29 de Agosto

Viernes XXI Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 29 agosto 2025

Mt 25, 1-13

         El texto de hoy nos presenta la Parábola de las Diez Vírgenes, que han de salir, antorcha en mano, al encuentro del Esposo. La parábola juega con diversos momentos: retraso, espera, sueño, despertar en plena noche cuando llega el Señor...

         La parábola nos dice que 5 vírgenes han sido sensatas, porque se aprovisionaron de aceite, y entran en la fiesta con su lámparas encendidas acompañando al esposo. Y que las otras 5 son necias, porque las ha sorprendido la venida del esposo sin provisión de aceite, y se quedaron fuera.

         También esta parábola tiene por motivo fundamental el discernimiento entre los que van a ser recibidos y los que van a ser desechados en la hora decisiva. La línea divisoria pasa ahora entre dos actitudes opuestas, una de prudencia, otra de necedad.

         La prudencia o sensatez, característica del siervo fiel, consiste en "estar a punto" para recibir al Señor siempre, en todo momento. Por el contrario, los desprevenidos son necios insensatos. Cuando llegue el Señor se les despertará el anhelo de prepararse. Pero verán, con infinita desilusión, que ya es tarde. Este imperativo de vigilancia permanente se apoya siempre en la misma razón: nadie sabe el día ni la hora.

         Esta parábola es una invitación a la vigilancia, es un grito de alerta en medio de la noche, es una llamada a la preparación constante, a la atención continua, porque el Esposo llegará de un modo repentino. ¡Ay de los que no estén preparados!, porque ya es demasiado tarde. Por tanto, es necesario estar vigilantes y con las lámparas encendidas, con una provisión suficiente de aceite para salir al encuentro del Esposo y acompañarlo a su casa para celebrar con él el banquete de bodas.

Fernando Camacho

*  *  *

         Con esta parábola insiste Jesús en que la muerte del discípulo es el fruto de su vida. La muerte en sí misma no tiene nada de terrible ni de decisivo, sino que corona la vida que se ha llevado (v.13). La figura del novio o esposo designa a Jesús mismo (Mt 9, 15).

         El uso de los términos necias y sensatas pone a esta parábola en estrecha relación con la de las 2 casas (Mt 7, 24-27). Las muchachas necias son las que han escuchado el mensaje, pero no lo han llevado a la práctica; las sensatas son las que lo han traducido en su vida. No se puede improvisar esto en el último momento ni se puede prestar o transferir de uno a otro.

         La llegada del esposo es, como antes, el momento de la persecución y de la muerte, presentado en su aspecto de salvación, de entrada en el reino de Dios definitivo, figurado por el banquete de bodas. La frase de rechazo: "No sé quiénes sois" (v.12), recuerda la de Mt 7,23 ("nunca os he conocido"), dirigida también a quienes habían pertenecido previamente a la comunidad cristiana.

Juan Mateos

*  *  *

         La Parábola de las Diez Vírgenes no se encuentra ya en su contexto original, y el v. 13 no es una conclusión adecuada, ya que la exhortación a permanecer vigilantes no tiene en cuenta el contenido del relato, donde todas las vírgenes (tanto las sabias como las necias) se quedan dormidas (v.5). Además, esta misma conclusión aparece en Mt 24, 42 y parece proceder de Mc 13, 35.

         El evangelista ha situado esta parábola dentro del Discurso Escatológico (Mt 24), pero la interpretación parusíaca que de ella hace no parece primitiva. Jesús no se ha comparado jamás con el esposo y no parece necesario dar a la parábola una interpretación alegórica para encontrar en ella el contenido primitivo.

         Es posible que Jesús haya contado un acontecimiento real como pretexto para recordar a sus contemporáneos la inminencia del Reino e incitarlos a una mayor vigilancia, mediante la aparición repentina del diluvio (Mt 24, 39), la intrusión repentina del ladrón (Mt 24, 42) y la vuelta inesperada del amo (Mt 24, 48).

         La llegada repentina del esposo está, además, tomada del natural: los tratos entre las dos familias se prolongaban durante largo tiempo como prueba del interés que los padres tomaban por sus hijos. El esposo hacía casi siempre su aparición en el momento en que los invitados comenzaban a cansarse o a sentir el efecto de la bebida. En la parábola se hace alusión a esta costumbre para describir con mayor viveza la irrupción inesperada de un Reino en medio de gentes distraídas.

         Pronto transformó la Iglesia esta parábola de la inminencia del Reino en una alegoría de las nupcias de Cristo con la Iglesia, viendo en el esposo una figura de Cristo (2Cor 11,2; Ef 5,25) y, en la apreciación que hace el esposo, las condiciones para participar en el banquete que seguirá a las bodas. Esto era forzar el sentido de la parábola primitiva, que no menciona para nada a la esposa.

         Los primeros cristianos, por su parte, han querido ver a la Iglesia (esposa) en las 10 vírgenes, tanto las prudentes como las necias. Pues la Iglesia, antes que las bodas se celebren, está compuesta de buenos y pecadores. En este sentido esta parábola tiene mucha semejanza con la red que recoge toda clase de peces, buenos y menos buenos (Mt 13, 48), a la sala de banquetes donde se reúnen justos y pecadores (Mt 22, 10), al campo donde crecen tanto la buena como la mala semilla (Mt 13, 24-30).

         La Iglesia es, pues, semejante a un cortejo de hombres que caminan hacia el Señor; de ellos, unos tienen encendidas las lámparas de su vigilancia, mientras que los restantes no se preocupan de alimentar su fe. Los primeros procuran vivir sin dispersar su atención en cosas fútiles, ya que han escogido sólo a Cristo; los otros se contentan con una pertenencia sociológica. La discriminación sólo se hará al término del periplo de la Iglesia sobre la tierra, en el día de las nupcias de Cristo con la humanidad que permanezca fiel.

         Es posible que Mateo haya añadido personalmente alguna otra dimensión a la parábola al incluirla a continuación del discurso escatológico. En efecto, el primer evangelista responde a la pregunta sobre la participación de los hombres en el Reino y distingue 2 grandes categorías: los que participan abiertamente en el pueblo de Dios (Mt 24, 45-25, 30) y los que se preparan para el Reino sin saberlo (Mt 25, 31-46).

         Dentro de la 1ª categoría, Mateo distingue sucesivamente los responsables del pueblo de Dios (Mt 24, 45-51) y después a sus miembros: mujeres (Mt 25, 1-13) y hombres (Mt 25, 14-30). La Parábola de las Diez Vírgenes estaría, por tanto, dirigida a las mujeres cristianas para recordarles, de acuerdo con su propia mentalidad, el deber de la vigilancia.

         El evangelista utiliza a menudo el procedimiento consistente en desdoblar una misma parábola para que pueda aplicarse tanto al público masculino como al femenino (Mt 24,18-19; 9,18-26; 13,31-33), poniendo así de manifiesto la atención que ya prestaban los primeros predicadores a la diversidad de su auditorio.

Maertens-Frisque

*  *  *

         Hablando de la venida del Hijo del hombre, Jesús decía: "El Reino de los cielos es semejante a 10 doncellas, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio". Como se ve, se repite la misma idea de ayer, en este caso con una de las más hermosas parábolas del evangelio, y la que mejor nos hace penetrar en el desposorio con Jesús.

         Jesús es el Prometido, Jesús ama y viene a encontrarse con nosotros. Quiere introducirnos en su familia, como un prometido introduce a su prometida en su familia. Esto es para Jesús la vida cristiana: una marcha hacia el encuentro con alguien que nos ama, la diligencia de una prometida que va hacia su prometido, el deseo de un cita.

         La imagen de los esponsales era tradicional en la Biblia, Jesús, manifiestamente, la tomó a cuenta propia: Dios ama a la humanidad, y la humanidad va al encuentro de Dios. El hombre está hecho para la intimidad con Dios, para el intercambio de amor con él.

         Como el novio tardaba en venir, nos dice Jesús, "les entró sueño a todas y se durmieron". Se repite la misma idea de ayer. Jesús tarda, la visita es imprevista, la hora es imprecisa y no se sabe cuándo llegará. Sí, ¡cuán verdadero es todo esto! Tenemos la impresión de que tú estás ausente, de que no vas venir. Y te olvidamos, nos dormimos en lugar de velar.

         Entonces, a media noche se oyó gritar: "¡Que llega el novio; salid a recibirlo!". Ayer Jesús se apropiaba la imagen del "ladrón nocturno" para acentuar el efecto de sorpresa, y la necesidad de estar siempre a punto. Hoy es ciertamente la misma idea; pero se trata de un "esposo que viene de noche".

         Se puede velar porque se teme al ladrón; pero es mucho mas importante todavía velar porque se desea al esposo que está por llegar. ¿Deseo yo, verdaderamente, la venida de Jesús? ¿Qué hago yo para mantenerme despierto, vigilante, atento a sus venidas?

         Las muchachas prudentes prepararon sus lámparas. Sí, porque en el relato de Jesús hay dos categorías de prometidas, la mitad son necias y la otra mitad son sensatas o prudentes. Pero todas se durmieron. Todas flaquearon en la espera.

         Así, Señor, en ese pequeño detalle nos muestras cuán bien nos conoces. No nos pides lo imposible: tan sólo ese pequeño signo de vigilancia, una lamparita que sigue velando mientras dormimos. Esta era ya la delicada intención de la esposa del Cantar de los Cantares: "Yo duermo, pero mi corazón vela" (Cant 5, 2). Sí, soy consciente de que no te amo bastante; pero tú sabes que quisiera amarte más. Me sucede a menudo que me quedo como adormilado y no te espero; pero te ruego, Señor, que mires mi lamparita y su provisión de aceite.

         Las que estaban preparadas, sigue diciendo Jesús, "entraron con él al banquete de bodas". Se trata de una imagen del cielo: un banquete de bodas, un encuentro, "estar con el". Pero depende de nosotros empezar el cielo desde aquí abajo, enseguida.

         Las otras muchachas, entonces, llegaron a su vez: "Señor, Señor, ábrenos". Pero él les respondió: "No os conozco". Se trata de una terrible palabra que hace resaltar, por contraste, toda la seriedad de nuestra aventura humana. Tu amor por nosotros no es cosa de broma: ¡Nos lo has dado todo! Cuando se ha sido amado con tal amor, y después se ha rehusado este amor, éste se convierte en una especie de tormento, pues se ha malogrado el encuentro y se ha frustrado el proyecto de vida.

Noel Quesson

*  *  *

         Sigue la enseñanza de Jesús sobre la vigilancia. Ayer ponía el ejemplo del ladrón que puede venir en cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados preparados cuando vuelva. Hoy son las 10 jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio.

         La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. Naturalmente, como pasa siempre en las parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la enseñanza que Jesús busca. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta (contra todas las reglas de la hospitalidad oriental).

         Jesús quiere transmitir esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel (al menos sus dirigentes) no supo estarlo y desperdiciaron la gran ocasión de la venida del novio (Jesús) enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.

         Velad, nos recuerda Jesús, porque "no sabéis el día ni la hora". ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿Llevamos aceite para nuestra lámpara? La pregunta se nos hace a nosotros, que vamos adelante en nuestra historia, se supone que atentos a la presencia del Señor resucitado, preparándonos al encuentro definitivo con él.

         Que no falte aceite en nuestra lámpara. Es lo que tenían que haber cuidado las jóvenes antes de echarse a dormir. Como el conductor que controla el aceite y la gasolina del coche antes del viaje. Como el encargado de la economía a la hora de hacer sus presupuestos. Se trata de estar alerta y ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite.

         No hace falta, tampoco aquí, que pensemos necesariamente en el fin del mundo, o sólo en la hora de nuestra muerte. La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día, en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los signos de los tiempos.

         Y como "no sabemos ni el día ni la hora" del encuentro final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.

         Cuando celebramos la eucaristía de Jesús, mientras "esperamos su venida gloriosa" se nos provee de esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino. Jesús nos dijo: "El que me come, tiene vida eterna, yo le resucitaré el último día".

José Aldazábal

*  *  *

         En la Parábola de las Doncellas, 5 sensatas y 5 necias, encontramos de nuevo el tema de la vigilancia bajo la metáfora bíblica de los desposorios de Dios con el pueblo. El novio de la humanidad está empeñado en hacer una alianza de bodas con su novia. La quiere engalanar y embellecer, para presentarla radiante. Quiere que sea como una nueva Jerusalén que desciende del cielo, hermosa (Ap 21, 9).

         Y a ese amor sólo se puede estar preparados mediante la vigilancia. Ese Dios que era, que es y que viene, tiene modos de presencias amorosas para las que es necesario disponer de suficiente aceite.

         La rutina en el amor, son las leyes, las tradiciones legalistas, las mentiras del sistema dominante en el mundo, que distraen y agotan el aceite de nuestras lámparas. No nos dejan entrar en la boda. Nos faltan reservas espirituales, una nueva ética, un nuevo pensamiento cristiano, una nueva espiritualidad del reino para entrar en el banquete de bodas.

         Hoy frente a las leyes del mercado, del consumo de objetos inútiles, que nos adormecen, sólo el aceite nuevo del evangelio puede alimentar nuestras lámparas. No es la rutina de nuestras prácticas, sino la conversión al evangelio de Jesús lo que necesitan las vírgenes necias.

         Con el aceite de la oración vigilante y de la escucha de su Palabra, se abre la puerta de la fiesta de bodas. Jesús, con esta parábola del Reino, centra su mensaje en la certeza de la venida de la soberanía de Dios. Soberanía que se ha acercado, en él mismo. Ya está actuando, ya comenzó la boda.

         La vigilancia nos permite verlo en los acontecimientos. Es la oferta escatológica de Dios. Como los primeros cristianos, que estaban siempre pendientes de la venida del Señor Jesús, desarrollemos la espiritualidad de la vigilancia en esta época en que se precipitan los acontecimientos y los retos históricos. ¡Vigilad, que el Señor viene y está acercándose!

José A. Martínez

*  *  *

         El evangelio de hoy nos recuerda que hay que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Dios. A media noche, en cualquier momento, pueden llamar a la puerta e invitarnos a salir a recibir al Señor. La muerte no pide cita previa. De hecho, "no sabéis ni el día ni la hora" (v.13).

         Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.

         Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: "Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis" (v.9). Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.

         No esperemos un mañana para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem. Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: "Vive cada día de tu vida como si fuese el 1º día de tu existencia, como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida". Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.

         Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír en la hora suprema: "En verdad os digo que no os conozco" (v.12), es decir, "no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo". Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.

Juan A. Mateo

*  *  *

         Como cuando un escalador se detiene para ver lo recorrido y para contemplar la cima deseada y anhelada, así también Dios nos concede a veces momentos que son como esas paradas, y vemos lo recorrido en la vida y contemplamos la cima deseada y anhelada: la eternidad. Y entendemos el sentido de la vida y se nos hacen amargos todos los consuelos de la tierra.

         En esta situación estaban estas muchachas: esperando al Esposo deseado. ¡Qué gozo, qué alegría vivir así, esperando al Esposo! Como si ya tuvieran ganada la cima. ¡Cómo les rebotaría el corazón a estas chicas, y qué contentas estarían! Así se encontraba Santa Teresa de Lisieux cuando descubrió los primeros síntomas de su enfermedad que la llevaría a la muerte, escribe:

"Mi alma se sintió henchida de gran consuelo, porque estaba persuadida de que Jesús quería hacerme oír una primera llamada. Era como un dulce y lejano murmullo que me anunciaba la llegada del Esposo. Gozaba por entonces de una fe tan viva, tan clara, que el pensamiento del cielo constituía toda mi felicidad".

         Pero así como las vírgenes se durmieron, el caminante sigue caminando, a nosotros nos envuelve el remolino de la vida, y a Teresa se le duerme la fe. ¿Qué, pues, es lo que importa si hasta los prudentes también se duermen? Tener encendidas nuestras lámparas y llevar el aceite para alimentarlas. Digamos que la lámpara es la vida, la luz es la vida de gracia y el aceite es la caridad.

         La vida lleva su rumbo sin preguntar, le damos la luz de Cristo y comienza a brillar, pero para que nunca de apague se necesita alimentarla con obras de caridad. Es así como nos va a reconocer el esposo: "En esto reconocerán que sois discípulos míos, si tenéis amor los unos para con lo otros". Entonces el Rey les dirá: "Venid, benditos de mi Padre, porque cuanto hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis".

Francisco Valencia

*  *  *

         Después de los ayes de estos días pasados, Mateo sitúa una serie de parábolas, como invitaciones a ponerse en una actitud activa frente al reino de Dios. En contraposición con el estilo fariseo del que Jesús se lamentaba, hoy se nos habla en el evangelio de 10 jóvenes que, entrada la noche, esperan al novio con sus lámparas. De las 10, unas son sensatas y otras necias, y todo parece radicar en haber previsto suficiente aceite para la noche o no.

         Muchas veces, pensando en estas jóvenes, más concretamente, pensando en las necias, me resistía a ver a las supuestamente sensatas como ejemplo a seguir. Más bien, me parecían orgullosas, engreídas y egoístas, porque no fueron capaces de compartir su aceite con las demás. Pero, ciertamente, sólo hay que experimentar una vez esa espera en la noche y ver que tu lámpara se queda sin aceite, para entender que mi comprensión de la parábola estaba equivocada.

         En esos momentos, nadie en absoluto puede prestarte su energía, su combustible, su aceite. Nadie. Estás sola tú ante la noche, el tiempo que transcurre y el novio que desea ver arder tu lámpara. Hay momentos en la vida en que nadie puede hacer por ti tu parte. Al final, eres tú, desnudamente tú quien eliges, quien afrontas tu encuentro con Aquel al que amas y al que decías estar esperando durante tanto tiempo.

         Y sería una pena, que la fiesta nos sorprendiera sin estar preparados. A nadie podemos culpar por ello. Sí podemos, cada uno desde donde se encuentre, no descuidar el aceite, no descuidar aquello que hace que nuestra luz arda, no descuidar nuestra fuente de vida y de energía.

         Ojalá el Señor nos ayude a amar su aceite y a no corromper nuestras lámparas con otros combustibles, aparentemente mucho más poderosos, vistosos y reconocidos pero que, al final, no nos sacan de la oscuridad de la noche.

Rosa Ruiz

*  *  *

         Una de las cosas para las que poco nos preparan y para las que poco nos preparamos nosotros mismos es para la muerte. Se nos olvida con facilidad que la vida presente es solo transitoria y que la definitiva empezará el día en que el Señor nos llame a participar del banquete celeste.

         Por ello este pasaje nos invita a considerar que un día el Señor vendrá (día que se identifica esencialmente con nuestra muerte) y que ese día, en ese momento ya no podremos hacer nada. Y de nada nos valdrá tocar a la puerta pues si no estamos listos, ésa estará ya cerrada. Jesús termina el pasaje diciendo: "Estad preparados, pues no sabéis ni el día ni la hora".

         Si hoy fuera el último día de tu vida en la tierra, ¿Estás preparado? ¿Está la lámpara del evangelio encendida en tu corazón? ¿El aceite del amor es abundante en tu vida de manera que si el Señor tarda, tendrás suficiente para salir al encuentro con él? La vida es hermosa, pero es mucho más cuando pensamos que un día ésta se transformará en gozo y felicidad eterna. Vivámosla con alegría, vivámosla siempre preparados.

Ernesto Caro

*  *  *

         La invitación de Jesús es clara: "Estad, pues, preparados, porque no sabéis el día ni la hora" (v.13). En esta parábola en particular Cristo admite que hay una especie de sueño que nos envuelve a todos, porque la diferencia entre unas y otras doncellas no está en que unas durmieron y otras no. Lo que las diferencia no es en este caso el sueño sino cómo se dispusieron para la hora del banquete, es decir: cómo prepararon su despertar.

         Algunas simplemente no prepararon su despertar. El cansancio, el hastío o la oscuridad de la noche les ganaron y ellas pasivamente entregaron al sueño sin pensar qué podría suceder después. Otras en cambio, aunque sintieran que la noche les podía vencer, hicieron acopio de aceite, de modo que al despertar pudieran contar con algo para vencer a la noche.

         Es un asunto de conciencia: unas fueron conscientes de que podían dormirse, y tomaron medidas al respecto; otras sencillamente se dejaron ganar del sueño.

         Para nosotros, ¿qué es preparar el despertar? Depende de qué sueño estemos hablando. Uno puede pensar en el sueño de la muerte, cosa que suena muy concorde con el tono escatológico de estos capítulos finales del evangelio de Mateo. Quienes se dejan llevar por este sueño son quienes extinguen su mirada sobre este mundo como si nada realmente fuera a suceder después. Quienes, por el contrario, son previsivos, guardan aceite, que es una manera de guardar luz.

         Aunque el cuerpo de éstos últimos sea vencido por el sueño, hay un poco de luz que no se adormece. ¿Qué luz estamos guardando? ¿Qué puede alumbrar en nosotros cuando ya nos hayamos dormido, esto es, cuando ya la muerte nos haya sometido a su poder?

Nelson Medina

*  *  *

         El Esposo de la Iglesia ya está entre nosotros. Él nos ha convocado al banquete de su amor. Ojalá que vengamos con las lámparas encendidas por el amor, que nos hagan llegar ante el Señor con las manos llenas de buenas obras. No vengamos sólo a llamar Señor, Señor, a nuestro Dios mientras nuestro corazón permaneciera lejos de él a causa del pecado, o de esclavitudes a lo pasajero que no quisiéramos dejar.

         No podemos descargar nuestra responsabilidad personal en lo que otros realizan en la Iglesia. No podemos pedir prestada la fe y las buenas obras de los demás para presentarlas ante el Señor como nuestras. Somos nosotros, lo que hayamos hecho, nuestra respuesta personal a la fe que profesamos y al amor que decimos tener, lo que finalmente servirá como carta de presentación ante el Señor para que él nos reconozca como suyos.

Miosotis Nolasco

*  *  *

         La Parábola de las 10 Vírgenes pone de manifiesto 2 tipos de actitudes que las comunidades cristianas y sus integrantes pueden adoptar frente a la venida del reino de Dios.

         Todas las vírgenes "tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo" (v.1). En las interpretaciones rabínicas se entiende que las "hijas de Jerusalén" del Cantar de los Cantares son grupos de discípulos que esperan la llegada del Mesías, llevando la luz de la ley de Moisés. La parábola señala, además, que todas ellas “"empezaron todas a dar cabezadas y quedaron dormidas" (v.5) ante la tardanza del novio.

         Los elementos comunes sirven para poner de relieve los contrastes. Ya desde el inicio se tiene cuidado de explicitar que unas eran necias y otras eran sensatas. Ambos términos aparecen también referidos a los hombres que actúan o no la enseñanza de Jesús (Mt 7, 24-27). Se trata por tanto, de grupos de discípulos de Jesús que, en sus acciones, realizan o no lo enseñado por Jesús. Igualmente la referencia al aceite era común en el judaísmo de la época para señalar las obras buenas que se debían realizar.

         Por consiguiente nos encontramos con la sabiduría de un grupo de muchachas que sale con sus lámparas (antorchas embebidas en aceite) y que, junto con ellas, llevan una provisión de combustible. Ante el anuncio de la llegada del novio, se levantan y disponen sus lámparas. La posesión del aceite las hace aptas, "estaban preparadas" (v.10) y, por consiguiente, pueden entrar con el novio al banquete de bodas.

         Por el contrario, el otro grupo de muchachas en la misma situación se encuentran desprovistas. Ruegan de sus compañeras sensatas la concesión del combustible, pero nadie puede vigilar al puesto del otro. Son aquellas personas que no han traducido en su vida el mensaje de Jesús con una actuación coherente. En el momento último de la persecución y de la muerte que permite la entrada al reino de Dios se encuentran sin la práctica que el mensaje de Jesús exigía.

         Por consiguiente deben correr a comprarlo y, por lo mismo pierden la oportunidad de entrar a la sala del banquete con el esposo que llega "a la medianoche" (v.6). Al regreso, encuentran la puerta irremediablemente cerrada y reciben del esposo un rechazo definitivo expresado con la frase: "No sé quiénes sois" (v.11), a semejanza de aquellos que en Mt 7,23 no fueron capaces de adecuarse a las exigencias del seguimiento de Jesús.

         La acogida de éste no reside en las palabras que se pronuncian, por más que en dichas palabras se encierre la proclamación de Jesús como Señor (v.11). Es necesaria una práctica coherencia que haya sido capaz de producir en la actuación los frutos del mensaje que Jesús exige a cada comunidad y a cada uno de sus integrantes.

         Frente a la presencia del novio se ponen en claro las responsabilidades frente a dicho mensaje. El grupo de las necias, sin el aceite de las buenas obras, está desentrenado para entrar con el novio al banquete. El aceite ajeno no puede suplir la ausencia de ese elemento en la propia vida.

         Por el contrario, el otro grupo ha entendido lo que exige Jesús para la participación al banquete de bodas. Su espera es eficaz en cuanto ha sido capaz de actuar coherentemente frente al Reino futuro. De allí su participación plena en la alegría definitiva.

Confederación Internacional Claretiana

*  *  *

         Jesús insiste en que la irrupción del Reino requiere preparación. Efectivamente, las personas que contraen algún compromiso tratan de prepararse lo mejor que pueden para desempeñarse bien. Los que se casan realizan las mayores previsiones posibles y saben que su vida cambiará a partir del compromiso matrimonial.

         De igual forma, la vida del discípulo es transformada completamente por la irrupción del Maestro. A partir del llamado, el discípulo comienza a prepararse para los momentos decisivos. Serán muchos y muy variados pero siempre estarán marcados por lo imprevisible.

         La Parábola de las Diez Doncellas ilustra perfectamente esta realidad. Todas las muchachas esperan al novio, pero únicamente 5 están preparadas. Las otras no han alimentado la luz que ilumina sus vidas y no alcanzan a ver al esperado que ya llega. Mientras toman las providencias necesarias, el esperado cierra la acceso tras de sí, dejando por puertas las aspiraciones de las descuidadas.

         La parábola advierte a los discípulos y discípulas cuál debe ser la correcta actitud en la vida cristiana. No se pueden dormir sobre el compromiso, creyendo que éste es suficiente para asegurar la entrada al banquete del Reino. Si dejan apagar la lámpara de la fe por falta del aceite de la perseverancia y la oración, no estarán preparados para ver la llegada del esperado.

         Del mismo modo, cuando sobreviene el compromiso cristiano o incluso la muerte, no se puede improvisar en un minuto lo que no se ha hecho en toda la vida. El que desperdicia las oportunidades de formación y preparación, pierde todo lo que ha querido alcanzar. Ya que quien no recoge a tiempo la cosecha, la desperdicia.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 29/08/25     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A