotros para decir quién es qué y qué es qué? Mire, el propio Nietzsche decía que “la locura no es consecuencia de la incertidumbre, sino de la certeza”. Y esto se llama fanatismo, y por medio de las palabras los fanáticos cambian los términos de las cosas.

E.P: Amos Oz dijo que eso sucede por contraste ante la indiferencia.

            El fanatismo es la mayor amenaza en la actualidad. Literalmente, el siglo XXI acaba de empezar y ya está amenazado por los fanáticos. Y lamentablemente tenemos fanáticos en todas las religiones, incluida la mía y la tuya. ¿Y qué podemos hacer contra ellos? Usar palabras veraces y auténticas, y nada más, porque yo estoy en contra de la violencia.

E.P: ¿Ha cambiado su perspectiva a la hora de ver la historia?

            Georg, amigo mío, tú sabes cuántas razones tenemos para estar desesperados. Pero lo peor es que el mundo no ha aprendido nada. Tú y yo pasamos por ciertas experiencias, y si alguien nos hubiera dicho en 1945 que hay batallas que tendríamos que pelear de nuevo, no le hubiéramos creído. Racismo, antisemitismo, hambre de niños... ¿Quién lo hubiera creído?

            Entonces estaba convencido de que lo que sucedió no volvería a suceder, y de que el odio entre las naciones y entre las personas acabó en Auschwitz. Pero no lo hizo, pues las víctimas murieron y los que odian están todavía aquí, y tienen nuevos adeptos. Muy a menudo me digo a mí mismo: En serio, ¿qué estamos haciendo en este planeta?

E.P: Soy biólogo, y creo que el humanismo no es más que una fina capa que oculta las tendencias primitivas.

            Bueno, hablas como científico, pero yo prefiero hablar como estudiante de filosofía. Filosóficamente no tiene sentido la brutalidad primitiva, pues ¿por qué la gente debería heredar cosas malas, cuando sus recuerdos podrían invocar cosas buenas?

            Los días más oscuros de mi vida ocurrieron cuando, después de la guerra, descubrí que la mayoría de los miembros del grupo Einsatz, que eran los encargados de cometer los asesinatos y organizar las cámaras de gas, con ametralladoras en mano, tenían títulos de universidades alemanas, y muchos estaban doctorados y hasta había médicos. No podía creerlo. ¿Qué quiero decir? Que una persona educada no puede hacer cosas así. Pero ahí los tenías, a profesores y médicos matando niños día tras día.

E.P: ¿Significa eso que las teorías básicas no son correctas?

            Nuestras experiencias nos obligan a recordar muchas certezas. Y una es que lo que entonces pensábamos que era cierto ya no lo es, y que por tanto la ciencia tiene cosas equivocadas, sobre todo respecto al comportamiento humano. Creo que los seres humanos son capaces de cosas horribles, y que en ciertos momentos se vuelven inhumanos.

E.P: Oh sí, ciertamente, sobre todo en los sistemas totalitarios.

            Sí, pero no sólo en el sistema nazi, sino también en el comunista, pues tanto nazis como comunistas estaban en los mismo: que el fin justifica los medios, cualquiera que sea el medio.

E.P: A lo que se suma el conformismo de la gente corriente, supongo.

            Efectivamente, ser conformistas es más fácil. Pero el ser humano no debe aceptar lo opresivo, y si ve una injusticia debe gritar. Si algo es perjudicial, hay que se dice no.

E.P: Elie, creo que tus palabras nos llevan muy lejos.

            Lo intento, gracias.

 

* Eliezer Wiesel Lazar (Hungría 1928-Nueva York 2016) es licenciado en periodismo por la universidad de la Sorbona, como judío perteneciente a la comuna rumana de Sighetu Marmatiei. Con 15 años fue detenido por los alemanes, cuando el nazi Szalasi tomó el poder por la fuerza y derrocó al regente húngaro Horthy. Junto a sus padres (Shlomo y Sarah) y hermanas (Judith, Hilda y Beatrice) fue deportado al campo de exterminio de Birkenau, y más tarde a los de Buchenwald y Auschwitz. En éste último logró sobrevivir, pero hubo de ver el exterminio de sus padres y compatriotas de raza, en unos hechos que más tarde relató en su trilogía La Noche, El Alba y El Día. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1986 por "su manantial de profunda compasión hacia las entrañas de la humanidad".