Carisma

Francisco Marín
Mercabá, 21 julio 2025

        Derivado de charis, charisma es un sustantivo griego de aparición tardía, como lo atestigua la terminación en ma, característica del griego de la koine. De ahí que su significado básico sea el mismo que el de la clásica charis (lit. don, regalo).

        Tal identificación se da en los raros textos profanos que se conocen y en Filón de Alejandría. El uso más frecuente de charisma, carisma, se produce en el NT, del cual nos ocuparemos tras hacer, al menos, mención de tres referencias del AT en su traducción griega

a) El carisma en el AT

        Para situarnos de forma adecuada, necesitamos establecer un punto de partida y otro de destino. El punto de partida está en Gn 3,11-13, texto en que se alude a una de las consecuencias del pecado, que es la ruptura de la solidaridad.

        Por el pecado se pierde el sentido de unidad, se dinamita el nosotros y, con la ambición por bandera, se llega al descalabro de la confusión y dispersión de Babel (Gn 11). Todo se convierte en un caminar sin rumbo por espacios infinitos, con un cansancio atroz y una añoranza irreprimible del hogar perdido.

        En medio de la noche alienta el resplandor lejano de una promesa: "Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya, la cual te aplastará la cabeza cuando intentes morderle el talón" (Gn 3,15).

        El punto de destino, el horizonte hacia el cual se dirige la interminable hilera, es precisamente Pentecostés. La síntesis teológica de Lucas es impecable, se sitúa en las antípodas de Babel (donde, hablando la misma lengua, nadie entendía a nadie) y presenta a un sencillo pescador galileo (Pedro) que, improvisando un discurso en arameo ante un auditorio internacional, es entendido perfectamente por todos, y hace que todos se sienten como en su propia casa.

        El NT recuperará, por tanto, el sentido de solidaridad del carisma, carente en el AT. Por eso la presencia del Espíritu, manifestado en los carismas, es una invitación a construir todos juntos, mediante la solidaridad. Ahora se ve claramente por qué los carismas están especialmente vinculados al Espíritu.

        Los carismas en sí mismos, por tanto, no son nada, ya que el verdadero artífice está arriba. Como tarea común de construir la unidad, posibilitan la solidaridad, y no hay verdadera solidaridad sin amor, que es el que realmente construye. Pues bien, eso será el Espíritu dado en el NT: el amor increado del único Dios, que se da al hombre para que pueda forjar humanidad sacramentalizada por la Iglesia una.

Sal 30,22

        Es conocido el escrúpulo teológico de los LXX a la hora de traducir el sustantivo hesedh, perteneciente al vocabulario de la alianza, y que equivale al amor de benevolencia. Ya se ve que, en virtud del compromiso de la alianza, hesedh afecta, salvando las distancias, a Dios y al hombre.

        Aquí es donde surge el escrúpulo, por temor a hacer pensar que se trata de una relación entre iguales; y así, en vez de traducir hesedh por amor o amistad (agape, philia), lo hacen mediante el término eleos, misericordia. Pues bien, esa misma palabra (hesedh) la traduce Teodoción (1º tercio del s. II) por charisma. Veamos su sentido.

        El salmo es un himno de abandono esperanzado en el Dios amigo, que el evangelista Lucas tuvo el acierto de poner en labios de Jesús agonizante (Lc 23,46). En él se desgrana la súplica de un atribulado, cuya total confianza se vierte en el llamado perfecto profético (tan total, que se da por alcanzada).

        El v. 22 pertenece al final del salmo, y constituye un adelanto de acción de gracias por el socorro que, sin duda, va a llegar. Dice así: "Bendito Yaveh que, hallándose en ciudad amurallada, va a mostrar admirable su amor hacia mí". Teodoción aquilata bien el sentido. No es sólo misericordia, sino liberalidad, bondad, ayuda con gesto amigo. Tal es aquí el sentido de charisma.

Eclo 7,33

        En este capítulo de los proverbios o sabiduría de Jesús ben Sirá, se dan consejos para evitar el mal; consejos ponderados y valiosos que, en el v. 33, se condensan brevemente en la conducta para con todos. Así: "Que el favor de tus dones llegue a todos los vivos, y al difunto no le rehúses tu atención".

        Atención o regalo a un muerto es el acto humanitario de darle sepultura. El texto griego emplea la palabra charis, que el Códice Sinaítico sustituye por charisma.

Eclo 38,30

        Se trata de una escena costumbrista que el autor describe con gran plasticidad. Aparece un alfarero fabricando una vasija en el torno de su taller: "Con la mano moldea el barro y con los pies doblega su inercia. Centra la atención en acabar su obra de arte, y se ocupa de encender el horno».

        Charisma coincide aquí con charis en lo que esta tiene de belleza, obra bella o de arte. Así lee el Códice B Vaticano, mientras que otros códices ponen chrisma (lit. unte, embadurnamiento), con lo que obtendríamos la siguiente variante: "Centra la atención en acabar el barnizado".

        En conclusión, charisma tiene en 2 de los 3 casos analizados el significado de don, equivaliendo en el tercero a obra bella.

b) El carisma en el NT

        Cuanto en el NT se relaciona con charis se caracteriza como don otorgado gratis, que excluye, por tanto, cualquier mérito de quien lo recibe. Esto constituye lo que los lógicos llaman "género próximo" o "elemento común de la definición", del cual participa charisma. Ahora nos queda la última diferencia, o sea, lo propio y diferencial del mismo.

        Según esto, carisma, ese don gratuito concedido por Dios al hombre, tiene como nota específica, propia, la de estar destinado a la edificación de la Iglesia (Ef 4,12; 1Cor 14,12). Lo concede Dios, que en el NT es el Padre (1Cor 12,28), y también Cristo (Ef 4,1112), pero está vinculado de manera especial con el Espíritu.

        Por eso los carismas son designados en relación con la 3ª persona de la Trinidad como realidades espirituales o pneumatica (1Cor 12,1), como espíritus o pneumata (1Cor 14,32) y como manifestación del Espíritu o phanerosis tou Pneumatos (1Cor 12,7).

        La palabra charisma aparece 17 veces en los escritos neotestamentarios, 16 en Pablo y 1 en Pedro (1Pe 4,10). La distribución de esas 16 veces es como sigue: 6 en Romanos (1,11; 5,15.16; 6,23; 11,29; 12,6); 7 en Corintios I (1,7; 7,7; 12,4.9.28.30.31), 1 en Corintios II (1,11); 1 en Timoteo I (4,14) y 1 en Timoteo II (1,6).

        Está claro que la mayor utilidad de este recuento estadístico es la de la rápida localización de los textos; porque, ni en todos ellos charisma posee su significado técnico, ni se puede correctamente deducir que no se aluda a la realidad de los carismas en otros lugares en los que no figure expresamente la palabra.

        En los escritos de San Pablo se encuentran listas de carismas, que se pueden reducir a 4:

-1Cor 12,8-10: sabiduría, ciencia, fe, curaciones, milagros, profecía, discernimiento, lenguas, interpretaciones;
-1Cor 12,28-30: apóstoles, profetas, doctores, milagros, curaciones, beneficencia, gobierno, lenguas;
-Rm 12,6-8: profecía, ministerio, doctor, predicador, beneficencia, gobierno, misericordia;
-Ef 4,11: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, doctores.

        Es una enumeración variada de largo alcance, que ayuda a comprender la actividad presentísima del Espíritu, artífice de la Iglesia como en otro tiempo lo fuera la alianza para el pueblo de Israel. Pero es una actividad sumamente discreta, de signo encarnatorio, que tiene sus precedentes en el AT.

        Así como en sus respuestas al clamor del pueblo enviaba Dios caudillos, sabios y legados carismáticos para ayudar a los hombres a través de hombres (potenciados, claro está, por el Espíritu), así también Dios, ante la intercesión constante de su Hijo (Hb 7,25), quiere que la Iglesia crezca como cuerpo vivo, sin ocupar él el lugar de los miembros de dicho cuerpo y vivificando su sangre mediante el impulso interior del Espíritu.

        El Espíritu es el gran artífice de esta corriente de vida, pero lo es en lo oculto. Tan en lo oculto, que no se advierte su presencia en un texto decisivo de estructura trinitaria en el que se lo nombra de forma velada. En dicho texto escribe San Pablo: "Todo lo sometió Dios bajo sus pies" (los de Cristo; Sal 8,7) y se lo dio como cabeza insuperable a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la obra maestra del que lo llena todo" (Ef 1,22-23).

        Ese que lo llena todo por completo es, según Sab 1,7, el Espíritu de Dios, que es confesado en el credo como Señor y dador de vida. Es él quien configura a la Iglesia como ministerio de unidad, tal como se repite constantemente en la liturgia: "Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo".

        No es, como de ordinario se piensa, en unión con, junto con el Espíritu. Lo que en ese final de la colecta romana se afirma es que Jesús vive y reina con el Padre en la Iglesia, que es la Unidad forjada por el Espíritu vivificador.

1Cor 13-14

        La comunidad cristiana de Corinto, por lo que permiten entrever las dos cartas que le dirigió San Pablo, era un tanto especial. Tal vez se deba a que la componían personas de escasa cultura, obviamente expuestas a desenfocar el novísimo mensaje evangélico.

        De hecho, el desenfoque se produjo, aparte otros sectores, en el concerniente a los carismas. Y así, prescindiendo de lo inmerecido y gratuito de tales dones y de lo que ellos suponen de llamada a la solidaridad, estaban como fascinados por el más espectacular de todos, que era el don lenguas o glosolalia.

        La glosolalia era la facultad sobrenatural de orar o alabar a Dios en lenguas extrañas, con un entusiasmo cercano a la exaltación, que podía ser interpretado por los de fuera como signo de embriaguez (He 2,13) o de locura (1Cor 14,23); y como las palabras pronunciadas por el glosólalo no las entendían los presentes, y a veces ni el que las profería, se requería la presencia de alguien que pudiera traducirlas.

        El don de lenguas, aunque lo parezca, no era una realidad caótica, sino que era un subrayado enérgico a algo fundamental en la oración (en ésta se producía la glosolalia, no en la proclamación profética y clara del evangelio); y es que, cuando se ora, lo principal, por encima de lo que se pide o se dice, es la actitud interior de apertura para ser colmado. De ahí la necesidad de un traductor que ayudase la propia incapacidad (1Cor 14,27-28).

        Pero los corintios no lo entendían así. Presumían del don de lenguas como de algo propio, se anteponían a los no glosólalos, y sembraban así la división. Pablo los corrige, y con infinita paciencia les hace comprender (y a nosotros en ellos) que, aunque se hable en lengua de ángeles, sin amor no se es nada (1Cor 13,1).

        A eso se debe la inclusión en 1Cor 13,4-7 del himno a Cristo, Amor encarnado, como cimiento imprescindible en la tarea de hacer Iglesia. Y es que, tan aficionados como eran a los carismas (1Cor 14,12), les faltaba, además del agape o amor al estilo de Dios, el don de discernimiento, por lo cual andaban desorientados.

c) Consideración final

        Hace algún tiempo se dio en hablar de la Iglesia institucional y de la carismática, cosa metodológicamente desacertada, por dar pie a pensar en dos facciones distintas y enfrentadas dentro de la Iglesia que, por lo mismo, dejaría de ser una. Sería como hablar de la Iglesia de arriba y de la de abajo, de la jerárquica y de la del pueblo, y nada más lejos de la realidad.

        La Iglesia es real y profundamente carismática en su totalidad, por cuanto ha recibido el supremo don de Dios que es el Espíritu, el cual ha recibido de Dios y de Cristo el encargo de enseñarlo todo (Jn 14,26).

        El Espíritu se sigue comunicando y trabajando en lo suyo, que es la unidad de la Iglesia; y así va inspirando formas nuevas y promoviendo el crecimiento de la comunidad creyente, a pesar de ella misma.

        Naturalmente, se requiere mucho discernimiento para lograr, de acuerdo con el consejo de Pablo, que todo se haga con decoro y en buen orden (1Cor 14,40). No habrá verdadero sentido de orientación en la Iglesia hasta que no se deje de estimar los carismas en sí para estimarlos en lo que puedan tener de manifestación del Espíritu, vínculo de la unidad de Dios y cimiento de la solidaridad humana.

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