26 de Abril

Sábado I de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 26 abril 2025

Mc 16, 9-15

         Leemos hoy el final del evangelio de Marcos. Desde luego, los apóstoles no están muy dispuestos a creer fácilmente la gran noticia de la resurrección de Jesús, y parece como si el evangelista quisiera subrayar esta incredulidad. Primero es una mujer, María Magdalena, la que les anuncia su encuentro con el Resucitado (sin que la crean). Luego son los 2 de Emaús (sin que tampoco a ellos les dieran crédito), y finalmente se aparece Jesús a los Once, echándoles en cara su incredulidad.

         La palabra final que les dirige Jesús es el envío misionero: "Id al mundo entero, y predicad el evangelio a toda la creación". La evangelización, o anuncio de la Buena Noticia de Cristo, ha sido siempre difícil. Desde la 1ª generación hay quien no quiere escuchar el anuncio de Cristo Resucitado, que comporta un estilo de vida especial y un evangelio que abarca toda la existencia y revoluciona los criterios familiares y sociales. Los profetas que osan dar el testimonio van a parar a la cárcel o a la muerte.

         Pero la dificultad mayor no viene de fuera, sino de dentro. Si un cristiano no siente dentro la llama de la fe y no está lleno de la Pascua, no habla, no da testimonio. Mientras que cuando uno tiene la convicción interior no puede dejar de comunicarla. El que tiene una buena noticia no se la puede quedar para sí mismo.

         El río que lleva agua, la tiene que conducir hacia abajo, por más diques que le pongan. Lo peor es si el río está seco y no lleva agua: entonces no hace falta que le pongan diques, y no podrá dar origen a ningún pantano. Si el cristiano no tiene convicciones ni ha experimentado la presencia del Señor, entonces no hace falta ni que le amenacen: él mismo se callará porque no tiene ninguna noticia que comunicar.

         Cada vez que celebramos la eucaristía, después de haber escuchado la Palabra salvadora de Dios y haber recibido a Cristo mismo como alimento, tendríamos que salir a la vida (a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestros amigos) con esta actitud misionera y decidida, aunque no nos crean (como a la Magdalena o a los de Emaús). No por eso debemos perder la esperanza ni dejar de intentar hacer creíble nuestro testimonio de palabra y de obra en el mundo de hoy.

José Aldazábal

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         La 1ª aparición del Señor fue para la Magdalena (v.9). El relato de hoy de Marcos está, pues, de acuerdo con la tradición joánica (Jn 20, 11-18) y se separa en este punto del relato de Mateo, que hablaba de 2 mujeres (Mt 28, 9-10).

         Marcos confirma así que la 1ª experiencia de Cristo resucitado la hicieron personas extrañas al grupo de los apóstoles, con las que había mantenido relaciones de amistad. Lo mismo sucede con la 2ª aparición, alargada a los discípulos de Emaús (v.12) y sobre la que Lucas proporciona detalles más abundantes (Lc 24, 13-35).

         Marcos y Lucas se preocupan así en describir que la actividad del Resucitado no tuvo lugar sólo con los Once (su 1ª prioridad, sin duda), sino también con otro 2º círculo de discípulos (la Magdalena, los de Emaús, las mujeres...). Se hacen así eco de las comunidades cristianas más helenísticas, y no tan hebreos (Hch 6, 1-6). En el caso de hoy, sólo en 3º lugar se benefician los apóstoles de una aparición del Señor (v.14). Los Once no son, pues, los primeros en haber creído.

         Todos los evangelistas reflejan la incredulidad de los Once frente a las mujeres (Lc 24, 11), y Marcos es el único que da testimonio de su falta de fe en el mensaje de los 2 discípulos de Emaús (v.13, en contraposición a Lc 24, 33-34). En la pluma de varios evangelistas, esa incredulidad de los apóstoles forma parte del arsenal apologético, y prueba un hecho incuestionable: la idea de resurrección de Cristo no nació de la imaginación de los apóstoles.

         Es posible que el relato de la aparición a los Once englobe en un solo episodio una serie de experiencias o de descubrimientos realizados a lo largo de los 40 días que siguieron a la resurrección. Marcos traza así los rasgos de la aparición-modelo al grupo apostólico, que también era un grupo-modelo y decisivo.

         Una tensión seria ha debido de producirse necesariamente entre la institución y la vida de fe en la Iglesia primitiva, y pasajes como el evangelio de este día son muy apropiados para mostrar que si bien son necesarias en la Iglesia las estructuras, no pueden ser suficientes para que nazca la fe y para proporcionarla un alimento exclusivo.

Maertens-Frisque

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         El evangelista Marcos nos ofrece hoy un resumen de las apariciones de Jesús a sus discípulos. Se apareció a una persona (María Magdalena), y cuando ésta lo contó los discípulos no le creyeron. Se apareció a 2 personas (los discípulos de Emaús), pero tampoco a éstos les creyeron. Al final, se apareció a los Once y parece que, después de la reprimenda, le creyeron.

         Como en todas las apariciones, Jesús se deja ver poco tiempo (el justo para que le reconozcan y crean en él) y el rato que está con ellos lo aprovecha para transmitirles su mensaje de envío: id y proclamad.

         Este envío a proclamar la Buena Noticia llega hasta nuestros días y hoy nos toca a nosotros creerlo, acogerlo y asumirlo en nuestra vida. Unos cruzarán océanos y llegarán a las tradicionalmente llamadas "tierras de misión" para anunciar el evangelio con su vida; otros nos haremos cargo de estas nuevas tierras de misión (la vieja Europa), que también requieren un anuncio valiente y decidido.

         Antes de volver al Padre Jesús nos hace a todos misioneros. De todos depende el que el Dios de Jesús sea conocido, amado y servido (como diría Claret). Todos estamos llamados a esta misión que ahora llamamos compartida. La presencia del Resucitado en la 1ª comunidad fue motivo de alegría, de esperanza, de querer salir a todo el mundo. Ojalá en nuestras comunidades cristianas se viva esa vitalidad misionera.

Miren Elejalde

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         El evangelio de hoy nos ofrece la oportunidad de meditar algunos aspectos de los que cada uno de nosotros tiene experiencia: estamos seguros de amar a Jesús, lo consideramos el mejor de nuestros amigos; no obstante, ¿quién de nosotros podría afirmar no haberlo traicionado nunca? Pensemos si no lo hemos mal vendido, por lo menos, alguna vez por un bien ilusorio, del peor oropel.

         En 2º lugar, aunque frecuentemente estamos tentados a sobrevalorarnos en cuanto cristianos, sin embargo el testimonio de nuestra propia conciencia nos impone callar y humillarnos, a imitación del publicano que no osaba ni tan sólo levantar la cabeza, golpeándose el pecho, mientras repetía: "Oh Dios, ven junto a mí a ayudarme, que soy un pecador" (Lc 18, 13).

         Afirmado todo esto, no puede sorprendernos la conducta de los discípulos. Han conocido personalmente a Jesús, le han apreciado los dotes de mente, de corazón, las cualidades incomparables de su predicación. Con todo, cuando Jesucristo ya había resucitado, una de las mujeres del grupo (María Magdalena) "fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos" (Mc 16, 10). Y en lugar de interrumpir las lágrimas y comenzar a bailar de alegría, no le creen. Es la señal de que nuestro centro de gravedad es la tierra.

         Los discípulos tenían ante sí el anuncio inédito de la resurrección y, en cambio, prefieren continuar compadeciéndose de ellos mismos. Hemos pecado, sí, y le hemos traicionado. Le hemos celebrado una especie de exequias paganas. Pero de ahora en adelante, que no sea más así: después de habernos golpeado el pecho, lancémonos a los pies, con la cabeza bien alta mirando arriba, y... ¡adelante!, ¡en marcha tras él!, siguiendo su ritmo.

         A este respecto, ha dicho sabiamente el escritor francés Flaubert: "Creo que si mirásemos sin parar al cielo, acabaríamos teniendo alas". El hombre, que estaba inmerso en el pecado, en la ignorancia y en la tibieza, desde hoy y para siempre ha de saber que, gracias a la resurrección de Cristo, "se encuentra como inmerso en la luz del mediodía".

Raimundo Sorgia

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         El resucitado aparece muy de mañana a María Magdalena a quien había purificado, que enseguida corre a hacer saber la noticia a los adoloridos y llorosos compañeros de Jesús. Pero éstos no creen lo que escuchan, como si la esperanza que Jesús sembrara en ellos hubiera desaparecido con su muerte. En última instancia, ni los mismos discípulos creían lo que les contaban. Aquí se palpa cuán difícil es creer en el Resucitado, debido a que todo su proyecto, según muchos, terminó en un fracaso.

         A pesar de los tantos testimonios de las apariciones del Resucitado, son muchos los que en aquel entonces no creían, incluyendo a sus mismos discípulos. Esta incredulidad es refutada por el mismo Jesús cuando se les aparece y lo 1º que hace es recriminarlos por su falta de fe, ya que no fueron suficientes los testimonios que recibieron para creer en lo que se les decía.

         Las apariciones deben ser tomadas, por tanto, como toques dados a la conciencia por la experiencia viva que se vive dentro con el Resucitado; son importantes porque a Jesús no hay que buscarlo fuera de la historia, sino a través de procesos internos de toma de conciencia.

         La comunidad debe tener claro que las apariciones están ligadas a la reconstrucción de la conciencia personal y grupal. Esta recuperación de la conciencia se da cuando se sale de la crisis que se experimenta por las tantas dudas y temores, y se experimenta que Jesús está vivo y nos está llamando a reconstruir la vida en torno a un proyecto comunitario que se creía acabado.

         Es importante también cómo la comunidad reconstruye su conciencia y vuelve nuevamente a la alegría de poder tener esperanzas. Ya reconstruidos, y con la experiencia de haber vivido desde dentro el proceso de la conversión, serán capaces de anunciar la Buena Nueva.

         En el evangelio de hoy, se nos hace un balance de los relatos de la resurrección. Y en ese balance se destaca la incredulidad inicial de la comunidad, que al principio se resiste al certero testimonio de las mujeres. Al final, la presencia del resucitado se impone por la evidencia. Comienza una nueva etapa para la comunidad cristiana: se lanzan en todas las direcciones a anunciar el evangelio y a conformar nuevas comunidades de discípulos de Jesús.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 26/04/25     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A