10 de Enero

Día 10 de Epifanía

Equipo de Liturgia
Mercabá, 10 enero 2025

Lc 4, 14-22

         Cuando Mateo presenta a Cristo con los rasgos de un rabí ambulante (Mt 4, 12-17), Lucas, más liturgista, comienza y termina su evangelio por la narración de acontecimientos que se desarrollan en el templo (Lc 1,5-23; 24,50-53), y da comienzo al ministerio de Cristo dentro de la liturgia sinagogal del sábado.

         Esta última exigía generalmente dos lecturas. La 1ª lectura, sacada de la ley (Pentateuco), era leída y comentada por un doctor de la ley; la 2ª lectura, de origen más tardío, tenía que ser extraída de los profetas y podía ser leída y comentada por cualquiera que tuviese al menos 30 años. Jesús tiene 30 años y reivindica el derecho de leer y comentar esta segunda lectura. Su 1º discurso público es, pues, una homilía litúrgica.

         Lucas no ha conservado el mismo discurso de Cristo, pero resume lo esencial de él en una sola frase: "Hoy se cumple" (v.21). Todas las leyes de la homilía están contenidas en este pequeño versículo. La liturgia de la Palabra no es una simple lección moral de catecismo, ni la afirmación de la esperanza escatológica fomentada por los profetas; esta liturgia proclama el cumplimiento del designio del Padre en el hoy de la vida y de la asamblea. No se contempla ya un pasado cumplido, aunque sea edad de oro u ocasión de caída; ya no se sueña más en un futuro extraordinario; se vive el tiempo presente como momento privilegiado para la venida del Señor.

         Los apóstoles, a su vez, han respetado este procedimiento homilético de Jesús (Hch 13,14-42; 16,13-17; 17,1-3; 18, 4). La liturgia cristiana de la Palabra es, por consiguiente, hija de la de la sinagoga; cumple el recuerdo de ésta del pasado y la esperanza del futuro en la celebración de hoy. Sin embargo, ¿puede uno preguntarse si los sermones pronunciados en las asambleas cristianas son fieles a los de Cristo o a los de los doctores de la ley?

         Lucas parece haber detenido intencionadamente su lectura en el momento en que la profecía de Isaías anunciaba "un año de gracia". Pasa en silencio el versículo siguiente, que anunciaba el juicio de las naciones ("y un día de venganza para nuestro Dios"; Is 61,2), para insistir exclusivamente, sin duda, en la gracia de Dios. Estas palabras de gracia provocan el asombro de la asamblea (v.22) y son el origen de los incidentes narrados en los vv. 25-30. Precisamente para reforzar la idea de que su misión, toda, es de gracia y no de condenación, Cristo (o Lucas) ha añadido dentro de la cita de Is 61, 1-2 un versículo, tomado de Is 58, 6, sobre la libertad ofrecida a los prisioneros.

         Cristo define de una vez su misión como una proclamación del amor gratuito de Dios a todo hombre. Tal revelación sólo podía producir escándalo a los judíos que esperaban la escatología con todo el ardor que el odio a los paganos podía producirles.

         Lucas atribuye mucha importancia a la misión del Espíritu en la vida de Cristo. De hecho, el Espíritu Santo está en el bautismo para confirmar la vocación mesiánica de Jesús (Lc 4, 1), le presta su poder en la realización de los milagros de Jesús (Lc 5,17; 6,19; 9,1), le ayuda en la elección de sus discípulos (Hch 1, 2) y le reconforta en su misión (Lc 10, 21). El es el don del Padre (Lc 11, 13) y característica de los últimos tiempos (Lc 24, 49; Hch 1,4-8; 11,16; 2,1-4). Se comprende entonces que Lucas haya conservado la homilía de Cristo en Cafarnaum, en cuanto constituye el reconocimiento por parte de Cristo de su vocación en el Espíritu.

         Decir que hoy se cumple la palabra de Dios (ésta es la misión de la homilía) no sólo significa que se realiza una profecía antigua o que un texto inspirado toma repentinamente importancia. Lo que se cumple no es ante todo la Palabra de los profetas o de los teólogos, sino esta palabra de Dios más profunda que cristifica a la humanidad, así como la vida y la condición de los hombres. Decir que la palabra de Dios se cumple quiere decir que la humanidad, hoy, ha incorporado a Dios en Jesucristo.

         No se trata, pues, de hacer una homilía que tratara de aplicar tal o cual texto inspirado, tal o cual palabra profética a los acontecimientos vividos por los miembros de la asamblea; se trata más bien de revelar, como lo hace el evangelio con el acontecimiento privilegiado Jesucristo, cómo el acontecimiento vivido actualmente por los hombres y los cristianos es revelador del designio cristificador de Dios.

         Las fuentes y el vocabulario bíblicos deben desdoblarse en fuentes y vocabulario sociológicos y psicológicos. Para esto es preciso disociar la obra de Jesucristo del contexto sociocultural al que está ligada, lazo que la palabra de los evangelistas ha reforzado con frecuencia, para verla en acción en el ambiente contemporáneo como una respuesta a la búsqueda de Dios que lleva a cabo un pueblo concreto al que se dirige la homilía.

         De esta manera, en el momento actual de los hombres es como la homilía incorpora el hoy de Dios y merece ser el ministerio de la palabra de Dios.

Maertens-Frisque

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         La escena evangélica de hoy tiene lugar en la sinagoga de Nazaret, bastión del nacionalismo más exaltado, merced a su complicada orografía, que favorecía la resistencia armada contra las tropas de ocupación. Jesús regresa a su pueblo con la aureola de predicador y taumaturgo de que viene rodeado por su actividad en Cafarnaum (v.23). Jesús tiene por costumbre acudir a la sinagoga el sábado, para enseñar y encontrarse con el pueblo (v.15).

         En Nazaret, sin embargo, proclama el cambio total que se ha producido en su vida después de la gran experiencia de Dios que ha tenido en el Jordán. Jesús tiene ahora plena conciencia de ser el Mesías que ha de inaugurar el reinado definitivo de Dios en la historia de la humanidad. Pero sabe muy bien que su mesianismo no comulga con el triunfalismo que lo rodea. Las tentaciones del desierto han servido para clarificar este concepto.

         El ambiente de la sinagoga es de suma expectación. Pretende que Jesús se pronuncie públicamente a favor de la causa nacionalista y que se ponga del lado de los fanáticos. Jesús es quien toma la iniciativa de levantarse para tener la lectura.

         El responsable de la sinagoga pone en sus manos el rollo del profeta Isaías, que contenía ciertas profecías mesiánicas que todos se sabían de memoria. Jesús abre el volumen en el pasaje preciso (dio, después de buscarlo, "con el pasaje donde estaba escrito"; v.17) donde se habla sin ambages del cambio histórico que el Mesías debía llevar a cabo a favor de Israel y contra las naciones paganas que lo oprimen.

         Lee Jesús en voz alta este pasaje, pero interrumpe la lectura al final del 1º hemistiquio de un verso, silenciando el 2º hemistiquio que todos esperaban. El texto de Isaías decía: "El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido para proclamar el año favorable del Señor y el día del desquite" (Is 61, l).

         Jesús proclama que la profecía se acaba de cumplir en su persona ("hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado"; v.21), y centra su homilía en la inauguración del Año Santo por excelencia ("el año favorable del Señor"), pero omite cualquier referencia al desquite y castigo. De ahí que "todos estaban extrañados" y se quedasen con que de su boca "sólo salían palabras de gracia" (v.22a).

         Los traductores y los comentaristas de Lucas andan de cabeza acerca de la interpretación de la expresión griega lucana, a causa de su ambivalencia. En efecto, el término "dar testimonio" se puede construir, en griego, de dos maneras, con dativo favorable o desfavorable.

         Generalmente se interpreta que "todos daban testimonio a su favor", cuando aquí lo que es más propio es el sentido opuesto: "Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase tan sólo las palabras sobre la gracia". La frase despectiva con que lo apostrofan a continuación lo confirma: "Pero ¿no es éste el hijo de José?" (v.22b), o literalmente "el hijo del Pantera", apodo de la familia de Jesús según antiguos documentos rabínicos y cristianos.

         El rechazo de que es objeto en su patria presagia el rechazo de que será objeto en Israel. Lucas lo anticipa, como anticipa también la futura extensión del programa mesiánico de Jesús a todas las naciones paganas: "Os aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra" (v.24). Las dos analogías, la de la "viuda de Sarepta" y la de "Naamán el Sirio", ambos extranjeros, que les echa en cara, dejan entrever que el alcance de la misión no se circunscribirá sólo a Israel.

         El fanatismo nacionalista de sus compatriotas no se contenta con recriminarle su falta de compromiso, sino que "mientras oían aquello, todos en la sinagoga se fueron llenando de cólera y, levantándose, lo expulsaron fuera de la ciudad y lo empujaron hasta un barranco del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con la intención de despeñarlo" (vv.28-29).

         De hecho, al final de su vida, lo sacarán fuera de la ciudad de Jerusalén y lo ejecutarán como si fuese un zelota más, crucificándolo en medio de dos malhechores. Y para más inri, en la inscripción de la cruz se lo reprocharon de nuevo, echándole en cara que se haya autoconstituido "rey de los judíos" y mesías de Israel. Sea como sea, conseguirán hacerlo callar de momento, porque su mensaje estorba a unos y a otros. Al fin, todos se pondrán de acuerdo contra él. Ya se veía venir desde el principio.

         Pero Jesús, "abriéndose paso entre ellos, emprendió el camino" (v.30). Con todo, nunca podrán ahogar su clamor universalista, y su persona y su mensaje continuarán influyendo en la historia, encarnándose en hombres y mujeres que, fieles a su compromiso, se alejarán de todo sistema de poder e irán creando pequeños oasis de solidaridad y de fraternidad.

Josep Rius

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         Hoy leemos otra epifanía de Jesús, otra de sus manifestaciones luminosas. Se trata de su participación en el culto de la sinagoga de su propio pueblo, en la pequeña aldea de Nazaret. Jesús lee ante sus paisanos un texto que anuncia la venida de un enviado de Dios, lleno de su Espíritu, para anunciar la buena noticia, el evangelio, a los pobres, curándolos de paso de todas sus enfermedades. Terminada la lectura Jesús se aplica el texto diciendo simplemente: "hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír".

         El mismo evangelista nos ha dicho, al comenzar el pasaje que leímos hoy, que Jesús recorría toda Galilea, enseñando y mereciendo la alabanza de quienes lo escuchaban y seguían. No comienza Jesús enseñando en el templo de Jerusalén a las gentes piadosas que allí acudían diariamente, ni se dirige a los poderosos sacerdotes, ni a los sabios escribas, ni a los agentes del poder romano.

         Jesús anuncia su evangelio, su buena noticia del amor de Dios, a las pobres gentes de Galilea. Jesús entra a enseñar a las pequeñas sinagogas de su tierra, como viene a enseñarnos ahora, en nuestras humildes y rústicas iglesias, en nuestras propias casas pobres. Su evangelio no es tanto para los doctores y los poderosos, preferentemente para los más pobres y humildes del mundo, en los más apartados lugares de la tierra, allí donde haya hombres y mujeres que sufran y que esperen en Dios, hasta allí llega la palabra salvadora del evangelio, de la buena noticia de Jesús.

José A. Martínez

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         "Un profeta nunca es bien recibido en su propia casa". Se trata de unas palabras, pronunciadas por Jesús, que éste dice por la falta de fe de sus compatriotas. En esta ocasión se encuentra en casa. Según su costumbre, dice el pasaje, "se levantó" para leer en la sinagoga. Usa todos los momentos para poder dar a conocer el mensaje de la salvación que está por llegar. No quiere perder ninguna oportunidad para enseñarles a los hombres un poco más acerca de su Padre.

         "El Espíritu del Señor está sobre mí", dijo Jesús. ¡Qué realidad de la vida de Cristo! En efecto, él siempre ha sido movido por el Espíritu Santo. Es más, antes cualquier empresa importante en su vida precede un tiempo magnifico, y bien aprovechado, de oración. Momentos muy preciados en su vida. La oración en Jesús siempre toma un lugar predilecto. Él así lo vive y así nos lo enseña.

Juan Pablo Menéndez

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         Jesús anuncia hoy su proyecto en una sinagoga donde el ambiente era de suma expectación. Todos esperaban que Jesús se pronunciara a favor de la causa nacionalista y que se pusiera del lado de los fanáticos del pueblo. Pero no, Jesús no hace eso, sino que anuncia que el texto de Isaías se acaba de cumplir en su persona y centra su predicación en la inauguración del "año favorable del Señor".

         Jesús centró el anuncio de su programación mesiánica en la gracia, y de ahí el repudio de los maestros de la sinagoga, al decirse más o menos: ¿Cómo éste cualquiera, uno que no pertenece al ambiente sacerdotal, se atreve a proclamar el año de gracia de Dios? De esta forma, Jesús define su tiempo como el tiempo permanente de justicia, libertad, restitución y humanidad.

         El proyecto de Dios fue en el tiempo de Jesús, y sigue siendo hoy, la posibilidad histórica de experimentar al Dios y Padre que desde el AT liberó a su pueblo del dominio de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, y que a través de los profetas los fue fortaleciendo con su palabra y con su testimonio, y que con Jesús lo entregó todo para que cada persona logre tener en su propia vida la gracia.

Confederación Internacional Claretiana

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         Nos encontramos frente a un texto del evangelio que recoge la razón de ser del ministerio de Jesús. Él expone frente a la asamblea sinagogal, en Nazaret, para qué lo envió su Padre, cuál era su verdadera misión. Un cristiano no podrá negar nunca que Jesús vino a salvar a la humanidad. Pero tendrá también que afirmar, con el evangelio en la mano, que lo vino a hacer a través de la realidad del Reino: "anunciar la buena noticia a los pobres y oprimidos" por el egoísmo de las personas y de las estructuras.

         Para entender este tipo de salvación centrada en el pobre, el evangelista retoma unos signos muy concretos, los mismos que el profeta Isaías había señalado para anunciar su propia misión: "Dar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos e inaugurar un año de perdón de deudas". Por eso se llama un "año de gracia" que se proclama en nombre de Dios.

         Llegar a hacer esto en la sociedad, presupone cambiar sus estructuras: de insolidarias, de elitistas, de excluidoras, de usureras... hay que hacerlas pasar a ser solidarias, igualitarias, fraternas. Por eso, este trabajo del Reino que toca realidades sociales, y es el trabajo más espiritual que se pueda pensar, exige la conversión interior de personas y estructuras.

         Unas líneas más adelante, el evangelio nos dice que, por causa de esta propuesta, la asamblea sinagogal se alborotó e intentó despeñarlo. Así se mataba la persona y su propuesta. Los seguidores de Jesús no pondrán nunca olvidar su proclama del Reino. Es una propuesta revolucionaria que jamás podrá darse sin dificultades y sin persecución. Quien acepte ser discípulo del Reino, habrá de tener claro que la propuesta de Jesús toca lo social, ya que el Reino de fraternidad que Jesús anuncia debe comenzar a palparse en esta vida. De lo contrario Dios no tendría sentido concreto para los pobres.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 09/01/25     @tiempo de navidad         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A