29 de Julio
Martes XVII Ordinario
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 29 julio 2025
Mt 13, 36-43
Jesús vuelve a la casa de donde había salido (Mt 13, 1), es decir, a la soledad con el grupo de discípulos. Éstos no han comprendido la Parábola de la Cizaña, y la explicación que hoy les da Jesús muestra el interés catequético que esta parábola tiene para Mateo. Jesús no explica la parábola paso por paso, sino que se limita a dar las claves de lectura.
En 1º lugar, el "Hijo del hombre es el que siembra, y el campo es el mundo". El mensaje evangélico accesible a la humanidad entera no es el del Mesías judío, sino el del Hijo del Hombre. El mensaje contiene así lo que es el Hijo del Hombre según el proyecto creador, tanto en su dimensión individual (hijo de Dios) como social (el reinado de Dios). Por otro lado, sembrar no era función de la figura humana de Daniel (Dn 7, 13) ni del Hijo del Hombre de Henoc, ni siquiera del Mesías según la idea transmitida. Al emplear Jesús esta expresión la vacía de toda posible alusión a un personaje determinado, mostrando que no la utiliza como título.
En 2º lugar, "la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los secuaces del Malo; el enemigo que la siembra es el diablo, la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los ángeles" (vv.38-40). Es curioso que la buena semilla no sea el mensaje, sino "los ciudadanos del reino". Esta expresión había aparecido en Mt 8,12, pero aquí no se refiere a los israelitas, sino a los que han hecho suyo el mensaje de Jesús. Son los que cumplen el programa anunciado en las bienaventuranzas (Mt 5, 3-10), código del reino.
Frente a éstos, que trabajan por la paz (Mt 5, 9) y colaboran en la obra de salvación, aparecen sus antagonistas: los "secuaces del Maligno", seguidores del programa opuesto que tentó a Jesús en el desierto (del poder, el prestigio y la riqueza). De hecho, el que hace surgir en el mundo la oposición al programa de Jesús es "el diablo", encarnación del poder en todas sus manifestaciones. En todo caso, se delimita el significado de los " secuaces del Maligno" a los que se oponen al desarrollo y felicidad del hombre, por pretender poder o por desentenderse del prójimo.
La victoria del reinado de Dios no es, pues, inmediata, y encuentra un constante antagonismo (Mt 5, 10). Éste no es un mal que existía ya antes, sino nuevo, subsiguiente a la siembra hecha por el Hijo del hombre. No puede identificarse, por tanto, con los sistemas existentes, sino con las desviaciones que aparecen bajo el nombre cristiano.
El pasaje está en relación con el de los falsos profetas (Mt 7, 15-20) y los árboles que dan frutos malos (Mt 7, 17). La contradicción dentro de la Iglesia existirá siempre mientras dure su etapa histórica, y no hay que empeñarse en solucionarla antes de tiempo. La separación se hace en la etapa post-histórica inaugurada por "el fin de esta edad", que es al mismo tiempo su culminación (Mt 24,3; 28,20).
El "fin de esta edad" no ha de confundirse simplemente con el "fin del mundo". Tiene un aspecto individual, que coincide con la muerte física, y otro social, el fin de la historia (Mt 28, 20). Con imágenes tradicionales (envío de los ángeles, destrucción de los inicuos) se describe la suerte de los "secuaces del Maligno". Mateo precisa quiénes son éstos: "los escándalos", producidos por la ambición (Mt 18, 6-9) y "los que cometen la iniquidad".
Este último apelativo está aplicado por Mateo a discípulos no comprometidos (Mt 7, 21-23). La cizaña representa, pues, a los que se arrogan un rango, despreciando a los demás (ambición de poder, 3ª tentación), y a los que usan de los dones para utilidad o prestigio propio, y no para el bien de los otros (1ª y 2ª tentación del diablo).
En este pasaje se menciona por 1ª vez "el reino del Hijo del hombre". Según Mateo, la autoridad compete al Hijo del hombre en la tierra (Mt 9, 6). El reinado del Hijo del hombre es una manera de designar la fase histórica del reinado de Dios (Mt 16,28; 25,34). El " Padre de los justos" alude a los llamados "hijos de Dios", o aquellos que han trabajado por la paz (Mt 5, 9).
El "horno de fuego" es imagen de la escatología judaica, equivalente a la gehenna (lit. el quemadero; Mt 5,22). El "llanto y el rechinar de dientes" es la suerte destinada al Israel infiel (Mt 8,12; 13,50; 22,13; 24,51; 25,30), y la fase post-histórica del reino se llama "el reinado del Padre" (Mt 26, 29).
Jesús añade un aviso final: "Quien tenga oídos, que escuche", mostrando la importancia de la explicación dada. Se trata de una advertencia a los suyos (los que le están oyendo). Y viene a advertir de que cualquier discípulo puede convertirse en cizaña, bastando con que ceda a la instigación del diablo o sus secuaces (los ansiosos de poder y prestigio). La suerte que les espera es la destrucción.
Juan Mateos
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La predicación oficial que Jesús dirige a todos es distinta de la instrucción especial a los discípulos. Ahora los discípulos piden expresamente una explicación. Esta explicación, en su forma, está una sola vez en toda la tradición evangélica.
Casi todas las personas y acciones del relato son transferidas a la realidad religiosa, y son enumeradas como en una lista. En esta enumeración ya se ve que en la explicación se pretende algo esencialmente distinto de lo que se pretendía en la parábola. En ésta se trataba de la decisión del padre de familia de dejar crecer ahora la cizaña y el trigo, aquí se trata de la siega futura, de la muerte definitiva de la cizaña y del trigo. Por la parábola se descubre el drama del juicio final.
Este drama debió realmente inducir a explicar y nombrar las distintas figuras. Pero la explicación manifiesta un profundo deseo de la antigua Iglesia. Los predicadores tenían interés en impugnar una temeraria seguridad que podía difundirse entre los llamados a la salvación. Al mismo tiempo se puso ante la mirada la gravedad y el terror del juicio, hacia el que también se dirigen los que se han salvado, con la esperanza de ser también salvados la 2ª vez.
La llamada de atención se encuentra en que los miembros de la comunidad están expuestos a cambiar su amor al reino por intereses personales. Los que tienen el nombre y la dignidad de hijos del reino, pueden ser interiormente hijos del malo. Esto se hace patente al fin.
La 2ª parte cuenta cómo se llevará a cabo la separación. El Hijo del hombre es el que juzga. En esta 2ª parte de la parábola se habla sobre todo del destino de los que actúan contra el reino, a los que previene de lo que están haciendo. Solamente al final se les opondrán los justos: brillarán como el sol, en el reino del Padre (v.43). Las expresiones corresponden al tiempo y son corrientes para los rabinos como para todos los contemporáneos de Jesús.
En Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los que los provocan. Esta expresión no debe ser privada de su fuerza. El escándalo afecta siempre a la totalidad de la persona y principalmente a la fe. El que se escandaliza, pierde la fe y se aleja de Dios y de su llamamiento, quizás por un motivo insignificante.
Dar escándalo a un tercero significa ser motivo de caída para el otro, que deja de cumplir con su dignidad de cristiano. Tales escandalosos son los peores seductores, contra los que se previene con las más graves amenazas (Mt 18, 6). En este pasaje pueden entenderse los escándalos en sentido personal u objetivo.
En la explicación de la Parábola de la Cizaña que hace Mateo, se subraya que detrás del divino sembrador viene el maligno sembrador y detrás de los seguidores del reino vienen los secuaces del maligno. Estamos ante la historia humana que se muestra como dividida en 2 ejércitos contrarios. Ahora bien, la insistencia se hace sobre la descripción del juicio, en el cual el gran protagonista será Cristo glorioso con sus ángeles, que purificará totalmente el mundo de todo mal.
Dios es paciente, pues si fuera intolerante, ¿qué sería de nosotros? Y aunque no es intolerante en esta vida, no puede acoger para sí el mal, debe repelerlo, y es difícil cuando éste está camuflado y descubriéndolo debe acabarlo de raíz. Lo cierto es que la última palabra es de Dios, y esta es una grande esperanza para nosotros que, aunque seamos oprimidos por el mal, estamos adheridos a él, pues será severo para quien oprime. La cizaña oprime y destruye el buen grano.
En la parábola el Reino está personificado en aquellos que se acogen al amor paterno de Dios, mostrando ser sus hijos en el Hijo, por sus acciones (su trigo). Por su parte, el mal está personificado en aquellos que se rebelan al Padre en el Hijo con sus acciones (su cizaña). En la realidad actual de la Iglesia y del mundo, debemos siempre hacernos una pregunta, antes de actuar: ¿Quién puede realmente distinguir el trigo de la cizaña?
Hacernos impacientes contra aquellos que hacen el mal puede ser una imprudencia, pues sólo al final se revelará todo. Por lo tanto, sólo la paciencia de Dios, que es la que nosotros debemos practicar, es la que estimula a la conversión (Rm 2).
Fernando Camacho
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Los versículos de hoy constituyen la única explicación desarrollada por Jesús de una parábola suya, a lo largo del evangelio de Mateo. Y para comprender la explicación de la Parábola de la Cizaña debemos recordar el contenido y significado de la misma: la lucha contra la impaciencia mesiánica, según la cual en los días del Mesías "no habrá más que justos en medio de tu pueblo".
La parábola afirma que el tiempo del Reino ha llegado ya, que la siega última se avecina, pero que no ha sonado todavía la hora del juicio. Por otra parte, recuerda que el juicio no corresponde a los discípulos.
Se trata de una explicación ligera de la parábola, se trata más bien de una repetición de la parábola. Porque si se hubiera explicado el sentido total de la parábola, sobraría la invitación a escuchar ("el que tenga oídos, que oiga"), dirigida a los oyentes. Esto mismo sucede a propósito de la explicación de la Parábola del Sembrador.
La novedad principal de estos versículos, respecto a la parábola, consiste en querer aclarar que la buena semilla no es el Reino mismo, sino los "hijos del Reino". Las nociones generales de la parábola se aplican aquí a problemas más humanos y a la vez, más morales, pero todavía no eclesiales; los pecadores serán arrojados del Reino, no de la Iglesia. En resumen, lo que Jesús quiere decir a los oyentes es asegurar que el tiempo del aniquilamiento del mal (y de los malos) no ha llegado todavía, pero que llegará con acento apocalíptico.
Emiliana Lohr
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Jesús nos explica hoy la parábola que leíamos el sábado pasdo, la de la cizaña que crece junto al trigo en el campo. Y viene a decir lo siguiente.
En 1º lugar, que es Dios quien siembra buena semilla (el trigo). Y en 2º lugar, que hay alguien (el Maligno, el diablo) que se dedica a sembrar nocturnamente la anti semilla (la cizaña). A los discípulos, siempre dispuestos a cortar por lo sano, Jesús les dice que eso se hará a la hora de la siega, al final de los tiempos, cuando tenga lugar el juicio y la separación entre el trigo y la cizaña. Entonces sí, los "corruptos y malvados" serán objeto de juicio y de condena, mientras que "los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre".
De nuevo se nos recuerda que el juicio no nos corresponde a nosotros, sino que pertenece a Dios y será realizado al final de los tiempos. Mientras tanto, el bien y el mal han de coexistir en el mismo campo.
En la Iglesia, por tanto, no sólo tienen cabida los santos y perfectos, sino también las personas pecadoras y débiles. Nuestra Iglesia no debe ser elitista (con entrada exclusiva para los perfectos) ni maniquea (en que esos perfectos seamos nosotros, naturalmente). Sino que en la Iglesia, como en el campo de la parábola, hay que soportar pacientemente tanto el trigo como la cizaña. Es lo que se verá también en el Símil de la Red de pasado mañana, en que la Iglesia está llamada a pescar todo lo que pueda, tanto peces buenos como malos.
No nos deberíamos desesperar por el mal que vemos a nuestro alrededor. Y en todo caso, hemos de saber aguantar, con paciencia escatológica. Al que peor le debe sentar que haya aparecido cizaña en su campo es al sembrador (Dios). Pero Cristo nos enseña a saber esperar, respetando la libertad de las personas y el ritmo de los tiempos. Dios sigue creyendo en el hombre, a pesar de todo.
Eso sí, tenemos que saber que no todo es trigo, y luchar para que triunfen el bien y los valores que ha sembrado Jesús, y seguir rezando "venga a nosotros tu Reino" y "líbranos del mal". Convivir con el mal no significa aceptarlo.
Pero todo eso lo hacemos con un talante no violento, sin medidas drásticas ni coactivas, y con la fuerza de una semilla que se abre paso, y de un fermento que llegará a transformar la masa (según las 2 parábolas de ayer). Y siempre conscientes de que el juicio ("arrancar la cizaña y tirarla al fuego") pertenece a los tiempos últimos, y no nos toca a nosotros hacerlo.
José Aldazábal
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Del evangelio de hoy nos viene un rayo de luz. Dios es como el agricultor que ha sembrado la buena semilla en el mundo y descubre que, junto a ella, crece también la cizaña. La 1ª reacción nuestra sería la de arrancar de cuajo esta hierba mala. Sin embargo, Jesús prefiere esperar al tiempo de la siega, porque sólo al final se distinguirá claramente el trigo de la cizaña.
Se trata de una parábola alegorizada, que nos permite hacer una aplicación a nuestra situación actual. Pero, más allá de los detalles, su mensaje es nítido: sólo el final revela la verdad del camino. Mientras tanto, hay que saber caminar y esperar.
Por si esta explicación nos parece una concesión a la injusticia presente, una forma de no reaccionar enérgicamente contra el mal, demos un paso más. Quienes viven desde el amor están anticipando el final. Por tanto, sólo quienes aman pueden distinguir el trigo de la cizaña, el bien del mal. La simple indignación ética (la rabia y la venganza) no permite ver la realidad con los ojos de Dios.
Entre las características que Pablo atribuye al amor (1Cor 13, 1) hay 2 que hoy debemos subrayar: el amor "es paciente" y el amor "todo lo espera".
Gonzalo Fernández
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En el evangelio de hoy Jesús explica a sus discípulos la Parábola de la Semilla y la Cizaña que crecen juntas, tratando de simbolizar el bien y el mal, el buen espíritu y el mal espíritu (que conviven en el mundo desde el principio de los tiempos).
En efecto, ese mal espíritu (la cizaña) existió, existe y existirá. Y hemos de reconocerlo en nuestras propias vidas, en la Iglesia y en la sociedad. Pero no podemos arrancarlo, porque está tan unido (muchas veces disfrazado) al bien (a la buena semilla) que podríamos arrancar a éste de cuajo. Lo que sí podemos es aprender a reconocer ese mal, a identificarlo, a no dejarnos llevar por él.
Para ello, son grandes ayudas la oración, la eucaristía y el vivir en actitud de discernimiento cotidiano. No las desaprovechemos, y cultivemos el encuentro diario con Aquél que sólo puede salvarnos. Dejemos que él haga maravillas en nosotros, y aprendamos de la experiencia de todos aquellos que nos precedieron, pues forman parte de nuestra propia historia de salvación. Y ya sabéis: el que tenga oídos, que oiga.
Lidia Alcántara
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Hoy Jesús nos explica el sentido de una parábola y nos dice: "El que tenga oídos, que escuche". Pero si hemos ido siguiendo la liturgia de los últimos días, notaremos que aquí hay una falta de continuidad. Esto es debido a que la liturgia sólo toma algunos pasajes del evangelio, omitiendo otros (a veces, importantes). En nuestro caso, tendríamos que remontarnos al sábado pasado para saber de qué parábola está hablando Jesús.
Por ello, quisiera insistir en la necesidad de seguir la lectura diaria a través de la Escritura y no de los misales, los cuales están organizados de manera litúrgica y no tanto cronológica, omitiendo a veces versículos vehiculares y hasta centrales.
Si verdaderamente queremos entender mejor, y tener no sólo el texto sino también el contexto, es necesario hacer nuestra lectura directamente desde la propia Biblia. Lo cual nos permitiría tomar algunas notas, subrayar las ideas importantes, y sobre todo ir directamente al texto, para que él mismo nos hable. Cada cristiano debe tener su propia Biblia. ¿Tienes tú ya la tuya?
Ernesto Caro
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Podemos articular el presente relato evangélico en 2 partes: la explicación de la Parábola de la Cizaña en el campo (vv.37-43), a la que preceden las circunstancias (v.36), y la ocasión que la provoca.
Las circunstancias separan este pasaje del precedente. Jesús vuelve a su casa desde la orilla del mar, tras concluir su enseñanza a la multitud. Y su auditorio pasa a restringirse de la multitud a sus discípulos más cercanos. Es entonces cuando les explica la Parábola de la Cizaña. En adelante, Jesús parece dirigirse a todo hombre, pero en realidad lo estará haciendo a través del grupo de discípulos.
En la explicación hay un silencio significativo respecto a la enseñanza parabólica (propuesta el sábado pasado), y en ella los servidores no son mencionados por 3 razones.
En 1º lugar porque Jesús se dirige a un auditorio constituido únicamente por sus discípulos (los servidores de la parábola). En 2º lugar, por el silencio con que éstos deben asumir la paciencia frente al mal. Y en 3º lugar, por no corresponderles a ellos lo que viene a continuación: la condena a "los que practican la iniquidad" (v.41).
Con esa finalidad, Jesús comienza explicando el significado de cada uno de los términos que se han mencionado en la parábola: el sembrador, el campo, la semilla, la cizaña, el enemigo, la cosecha y los segadores (vv.37-39). Cada uno de ellos tiene su correspondencia en la realidad anunciada, que se describe con un estilo apocalíptico construido con ayuda de Sofonías (Sof 1, 3) y Daniel (Dn 12, 3).
De esa forma se describe la diversa suerte que toca a "los hijos del Reino" y a los "seguidores del Maligno". Para estos últimos el futuro se describe en término de quema y de horno encendido. De esta forma se destruirán las amenazas a la salvación (los escándalos). Por el contrario, la suerte destinada para el justo es semejante a la claridad del sol que ilumina el día.
El reino de Dios ya está activamente presente en el mundo, pero su manifestación definitiva como Reino del Padre para los justos sólo sucederá "al fin de esta edad". De este modo se hace una invitación a cada cristiano a tomar en serio la propia vocación ya que todo lo que no esté de acuerdo con el Reino será descartado en ese momento del futuro.
La intervención de Jesús desenmascara los escándalos y la iniquidad. Y el discípulo es conducido nuevamente delante de su Señor. De esta forma el Reino ya está presente y la auténtica problemática para todo hombre consiste en actuar como "hijo del Reino" o como "hijo del Maligno".
Hoy también cada cristiano se encuentra enfrentado con dicha problemática, la misma que desafiaba a los contemporáneos de Jesús. De esta decisión presente depende su realización plenamente humana. De allí la necesidad de tomar en cuenta seriamente las palabras conclusivas de la parábola: "Quien tenga oídos, que oiga".
Confederación Internacional Claretiana
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En su casa, junto a sus discípulos, Jesús da unas claves simbólicas para comprender la Parábola del Trigo y la Maleza. La explicación muestra cómo en la obra de Dios se filtran fuerzas negativas, por lo que se hace necesario esperar y ver los frutos para saber quién es quién.
Con esta parábola Jesús nos muestra cómo las opciones humanas pueden estar a favor del proyecto de vida, o a favor del proyecto de muerte. Y cómo detrás de esas opciones vendrán los frutos correspondientes, que demostrarán que unos han sido "hijos de Dios" y otros han sido "seguidores del Maligno".
Los que han caído en las redes del mal serán los primeros que sufran, en sus propias carnes, esa maldad. Pues equivocaron su camino y lo han ido llenando de escándalos en su provecho propio.
También vemos cada día que en nuestras propias organizaciones del Reino (eclesiales, familiares, laborales) hay personas que han ido creciendo entre la buena semilla, pero que al pasar el tiempo empiezan a dar malos frutos.
También existe el caso de personas que utilizan el bien (labor humanitaria, sanitaria...) para escalar posiciones, haciendo su conducta tambalear a la gente sencilla, que ha creído en ellos y les ha brindado su confianza. En este sentido, es deber de la Iglesia desenmascararlos, descubrir sus manipulaciones y denunciar con voz profética sus escándalos y maldades, pues no son buena semilla
Realmente, Dios nos tiene mucha paciencia y más comprensión. Más de las que, por supuesto, tenemos nosotros. Con los otros y con nosotros mismos. ¡Hay tantas cosas que pensamos que son intolerables! Repetimos convencidos: ¡Por ahí no paso! ¡Eso no puede ser! Y si sucede lo que no queremos que suceda, entonces nos hundimos en la desesperación y decimos: ¡No hay remedio!
Dios, sin embargo, tiene una paciencia que le llega hasta el final de los tiempos. Hasta entonces, estará esperando, paciente y misericordiosamente, que suceda lo que a nuestros ojos resulta absolutamente imposible: que la cizaña se convierta en trigo. Como el dueño del campo espera el tiempo de la cosecha para arrancar la cizaña.
Tendríamos que aprender mucho de esa paciencia de Dios. Va intrínsecamente unida con su ilimitada capacidad para perdonar, para acoger, para amar, para recrear lo que el mismo hombre ha destrozado. E intentar aplicarla a la vida de nuestra nación, de nuestra comunidad, o de nuestra familia, lugares donde las venganzas y los rencores son a veces para siempre.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Act:
29/07/25
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A L
M
E
R C A B A
M U R C I A