28 de Diciembre

Día 28 de Navidad

Equipo de Liturgia
Mercabá, 28 diciembre 2025

Mt 2, 13-18

         De nuevo la Navidad se tiñe de rojo, y el camino del seguimiento de Jesús se llena de dificultades. Al testimonio de Esteban y de Juan el apóstol, se añade hoy el de los niños inocentes de Belén. En el Oriente a esta fiesta la llaman "de los niños ejecutados".

         Sea cual sea la exacta historicidad de la huida a Egipto y del episodio de los niños de Belén, muy creíble dada la envidia y maldad del rey Herodes I de Judea (Herodes el Grande), el pasaje de Mateo nos ayuda a entender toda la profundidad del nacimiento del Mesías. Es la oposición de las tinieblas contra la luz, de la maldad contra el bien. Se cumple lo que Juan dirá en su prólogo: "Vino a su casa, y los suyos no le recibieron".

         Seguramente Mateo quiere establecer también un paralelo entre Moisés liberado de la matanza de los niños judíos en Egipto, y Jesús, salvado de la matanza de los niños por parte de Herodes. Los 2 van a ser liberadores de los demás: del pueblo de Israel y de toda la humanidad. Pero antes son liberados ellos mismos.

         Los niños de Belén, sin saberlo ellos, y sin ninguna culpa, son mártires. Dan testimonio "no de palabra, sino con su muerte". Sin saberlo, se unen al destino trágico de Jesús, que también será mártir, como ahora ya empieza a ser desterrado y fugitivo, representante de tantos emigrantes y desterrados de su patria. El amor de Dios se ha manifestado en la Navidad. Pero el mal existe, y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia escenas como ésta y peores.

         De nuevo la Navidad se vincula con la Pascua. En el nacimiento ya está incluida la entrega de la cruz. Y en la Pascua sigue estando presente el misterio de la encarnación: la carne que Jesús tuvo de la Virgen María es la que se entrega por la salvación del mundo.

         Hoy el evangelio nos interpela. José y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un adorno poético en la historia de la Navidad.

         El sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten en símbolo de tantas personas que han sido injustamente tratadas por la maldad humana y han sufrido y siguen sufriendo sin ninguna culpa.

         Desde el acontecimiento de la Pascua de Cristo, todo dolor es participación en el suyo, y también en el destino salvador de su muerte, la muerte del Inocente por excelencia. ¿Aceptamos el esfuerzo y la contradicción en el seguimiento de Cristo? ¿sabemos apreciar la lección de reciedumbre que nos dan tantos cristianos que siguen fieles a Dios en medio de un mundo que no les ayuda nada? También nosotros, como los niños de Belén, debemos dar testimonio de Dios con las obras y la vida, más que con palabras bonitas.

José Aldazábal

*  *  *

         En esta festividad volvemos a tomar contacto con los evangelios de la infancia. Y encontramos de nuevo los procedimientos de interpretación de Mateo: el acontecimiento de la huida a Egipto está expuesto en el marco de un pensamiento teológico que encuentra en Cristo la situación de Moisés. Cristo es el "nuevo Moisés".

         En el AT, el faraón había mandado matar a todas los recién nacidos (Ex, 1, 15-22), y Moisés se había librado de la matanza huyendo al extranjero (Ex, 2, 1-10). Moisés había sido llamado para que regresase a su país con las mismas palabras que el ángel utiliza para el retorno de la sagrada familia (Ex, 4, 19). Quizá estos procedimientos literarios nos choquen. Son corrientes a lo largo de la Biblia. Una situación actual, un suceso nuevo evocan situaciones y sucesos antiguos. Se los relaciona para mejor comprenderlos en la fe. Esto es lo que hoy vamos a hacer.

         El ángel dijo a José: "Levántate, y huye a Egipto". José se levantó de noche y partió. Una orden breve, que manda, sin embargo, una cosa difícil e inmediata. Sin demora alguna, José parte. En plena noche una mujer y un niño desocupan el hogar. Quiero contemplar esta admirable disponibilidad. Dios puede actuar con José sin la menor dificultad. Hay personas así, cuyo corazón está completamente lleno de Dios. José tenía ese temple. Un hombre vigilante, atento siempre a la menor indicación que le sugiera cuál es la voluntad de Dios.

         José "tomó al niño y a su madre". En los 2 primeros capítulos de su evangelio, Mateo no habla nunca de otro modo (Mt, 2, 11-14, 20.21). El niño siempre es nombrado en 1º lugar, antes que su madre. Y no habla nunca de sus padres, ni de su familia.

         Ahora, el evangelista menciona a José como algo externo al grupo privilegiado que forman Jesús y María, "el niño y su madre". Hay en esta simplísima fórmula, aparentemente anodina, toda una teología perfectamente correcta: el niño es el centro de todo, él es el 1º, y solamente después viene su madre, y esto es todo. Al padre, de momento no se le nombra. Será Jesús mismo a los 12 años quien le nombrará, cuando lo encuentran en el templo, en Jerusalén. Sí, hay una majestad extraordinaria que emana de los relatos de esta infancia.

         La dignidad misma de María procede de este niño, porque ella es su madre. Verdaderamente, la debilidad de Dios es mayor que nuestras pobres pretensiones. Al niño recostado en este pesebre no sólo hay que admirarlo, es preciso adorarlo. Es el Señor de la gloria, es el todopoderoso.

         Herodes se irritó sobremanera, y mandó matar a todos los niños menores de 2 años que había en Belén y en toda su comarca. Este crimen tan horrible, como el que anteriormente había decidido el faraón de Egipto, no impedirá que Dios cumpla con su obra. Entonces, se cumplió lo que el Señor había dicho por el profeta Jeremías: "En Ramá se oyeron voces, muchos lloros y alaridos. Es Raquel que llora a sus hijos, sin querer consolarse porque ya no existen".

         Una vez más, el evangelista encuentra la clave del suceso en la Escritura. Ha pasado tiempo desde la muerte del profeta, pero los lamentos y los llantos de las madres continúan. Y Dios sigue también siendo sensible a este dolor. Así lo creemos.

Noel Quesson

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         Al igual que el pueblo elegido, la familia de Jesús huye a Egipto para escapar de las calamidades que sobrevinieron en Israel, hacia el final del reinado de Herodes I de Israel. El evangelista nos quiere mostrar así, la historia de Jesús en un paralelo con la historia de Israel, pero con diferencias sustanciales. Allí donde fracasó Israel, triunfó Jesús.

         La presencia de la familia de José en Egipto es símbolo de la peregrinación del nuevo pueblo de Dios en tierras extrañas. Peregrinación que les sirvió para madurar sus opciones de fe y estar preparados para los continuos llamados de Dios: "De Egipto llamé a mi hijo".

         Las acciones que emprende Herodes son símbolo de todo lo que hizo la dinastía herodiana en el pueblo de Israel. Lo sometió a una servidumbre cruel, inspirada en la mentalidad colonialista romana. Israel vivió entonces una época en extremo violenta. Estaba en manos de un gobernante que no dudaba en matar a sus propios hijos para mantener el poder.

         Herodes, en efecto, no reprimió ferozmente los levantamientos populares, sino que creó un sistema administrativo que le permitía a él y a su familia conservar el control de Israel, bajo la tutela romana. Para esto, poco le importó someter al campo a un sistema tributario en extremo empobrecedor. Así, erigió su reino "sobre la sangre de los inocentes". La huída del Mesías simboliza las tácticas de resistencia de un pueblo que no le hace juego a los gobernantes violentos y absolutos.

         De este modo, según la interpretación de las comunidades cristianas, se cumplieron las profecías de Oseas y Jeremías. La de Oseas (Os 11, 1-6), por contraste, muestra a Jesús y su familia como un pueblo fiel y obediente.

         No como el pueblo que se rebela contra Dios porque no lo complace en sus caprichos. Jesús representa, en esta profecía, al pueblo que camina hacia la redención, que lucha contra las idolatrías del poder; al pueblo que acepta gozoso la ternura de Dios, y que le responde generosamente.

         La profecía de Jeremías (Jr 31, 15) muestra cómo el pueblo pasa sin excepción por las calamidades de la historia. El pueblo tiene que encarar su futuro con realismo, sabiendo que habrá de enfrentar la violencia y la muerte causada por los poderosos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 28/12/25     @tiempo de navidad         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A