10 de Mayo

Viernes VI de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 10 mayo 2024

b) Jn 16, 20-23

         La tristeza de los discípulos ante la marcha de Jesús está destinada a convertirse en alegría, aunque ellos todavía no entiendan cómo. Hoy Jesús describe muy expresivamente en qué consiste la alegría para sus seguidores. Es hermosa la comparación que pone, la de la mujer que da a luz: "Cuando va a dar a luz, siente tristeza, pero cuando da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre".

         Es una alegría profunda, no superficial, que pasa a veces por el dolor y la renuncia, pero que es fecunda en vida. Como la alegría de la Pascua de Cristo, que a través de la muerte alumbra un nuevo mundo y salva a la humanidad.

         Tendríamos que recordar qué clase de alegría nos propone Jesús: la misma que la de él, que supuso fidelidad y solidaridad hasta la muerte, pero que luego engendró nueva vida. Como el grano de trigo que muere para dar vida. Como la mujer que sufre pero luego se llena de alegría ante la nueva vida que ha brotado de ella. Así la Iglesia ha ido dando a luz nuevos hijos a lo largo de la historia, y muchas veces lo ha hecho con sacrificio.

         Nosotros queremos alegría a corto plazo, o alegría sin esfuerzo. Y eso que sabemos que nada válido se consigue, ni en el orden humano ni en el cristiano, sin esfuerzo, e incluso sin dolor y sin cruz. Ojalá se pueda decir de nosotros, ahora que estamos terminando la vivencia de la Pascua, que "se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría".

José Aldazábal

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         Al evocar la imagen de la mujer parturienta para describir los sufrimientos que esperan a los discípulos, Jesús enseña a reconocer en ellos el signo de la venida de los últimos tiempos. En la escritura, en efecto, los dolores del parto caracterizan un castigo terrible (Gen 3,16; Jer 4,31; 6,24; 13,21). Sin embargo, son los únicos dolores que tienen un sentido porque traen una nueva vida al mundo.

         La revolución cristiana que se va a producir, por tanto, tendrá lugar tras el paso del dolor del alumbramiento escatológico (Is 66,7-15; Miq 4,9-10). Inherentes a su condición humana y terrestre, a los sufrimientos de la tierra le aseguran una suerte idéntica (Rm 8,14-22; Ap12, 1-6), al menos si permanece fiel a la vez a su vocación escatológica y a su condición humana.

         La mujer del v. 16 es mencionada al mismo tiempo que la hora. Ahora bien, dato curioso, cada vez que una mujer madre es mencionada en Juan es asociada a este tema de la hora (Jn 2,4; 16,21; 19,25-27), a excepción del episodio de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11). Es posible pensar que Juan elabora con este procedimiento una misteriosa alegoría.

         Juan afirma, pues, que la hora de la mujer madre es la misma que la hora de Jesús, la de su muerte y la de su resurrección. Así, pues, el nacimiento de Jesús a una vida nueva es obra de una mujer, su madre, cuya alegría es grande por haber dado este hombre al mundo.

         Juan piensa, ante todo, en Eva, que "consiguió un hombre" (Gén 4, 1) cuando el nacimiento de su hijo. Piensa también en la propia madre de Jesús (Jn 19, 25-27), que alumbra simbólicamente a la nueva humanidad en el momento en que Jesús nace a la nueva vida. Y piensa en la Iglesia, que da a luz a la nueva humanidad a través de los dolores escatológicos de Is 66, 7-8 (de donde Jesús toma la expresión "vuestro corazón se alegrará") e Is 26, 17-21 (de donde Jesús toma la expresión "poco tiempo").

Maertens-Frisque

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         En el discurso de hoy de Jesús, que venimos comentando, aparecen 2 planos superpuestos en relación con el tema muerte-fecundidad. En 1º lugar se refiere a su propia muerte, que producirá tristeza pero no duradera, y cuyo fruto será el nacimiento del hombre nuevo a su estado definitivo. En 2º lugar trata de decir que lo que sucede con Jesús es ley para todos.

         La Iglesia, por tanto, tendrá que ser fecunda (como la mujer embarazada), asumiendo sus momentos de dolor y muerte, tanto a nivel individual como de grupo. Pues así podrá seguir engendrando al hombre nuevo. No se interrumpe, sin embargo, la alegría, que nace de la presencia de Jesús y del fruto (hombre nuevo) que nace.

         Aplica Jesús claramente el tema de la tristeza-alegría a los acontecimientos de su muerte-resurrección. Y los pone en paralelo con la imagen que había usado: su muerte representa los dolores de parto; su resurrección, el nacimiento del hombre nuevo. La condición de Jesús resucitado no deja, por tanto, de ser humana, y es la plenitud de existencia que Dios ha destinado al hombre.

         Una vez que los discípulos hayan visto el triunfo de la vida sobre la muerte, la alegría será permanente. El gozo de la comunidad estriba en la presencia de Jesús resucitado, signo de la vida invencible. Cuando llegue aquel día, comprenderán (v.23). La experiencia del Espíritu responderá a todas las preguntas.

         La mujer, con artículo determinado, es el arquetipo de la humanidad, así como la embarazada es imagen del pueblo (Is 26, 17) y la ciudad de Sión es la que da a luz a sus hijos (Is 66, 8). Jesús alude con sus palabras, por tanto, al nacimiento de una nueva humanidad, aludiendo a Is 26, 14 ("como la embarazada, cuando le llega el parto"), en este caso mediante una imagen relacionada con la resurrección de los muertos.

         Jesús no sólo señala su propia resurrección (inmediata), sino también a la resurrección que el hombre experimentará (al final de los tiempos). La imagen del parto se sitúa en la misma doble perspectiva: la muerte-resurrección de Jesús y la tristeza-alegría de los suyos.

         La persecución y muerte son prenda de alegría y vida, y la imagen del parto precisa en qué consiste el fruto (Jn 15, 2): el hombre nuevo, el que posee la vida definitiva. Éste nace como fruto de un desgarro (expresado en términos de dolor y muerte), pero Jesús va a dar su vida para crear el hombre nuevo. Y también los suyos deberán seguir ese camino a la hora de aguantar dolores de parto en pro de la nueva humanidad.

Juan Mateos

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         El evangelio de hoy nos habla de la vida tal y como es. La Palabra de hoy vuelve a ir contracorriente de esa visión adolescente y hedonista de la vida: lo real no es la vida sin sufrimiento ni dolor. Es más, lo ideal no es pasarse la vida huyendo, ni sorteando el sufrimiento y dolor.

         El dolor y el sufrimiento forman parte de nuestra vida, como ingredientes necesarios para crecer y seguir engendrando vida plena. Por eso el intento de ir sorteando sufrimientos y dolores es inútil y está abocado al fracaso (en 1º lugar), así como nos impide crecer en humanidad (en 2º lugar). Todo sufrimiento por amor nos hace madurar, o como dice la letra de una canción rock actual, "cada rosa tiene su espina".

         El evangelio de hoy contiene una promesa: "Nadie os quitará vuestra alegría". En continuidad con lo reflexionado en ayer, ¿qué es lo que nos quita la alegría? ¿Y por qué?

         Las tristezas de cada día no pueden anegar la alegría profunda de sabernos en el camino de la vida. Esta alegría nace de la serena certeza de saber de quién nos hemos fiado, de sabernos queridos infinitamente, sin condiciones, amados en todas nuestras limitaciones y pecados, porque el Alfarero del hombre conoce nuestro barro, sabe de qué estamos hechos.

         Es la alegría que brota de tener una respuesta a las preguntas esenciales que todo hombre se hace. Es la alegría que brota de saberse con un sentido en la vida. Es la alegría que da saber quién quiero ser, quién es el ideal que estoy llamado a “encarnar”, a hacer vida...

         Por eso la continua llamada a la conversión que nos mella y nos pule, que nos desasosiega y nos hace sufrir... tiene su contrapunto en la alegría de sabernos en manos de Dios. También por ello, la falta de alegría (o la desesperanza) es signo de falta de fe o de una fe inmadura, pues carece de una experiencia que nos hace ser de hijos de Dios. En definitiva, y como decía Santa Teresa de Jesús, "un cristiano triste es un triste cristiano".

Juan Artiles

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         El pasaje del evangelio de hoy pertenece al Discurso de Despedida de Jesús durante la Ultima Cena, y nos pone ante una alternativa: la tristeza y el gozo, las penas y la felicidad. Son las alternativas de Cristo: tristeza y pena (porque él ya no estará más físicamente presente, y porque el mundo los perseguirá y odiará a causa de Jesús) y gozo y alegría (porque Jesús regresará a través de su Espíritu, y permanecerá con ellos a través de él). Expresiones de completa intimidad que solo podrán realizarse en la consumación universal.

         Jesús emplea la imagen de la mujer que espera dar a luz: antes del parto se afana y está triste y preocupada porque se le viene encima un trance doloroso que, incluso, pone en peligro su salud y su vida. Pero que una vez ha dado a luz se alegra por la vida que ha nacido, con la cual ella hace que la raza humana siga adelante.

         Se trata de una imagen, la de la mujer embarazada, tan común en la Biblia (Is 13,8; Mt 24,8), que es empleada por Jesús para expresar la situación de su pequeña comunidad en el mundo: ella es como una madre que se preocupa y está triste antes de dar a luz a tantos seres humanos por la fe en Dios Padre y en su Hijo Jesucristo; pero que se alegra cuando puede reunir en torno a la mesa del Señor a todos los hijos de su fecundidad misionera, de su testimonio evangélico.

         Acercándonos al final de este tiempo pascual debemos renovar la alegría que llena a la Iglesia por la resurrección de Jesucristo, por la acción de Dios que lo ha constituido Señor de la historia, juez de vivos y muertos. Y esta alegría pascual nos debe ayudar a sobrellevar con fortaleza las persecuciones, los odios, discriminaciones y sufrimientos de la evangelización.

Confederación Internacional Claretiana

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         En el pasaje de hoy vuelve a hacerse presente el tema de las duras tareas y penalidades que tendrán que enfrentar los discípulos de Jesús, tan pronto él se haya ido. Lo cual, como él mismo asegura, va a servir para alegría del Maligno.

         Pero también les hace saber que todos estos infortunios serán como los de una parturienta al momento de dar a luz. Y al final, el cúmulo de experiencias será tal, que de todas aquellas dolencias y angustias no quedará nada, porque todo quedará subsumido en la feliz presencia de la criatura recién nacida.

         Para volver más responsables a sus discípulos, frente a las opciones que decidieron asumir, Jesús establece algunas otras precisiones que van a servirles de experiencia durante todo su proceso. Les confirma que a pesar de que no tendrán su presencia física, la compañía que les ofrecerá va a ser de mucha valía para todos.

         Cuando ya estén viviendo verdaderamente el proyecto del Reino, los discípulos estarán tan convencidos de la valía de tal causa, que ya no tendrán que preguntarle nada más. Esa capacidad de saber qué es necesario y qué no, la obtendrán por la asistencia del Espíritu.

         Para la comunidad debe quedar claro el hecho de que la adhesión a la causa del reino de Dios pasa necesariamente por el dolor. Este dolor es más que una metáfora de la entrega de nuestra vida a la causa del más necesitado (Mt 25, 31). Este dolor es para Jesús tan intenso y tan lleno de alegrías postreras como el de la mujer parturienta. Al final ya sólo recordaremos el fruto regado con tantas lágrimas.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 10/05/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A