13 de Febrero

Martes VI Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 13 febrero 2024

b) Mc 8, 14-21

         En el entramado del relato evangélico de hoy se introduce, de una forma algo artificiosa, un episodio bastante curioso. Al subir en la barca, los discípulos se habían olvidado de llevar pan, y por casualidad les quedaba un pequeño pedazo. Y estando en esta tensión psicológica, oyen a Jesús dándole vueltas a la respuesta negativa que le habían dado a los fariseos, diciendo: "Cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes".

         Los discípulos no entienden de lo que habla Jesús, y a lo sumo creen que se trata de una regañuza por no haber llevado el alimento necesario. Sin embargo, el significado de aquellas palabras era más profundo.

         Para comprender este texto hay que conocer el significado de la palabra levadura. Porque la fiesta de la Pascua implicaba, entre otras cosas, el rito de comer panes no fermentados. La levadura era considerada como signo y causa de corrupción, y la Pascua era la fiesta de la renuncia a lo viejo, y de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo.

         El NT profundiza este sentido de la novedad, y ve en Jesús el pan ázimo por excelencia, el hombre nuevo frente al hombre viejo (1Cor 6,6-8; 15,20-23; Rm 6,1-11). Así queda patente cómo la levadura se pone en relación con la maldad y la bondad: "Rechazad la vieja levadura para llegar a ser una masa nueva, ya que sois ázimos". Celebremos, pues, la fiesta de Jesús. Pero no con el fermento antiguo, ni con el fermento de la maldad o de la iniquidad, sino con los ázimos de la pureza y de la verdad" (1Cor 5, 7-8).

         Pero en la literatura judeo-helenista la metáfora de la levadura se aplicaba frecuentemente al orgullo, a la soberbia y a la hipocresía. En el pasaje paralelo Lucas añade expresamente: "Guardaos de la levadura. Esto es, de la hipocresía de los fariseos" (Lc 12, 1).

         Así pues, nos inclinamos a creer que Jesús hubiera puesto en guardia a sus discípulos contra el orgullo y la soberbia de los fariseos, los cuales pensaban probablemente en un Mesías triunfal, en un jefe que, con prodigios grandiosos, sometería al mundo al nuevo superpoder de Israel. Para Jesús no se trata de alcanzar el poder, sino de servir a la humanidad necesitada. Este es el único milagro que se debe realizar en este mundo, mientras se va proclamando la gran noticia del reino de Dios.

         Los discípulos habían recibido recientemente una espléndida lección en las multiplicaciones de los panes, en las que habían recogido 5 cestas llenas de las sobras (en la 1ª) y doce canastos de sobras (en la 2ª). Esto significa que el hecho de compartir el pan no empobrece, sino que enriquece. Esta era la lección del Hijo del hombre, que los discípulos, contagiados en parte por los fariseos, no lograban entender.

Emiliana Lohr

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         Jesús toma hoy una barca para ir de Galilea a la orilla oriental del lago. Está de nuevo en territorio pagano, y en medio de la barca, los discípulos se dan cuenta que han olvidado algo que afecta a sus intereses personales: llevar panes para la travesía. Por lo visto, sólo hay un pan en la barca. El resto de la escena desarrolla reflexiones que tienen que ver con el pan.

         En principio, Jesús no muestra preocupación por la falta de pan, porque todavía ronda en su cabeza la discusión que acaba de tener con los fariseos, de la que saca una enseñanza para sus discípulos: "Abrid los ojos y cuidaos de las levaduras de los fariseos y de Herodes".

         La levadura, en la mentalidad judía, tiene una imagen negativa. E igualmente pasa en el NT, con excepción de una parábola para ilustrar el reino de Dios (Lc 13,20-21; Mt 13,33). Los rabinos veían en la levadura una fuerza maligna que predisponía a las personas hacia al mal, y dado que la levadura tenía la función de fermentar, era considerada como signo y causa de corrupción.

         Una fuerza maligna de la que nos previene el propio San Pablo: "Echad fuera la vieja levadura y purificaos, y sed una masa nueva. Pues si Cristo es para nosotros la víctima pascual, vosotros sois los panes sin levadura. Basta ya de la vieja levadura del mal y del vicio, y celebrad la fiesta del pan sin levadura, que es pureza y sinceridad" (1Cor 5, 7-8). Podríamos concluir diciendo que la metáfora de la levadura se aplicaba a la corrupción moral.

         En el pasaje paralelo a nuestro texto de hoy, Lucas dirá expresamente "cuidaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía". Y esto porque los fariseos estaban deseosos del triunfo, de mantener su poder religioso y de aparecer como los únicos jueces autorizados para determinar quién era el verdadero mesías.

         En la misma línea estaban los herodianos, temerosos de perder sus privilegios políticos. Cuando Jesús dice a sus discípulos "abrid los ojos", se está refiriendo a la actitud de los fariseos y herodianos, que hasta el momento han cerrado sus ojos ante Jesús de Nazaret, e incluso se han puesto de acuerdo para intentar eliminarle (Mc 3, 6). Los discípulos deben estar atentos para no dejarse contagiar de esa levadura.

         Las palabras de Jesús no parecen tener eco en los discípulos, que siguen preocupados por la falta de pan. Jesús entonces los reprocha, utilizando advertencias echas precedentemente a sus adversarios (Mc 3,5; 4,12), y que a su vez tiene su origen en los profetas: "Oye de una vez, pueblo estúpido y tonto, que tienes ojos y no ves, orejas y no oyes" (Jer 5, 21). Llama la atención que la expresión "ojos que no ven y oídos que no oyen" se encuentra en medio de relatos de curaciones de un sordomudo y de un ciego.

         Esto significa que aún los discípulos dependen totalmente de Jesús para abrir sus ojos y sus oídos. O lo que es lo mismo, que sólo Jesús abre los ojos y los oídos para ver y escuchar el verdadero proyecto de Dios.

         A partir del v. 19 Jesús evoca el recuerdo de los 2 relatos de multiplicación de los panes y los peces, en los que sólo se mencionan los panes (omitiendo los peces). Esto permite afirmar la lectura simbólica eucarística que hace Marcos de estos relatos. Aquí incluso, podríamos releer de manera simbólica, el único pan (v.14) como una alusión a Jesús.

         En las preguntas sobre los relatos de la multiplicación, Marcos insiste en las expresiones repartir (o "partir el pan", término eucarístico) y recoger. Podríamos interpretar estas palabras diciendo que lo que aún no logran entender, ni ver, ni oír los discípulos, es que lo opuesto a la levadura de los fariseos y los herodianos: el repartir el pan con los necesitados. Porque sólo así recogeremos la riqueza del reino de Dios.

Maertens-Frisque

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         La escena que nos propone hoy Marcos es una de las más dolorosas del evangelio. Jesús acaba de romper voluntariamente el diálogo con los fariseos, ante su ininteligencia y endurecimiento. Y ya en el barco que les aleja, encuentra la incomprensión de sus amigos más próximos, los 12 elegidos.

         Jesús está rodeado de incredulidad, y nadie comprende su mensaje. No, el evangelio no está engalanado, ni es un bonito cuento color de rosa inventado por los apóstoles. Las cosas debieron pasar así, para que hayan sido relatadas con esta dureza.

         Pero volvamos al texto, porque los discípulos, al embarcar, "se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan". Jesús les daba esta consigna: "Guardaos del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes". Pero ellos seguían discutiendo el porqué no habían llevado panes. Evidentemente, los discípulos no se encuentran en la misma longitud de onda que Jesús.

         Jesús quiere ponerles en guardia contra el fermento de la impureza y de corrupción (1Cor 5, 68, Gál 5, 9) de los fariseos. Pero los apóstoles sólo están preocupados por sus problemas materiales, y pensando en que ya no hay panadería donde poder comprar.

         De ahí que les diga Jesús: "¿Por qué discutís por no tener pan? ¿Todavía no comprendéis?". Por lo que se ve, los discípulos están todavía ciegos, y no entienden en absoluto a Jesús. Por supuesto, todavía estamos en los primeros momentos, y mucho antes de la "profesión de fe" de Pedro (Mc 8, 27-30). "Tenéis ojos y no veis". Eso es lo que le dijo Jesús a los discípulos, los cuales tendrán que ser curados de su ceguera espiritual para reconocer quién es Jesús.

         Así, los 12 reciben el mismo reproche que las multitudes que no comprendían las parábolas (Mc 4, 12). Esta ininteligencia de los apóstoles es aquí subrayada fuertemente. Y continuará hasta el final, hasta después de la resurrección (en la que "Jesús se manifestó a los once cuando estaban a la mesa, y les reprochó su incredulidad" (Mc 16, 14).

         Esta ininteligencia, o incredulidad, debe interpelarnos hoy también a nosotros. ¿No estamos a veces muy orgullosos de nuestra fe, y seguros de nosotros mismos? Y sin embargo ¿no somos también a menudo ininteligentes e incrédulos? Señor, ven en ayuda de nuestra falta de fe y haznos humildes. Guarda nuestras mentes y nuestros corazones abiertos, siempre atentos y disponibles para nuevos progresos. Purifícanos, Señor, del fermento de la suficiencia, y sánanos de nuestras certidumbres orgullosas. Mantén en nosotros, Señor, un espíritu de búsqueda.

Noel Quesson

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         El único pan (símbolo de unidad) que hay en la barca, el que ha de compartirse y alimentar lo mismo a judíos que a paganos (Mc 6,41; 8,6), es el mensaje de Jesús, el único necesario; pero a ellos no les basta, quieren combinarlo con su nacionalismo (Mc 4, 35-51). De hecho, este único pan va con ellos, pero ni siquiera lo mencionan; no lo han cogido ellos ni han optado por él, sino por los otros.

         Jesús les da un aviso, para que no se dejen llevar de esas ideas. La levadura se consideraba un principio corruptor del pan-doctrina (el término designaba también el pan fermentado); la levadura de los fariseos es su ideología mesiánica nacionalista: desean para Israel un Mesías poderoso, dominador de los otros pueblos (v.11); los herodianos (Mc 3,6; 12,13), son los que, con tal de obtener la supremacía de Israel, aceptan a un rey ilegítimo, no querido por Dios (Mc 6, 21): ambas ideologías corrompen el mensaje.

         Los discípulos tienen otra preocupación y no prestan atención a la advertencia de Jesús. Discuten sobre la falta de panes, sin hacer caso del pan que tienen; para ellos, ese pan no es suficiente alimento: no les basta el mensaje del servicio y la solidaridad con todos.

         Jesús se da cuenta y se exaspera. Les reprocha su falta de reflexión. Por tener la mente fija en los ideales del judaísmo, son incapaces de razonar. Siguen sordos (Mc 4, 11; 7,18) y obcecados (Mc 3,5; 6,52). El nuevo Israel continúa en la incomprensión del antiguo.

         Intentando hacerles comprender, Jesús no les recuerda discursos o palabras suyas, sino una experiencia de la que han sido testigos, los 2 repartos de panes: les pregunta por el número de cestos recogidos a partir de una cantidad mínima en relación con tan gran multitud, subrayando así el contraste entre la escasez del comienzo y la abundancia del final; quiere que caigan en la cuenta de la potencialidad del único pan (mensaje) que poseen: con él lo tienen todo.

         Con el compartir (partir) les ha dado la clave de la abundancia. No necesitan más que repetir su gesto. No hacen falta otros panes. La pregunta final transparenta la profunda decepción de Jesús: ¿No acabáis de entender?

Juan Mateos

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         En la perícopa evangélica de hoy, Jesús está advirtiendo a los apóstoles que estén alerta frente a las actitudes de los fariseos y Herodes, mientras los apóstoles están preocupados por que sólo tenían un pan para comer durante el viaje que realizaban. Al darse cuenta de ello, Jesús los cuestiona en forma repetida sobre la poca claridad que tienen de su mensaje. ¿No es claro para ellos que el verdadero problema no es la falta de pan? ¿No han caído en cuenta que siempre que ha faltado el pan ha habido la posibilidad de multiplicarlo?

         Jesús sabe que se planea su muerte, se siente rodeado de seres humanos inconformes con su propuesta. Hay un germen que esta creciendo, que se extiende, que para justificar su muerte quiere convencer a más personas de lo perjudicial que es su presencia.

         Detrás del problema de hambre de la mayoría del pueblo están las conciencias de los poderosos, que para perpetuar su posición ventajosa están dispuestos a atropellar, explotar y matar. Jesús sabe que la solidaridad realiza el milagro de tener pan para todos, pero el concepto de justicia que este compartir implica estorba a los que quieren acapararlo todo sin importarles los otros.

         Sentirse perseguidos es una de las consecuencias que se deben asumir si se sigue la causa de Jesús. Ante una propuesta de igualdad y solidaridad que exige justicia social, respeto por las distintas ideologías, esfuerzo por la causa común, desapego de la propiedad privada en beneficio de todos, se presenta malestar entre quienes tienen como meta su propia satisfacción sin importar la suerte que corran los demás.

         El reto es continuar firmes en la utopía propuesta por Jesús, no dejar que el temor y el deseo de seguridad acabe con nuestros sueños. La hipocresía y el egoísmo también son propuestas que buscan cabida en las conciencias de los más comprometidos; hay que estar en guardia.

Fernando Camacho

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         Hoy notamos que Jesús (como ya le pasaba con los apóstoles) no siempre es comprendido, y a veces se hace difícil. De ahí que por más que veamos prodigios, o se nos digan las cosas claras, o se nos comunique buena doctrina, merecemos su reprensión: "¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?" (v.17).

         Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: "Señor, que vea" (Lc 18, 41), para tener fe y para ver. Y como el salmista, cuando dice: "Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta" (Sal 119, 36), para tener buena disposición y acoger la palabra de Dios.

         Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso al Jesús que nos alerta "de la levadura de los fariseos" (alejados de la verdad y maniáticos cumplidores, que no son adoradores en Espíritu y en verdad; Jn 4, 23) y "de la levadura de Herodes" (orgulloso, despótico y sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse).

         Y ¿cómo preservarnos de esta levadura? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la palabra de Dios, fruto de ser "piadosos como niños pero no ignorantes, con la piedad de los niños y la doctrina segura de los teólogos", como diría San José Mª Escrivá.

         Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos pastores, y estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, y haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que querer ver (Jn 1, 14) de forma visible y palpable. Y hay que querer escuchar. María fue el cebo para que Jesús dijera: "Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11, 28).

Luis Roque

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         "¿Aún no entendéis ni caéis en la cuenta?". Esa pregunta, hecha por Cristo a sus discípulos, refleja una situación muy humana: la dureza de mente y de corazón, para aprender la forma en que Cristo se relaciona con nosotros.

         Los discípulos ya habían vivido varios meses con Cristo, habían oído su palabra, habían visto milagros, habían comido del pan que había multiplicado en dos ocasiones y quizá en más. Sin embargo, aún no entendían a Cristo, o no le conocían.

         Nosotros somos hijos de Dios, rezamos todos los días y nos llamamos cristianos. Pero ¿conocemos a Dios? Sabemos que él nos ama, y que todo lo que tenemos y somos es a causa de él, que de verdad nos quiere como hijos. Pero a veces, ante sus mandatos o invitaciones incómodas, reclamamos y reprochamos su dureza. De ahí que él nos pregunte: "¿Aún no entendéis?".

         Dios permite todo para nuestro bien, y nos guía con mandatos e invitaciones en ocasiones costosas. Pero no por querer fastidiarnos, sino porque busca lo mejor para nosotros. Quizás aquello que nos quita, o no nos otorga, es para que no nos separemos de él (el único gran tesoro), para que no tengamos obstáculos para amarle más, o para evitarnos problemas que no vemos al presente.

         Cuando Dios nos pide ese detalle de amor en el matrimonio (que exige abnegación), o cuando nos llama a ser más generosos con los necesitados, o cuando nos reclama dominio sobre nuestros impulsos de enojo (o de coraje, orgullo o sensualidad), lo hace para ayudarnos a construir una vida más feliz y justa. Él es nuestro Padre, que sabe lo que más nos conviene. No rechacemos sus cuidados amorosos por más que nos cuesten.

Miguel Angel Andrés

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         La maldad del hombre sigue creciendo sobre la tierra con un modo de pensar siempre perverso. Cuando escuchamos estas expresiones, nos vienen a la mente algunas personas y situaciones concretas. No solemos pensar en nosotros mismos. Seguiremos pensando en esas personas, algunas con graves responsabilidades, y en los escenarios del mal. Pero no nos olvidemos de nosotros. Para dejar de contribuir a la maldad, que no necesita abono.

         Nos cuesta imaginar ahora a un Dios que se arrepienta de haber creado al ser humano. Pero es una buena imagen de la hartura que nosotros mismos experimentamos, cuando acumulamos noticias negras. Quizá, por eso mismo, tengamos que hacer un esfuerzo para buscar y encontrar a quienes siguen alcanzando el favor del Señor. Justos como Noé. Reflejos de Abel, que no dejan crecer en su interior al Caín que todos llevamos dentro.

         ¿Tendrán algo que ver con estos justos los amantes moderados de los animales? ¿Los defensores del medio ambiente? ¿Los incansables luchadores por la justicia y la paz?

         "Lo dice porque no tenemos pan". Algunos seguimos siendo seguidores despistados de Jesús. Cuando él habla de algo profundo, nos fijamos en lo externo. Cuando él habla de lo externo, queremos descubrir algo profundo. Y nos quedamos tan tranquilos. Como todo despistado, hasta que es puesto en evidencia.

         Sacudámonos el despiste y escuchemos con atención la palabra del Multiplicador de panes. No hace falta que nos pongan en evidencia, para reaccionar con sencillez cristiana, frente a la maldad creciente y los modos de pensar perversos. Sintonicemos algún canal que nos mantenga despiertos.

Luis de las Heras

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         A partir de un episodio sin importancia (los discípulos se han olvidado de llevar suficientes panes) Jesús les da una lección sobre la levadura que han de evitar.

         Jesús va sacando enseñanzas de las cosas de la vida, aunque sus oyentes esta vez, como tantas otras, no acaban de entenderle. La levadura es un elemento pequeño, sencillo, humilde, pero que puede hacer fermentar en bien o en mal a toda una masa de pan. También puede entenderse en sentido simbólico: una levadura buena o mala, dentro de una comunidad, la puede enriquecer o estropear. Jesús quiere que sus discípulos eviten la levadura de los fariseos y de Herodes.

         El aviso va para nosotros, ante todo en nuestra vida personal. Una actitud interior de envidia, de rencor, de egoísmo, puede estropear toda nuestra conducta. En los fariseos esta levadura mala podía ser la hipocresía o el legalismo, en Herodes el sensualismo o la superficialidad interesada: ¿cuál es esa levadura mala que hay dentro de nosotros y que inficiona todo lo que miramos, decimos y hacemos?

         Al contrario, cuando dentro hay fe y amor, todo queda transformado por esa levadura interior buena. Los actos visibles tienen una raíz en nuestra mentalidad y en nuestro corazón: tendríamos que conocernos en profundidad y atacar a la raíz.

         El aviso también afecta a la vida de una comunidad, y de hecho, el mismo Pablo aplica el simbolismo al mal que existe en Corinto (lCor 5, 6-8). La comunidad tendría que ser pan ázimo, o sea, pan sin levadura mala: "¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos". Y quiere que expulsen esa levadura (está hablando del caso del incestuoso) y así puedan celebrar la Pascua. «no con levadura vieja, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y de verdad».

José Aldazábal

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         Jesús pone hoy en alerta al grupo de discípulos sobre el plan que están organizando los fariseos y los herodianos contra él. Jesús sabe que el proyecto del Reino que ha venido predicando de pueblo en pueblo, está incomodando a los líderes del poder religioso y político de Jerusalén. Por eso Jesús le dice al grupo de sus amigos que se cuiden de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes; esas dos levaduras pueden corromper la masa.

         Frente a la llamada de atención que hace Jesús, sus apóstoles no le prestan atención, sino que se preocupan de la falta de alimento y de esa forma distorsionan el mensaje de alerta que el Maestro estaba dando. El pan no es el problema fundamental. Siempre que ha faltado ha habido forma de conseguirlo para saciar el hambre del grupo y de la multitud hambrienta. Jesús deseaba que sus seguidores cayeran en cuenta del complot que se estaba preparando contra él.

         En el proseguimiento de la causa de Jesús, es decir en el asumir el proyecto del Reino, la persecución es una de las realidades que acompañan a todos aquellos que asumen con radicalidad la obra liberadora iniciada por el Maestro. Los poderosos siempre estarán descontentos con las propuestas de humanizar esta historia y de equilibrar este mundo desequilibrado por el egoísmo institucionalizado.

         La misión es difícil. Pero tenemos que ser capaces de continuarla para hacer posible el reinado de Dios en medio de nuestro mundo. La utopía del Reino nos sigue interpelando y nos sigue llamando a desinstalarnos y a dejar las seguridades que nos impiden ponernos en camino para vivir como Jesús vivió.

         La Iglesia tiene un compromiso con el Reino de Dios. Nosotros que somos Iglesia estamos llamados a combatir con nuestro propio testimonio el poder de dominio e instaurar en medio de nuestro mundo una realidad alternativa, así se nos persiga y se nos calumnie.

Confederación Internacional Claretiana

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         Hay levaduras y levaduras. La buena levadura hace crecer la masa y la convierte en pan, alimento básico. En la época en que vivió Jesús era difícil entender la vida diaria sin el pan hecho con trigo.

         Para hacer el pan es necesaria la levadura. Ella es la que transforma la masa de harina en masa de pan. Una pequeña parte es suficiente para transformar una gran masa de harina de trigo. Pero también existen otras levaduras, capaces de estropear la masa, de empobrecerla. Si la levadura no es buena lo que hará será estropear la masa. El pan resultante ya no será fuente de vida, sino fuente de enfermedad y muerte. Lo que Jesús está diciendo es lo que nosotros expresamos también diciendo que la fruta podrida estropeará todas las frutas del cesto.

         Los discípulos, dice Jesús, deben cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Son caminos que llevan a la muerte.

         Tenemos que pedir luz al Espíritu para que él nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo. Esas levaduras son los amigos, los mensajes publicitarios, las costumbres... Hay muchas cosas buenas en nuestro mundo, pero también hay muchas cosas que, fruto del pecado del hombre, son causa de injusticia, de opresión, de odios, de muerte.

         En nuestras manos, con la ayuda del Espíritu Santo, está el escoger todo aquello que nos ayude a crecer, a vivir, a ser solidarios, a amar y a rechazar todas aquellas realidades que, aún contando con hermosas y prometedoras apariencias, son portadoras de muerte, de injusticia y opresión.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 13/02/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A