7 de Octubre
Martes XXVII Ordinario
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 7 octubre 2025
Lc 10, 38-42
Cuando nos ponemos a leer la Escritura lo solemos hacer con una mente atropellada, y la memoria hace de las suyas a la hora de proyectar nuestro reticulado mental sobre los textos, a los que prejuzgamos a 1ª vista. Es lo que pasa con la interpretación tradicional del pasaje que hemos escuchado hoy de Marta y María, que habla sin más de 2 concreciones complementarias, la vida activa y la contemplativa. La vida humana es así.
Para empezar, el encabezamiento sitúa la perícopa en el camino que Jesús ha emprendido hacia Jerusalén para cantar las cuarenta a la institución judía: "Sucedió que, mientras ellos iban de camino, también él entró en una aldea" (v.38a). Jesús (él), mientras los discípulos (ellos) iban de camino, entra en una aldea (símbolo de mentalidad cerrada).
La aldea, a diferencia de Marta y María, no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través de Marta y María, personajes reales (llevan nombre) y en detrimento de una hipotética concreción histórica. Sólo Jesús entra en ella, y Lucas puntualiza que alguien había hecho antes algo parecido: "También él entró en una aldea". Una vez conozcamos el contenido de la perícopa, será posible identificar esta situación del pasado.
Cierta mujer, de nombre Marta, "lo recibió en su casa" (v.38b). Marta es un personaje representativo (cierta) y real ("de nombre Marta"). A diferencia de los samaritanos, que "no recibieron a Jesús" porque se dirigía a Jerusalén, Marta "lo recibe" como discípula que es. Ella tiene una casa de su propiedad ("en su casa"), y siendo como era la casa una expresión para designar la familia, Marta domina la casa como señora (Marta significa señora, en arameo) juntamente con María (dos, mínima expresión comunitaria, y hermanas como relación afectiva de intimidad).
Por eso Lucas no ha hecho entrar a los discípulos (representación masculina) en esta aldea, para describir así el grupo de Jesús desde la vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea, y saber relacionar esto es el secreto de una comprensión más profunda.
Josep Rius
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Marta, pues, no tiene solamente una casa (o familia, en abstracto), sino que tiene "una hermana llamada María" (v.39a). De María se precisa que "se sentó a los pies del Señor y se puso a escuchar sus palabras" (v.39b), sentada como un discípulo ante el maestro y escuchando con atención el mensaje de Jesús. De Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha recibido, pero Lucas puntualiza: "Marta se afanaba con el servicio" (gr. diakonia; v.40a).
De por sí, la diakonia, o servicio hecho a los demás, no es negativa. Pero todo depende de cómo se haga. En el presente contexto es negativa, y equivale al trajín de la casa (según la letra) y al cumplimiento del deber (según el espíritu) llevado a su máxima expresión. El acento está puesto en el hacer porque es lo estipulado, mientras que en el caso de María está puesto en el escuchar por la novedad que supone Jesús.
Marta está tan segura de sí misma, y tan predispuesta a juzgar la conducta de los demás (como toda persona observante), que no se arredra ante la situación y planta cara a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con el servicio?" (v.40b).
El celo de buena cumplidora de la ley impela a Marta a involucrar al Señor, para que ponga más interés y use de su ascendente para hacer observar la ley. Y a que su hermana se deje de cuentos y la cumpla: "Dile que me eche una mano" (v.40c), como viniendo a decirle que se deje de cuentos y cumpla la ley. Todo es de su posesión, y es que la ley despierta en el que la cumple el instinto de posesión.
Jesús responde a la regañina de Marta con una severa advertencia: "Marta, Marta, te inquietas y te pones nerviosa por tantas cosas. Sólo una es necesaria" (vv.41-42a). Marta anda de cabeza, y lo quiere dominar todo, esclava de las muchas necesidades que crea la casa. Marta es partidaria de la observancia minuciosa de la ley, quiere ser fiel en los más mínimos detalles y no puede dar abasto a las múltiples imposiciones que la obligación va creando.
Para Jesús todo eso secundario, a excepción de la escucha atenta a su mensaje. Porque el que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a él: "María, en efecto, ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará" (v.42b). Marta había escogido la parte que le ofrecía más seguridades (la herencia del AT, compendiada en la ley mosaica), mientras que María es más lanzada a la aventura y busca "la parte mejor" (la novedad del NT) que nadie le podrá quitar, puesto que no se expresa en símbolos externos (como son la casa y las tareas a observar).
Jesús, como antiguamente Josué (Jesús, en griego), ha entrado "también él en una aldea", camino de la Tierra Prometida, que tiene como meta Jerusalén. Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra ("tenía una casa"), como las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés (que heredaron territorios de la Transjordania; Nm 32; Jos 13), María tiene al Señor como única heredad (al igual que la tribu de Leví; Jos 13,14). Vive materialmente en la aldea, pero sin comulgar en la ideología que allí predomina.
Josep Rius
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Nos encontramos hoy con un cuadro familiar en el que Jesús visita la casa de unos amigos suyos (Marta y María), y éstos lo reciben en su casa. Marta se multiplica para dar abasto con el servicio (para atender al huésped), y Jesús la reprende porque anda inquieta "con tantas cosas". Marta no encuentra la colaboración de nadie, y para colmo su hermana se ha sentado a los pies del huésped, y está ocupada completamente en la escucha de su palabra.
El Maestro no aprueba los afanes del alma de casa (su afán, agitación, dispersión, y su andar en mil direcciones), pero ¿cuál es, pues el error de Marta? Precisamente ese: no entender la llegada de Cristo, que por sí misma es la gran ocasión que no hay que perder. Por consiguiente, Marta no ha entendido que lo importante es más importante que lo urgente.
El desfase de Marta resalta todavía más si vemos el contraste que supone la postura asumida por su hermana. Pues María ha optado por el recibir a Jesús, mientras que Marta se ha quedado en el servir a Jesús. María se ha colocado en el plano del ser (en el que prima la escucha), mientras que Marta se ha quedado en el plano del tener (en el que prima el hacer).
Marta se precipita al hacer, y esto la incapacita para una escucha atenta de la palabra de Dios, quedando expuesta a convertirse en un estéril girar en el vacío (a pesar de sus buenas intenciones), mientras que María entra en su interior, y hace a Jesús parte de su intimidad (ofreciéndole una hospitalidad interior y secreta). Marta ofrece a Jesús cosas exteriores, pero María se ofrece a sí misma.
Según el juicio de Jesús, María ha elegido "la mejor parte", a pesar de ser la más incómoda (pues resulta mucho más fácil moverse que pararse a reflexionar la Palabra). Desgraciadamente, Marta (que no quiere que falte nada, a base de llegar a todo) deja pasar clamorosamente "la única cosa necesaria". Marta reclama a Jesús, pero no sabe lo que él quiere.
El problema es precisamente este: descubrir qué es lo que quiere Jesús de mí, y dejar de hacer lo que yo quiero bajo excusa de servir a Jesús. Por eso es necesario detenerse, dejar ya el ir y venir y sacar tiempo para escuchar la palabra de Jesús, tratando de comprender cuál es realmente la voluntad de Dios sobre mi vida.
Fernando Camacho
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Por lo que nos relata hoy Lucas, parece que Jesús ha ido reuniendo a un grupo de mujeres en torno a sí, pues "por el camino entró en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa".
Marta (y su hermana María) aparecen en 3 relatos distintos del evangelio, y en los 3 las descripciones de sus temperamentos coinciden: Marta es la activa, y María es la contemplativa. Lucas cuenta una comida muy sencilla que Jesús compartió con ellas (Lc 10, 38-42), Juan cuenta la pena que estaban pasando por la muerte de su hermano Lázaro (Jn 11, 1-44), y más adelante relata la unción perfumada que hizo María, una semana antes de la pasión (Jn 12, 1-8).
De modo que Jesús tenía unas amigas, y en su casa debía entrar muy a menudo, sobre todo en la última semana de su vida, a cuya casa regresaba cada tarde de la semana de pasión (Mt 21,17; 26,6; Mc 11,11; Jn 11,1-18; 12,1; Lc 19,29).
Todos los relatos que hablan de Marta y María subrayan la complementariedad de los 2 temperamentos. En el relato de hoy, Marta se ocupa de los preparativos de la comida, mientras María se ocupa de atender personalmente al invitado, asegurando así ambas una hospitalidad lo más amable posible.
Pero hay más, porque "María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra". ¡Admirable y muy gráfica escena para ser contemplada detenidamente! Jesús habla, pero ¿qué dice? ¿O de quién está hablando? ¿Y cuál es el tono de su voz? ¿Está repitiendo la parábola del buen samaritano, u otra de las suyas? ¿O les está insinuando confidencialmente su muerte y su resurrección? Esto haría más verosímil el hecho que María comprendiera, mejor que otros, el misterio de la unción previa a la sepultura de Jesús, y el misterior de la resurrección (Lc 14,8; 16,1).
María está "sentada a los pies de Jesús", que para Lucas es la posición del discípulo (Lc 8,35; Hch 22,3). Las posiciones corporales no son indiferentes, sino que tienen una significación simbólica, y además facilitan (o estorban) tal o cual tipo de oración. La posición sentado facilita el escuchar, y es la actitud que la Iglesia recomienda para los momentos de la meditación eucarística, del mismo modo que la Iglesia recomienda estar de pie cuando se trata de expresar colectivamente la acción de gracias eucarística. En todo caso, "María, sentada, escuchaba".
Marta estaba atareada en muchos quehaceres, y acercándose dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile pues que me ayude". Marta es útil, y su servicio es indispensable si lo que estaba haciendo lo hacía por amor (pues "me disteis de comer, me disteis de beber; venid, pues, benditos de mi Padre"; Mt 25, 34-35). Te ofrezco, Señor, las múltiples tareas domésticas hechas con amor, de innumerables mujeres de todo el mundo. Ayúdanos a reconocer su grandeza.
Jesús le respondió: "Marta, Marta, te afanas y preocupas por muchas cosas. Pero hay necesidad de una sola". El Mesías de los pobres no necesita una mesa abundante y suculenta, sino lo justo y necesario para vivir. Y respecto al tema de la preocupación e inquietud, Jesús lo repitió a menudo: "No os agobiéis" (Lc 12,22-31; 8,14; 21,34).
"María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada". Sí, la palabra de Jesús va por delante de cualquier preocupación de orden temporal. E incluso un cuidado extremoso de los asuntos de la tierra podría desviarnos de lo esencial. No se trata de oponer acción a contemplación, pero la contemplación no puede ser ociosa, ni la acción puede ser agitada. Dichosos los que unen ambas cosas, "los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 8, 21).
Noel Quesson
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Hoy, como cada día, puedes aprender del evangelio. Jesús, invitado en el hogar de Betania, nos da una lección de humanidad: él, que quería a la gente, se deja querer, porque las 2 cosas son importantes. Rechazar las muestras de afecto, de Dios y de los demás, sería un grave error, de consecuencias nefastas para la santidad.
¿Marta o María? Pero ¿por qué enfrentar a quienes tanto se querían, y querían tanto a Dios? Jesús amaba a Marta y María, y a su hermano Lázaro, y nos ama a cada uno de nosotros.
En el camino de la santidad no hay 2 almas iguales. Todos procuramos amar a Dios, pero con estilo y personalidad propios, sin imitar a nadie. Nuestro modelo está en Cristo y la Virgen. ¿Te molesta la manera de tratar a Dios de otros? Intenta aprender de su piedad personal.
"Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude" (v.40). Servir a los demás, por amor a Dios, es un honor, no una carga. ¿Servimos con alegría, como la Virgen a su prima Isabel o en las bodas de Caná, o como Jesús, en el lavatorio de los pies en la Ultima Cena?
"Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola" (vv.41-42). No perdamos la paz, ni el buen humor. Y para eso, cuidemos la presencia de Dios. Como decía San José Mª Escrivá: "Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir. O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca". María "ha elegido la mejor parte, que no le será quitada" (v.42). Dios nos quiere felices.
Josep Ribot
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Yendo Jesús de camino, pasó por un pueblo. Parece que Jesús siempre va de paso, pero siempre va por algo, siempre nos enseña algo. En ese pueblo una mujer llamada Marta lo acoge en su casa. Mientras ella trajina para atender lo mejor posible a aquel huésped tan ilustre, una hermana suya, llamada María, se coloca a los pies de Cristo para escucharle. Marta se impacienta y le reclama a Cristo la tranquilidad de su hermana. Cristo aprovecha aquella situación para decirle a Marta con enorme cariño que en la vida realmente sólo hay una cosa importante y que María ha elegido lo mejor.
La confianza que trasmite esta escena indica que la amistad de Cristo con aquellas hermanas era total. El Señor debió pasar muchos momentos con aquellos hermanos. Después nos contará el evangelio que realizará con Lázaro uno de los milagros más grandes de los que realizó. En esta escena podemos descubrir cómo la vida humana tiene un sentido y cuál es realmente ese sentido.
¿Cuál es el sentido de la vida humana? Es ésta una pregunta que todos nos hacemos cuando vemos que no podemos lograr todo lo que queremos, cuando vemos que muere una persona en el inicio mismo de su vida, cuando contemplamos el sufrimiento de tantos seres humanos por culpa del egoísmo de los hombres, cuando vemos la desesperación de tantas personas ante el sufrimiento propio o de un ser querido. Y la realidad es que no podemos aceptar que todo se reduzca a nacer, vivir si es que se puede llamar vivir a muchas vidas, para terminar en la nada. El ser humano debe tener un fin más allá de las cosas que hace o que ve.
Marta representa para nosotros una forma de vivir, la cual recibió un toque de atención de Jesús: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola". Impresiona el cariño de Jesús por aquella mujer que se desvivía por atenderle y procurarle bienestar. El hecho de repetir dos veces su nombre es señal de cariño, de ternura y de reconocimiento a su labor. Pero Jesús quiere prevenirla contra un gran escollo de la vida: el vivir sin más, el irse tragando los días sin ver en el horizonte, el hacer muchas cosas, pero no preocuparse de lo más importante.
Marta es el símbolo de una humanidad que ha dado prioridad al hacer o al tener sobre el ser, a la eficacia sobre lo importante, a la inmanencia sobre la trascendencia. Marta somos cada uno de nosotros cuando en el día al día decimos: No tengo tiempo para rezar, no tengo tiempo para formarme, no tengo tiempo para pensar, no tengo tiempo para Dios. Basta asomarse a la calle y a las casas para ver cuánto se hace, cómo se corre, cómo se vive. Pareciera que estamos construyendo la ciudad terrena o que hubiera que terminar cada día algo que mañana hay que volver a empezar.
El consejo de Cristo de hoy a Marta está lleno de afecto, de afecto del bueno. La invita a tomarse la vida de otra forma, a respirar, a vivir serenamente, a preocuparse más de las cosas del espíritu. Ahí va a encontrar la paz y la tranquilidad. Le enseña a construir el presente mirando a la eternidad, pues así aprenderá el verdadero valor de las cosas. Sin duda, Marta aprendió aquella lección y, sin dejar de ser la mujer activa y dinámica que era, en adelante su corazón se aficionó más a lo verdaderamente importante. Marta, por medio de Cristo, había comprendido que la vida tiene un sentido, que el fin del hombre está por encima de las cosas cotidianas.
Juan José Ferrán
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En una ocasión Jesús estaba hospedado en casa de unos amigos. Eran 3 hermanos: Lázaro, Marta y María. Marta era una de esas mujeres muy activas, que no pueden estar quietas, y andaba ocupada en preparar al Señor una buena comida, un buen hospedaje. Mientras su hermana estaba tranquilamente platicando con él fuera de casa.
En un momento Marta se enoja y sale fuera a decirle a Jesús: "¿Te da lo mismo que mi hermana esté sentada ahí fuera tranquilamente, mientras yo estoy aquí con todo el trabajo de la casa?".
El Señor le respondió: "Marta, te preocupas de demasiadas cosas; hay una sola cosa necesaria, y tu hermana ha escogido la mejor parte". Lo cual era como decirle: Cuando yo vengo a su casa, me da mucho gusto que traten de darme una buena acogida; pero hay una cosa que me importa mucho más, y es que tú y tu hermana y toda la gente escuchen el mensaje de salvación que he traído a la humanidad.
Quisiera reflexionar sobre esas palabras: "Lo único necesario". ¿Qué es lo único necesario en la vida de todos los hombres? Lo único necesario, según él, es nuestra salvación. Y a este respecto hay que decir, antes que nada, que Dios quiere salvarnos a todos absolutamente. Cuando él dio su vida en una cruz, no excluyó ni al hombre más perverso, ni a la mujer más malvada; todos estaban incluidos en la lista de los que se podían salvar.
¿Pero es posible que alguien se desinterese de su salvación? ¿Crees que a alguien no le importe salvarse? Bien, a Dios hay que hablarle no tanto con palabras, cuanto con obras; porque él mismo decía "no todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos". Por lo tanto, mi vida, mis hechos, mis obras le tienen que decir a Dios de una manera muy clara, inequívoca: "Quiero salvarme". Es decir, conseguir una felicidad eterna (el cielo), y librarme de la desdicha eterna (el infierno).
Mariano de Blas
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En su camino hacia Jerusalén, Jesús se hospeda en una casa amiga: la de Marta y María. Jesús sabe tomarse un descanso y es capaz de amistad. Las 2 son seguramente las mismas de las que habla Juan (Jn 11), las hermanas de Lázaro, a quien Jesús resucitó.
La breve escena es muy familiar. Marta y María tienen carácter muy diferente. Una, buena ama de casa, se esmera en atender a las cosas materiales. Y la otra se sienta a los pies de Jesús, en actitud de discípula, y le escucha atentamente.
Ante la queja de Marta, Jesús, amablemente, le recuerda que "sólo una cosa es necesaria" y que María "ha escogido la parte mejor", porque aprovecha la ocasión de que tienen al Maestro en casa y le escucha.
A veces, Jesús recomienda claramente la caridad, el servicio a los demás, como ayer, con la parábola del samaritano. Otras, como hoy, destaca la actitud de fe y de escucha. A los 12 apóstoles, y luego a los 72 discípulos, les había recomendado que no tuvieran demasiadas preocupaciones materiales, sino que se centraran en lo esencial, la predicación del Reino. Otras veces nos dice que busquemos el reino de Dios, que todo lo demás se nos dará por añadidura.
Cuando quiso enseñarnos quiénes eran ahora su madre y sus hermanos, recordamos lo que dijo: "Los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica".
Lo cual quiere decir que no pueden ser opuestas las dos actitudes: la de la caridad detallista y la de la oración y la escucha. Sino complementarias. Hemos de ser hospitalarios, pero también discípulos. Con tiempo para los demás, pero también para nosotros mismos y para Dios. Y al revés: con oración, pero también con acción y entrega concreta.
Cada cristiano debe saber conjugar las dos dimensiones: la oración y el trabajo servicial. ¿Cuál es el aspecto que yo descuido? ¿Me refugio tal vez en la meditación y luego no doy golpe? ¿O me dedico a un activismo ansioso y descuido los momentos de oración? ¿Soy sólo Marta? ¿Y sólo María? ¿No debería unir las dos cosas?
El mismo Jesús, cuyo horario de trabajo difícilmente igualaremos, buscaba momentos de oración personal (además de la comunitaria, en el templo o en la sinagoga) para orar a su Padre, dejando por unas horas su dedicación explícita a los enfermos o a los discípulos.
Nuestro trabajo no puede ser bueno si no tiene raíces, si no estamos en contacto con Dios, si no se basa en la escucha de su Palabra. Jesús no desautoriza el amor de Marta, pero sí le da una lección de que no tiene que vivir en excesivo ajetreo: debe encontrar tiempo para la escucha de la fe y la oración.
José Aldazábal
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Permitidme formular hoy una pregunta incómoda en relación con el evangelio que narra el encuentro de Jesús con sus amigas Marta y María: ¿Podemos estar hoy tranquilamente sentados "a los pies del Señor", escuchando su palabra, cuando es necesario echar una mano en los mil servicios que se requieren?
No es fácil responder a esta pregunta en el seno de una cultura que está convencida de que "hay que hacer muchas cosas para cambiar este mundo". Y que no sabe/no contesta cuando Jesús nos dice que "sólo una cosa es necesaria". Muchos hombres y mujeres descubren esta verdad en el momento de su muerte.
Es como si, al final del camino, con la perspectiva de toda su existencia delante de los ojos, percibieran de golpe lo que merece la pena y lo que es puro relleno. Algunos, por revelación, descubren esto mucho antes y tratan de conducirse de un modo nuevo, dando valor al estar "a los pies del Señor" (tanto en su vertiente contemplativa, como en su vertiente activa). ¿Quién nos va a ayudar a descubrir el poder transformador de una vida planteada de este modo?
Gonzalo Fernández
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Dentro de todo hombre de fe en Cristo conviven las actitudes de las 2 hermanas de Lázaro, Marta y María: la contemplación y el servicio. Es bueno dedicarnos a procurar el bien de los demás; es bueno sentarse a los pies de Jesús para deleitarnos escuchando su palabra. Sin embargo ninguna de estas actitudes debe anidar en el corazón del creyente excluyéndose mutuamente.
Es bueno meditar su Palabra; pero mientras esto no nos lleve al servicio del prójimo no estamos viviendo a profundidad nuestra fe. Es bueno servir a nuestro prójimo, pero mientras esto no nos lleve a unirnos al Señor en la intimidad de la oración y de la escucha fiel de su Palabra nos quedaremos en una filantropía que no llega a convertirse en un acto de fe pleno. Por eso aprendamos a estar a los pies de Jesús, pero aprendamos también a poner en movimiento nuestros pies para anunciar el nombre del Señor no sólo con los labios, sino también con nuestro servicio amoroso.
El Señor nos ha convocado en torno a esta mesa de Betania para que seamos instruidos por él. Ciertamente la oración no puede concretarse únicamente a un desgranar oraciones aprendidas de memoria. Orar, dice Santa Teresa de Jesús, es hablar de amor con quien sabemos nos ama. Y hablar de amor es todo un compromiso, pues no sólo contamos nuestra historia, también escuchamos al Amado y, ante él, tenemos la disposición de quien le dice: "Habla, Señor, tu siervo escucha". Y siervos porque estamos dispuestos a escuchar lo que él quiera decirnos.
José A. Martínez
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Hoy tengo que terminar el trabajo de trigonometría, ir de compras con mi madre, ver mi programa favorito, más tarde salir con mi novia y poner la música a todo volumen... Nos preocupamos por muchas cosas, nos quejamos de que hay poco tiempo para aquello que nos gusta, pero no nos damos cuenta de que solo una cosa es necesaria, escuchar al Señor en nuestro interior.
El evangelio de hoy nos presenta a una mujer atareada con los quehaceres de la casa, metida en muchos problemas, sin importarle quién está dentro de ella. Se pierde la dicha de vivir unos momentos increíbles al lado del Maestro de las gentes, pero no se da cuenta de la importancia que tiene el escuchar.
Cristo nos pone en guardia ante el mucho hacer y el poco meditar. Es necesario vivir más de cerca del evangelio. Con ello podemos ser hombres contemplativos y en el campo del apostolado hacer más y mejor, porque se cuenta con el apoyo de Cristo mismo.
Juan Pablo Menéndez
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Jesús visitaba con frecuencia la casa de sus amigos de Betania, Lázaro, Marta y María; se sentía bien en aquel hogar rodeado de amigos. Durante mucho tiempo se ha considerado a Marta como figura e imagen de la vida activa, puesto que era ella quien le servía, mientras que María ha sido el símbolo de la contemplativa, porque sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras.
Sin embargo, para la mayoría de los cristianos que han de santificarse en medio de las tareas seculares, no pueden considerarse como dos modos contrapuestos de vivir el cristianismo. El trabajo, el estudio, los problemas que se presentan en una vida normal, lejos de ser obstáculos, han de ser medio y ocasión de un trato afectuoso con nuestro Señor, todas nuestras actividades han de alimentar nuestra conversación diaria con él. A la vez, la oración ha de enriquecer todas las circunstancias por las que hemos de pasar.
Jesús le dice a Marta que sólo una cosa es necesaria en esta vida: el amor a Dios, la santidad personal. Cuando Cristo es el objetivo de nuestra vida las veinticuatro horas del día, trabajamos más y mejor. Éste es el hilo fuerte (como en un collar de perlas finas) que une todas las obras del día; así evitamos la doble vida; una para Dios y otra dedicada a las tareas en medio del mundo.
No podemos tener 2 vidas paralelas, la espiritual y la secular; a Jesús lo tenemos muy cerca de nosotros, como Marta y María lo tuvieron. Nos acompaña en el hogar, en la oficina, en la calle, en la diversión. No dejemos de referir a él todo lo que sucede a lo largo de nuestra jornada.
Sólo una cosa es necesaria: la amistad creciente con el Señor. El mayor bien que podemos prestar a la familia, al trabajo, a la sociedad, es el cuidado de los medios que nos unen al Señor. El mayor mal, el descuido de estos medios por desorden, por tibieza, incluso por una aparente eficacia mayor en otras actividades que pueden aparecer como más urgentes o importantes.
Cuando vemos que la multiplicidad de quehaceres tiende a ahogar el tiempo que dedicamos especialmente al Señor, basta que recordemos Sus palabras: una sola cosa es necesaria. No perdamos nunca de vista al Señor mientras procuramos llevar a cabo con perfección, acabadamente, nuestras tareas profesionales.
Francisco Fernández
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Parece que fue Orígenes quien introdujo en la Iglesia la famosa distinción entre los preceptos y los consejos evangélicos. Según ésta, los primeros obligan a los cristianos, mientras que los segundos (concretamente la pobreza, castidad y obediencia) ofrecen el modo de conseguir una perfección mayor dentro del cristianismo a los que los practiquen.
Tal distinción no concuerda demasiado con una interpretación seria del evangelio, pues monopoliza el radicalismo evangélico en provecho de una clase, la de los religiosos, de modo que la vía de los cristianos no religiosos resultaría menos perfecta, menos segura.
En el NT, sin embargo, no se habla de una clase de creyentes a quienes estén reservadas unas exigencias particulares que los conviertan en un grupo de perfectos. El evangelio va dirigido en su totalidad a todos los cristianos; lo que Jesús exigió de modo particular a sus discípulos, los evangelistas lo proponen como una exigencia siempre actual para todos. La distinción de Orígenes no tiene fundamento evangélico, por lo tanto.
Y si entre los creyentes se han hecho siempre dos grupos (unos considerados más perfectos y otros menos), también entre los religiosos, ya de suyo perfectos, se ha establecido una distinción entre los contemplativos (dedicados a la oración) y los activos (menos dedicados a la oración que a la acción). La perfección de los primeros excedería a la de los segundos, y nada más disparatado que esto.
A la base de esta última afirmación está la interpretación tradicional del texto del evangelio de hoy. Marta (se decía) representa a todos aquellos cristianos seglares que viven en el mundo; María es el prototipo de los religiosos dedicados a la vida contemplativa. María, sin duda, ha escogido la parte mejor, alejándose del mundo para dedicarse a Dios. La peor corresponde a todos los que tienen que andar distraídos, como Marta, con tanto trajín mundano.
Según esta interpretación, el evangelio sólo puede ser vivido en perfección dentro de los muros de un convento de clausura. Y quienes no estén en esa situación, la inmensa mayoría de los cristianos, son condenados a ser cristianos de a pie, segundones, clase de tropa. Pero en realidad no es así.
Lo que en este evangelio se contrapone no es la acción y la contemplación, sino más bien 2 modos de ser. El 1º es el de Marta, distraída con un activismo a ultranza, que le impide oír la palabra del Maestro, empeñada en que su hermana deje también de escucharlo. Y el 2º es el de María, que se ha hecho discípula de Jesús (se sentó a los pies de Jesús para escuchar sus palabras), camino seguro para poder hacer realidad "la única cosa necesaria: buscar el reino de Dios y su justicia".
Quien elige este objetivo, según Jesús, ha escogido "la parte mejor", pero no puede en modo alguno olvidar el servicio a los demás.
Gaspar Mora
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Jesús, las dos hermanas de hoy (Marta y María) representan 2 maneras no contrapuestas de vivir la vida cristiana. Marta está preocupada y atareada por el trabajo de la casa. Tú vienes acompañado de tus apóstoles y las santas mujeres, por lo que la visita debía suponer bastante actividad en la acomodación de todo el grupo. Marta trabaja con esfuerzo para servirte como te mereces. Pero no llega a todo, y le molesta que su hermana esté tan tranquila, sentada a tus pies.
María, escuchaba tu palabra. No quería perder aquella oportunidad: el Maestro había escogido su casa para pasar la noche; Dios estaba presente. Ante esta maravilla, María no se aparta ni un instante de ti, bebiendo cada frase, cada palabra, cada gesto de quien es el Amor de sus amores.
Marta se dedica con alma y cuerpo a servirte, Jesús, a través de su trabajo material. María también se dedica con alma y cuerpo a servirte, contemplando tu rostro y meditando tus palabras. Marta es la vida activa; María es la vida contemplativo. Ambas vidas son vidas de servicio y amor a ti, pero María ha escogido la mejor parte. Más que cualquier servicio material, quieres que sepa tenerte presente en mi vida: que te contemple, que medite tu palabra, que sea alma de oración. Pero escuchemos la explicación que dio al respecto San Agustín:
"Marta, en su empeño de aderezarle al Señor de comer, andaba ocupada en multitud de quehaceres. María, su hermana, prefirió le diese a ella de comer el Señor. Olvidóse, pues, en cierto modo, de su hermana, tan ajetreado por la complicación del servicio, y sentóse a los pies del Señor, donde, sin hacer nada, escuchaba su palabra. Con oído discretísimo había oído decir: Estaos quedos, y ved que yo soy el Señor. La otra se consumía, ésta comía; la otra disponía muchas cosas, ésta sólo miraba una sola" (San Agustín, Homilías, CIII).
Para acercarse al Señor a través de las páginas del evangelio, recomiendo siempre que os esforcéis por meteros de tal modo en la escena, que participéis como un personaje más. Así os ensimismaréis como María, pendiente de las palabras de Jesús o, como Marta, os atreveréis a manifestarle sinceramente vuestras inquietudes hasta las más pequeñas.
Jesús, no es que estés en contra del trabajo de Marta. En el fondo, el cuidado de la casa fue el trabajo diario de tu madre, la llena de gracia (Lc 1, 28), la persona más unida a ti. Pero la Virgen no perdía la presencia Dios, la contemplación, la oración, cuando trabajaba. Y por ello, en medio de las actividades normales de la vida doméstica, tu madre también había escogido la mejor parte.
Jesús, quieres dejarme claro con la escena de hoy que una sola cosa es necesaria: la vida de oración. Por eso es tan importante que sepa convertir (como la Virgen María) mi trabajo en oración. No es suficiente con hacer muchas cosas, ni cuenta más el trabajo de mayor categoría humana. A tus ojos, vale más el trabajo hecho con mayor amor, el trabajo hecho en presencia de Dios, realizado con la mayor perfección posible y con espíritu de servicio.
Jesús, si sólo una cosa es necesaria, y esta cosa es la oración, tendré que rezar más, e intentar tenerte presente durante todo el día. Y para ello, necesito retirarme algunos minutos cada jornada, sentarme a tus pies como María, la hermana de Marta, y escuchar tus palabras, a través de las páginas del evangelio, participando en esas escenas como un personaje más.
Pablo Cardona
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Las 2 mujeres de hoy nos presentan 2 modelos de seguimiento de Jesús diferentes, que siguen estando vigentes aún hoy después de 2.000 años de cristianismo. El relato nos dice que en su camino Jesús entró en una aldea que, a diferencia de las 2 mujeres, no lleva nombre.
Marta es un personaje representativo en el evangelio de Lucas. Representa a los israelitas observantes, los que son fieles a la ley y a la tradición, los que no tratan de dar un paso de libertad para entrar en la aventura del Reino. Ella es símbolo de la sociedad que se encuentra embrollada en la organización jerárquica, en la fidelidad a las tradiciones, en hacer que todo camine como siempre ha marchado. Representa a los hombres y mujeres, laicos, religiosos y clérigos que han dejado morir las iniciativas de vida por ser fieles a la institución más que al Reino.
Por su parte, María es símbolo de la nueva forma de ser persona, de la nueva sociedad que ha permitido que el Reino con toda su fuerza irrumpa para que la vida sea abundante. Por eso, María "ha escogido la mejor parte". Ha escogido los valores del Reino y ha comenzado a caminar por él. El Reino le traerá inseguridades, pero no importa, pues para ella lo importante es que se liberó de una tradición que la tenía atenazada y ha encontrado en Jesús y en su propuesta razones para vivir, para ser feliz y para hacer felices a los demás.
Tenemos que preguntarnos como cristianos si somos como Marta o como María. Ser como Marta, es quedarnos anclados en el pasado, sin renovación. Vivir como María es vivir la herencia del Reino con alegría y espontaneidad, y reconocer que toda institución es una mediación histórica (incluso la Iglesia) y que lo único absoluto es el reino de Dios.
Severiano Blanco
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Aunque el evangelio de hoy nos refiere a María la hermana de Lázaro, las palabras de Jesús se aplican perfectamente a María, su santísima madre. Son muchísimos los pasajes en los que Jesús, de manera especial en el evangelio de Lucas, nos presentan a la Madre de Jesús como "la que escucha y obedece la palabra de Dios".
Este pasaje ha sido utilizado constantemente en la Iglesias para ilustrar las 2 grandes vocaciones de la Iglesias: la vida contemplativa (María) y la vida activa (Marta). Las 2 sirven a Jesús de diferente manera. Lo bello en María de Nazaret es que ella resume estas 2 vocaciones y con ello nos invita a imitarla.
El cristiano debe ser un contemplativo en la acción. ¿Por qué no te tomas unos pocos minutos de tu agitado día para elevar tu corazón a Dios, y darte cuenta de toda la belleza que él ha puesto a tu alrededor?
Ernesto Caro
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Hay muchas cosas que nos inquietan en la vida. Y no sólo a nivel personal, sino también social. Encontramos a muchos que han sido apaleados y dejados medio muertos; y nos detenemos ante sus diversos males para tratar de remediarlos, pues no es justo pasar de largo ante ellos. ¡Y cómo quisiéramos que muchos que se contentan con pasarse la vida a los pies de Jesús se hicieran solidarios de nuestros trabajos a favor de los demás para remediar sus males, y a favor de la justicia ante quienes han sido víctimas de los malvados!
El Señor nos quiere como discípulos suyos no sólo escuchando su Palabra, sino poniéndola en práctica cuando vivimos cercanos a los demás y tratamos de ser para ellos un signo del amor misericordioso de Dios. Por eso le hemos de pedir a Dios que nos ayude para que no nos quedemos en una religión de prácticas religiosas, sino que demos el paso a una fe que nos identifique con Cristo en su entrega por nosotros. Que él nos ayude a vivir nuestra fe de un modo totalmente comprometido. El Señor nos invita a no separar acción de oración, ni oración de acción.
Dominicos de Madrid
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Marta piensa acertadamente cuando concibe el servicio como tarea esencial de la vida cristiana. Sin embargo, opera una reducción equivocada en la manera de concebirlo. En su caso el servicio se concibe como el resultado de una suma de acciones encaminadas a responder a necesidades inmediatas que suscitan los deberes de la hospitalidad.
María, por el contrario, en su aparente falta de colaboración a las tareas de su hermana, ha podido captar el sentido más profundo del servicio cristiano. La comparación entre las dos hermanas tiende a resaltar para la comunidad el valor de la actitud de María.
Por ello la afirmación de Jesús ("una sola cosa es necesaria") nos conduce a lo fundamental de la enseñanza de este episodio. La "sola cosa " a la que se alude es, indudablemente, escuchar a Jesús. Esto debe ser considerado y valorado por encima de toda preocupación y de toda tarea por urgente que ésta pueda parecer.
De esta forma la escucha de la propuesta de Jesús, de "su palabra" se convierte en la única tarea necesaria en orden a realizar una auténtica comunión con él. Para ello se exige al discípulo que sea capaz de establecer una jerarquización de actividades de forma que en su vida resalte la centralidad de esa audición de la Palabra que le propone el sentido del querer de Dios para su vida.
En el mundo de la producción y de la eficacia en que vivimos, la actitud de María se convierte en piedra de toque para la valoración de las múltiples actividades en que nos encontramos implicados.
Confederación Internacional Claretiana
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"Una sola cosa es necesaria", le dice hoy Jesús a su amiga Marta. La práctica de Jesús no se caracterizó por el activismo ni por las obras espectaculares y costosas. Su labor se concentró en formar un hogar, transformar la mentalidad de las personas, celebrar los signos del Reino, rescatar a los marginados y dar a la mujer y al hombre un lugar en la comunidad humana. Todo lo hizo con los más modestos medios, como predicador itinerante.
Al final de su vida lo único que tuvo fue la lejana compañía de alguna de sus discípulas y la soledad de la cruz. Allí enfrentó solo el destino, el ideal, por el cual luchó y murió. Sin embargo, su obra continuó en la historia gracias a que su Espíritu animó a sus seguidores y amigos a persistir en la obra que él había empezado y a insistir en su estilo de vida.
En el pasaje del evangelio de hoy se nos hace una llamada a no creer que nuestra labor como discípulos del Señor consiste en un activismo desmedido. O peor aún, que nuestra tarea es andar urgiendo a los demás para que se conviertan en activistas frenéticos. El evangelio, por el contrario, nos invita para que crezcamos en el silencio, formándonos como oyentes y servidores de la palabra de Dios. Atentos al tráfago de la vida cotidiana pero concentrados en lo que el Maestro nos propone.
Nuestra vida como animadores de la comunidad eclesial pasa primero por un discipulado "a los pies del Señor". Pues nuestra acción en el mundo no es únicamente un conjunto de actividades a favor de un ideal, sino una forma de hacer crecer la presencia de Dios entre los humanos. Y para esto necesitamos de la palabra del Maestro, que nos guíe en cada momento por el camino adecuado.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Act:
07/10/25
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R C A B A
M U R C I A