Amistad Rafael
Sanz El término amistad indica una realidad aparentemente fácil de comprender y describir. Cualquier persona puede aportar alguna experiencia propia en la que la participación en un mismo gozo, la benevolencia desinteresada, el amar a otra persona por sí misma, desde la disposición a aceptarla y valorarla con una cierta igualdad, formen parte de sus vivencias de alteridad, aunque la intencionalidad de tal vivencia no siempre sea clara. Sin embargo, resulta una realidad compleja cuando tratamos de describir los distintos ámbitos en los que la relación de amistad se vive y se expresa como valor interpersonal, entre las demás relaciones humanas, pues el "afecto entre personas, recíproco, desinteresado y puro, nace de la mutua estima y simpatía", como nos indica el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Las lenguas de origen latino que emplean términos amigo o amistad se remontan al verbo latino amare. Este verbo y el sustantivo amor sirven para designar tanto la pasión amorosa (eros, o libido), como el afecto y el cariño expresados también con el término dilectio. Es decir, la relación fruto de una elección. No obstante, permanece una cierta ambigüedad que se corresponde con la sutil complejidad de la relación amistad-amor. La lengua griega permite una distinción más matizada, a través de los términos: -eros,
que indica la pasión y el
deseo ardiente, La amistad, en el uso actual de la lengua, designa «la realidad de la relación interpersonal experimentada en la comunicación espiritual, que procede de una decisión libre[1] entendida como afecto recíproco y desinteresado. Se apoya en la simpatía personal y la fuerza idealizadora del eros, pero tiende a la unión duradera que descansa sobre una visión común y una valoración concorde de las cosas. La definición, sin tomarla como definitiva, establece un punto de partida: el hombre como persona, capaz de una relación verdadera y duradera de persona a persona. En definitiva, todo ser humano es persona, y alcanza su personalidad objetiva en la relación con otras personas. A la relación de amistad la caracteriza, por tanto, el bien recíproco desinteresado. Al desear y buscar el bien del otro, el hombre encuentra su propio bien, y por eso el amigo no es sólo socio, compañero o accionista. Este punto de partida no disuelve ni confunde la amistad con las demás relaciones humanas, sino que las sitúa en otro ámbito, en el que aparece como punto de encuentro de intereses políticos y humanos, pero, además, en la "recíproca posibilidad de comprenderse" (según Buber), de acoger al otro por encima de toda búsqueda personal interesada. Así, la relación arraiga en las actitudes, en lo que es constitutivo e interpersonal, y de ahí que la dinámica del afecto sea axiológica y portadora de valores. La amistad es un valor que enriquece al ser humano y promociona a la persona, que se encuentra con la responsabilidad libremente asumida de comunicar e intercambiar los sentimientos y las convicciones, de sentir la armonía del afecto y del encuentro entre los amigos. a) La amistad, en la antigüedad clásica En las interpretaciones de la antigüedad clásica la amistad aparece tanto en sentido mítico[2], como en sentido aristocrático asimilada a la virtud política de la amistad que caracteriza las relaciones de la polis. Los presocráticos la consideran un principio cosmológico. Empédocles habla de la amistad como causa del bien y de la enemistad como causa del mal. En la literatura trágica se compara con la fidelidad hasta la muerte para garantizar la vida del amigo (como en Orestes y Pilades). En la Antígona de Sófocles aparece otro aspecto: la enemistad, incluso después de la muerte defendida por Creón, a lo que Antígona se opone diciendo: "No he nacido para compartir el odio, sino el amor" (que es el que lleva a Ismene, hermana suya, a querer morir con Antígona por solidaridad). En el lenguaje de la filosofía, la philia indicaba un "lazo afectivo de libre elección" (según Demócrito) dentro de un orden selectivo, que "no siempre supera la mera utilidad" (según Pitágoras). Platón introduce el concepto de benevolencia desinteresada (que es esencial a la amistad) y la reciprocidad (que atrae a los amigos entre sí[3]), aunque no parece conceder una auténtica trascendencia al otro como alguien a quien amar por sí mismo (porque, en último término, la amistad es participar en el amor a la belleza absoluta[4]). Para Aristóteles, la amistad se encuentra dentro de la ética, porque o es una virtud o va acompañada por la virtud. Se apoya tanto en lo útil como en lo placentero y son amistades imperfectas. Pero la amistad perfecta es la que se apoya en la virtud de los moralmente buenos y se expresa en la benevolencia recíproca al otro, por sí mismos. Para el estagirita, la amistad incluye los bienes de las anteriores, y supone una cierta igualdad, comunidad de sentimientos y de vida[5]. Estos rasgos, por sí mismos, no la distinguirían nítidamente del amor (que se caracteriza por el deseo de la presencia y la aflicción ante la ausencia). Por eso, la amistad se realiza cuando los amigos comparten la vida diaria, o cuando uno se "comporta con el amigo como consigo mismo, cuando ve en el otro a sí mismo"[6]. Epicuro sitúa la amistad en el ámbito de la ética, aunque postula un modo egoísta de entenderla porque da primacía al provecho propio frente al de los amigos. Así, ésta vendría a ser una "forma activa de evitar los conflictos, por la que nos sentimos bien con todos"[7], con lo que seguimos en lo útil y placentero como motivación. Admite Epicuro que el trato continuado puede llegar a amar al amigo por sí mismo, pues afirma que "toda amistad merece ser elegida por sí misma, pero tiene su principio en la utilidad". No obstante, no queda claro si "el amar a los amigos no menos que a uno mismo" es, por esa razón, un motivo egoísta o altruista. Aunque parece que Epicuro postuló la amistad y la filosofía como algo posible para todos (hombres y mujeres, esclavos y libres), no es menos cierto que la amistad, como tal, no era extensible al hombre con la mujer, sin que entrara en juego el eros (ya que la amistad postula, por su naturaleza, una cierta igualdad, no reconocida entre los griegos). El horizonte voluntarista y moral de la amistad es acentuado por Cicerón, que insiste en la conformidad de los sentimientos, los pensamientos y los deseos[8]. Cicerón afirma que la amistad sólo es posible entre hombres[9]. La tradición clásica nos deja, por tanto, dos visiones: -la platónica, que desde el eros la considera como un escalón para llegar al bien en sí, idealizando los lazos afectivos hasta la contemplación de la belleza; -la aristotélica, que señala que la virtud es el único bien que la puede hacer duradera e integrada en las otras relaciones humanas como interrelación. b) La amistad, en la tradición bíblica La interpretación procedente de la tradición bíblica no ofrece una explicación teórica del sentimiento de la amistad y su desarrollo, pero lo conoce muy bien como afecto recíproco y desinteresado cuando lo refleja en la historia de la amistad de David y Jonatán (1Sm 18,1-4; 19,1-7). Se trata de una amistad descrita como un amor de persona a persona, o como pacto de benevolencia mutua "por el amor que le tenía, pues le amaba como a sí mismo" (1Sm 20,17.41-42). Jonatán concierta alianza con David, pues "le estimaba como a su propia persona" (2Sm 21,7). El término ahabah, empleado para describir esta relación de amistad, comprende tanto el afecto puro y desinteresado (de los vinculados por la alianza), como el trato simultáneo que ha fortalecido el afecto de los amigos, hasta perdurar más allá de la muerte (1Sm 20,12-17). Esta concepción de la amistad, como relación y encuentro interpersonal, es peculiar, se basa en la gratuidad y la libertad, considera al amigo con el mismo valor con el que se estima uno mismo, y es característica de la tradición judía y cristiana. De esta manera, la amistad adquiere el valor de ser un bien en sí misma. Y cuando es sobrenatural, tal amistad se llama caridad, presuponiendo que los amigos son iguales o que la amistad los hace iguales (como se ve en la amistad que Dios tiene con nosotros[10]). Tal afirmación nos sirve para encontrar el hilo conductor de algunas de las afirmaciones del Nuevo Testamento, en el que ese amor es denominado caridad, por referencia al amor de Dios y hacia el prójimo en general (incluido el enemigo, el esclavo, el bárbaro...). Jesús de Nazaret, muerto y resucitado, representa la demolición del muro de enemistad que separa al ser humano de su semejante, o al varón de la mujer, sin borrar la alteridad sexual ni oponerla a la amistad como relación inferior. Es decir, subrayando la universalidad potencial de la relación de amistad al margen de diferencias sexuales, culturales, religiosas o sociológicas. De ahí que se fundamente y exija la fidelidad recíproca, aunque por encima de ella sitúe la fidelidad a Dios (Dt 13,7). El amigo fiel "ama en todo tiempo" (Prov 17,17), no tiene precio, es como un tesoro, puede ser "más querido que un hermano" (Prov 18,24) y hace la vida deliciosa, porque a medida que gana en profundidad con los años, es más agradable. Como decía el Sirácida, "no abandones al viejo amigo, pues el nuevo no lo igualará. Vino nuevo es el amigo nuevo; cuando se haga viejo, bébelo con fruición" (Sb 9,10). La realidad humana de la amistad es un reflejo de la amistad que Dios sella con el hombre, como con Abraham (Gn 18,1719; Is 41,8) y Moisés (Éx 33,11), llamado a conversar con Dios como "se habla con un amigo", porque la relación de alianza que Dios quiere establecer entre él y su pueblo es re(ve)lación, descubrimiento y comunicación, presentada como interrelación de recíproca benevolencia. c) La amistad, en la tradición cristiana La tradición cristiana prefiere los términos griegos agape y philia y sus correspondientes latinos caritas y dilectio. Pero sobre todo, propone a Jesús de Nazaret como prueba de la amistad de Dios con los seres humanos, ya que es él quien nos ha amado y enviado a su hijo como prueba de amistad solidaria y desinteresada con todos nosotros (Jn 4,10). Jesús aparece como el amigo de los pecadores y publicanos (Mt 9,11;11,19; Lc 15,1-2; 19,7) y, sobre todo, el que "da la vida por sus amigos", porque ésa es la forma suprema del amor supremo, la más auténtica y perfecta amistad. Se trata, por tanto, de una amistad de benevolencia plena, de completa y perfecta realización de la capacidad humana de amar, en la que la aparente no-realización (que es la muerte) sería la suprema realización del amigo cuando se entrega, para que otro viva (Jn 15,13). En esta misma tradición se encuentran los autores que consideran que la amistad es una forma de amor cristiano que une a los amigos centre sí y con Dios[11]. Aunque San Agustín incorpora mucho de la tradición latina, sus afirmaciones son coincidentes con la tradición evangélica, al afirmar que "si amas, ama gratis"[12] y "quod non propter se amatur, non amatur"[13], pues la amistad es amar al amigo por sí mismo, en cuanto que es persona. En esta tradición se sitúa también Casiano[14] y Aelredo de Rievaulx, el cual afirma que "Deus amicitia est", interpretando la afirmación de Jn 4,16 ("Deus caritas est"). Aelredo distingue 3 tipos de amistad: la amistad basada en los sufrimientos compartidos, la que se apoya en la utilidad y la que se apoya en el amor mismo[15]. Los movimientos escolásticos del s. XIII entienden y viven la amistad en clave de amor fraterno, el cual "no sólo procede de Dios, sino que es Dios mismo"[16]. Tomás de Aquino identifica la amistad con la caridad hacia el prójimo, y se apoya en Aristóteles para explicar los 5 efectos de la amistad. Oigámoslo: "El amigo quiere que su amigo sea y viva; quiere su bien; se porta bien con él y lo trata bien; convive con él gustosamente; comparte los sentimientos, en las alegrías y en las tristezas"[17]. Ahí es donde aparece, para el Aquinate, una aceptación gustosa de la existencia del otro en cuanto amigo, aunque se aprecia una cierta objetivización del amigo. Es decir, éste no llega a expresar la idea de intimidad personal complementaria, de las personas que se saben diferentes y se afirman recíprocamente, afirmándose como yo en cuanto que tú eres "otro yo". En esta línea del descubrimiento del otro en tanto que otro, se irá avanzando en lo que Laín Entralgo, apoyado en Buber y Lacroix, llama "ontología personal de la amistad", apareciendo como una "aproximación a la individualidad" nunca agotada pero siempre compartida. Desde este principio, yo hago mío lo que para mi amigo es bueno, en cuanto que mi ser personal se constituye en bien para el ser del otro. La individualidad, entonces, queda abierta, pues "nadie es una isla"[18]. d) La amistad, en el pensamiento personalista Partiendo de la noción del hombre como persona, el pensamiento personalista y comunitario afirma la vocación comunitaria de la misma como superación del individuo abstracto y sitúa la personalización en el movimiento de autorrealización y conquista sobre lo impersonal. Del individuo cerrado, a la persona abierta y autotrascendente[19], la persona se nos presenta como una presencia dirigida hacia las otras personas, que no la limitan, sino que la hacen ser. La 1ª persona (yo) es la experiencia de la 2ª persona (tú), y de ahí surge una 3ª persona (nosotros) que puede "hacernos llegar al corazón mismo del hombre, y en él al corazón de todos los hombres". Los actos originales de la persona se moverán en esa misma dirección, en cuanto salida de sí para llegar a ser disponible, y en cuanto el situarse en el punto de vista del otro es un ejercicio de comprensión de su singularidad. Surge así un movimiento de acogida y un esfuerzo de concentración en el otro, para asumir lo que es (sin cálculo de compensaciones) y dar continuidad a una amistad fiel (y orientada siempre al bien). De esta forma, se comprende la amistad como una relación desinteresada y pura, que en la reciprocidad encuentra su alimento y fortaleza, así como las posibles motivaciones condicionadoras de una buena relación de amistad. La reciprocidad de las conciencias deja abierta así la posibilidad de un nosotros que, sin ser la suma de dos, no existe fuera de ellos, porque no es fruto ni de la fusión ni de la confusión, sino de la amistad como afecto (que hace que el amigo esté presente en el otro, con su originalidad creadora). Tampoco quedan saturados en su propia reciprocidad, sino que "el nosotros dos es nosotros todos" (según Nedoncelle) y una mutua transparencia y conocimiento que convierte la amistad en una relación eficaz de promoción mutua: -auténtica,
no sólo para no mentirse a sí mismos,
sino para buscar lo que es auténtico y acerca a la verdad de la vida; La madurez espiritual es necesaria en este proceso, para que la amistad sea fruto de una personalidad lograda e integrada en la libertad, y de la capacidad de donarse a sí mismo, y de mantener el corazón entero sin dejarse llevar por la exclusividad (a la que tiende el amor cuando se queda fijado en la propia finalidad). La libertad, desde este orden del amor y del ser, puede ser orientada con mayor precisión, pues "ser libre sin posibilidad de don no es ya amor, como tampoco lo es el don sin libertad posible"[21]. La amistad también se afianza cuando el despojo de la separación, o la distancia, exige poner el corazón como un altar sobre el que se depositan todas las ofrendas (algunas, de suyo dolorosas). De esta forma, se podrá amar en altura y profundidad, pues no quedará más que la persona y su bondad (que la hace verdadera), y la amistad dura (por encima de la felicidad o de la desgracia). Desde esta perspectiva, la amistad no se reduce a mera sublimación de la sexualidad, o a considerar la amistad como la forma ética del eros, o como ese deseo insaciable del corazón humano. Es decir, la amistad se convierte en una forma de interacción no compulsiva, sino libremente decidida. Desde esta perspectiva, la amistad no se reduce a una institución social de 2º orden (sin relevancia sociológica, a la que se considera con un grado de intimidad menor que el amor), sino como el bien que la persona posee por naturaleza y experimenta como relación positiva de intercomunicación (sobre todo, de conciencias y libertades personales, movidas por la predilección). Desde esta perspectiva, la amistad no es reductible a sus expresiones del eros ni al agape místico, porque aquellas son exclusivistas y éste sitúa en un plano diferente al ser humano y su capacidad de relación (en el que "Dios será todo en todos"; 1Cor 15,28). Desde esta perspectiva, el propio dolor, causado por la amistad verdadera, pasa a ser mera "herida cordial" que "nos hace más fuertes que la muerte". Es en lo que consiste la amistad por encima del tiempo y de las contradicciones de la vida, que no teme a la muerte y que es capaz de entregarse por aquellos a los que ama. En esa entrega, en esa amistad, la persona adquiere una nueva seguridad en la vida, y deja espacio a la esperanza. .
_______ [1] cf. BISER, E; "Freundschaft", en LThK, IV, pp. 363-364. [2] cf. HOMERO, Iliada, X, 224. [3] cf. PLATON, Lisis, 2126-d; 214a; 219e. [4] cf. PLATON, Simposio, 211bc. [5] cf. ARISTOTELES, Ética a Nicómaco, 11576. [6] cf. ARISTOTELES, op.cit, 11566. [7] cf. DIOGENES LAERCIO, Vitae, X, 148-54. [8] cf. CICERON, Sobre la Amistad, XVII, XX, 18. [9] "Maximum est in amicitia pareen esse inferior" (cf. CICERON, op.cit, XVII, XX, 19). [10] cf. DE LA PUENTE, L; Meditaciones espirituales, vol. VI, ed. Apostolado de la Prensa, Madrid 1916, p. 108. [11] cf. AGUSTIN DE HIPONA, Epistolario, CCLVIII. [12] cf. AGUSTIN DE HIPONA, Homilías, CLXV, 4. [13] cf. AGUSTIN DE HIPONA, Soliloquios, I, 13. [14] cf. CASIANO, Colaciones, XVI; Sobre la Amistad, XLIX, 1011-1044. [15] cf. AELREDO DE RIEVAULX, Sobre la amistad espiritual, II, 3. [16] cf. AGUSTIN DE HIPONA, Sobre la Trinidad, VIII, 12. [17] cf. TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, II-II, q.25, a7. [18] cf. LAIN ENTRALGO, P; Teoría y realidad del otro, ed. Alianza, Madrid 1983, p. 594. [19] cf. MARECHAL, A; El mundo interior del hombre, ed. Nova Terra, Barcelona 1967, p. 88. [20] cf. AGUSTIN DE HIPONA, Sobre las Cartas de Juan, VII, 8. [21] cf. MARECHAL, A; op.cit, p. 89. |