4 de Septiembre
Miércoles XXII Ordinario
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 4 septiembre 2024
b) Lc 4, 38-44
Después de que Jesús sale de la sinagoga, se va para la casa de Simón Pedro. Algunos dicen que la casa de Pedro en Cafarnaum se convirtió para Jesús en su propia casa, que allí vivía, compartía y se desplazaba a otros lugares.
El texto nos dice que la suegra de Pedro se enfermó repentinamente y tenía mucha fiebre. Seguramente era una mujer mayor, desgastada y trajinada por los sufrimientos de la vida y el trabajo. La fiebre la postró en cama y la imposibilitó para realizar sus tareas cotidianas. Jesús intervino: se inclinó hacia ella y expulsó el espíritu de la fiebre, que inmediatamente dejó a la anciana libre, y ella se levantó y les sirvió.
La curación de la suegra de Pedro es narrada como si se tratara de la expulsión de un poder demoníaco: "Dio una orden a la fiebre, y ésta desapareció". Lucas describe la curación como si fuera un exorcismo. Vuelve y aparece la fuerza y el poder de Jesús que es capaz de acabar con todo lo que genera el mal que postra o aniquila a la persona.
La actitud de la anciana (la suegra de Pedro), es de servicio incondicional, corroborando que en Jesús, más que lo que decía, impactaba el poder de sus acciones a favor de la vida. La presencia de Jesús priva al mal de toda fuerza y reconstruye la dignidad que todos tenemos.
Lucas continúa diciendo que "al ponerse el sol todos los que tenían enfermos de diversos males se los llevaban a Jesús y él los sanaba imponiéndoles las manos a cada uno". Jesús era particularmente sensible a la marginación que causaba la enfermedad y a la pérdida de esperanza del pueblo, y por eso sus actitudes son generadoras de vida para ese pueblo.
No podemos entender sus curaciones como simple milagrería: en Jesús no son otra cosa que la posibilidad de dignificar al ser humano. Es la manera de gritar a la sociedad de su tiempo que el ser humano es más importante que todas las estructuras, porque su Dios es el Dios de la vida y está por la vida del pueblo.
La gente de Cafarnaum ante las acciones de Jesús lo quieren retener, porque sólo reconocen en él su fuerza milagrosa separada de la Buena Noticia. Pero Jesús escapa de ellos; su misión es anunciar también a las otras ciudades la Buena Nueva del reino de Dios. Para eso se sentía él enviado.
Juan Mateos
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Primero en la Sinagoga de Nazaret ("todos se declaraban en contra"), después en la Sinagoga de Cafarnaum ("¿has venido a destruirnos?") y ahora en la Casa de Simón, en todas partes predomina el mismo espíritu: "La suegra de Simón estaba aquejada de fiebre muy alta" (v.38).
La fiebre es algo que postra a la persona y le arrebata toda libertad de movimientos. Lucas describe el entorno familiar de Simón, futuro discípulo de Jesús, vinculándolo a su suegra. Cuando la fiebre se va de ella, ella "se puso a servirles" (v.39). El espíritu de servicio será la tónica del grupo de Jesús.
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con las más variadas dolencias se los llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando. De muchos salían también demonios, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios". Él los conminaba y no les permitía hablar, "pues sabían que él era el Mesías" (vv.40-41).
Al hacerse de día salió y se marchó a un lugar despoblado (lit. desierto; v.42). Una vez que pierde su vigencia el precepto del sábado, comienza el día propiamente dicho. Es el día de su vida pública, que culminará en la cruz (Lc 23, 45), y durante el cual desarrollará toda su actividad liberadora en el desierto de la sociedad, donde pululan toda clase de ambiciones de poder que intentarán inútilmente desviarlo de su propósito y apoderarse de él: "Las multitudes lo andaban buscando, dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese" (v.42).
Lo que en el 1º desierto venía expresado en lenguaje simbólico, bajo la imagen de aquel Tentador que trataba de desviarlo del camino que él iba recorriendo bajo el empuje del Espíritu (Lc 4, 1-2), en este 2º desierto (o "lugar despoblado") viene expresado en un lenguaje más sencillo, bajo la imagen de las multitudes que andan a la búsqueda de un líder o gurú que les solucione todos los problemas y achaques.
Jesús les dijo: "También a los otros pueblos tengo que dar la buena noticia del reinado de Dios, pues para eso he sido enviado" (v.43). Jesús tiene una visión demasiado amplia para los horizontes estrechos de sus contemporáneos de Cafarnaum, y también para los de hoy. Eso de "el pueblo de Dios", en sentido excluyente (con artículo y en mayúscula), como si los demás pueblos no lo fuesen también, no responde al designio del Dios Creador del universo. El "pueblo de Dios" pertenece a todos los pueblos y razas de la tierra.
Pues bien, también a los "otros pueblos" dice Jesús que tenía que dedicarse. Si miramos a nuestro derredor, eso significa que también debemos ir a cristianizar a los paganos y paganizados, anunciándoles que son tan "pueblo de Dios" como un día se llamó a sí mismo Israel.
Josep Rius
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Contemplemos las diversas actividades de Jesús, a través del relato de Lucas.
1º Jesús reza en público, al salir de la sinagoga. Cada pueblo judío tenía una casa de oración, la sinagoga, o algo así como nuestras iglesias y capillas.
Muy de mañana iba Jesús, como otros muchos judíos piadosos. Y allí, sentado en un banco, recitaba de memoria los salmos, balanceándose a derecha y a izquierda, como la ley recomendaba, a fin que la palabra de Dios penetrara hasta en los ritmos vitales corporales, como vemos que todavía lo hacen los orientales. Los salmos, la Torah... todo ello impregnó profundamente a Jesús.
Sí, Jesús meditó, reflexionó y rumió las palabras de la Biblia. Ayúdanos, Señor, a que, como tú, sepamos dar mucha importancia a esa impregnación regular de la palabra de Dios. Cuando rezo los salmos en particular, ayúdame a rezar en unión contigo pensando que recitaste esas mismas plegarias venerables, cada mañana, en la sinagoga de tu pueblo.
2º Jesús vive con algunos allegados, algunos amigos. Jesús entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella.
Cuando estabas en Nazaret, pasabas la mayor parte del día con tu familia. Al empezar tu vida pública, adoptaste otra familia, otra casa, la de Pedro en Cafarnaum. Allí tenías tus relaciones familiares, las de la vida ordinaria. Mi 1º deber, también para mí, es el de prestar atención a aquellos con quienes comparto la vida cotidiana. Trato de imaginar tu actitud, con las personas que te encontrabas todos los días: Pedro, su suegra...
3º Jesús hace el bien. Él se inclinó a la cabecera, increpó a la fiebre y se le pasó. Ella levantándose al momento se puso a servirles. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron y él, aplicándole las manos a cada uno, los iba curando. De muchos de ellos expulsó demonios. Esa es una de tus ocupaciones esenciales, Señor, y tu evangelio está lleno de enfermos curados y de demonios expulsados. Has venido al mundo para sanar y salvar.
Por tu sola presencia, el mal retrocede. En este sentido, las enfermedades son un símbolo expresivo: son un ataque al hombre, lo disminuyen al quitarle sus capacidades de acción aparente y hacen daño. Y con ello son como una imagen sensible y visible de ese otro mal más interior y menos controlable, que es el pecado. Y para poner muy de manifiesto que este es el mal más grave para el hombre, "expulsas a los demonios".
Señor, ayúdame a participar en ese gran combate que es el tuyo. En lo profundo de mi vida, como en el mundo que me rodea, que sepa yo hacer retroceder el mal y progresar el bien. Que, contigo y como tú lo hiciste, trabaje para el desarrollo, la felicidad y la promoción de mis hermanos. ¿Qué curación puedo yo contribuir a hacer avanzar en mí? ¿Y en mis hermanos? ¿Y en la sociedad?
4º Jesús ora, de nuevo, en solitario. Jesús salió y se fue a un lugar apartado y desierto. Tiene un tiempo para la plegaria pública, en la sinagoga, y un tiempo para la oración solitaria, de corazón a corazón.
5º Jesús evangeliza, y anuncia por todas partes la Buena Nueva del Reino. El mensaje que Jesús siente que ha de proclamar no puede retrasarse: "He de". No me retengáis. Son tantos los hombres que no han oído aún todas las cosas buenas que debo decirles de parte de Dios. Esa es la sed misionera: hacer que oigan el evangelio de la salvación los que están todavía fuera de su alcance. ¿Tengo yo ese ardor? ¿O soy cristiano solamente para mí?
Noel Quesson
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Lo que Jesús anunció en Nazaret lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos.
En efecto, hoy leemos el programa de una jornada de Jesús "al salir de la sinagoga": cura de su fiebre a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en pueblo "anunciando el reino de Dios". En medio, busca momentos de paz para rezar personalmente en un lugar solitario.
Desde luego, el Reino ya está aquí. Ha empezado a actuar la fuerza salvadora de Dios a través de su Enviado Jesús. Buen programa para un cristiano y sobre todo para un apóstol. "Al salir de la sinagoga" (o sea, al salir de nuestra misa o de nuestra oración) nos espera una jornada de trabajo, de predicación y evangelización, de servicio curativo para con los demás y a la vez de oración personal.
¿Ayudamos a que a la gente se le pase la fiebre? ¿A que se liberen de sus depresiones y males? ¿Atendemos a los que acuden a nosotros, acogiéndoles con nuestra palabra y dedicándoles nuestro tiempo? ¿Nos sentimos obligados a seguir anunciando la buena noticia del Reino, sea cual sea el éxito de nuestro esfuerzo? ¿Y lo hacemos todo en un clima de oración?
Podemos revisar dos significativos rasgos de esta página. En 1º lugar, Jesús, en medio de una jornada con un horario intensivo de trabajo y dedicación misionera, encuentra momentos para orar a solas. Y en 2º lugar no quiere instalarse en un lugar donde le han acogido bien: "También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios". Para que evitemos 2 peligros: el activismo exagerado (descuidando la oración) y la tentación de quedarnos en el ambiente en que somos bien recibidos (descuidando la universalidad de nuestra misión).
Cristo fue evangelizador, liberador y orante. Fijos nuestros ojos en él, que es nuestro modelo y maestro, aprenderemos a vivir su mismo estilo de vida. Dejándonos liberar de nuestras fiebres y ayudando a los demás a encontrar en Jesús su verdadera felicidad.
José Aldazábal
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En este pasaje de la curación de la suegra de Pedro, Lucas subraya fundamentalmente 2 cosas. En 1º lugar, la fuerza curativa de las palabras de Jesús. Esto se evidencia con la frase "amenazó a la fiebre" (v.39), que es el mismo término usado por Lucas para indicar la expulsión del demonio (v.35). En 2º lugar, la inmediatez o instantaneidad de la curación misma. Esto se evidencia con la expresión "se levantó al instante" (v.39), más allá de la gravedad de la enfermedad ("estaba con fiebre muy alta"; v.38).
Esta curación, dada sus características, es considerada por Lucas como un poderoso exorcismo de Jesús, siempre empeñado en la lucha no sólo contra Satanás, sino también contra las consecuencias del pecado (en este caso contra la enfermedad).
De la acción eficaz y liberadora de Jesús se pasa a la acción de la persona curada: "Se puso a servirles". De este modo se actualiza aquel dicho popular: "el bien engendra bien". No cabe duda de que toda la vida de Jesús (sobre todo en la visión lucana) fue "un pasar por el mundo haciendo el bien, y curando a los poseídos por el diablo" (Hch 10, 38).
De este modo la Iglesia, comunidad continuadora de las palabras y obras de Jesús, se vuelve en todas sus expresiones hacedora del bien, perpetuadora de lo bueno, de todo aquello que hace posible el bien: la verdad, la justicia, la libertad y la paz.
Confederación Internacional Claretiana
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Muchas personas fueron sanadas por Jesús, aunque de la mayoría de ellas apenas tengamos noticia. El episodio que leemos hoy es relevante por la actitud que asumió la suegra después de ser curada. Y también porque marca una intensa actividad misionera de Jesús, como servidor itinerante de la Palabra.
Jesús viene de enfrentar a sus obstinados paisanos y de desafiar a las autoridades al solidarizarse con los que estaban por fuera de la ley. Encuentra a la suegra de Simón postrada por la fiebre. Jesús se dirige a la fiebre y la amonesta. La suegra, liberada de la fiebre que la mantenía atada al lecho, se levanta a servir.
Esta señal doméstica es significativa porque muestra cómo las personas liberadas por la palabra de Dios se incorporan al servicio de la comunidad. La enfermedad ata a los seres humanos y no les permite estar disponibles para servir al prójimo. La palabra de Jesús los libera de todos esos lazos, incluso de los más sutiles.
Pero la acción de Jesús está abierta a toda la comunidad. Terminada la vigilia del sábado, la gente acude con enfermos que no habían llevado a la sinagoga por temor a fariseos y escribas. Jesús tiene un contacto personal con los afligidos. Comunica la misericordia de Dios con gestos afectuosos y altamente significativos. Pero evita que el demonio de la vanagloria le toma la delantera. Por eso, elude Jesús los pomposos reconocimientos y busca nuevos sitios para evangelizar. No se deja retener por el gentío pobre que quiere acaparar todos los bienes para sí.
Hoy estamos presos de diversas fiebres que nos atan y no nos permiten incorporarnos al servicio al prójimo. La Iglesia está llamada a liberar a las personas atadas por sus autojustificaciones, problemas o ligaduras de cualquier índole, que no les permiten ser libres. Pues solamente hombres y mujeres libres están en condiciones de servir bien al prójimo.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Act: 04/09/24 @tiempo ordinario E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A