19 de Agosto

Martes XX Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 19 agosto 2025

Mt 19, 23-30

         Escuchamos hoy cómo Jesús dijo a sus discípulos: "Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. Lo repito: Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios" (vv.23-24).

         "Entrar en el Reino" equivale a seguir a Jesús (v.21). El Reino designa la comunidad mesiánica o Iglesia de Jesús (Mt 16, 18), que ya desde esta tierra tiene a Dios por rey (Mt 5,3; 19,14). Con la hipérbole del camello y la aguja Jesús afirma categóricamente la práctica imposibilidad de que los ricos renuncien a la riqueza para hacerse discípulos.

         Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente impresionados y decían: "En tal caso, ¿quién puede subsistir?". Subsistir (sothenai, lit. escapar; Mt 9, 21), en el sentido de poner la vida física a salvo, está aquí escapando del peligro de la miseria (Mt 16, 22).

         Al anunciar Jesús que no habrá ricos en el grupo, los discípulos temen por el sustento; dado el peligro de que se trata, sothenai equivale a sobrevivir. La seguridad del grupo no está en los recursos materiales, sino en Dios (v.26), como ya se ha dicho al rico (v.21).

         La traducción salvarse suscitaría inmediatamente la idea de salvación final, creando una contradicción en el texto. Para conseguir la vida eterna (lit. salvación final) bastaba el código ético del AT (vv.17-19). Lo que ofrece Jesús al joven no es el modo de alcanzar la vida eterna, sino cómo entrar en su grupo ("sígueme"), donde, además de conseguir la vida (v.29), participará en la construcción de la nueva comunidad humana llamada "reino de Dios" (v.21); para esta tarea, las condiciones son diferentes (v.21).

         Jesús resuelve la dificultad de los discípulos: del lado de los hombres, la única manera de subsistir es la riqueza, que crea en otros las condiciones de miseria; del lado de Dios, al contrario, que provee con su solicitud a los que han hecho la opción por la pobreza ("tienen a Dios por rey"; Mt 5,3) nunca se pasará necesidad.

         Los discípulos no han asimilado la instrucción de Jesús (Mt 6, 19-34); tampoco recuerdan las señales de los panes, donde precisamente el compartir, que se opone al reservarse los bienes para sí (riqueza), fue el origen de la abundancia.

         Pedro no se deja convencer. Su pregunta es casi un desafío a Jesús. Espera que éste concrete la seguridad que ha dado. Puesto que los discípulos han cumplido las condiciones puestas al rico, quiere saber qué porvenir les espera.

         La respuesta de Jesús es solemne ("os aseguro"). El "mundo nuevo" significa la nueva edad del mundo, la definitiva. Puede preguntarse si la expresión de Jesús se refiere al fin de la historia o a la época que comienza con su muerte y resurrección. "Sentarse en su trono de gloria" está en paralelo con Mt 25,31, pero alude más bien a Mt 26,64, pues aquí no se habla de «venida» previa, como en Mt 25,31.

         Se trata, pues, de la época histórica que sigue a su muerte-resurrección, a partir de la cual el mundo nuevo es una realidad en medio del mundo viejo. Desde entonces, el Israel mesiánico (los 12 discípulos; Mt 10,1) juzgará al antiguo Israel; es decir, la realidad del seguimiento de Jesús y la existencia del pueblo definitivo serán la norma por la que el antiguo Israel, que rechaza al Mesías, quedará juzgado y condenado. Durante ese período, la renuncia a las propias posesiones no desembocará en la miseria, sino en una abundancia centuplicada.

         Sin embargo, esta última promesa no se refiere a los Doce (al Israel mesiánico) como grupo; Jesús pasa a la tercera persona, al terreno individual: su realización depende para cada uno de la realidad de su renuncia. El término será también la vida eterna, que no será obtenida (v.16), sino heredada, como corresponde a los que son hijos del Padre y tienen derecho a ella.

         Mateo omite la precisión de Marcos "en esta vida", pues está supuesta por la mención del "mundo nuevo". Confirma con su promesa la supresión de los efectos negativos (miseria) que amenazan a quien opta por la pobreza (Mt 5, 3). Pero esto no se hará, como en el AT (Sal 37, 11), por tener cada uno su patrimonio individual, sino teniendo todos uno común ("cien veces más") del que todos participan. Corresponde esta promesa a la de las bienaventuranzas, porque "ésos poseerán la tierra" (Mt 5, 5).

Juan Mateos

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         Una vez el joven ha salido de la escena, sigue el diálogo entre Jesús y los discípulos. El fracaso que acaban de ver es un hecho de vida que invita a reflexionar y a juzgarlo a la luz del reino de Dios. Jesús no hace un juicio temerario sobre el caso concreto del joven rico. La situación vivida es solamente una buena ocasión pedagógica para reafirmar una de las características del autentico discípulo: la incompatibilidad entre el servicio a la riqueza y el reino de Dios.

         El tema de la pobreza es el contenido del texto de hoy, en el cual encontramos varias sentencias de Jesús a este respecto.

         "Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios". La imagen de la aguja de coser utilizada por Jesús expresa y designa el sentido de una cosa absolutamente imposible. Jesús se refiere a los ricos de esta manera y a su imposibilidad de entrar en el Reino, no por ser ricos, sino porque quien posee bienes en afectuosa propiedad tiene poseído por ellos el corazón, que según el evangelio, tiene que estar disponible del todo sólo para Dios.

         Los discípulos preguntan: "Entonces, ¿quién se puede salvar?". Este interrogante de los discípulos es un procedimiento pedagógico para afirmar que la salvación es imposible, o sumamente difícil, para una clase de hombres concretos, para aquellos que han puesto la riqueza como su único dios, porque la salvación esta condicionada sólo por criterios evangélicos o por la gracia de Dios.

         La última parte del texto (vv.27-30) nos habla de la recompensa que recibirán los que lo dejaron todo para seguir a Jesús. Esta última parte no tiene otra finalidad que la de servir de apoyo a las promesas de Jesús para sus discípulos que renunciaron a sus bienes. Las renuncias son 7, quizás intencionalmente, como expresión del todo. La motivación de la renuncia es el nombre de Jesús. Por eso, el premio tiene 2 fases: una "ahora, en este tiempo", y otra "en el mundo que ha de venir".

Fernando Camacho

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         El texto de hoy es continuación de la retirada del rico de ayer, y nos muestra el peligro de las riquezas y este tema es ilustrado con una comparación que suena casi absurda (algunos comentaristas piensan que, en el v. 24, hay que leer soga en vez de camello). Las riquezas son una acechanza. Ya en el AT se dice que es un prodigio hallar un rico intachable (Ecl 31, 1-11), y que lo deseable es una medianía entre pobreza y riqueza (Pr 30, 8). Jesús afirma aquí que el rico tiene un obstáculo grave para entrar en el reino de Dios.

         Los discípulos expresan su admiración y extrañeza. Pero Jesús insiste en que el Reino exige una entrega total (Mt 13, 44). Los discípulos se asombran ante las palabras de Jesús. Su pregunta ("¿quién podrá salvarse?") expresa algo del mismo desconcierto experimentado por el rico. Si quien ha guardado los mandamientos no puede entrar en el reino, entonces ¿quién podrá?

         Fijando en ellos la mirada, Jesús contesta que la salvación sólo es posible con Dios. Para los seres humanos es imposible ganarse el acceso al reino.

         Ante la cuestión planteada por Pedro Jesús ofrece los tronos para juzgar a las 12 tribus de Israel. Este lenguaje figurado procede del profeta Daniel (Dn 7, 9-14). Allí se habla de tronos y del hijo del hombre. Aquí Jesús afirma su calidad de Hijo del hombre (en el que se destacaba siempre el aspecto judicial de esta figura misteriosa) y los discípulos, a los que ha sido dado a conocer el misterio del reino (Mt 13, 11), se hallan íntimamente asociados a Jesús.

         Las 12 tribus de Israel era una designación arcaica en la época de Jesús. Hacía siglos que habían desaparecido como tales tribus y se conservaba la expresión para designar al pueblo como tal. Pero la expresión fue utilizada también para designar al nuevo pueblo de Dios (Ap 7, 4-8).El premio que ofrece Jesús a sus discípulos parece condicionado, en la expresión de Jesús, por el momento en el que va a tener lugar.

         Este momento es el de la regeneración. La palabra regeneración (palingenesia), solamente aparece aquí y en San Pablo (Tit 3, 5), en todo el NT. En el texto de la carta a Tito se refiere al bautismo. En nuestro texto hace también referencia a la última intervención de Dios en la historia, pero ésta ha tenido ya lugar al enviar a su Hijo. Aunque la frase pudiera orientarnos a pensar en el juicio final, no se trata de eso. La regeneración indica la nueva vida surgida en el ser humano nuevo con motivo de la acción de Dios.

         La sección termina con una seria amonestación: en el reino de Dios nadie tiene asegurado definitivamente el puesto, los primeros pueden ser últimos y los últimos primeros.

Emiliana Lohr

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         Este pasaje desarrolla dos temas: el peligro de las riquezas (vv.23-26) y la recompensa de quienes se despegan de ella (vv.27-30). El encuentro de este hombre rico con Jesús y la retirada de aquel ante las exigencias del discipulado cristiano, ofrecen las circunstancias propicias para que el Maestro se pronuncie sobre el tema de las riquezas. Jesús utiliza el humor para exponer su pensamiento (vv.23-24). Tenemos el célebre proverbio del camello y la aguja; una comparación casi absurda.

         El proverbio, como tal, habla no de dificultad sino de imposibilidad. Un camello cargado encontraría bastante dificultad en entrar por la puerta de la ciudad (el "ojo de la aguja" era el nombre de una puerta estrecha que daba acceso a la ciudad). La enseñanza que llega hasta nosotros y nos invita a seguir: para entrar en el reino, hay que estar libre de las cargas de los tesoros terrenos. El ser humano, por sí mismo, se encuentra tan imposibilitado frente a la salvación como el camello que pretendiese pasar por el ojo de una aguja.

         Y si esto se dice expresamente del rico es porque él tiene medios en los que pudiera confiar. La única posibilidad frente al Reino nos la da el poder de Dios y su acción salvadora. Semejante libertad frente a las cosas puede ser únicamente don de Dios. Estamos en la misma línea de aquellos pasajes que hablan de la necesidad de un nuevo nacimiento (Mt 11,11; Jn 3,3) de la fe o la oración.

         La declaración de Pedro es el centro del pasaje. Como portavoz de los discípulos, señala que ellos han llevado a cabo lo que el rico se negó a hacer. La respuesta de Jesús no se hace esperar, garantizando el premio a la renuncia: doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Cuando Jesús se siente en el trono para realizar el juicio de Dios, participarán en ese juicio y dominio como los "santos del Altísimo" (Dn 7, 18.22.27). Así, los discípulos, participarán en el juicio de quienes rechazaron la buena noticia del reino.

         Aquí se nos enseña que el desapego de las riquezas es un medio eficaz para participar en la renovación mesiánica. Dios no se deja ganar en generosidad. La capacidad de renuncia es, al mismo tiempo, capacidad de recibir y de poseer. Dios promete la posesión del reino, de la tierra (Mt 5, 3), la vida eterna en Dios y con Dios. Esta promesa se amplía a todos aquellos que lo hayan abandonado todo por su causa y, en definitiva, a todos los creyentes.

         De este modo, los valores del mundo quedan al revés en el reino, donde los poderosos y ricos quedan sin fuerza y los débiles son levantados para convertirse en poderosos por ese acto de la bondad de Dios.

Gaspar Mora

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         Escuchamos hoy un extracto del discurso de Cristo sobre el uso de riquezas, construido según el esquema habitual: en primer lugar un breve relato (vv.16-22), después declaraciones de Jesús sobre el tema (vv.23-24), y tras ellas las preguntas planteadas por los discípulos (vv.25-39).

         Discursos de este género han debido de ser numerosos en las comunidades primitivas, bastante inquietas por la actitud a adoptar con respecto a los ricos. La importancia de este problema aparece sobre todo en la comunidad de Jerusalén, compuesta exclusivamente de pobres (Hch 4,34-5,11).

         Desde el v. 23, el discurso expresa una comprobación: los ricos encuentran muchas dificultades en vivir al ritmo de la Iglesia (al ritmo del Reino). El "ojo de la aguja" designa probablemente un lugar próximo a Jerusalén, de tal manera estrecho que las caravanas de camellos no podían franquearlo (v.24).

         Los discípulos se asombran tanto más de estas dificultades de los ricos para formar parte del reino de Dios (v.25), en cuanto que el AT había hecho muchas veces de la riqueza un signo de bendición divina y de participación en el Reino (Ecl 31, 8-11).

         Sin embargo, no por el hecho de que los ricos encuentren dificultades para entrar en la comunidad cristiana les está necesariamente prohibido entrar en el reino de Dios. Lo que aquí es imposible puede ser posible para Dios. El v. 26 relativiza en parte a la Iglesia terrestre con relación al Reino escatológico; aquella es ya el Reino y, sin embargo, no lo es todavía.

         Es cierto que determinadas comunidades primitivas eran demasiado particularistas, demasiado ligadas sociológicamente a la clase de los pobres (Lc 6, 20-24) para poder integrar a los ricos (Mt 5, 3). Pero no porque la Iglesia se revele, en determinado momento de su historia, incapaz de acoger una mentalidad o una cultura han de dejar estas de formar parte del reino escatológico: la pertenencia a este último depende de la gracia de Dios y no necesariamente de la pertenencia visible a la Iglesia.

         Ciertamente, la Iglesia es signo de salvación en el sentido de que toda la humanidad se salva por su mediación y su misión, pero esto no quiere decir que solo sea posible salvarse perteneciendo visiblemente a ella.

         La salvación sigue siendo gracia de Dios y rebosa la institución eclesial. El hecho de que haya, en un momento dado, desacuerdo entre una clase social (pobres o ricos) y la Iglesia no implica una incompatibilidad entre esta clase y la salvación.

         La intervención de Pedro (vv.27-30) hace discretamente alusión al episodio del joven rico (vv.16-22), al cual Jesús ha exigido una renuncia que le habría permitido acceder a la vida eterna. El joven ha rehusado mientras que sus compañeros han aceptado (v.27).

         ¿Cual será su recompensa? La respuesta de Cristo es doble. La 1ª parte, que se dirige solamente a los apóstoles (v.28), no se encuentra, más que en el evangelio de Mateo. La 2ª parte, por el contrario, es común a los 3 sinópticos, y concierne a todo aquel que practique la renuncia ("todo aquel que"; v.29): Todo aquel que abandona todo para seguir a Jesús (este seguimiento adquiere, en el contexto, el sentido de una última marcha de Cristo, yendo hacia la muerte) obtiene la vida eterna.

         Mateo suprime la mención de una bendición de Dios "en este mundo" (Mc 10, 30) y relaciona el céntuplo con la vida eterna. La vida de Cristo muerto y resucitado repercute así en la dualidad renuncia-vida eterna que da ritmo a la vida cristiana.

         Pero la renuncia de los apóstoles será recompensada de manera particular: se sentarán sobre los 12 tronos (que se alzarán a la entrada del Reino), y llevarán a cabo con el Mesías el juicio final, que permitirá o prohibirá el acceso a él (Is 3, 14).

         Esta concepción bastante arcaica del papel de los apóstoles está lejos de tener alguna relación con la que, más misionera, se hace hoy día del Colegio de los Apóstoles. Los apóstoles, además, han sido mucho tiempo víctimas de este concepción estrecha de su papel; querrán, por ejemplo, reconstruir su grupo después de la muerte de Judas (Hch 1) y quedarse en Jerusalén para esperar allí la llegada del Juez restaurador, más bien que ir al encuentro del mundo.

Maertens-Frisque

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         Una vez que se hubo marchado el joven rico, Jesús dijo a sus discípulos: "Os aseguro que con dificultad entrará un rico en el reino de Dios". Jesús está apenado.

         Propuso a un joven que lo siguiera, pero ¡este prefirió su bolsa! ¿Cómo podemos sentir tales preferencias? Entre tú, Señor, y el dinero, ¿cómo es posible preferir el dinero? Lo repito: "Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja, que no que entre un rico en el reino de Dios." Dura palabra, que no hay que suavizar, aun siendo una hipérbole típicamente oriental. Esta palabra quiere ciertamente, chocar, despertar, sacudir nuestras torpezas.

         Atención, porque esta no es una palabra aislada o accidental, sino que hasta 20 veces Jesús ha repetido cosas de este género. Para tener una idea equilibrada del pensamiento de Jesús sobre la riqueza es preciso recordar que:

-constantemente puso en guardia a los hombres contra el obstáculo que suponen las riquezas para el que quiere entrar en la vida;
-y sin embargo ha estimado y ha llamado a hombres ricos de rango social elevado, sin exigirles que abandonasen sus responsabilidades.

         La riqueza en sí no es mala, sino su origen (si esa riqueza ha sido adquirida injustamente), su uso (si esa riqueza es malgastada egoístamente sin tener en cuenta a los más pobres) y su riesgo (de no necesitar ya a Dios).

         Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente desorientados y decían: "¿Quién puede salvarse?". Jesús se los quedo mirando y les dijo: "Humanamente eso es imposible, pero para Dios todo es posible". La cosa es seria. Es grave. Va en ello la salvación eterna.

         Intervino entonces Pedro: "Nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido ¿qué nos va a tocar?". Después que el joven rico, apegado a sus bienes se marchó, una sombra de abatimiento planeó sobre el grupo. Pedro interviene, como para consolar al Maestro y le ofrece el homenaje de su fidelidad. "Nosotros te hemos seguido". Señor, da a tu Iglesia apóstoles como ellos, capaces de dejarlo todo y de seguirte.

         Para Jesús el apostolado no es una empresa, es una amistad. Y su pensamiento se dirige a menudo hacia ese día, hacia ese porvenir. Tú eres un hombre que está en tensión hacia el fin del mundo, hacia el fin del hombre. ¡Que venga, Señor, ese tiempo! ¡Ese mundo en el que todo será renovado y todo será hermoso! El porvenir que Jesús promete a los suyos, a los que le han seguido, es un porvenir alegre, es una abundancia de vida, una plenitud, es una expansión, un crecimiento divino.

Noel Quesson

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         Lo del camello que quiere pasar por el ojo de una aguja se ve que era un proverbio popular para indicar algo imposible. Lo mismo vendría a ser si se interpreta, como algunos quieren, no de un camello, sino de una maroma (en hebreo ambas palabras son parecidas).

         Lo que asusta a sus oyentes es que Jesús aplique este dicho a los ricos que quieren salvarse. Si uno está tan lleno de cosas que no necesita nada más, si se siente tan satisfecho de sí mismo, y no se puede desprender de su ansia de poseer y de la idolatría del dinero, ¿cómo puede aceptar como programa de vida el reino que Dios le propone?

         Las riquezas son buenas en sí, a no ser que se hayan acumulado injustamente. Pero lo que no es bueno es ser esclavo del dinero y no utilizarlo para lo que Dios quiere.

         El comentario de Jesús sigue a la breve escena de ayer la del joven que no se decidió a abandonar sus riquezas para seguir a Jesús. Por eso Pedro le replica que ellos lo han abandonada todo y le han seguido. Se ve en seguida que, ni por parte de Pedro ni de los demás, es muy gratuito este seguimiento: "¿Qué nos va a tocar?". Y Jesús les promete un premio cien veces mayor que lo que han dejado.

         Nosotros, probablemente, no somos ricos en dinero. Pero podemos tener alguna clase de «posesiones» que nos llenan, que nos pueden hacer autosuficientes y hasta endurecer nuestra sensibilidad, tanto para con los demás como para con Dios, porque, en vez de poseer nosotros esos bienes, son ellos las que nos poseen a nosotros. No se puede servir a Dios y a Mammón (el dios Dinero), como nos dijo Jesús en el sermón de la montaña (Mt 6, 24).

         Este aviso nos debe hacer pensar. Nuestro seguimiento de Jesús debería ser gratuito y desinteresado, sin preocuparnos de si llegaremos a ocupar los tronos para juzgar a las tribus de Israel (Dn 7, 9), ni de la contabilidad exacta del ciento por uno de cuanto hemos abandonado. No vamos preguntando cada día: "¿Qué nos vas a dar?".

         Seguimos a Jesús por amor, porque nos sentimos llamados por él a colaborar en esta obra tan noble de la salvación del mundo. No por ventajas económicas ni humanas, ni siquiera espirituales, aunque estamos seguros de que Dios nos ganará en generosidad.

José Aldazábal

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         Hoy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del joven rico con Jesús: "¿Quién se podrá salvar?" (v.25). Las palabras del Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender, despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales en el evangelio, pues hasta 20 veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar: Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en la vida.

         Y sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).

         "¿Quién se podrá salvar?". Jesús responde: "Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible" (v.26). Señor, Tú conoces bien las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo, ¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.

         Después de marchar el joven rico, entristecido por su apego a sus riquezas, Pedro tomó la palabra y dijo: "Señor, nosotros lo hemos dejado todo por ti". A lo que Jesucristo replicó: "En la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria" (v.28). Tu pensamiento se dirige a ese día, hacia ese futuro. Tú eres un hombre con tendencia hacia el fin del mundo, hacia la plenitud del hombre. En ese tiempo, Señor, todo será nuevo, renovado, bello.

         Jesucristo nos dice: "Vosotros, que lo habéis dejado todo por el reino, os sentaréis con el Hijo del hombre. Recibiréis el ciento por uno de lo que habéis dejado, y heredaréis la vida eterna" (vv.28-29). El futuro que tú prometes a los tuyos, a los que te han seguido renunciando a todos los obstáculos, es un futuro feliz, es la abundancia de la vida, es la plenitud divina.

Fernando Perales

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         El pasaje evangélicos de hoy es continuación del que empezamos ayer, y nos podría dar la impresión de que Jesús tiene algo contra los ricos. Sin embargo nada más lejano que esto. La Escritura es testigo de que el mismo Jesús tenía entre sus seguidores amigos (algunos eran incluso discípulos) muy ricos, como José de Arimatea (quien le regaló la tumba y le llevó los perfumes muy caros para la sepultura). Esto sin contar al mismo Mateo y a Zaqueo, quien solo dio la mitad de sus bienes y del que Jesús dijo: "Ahora ha llegado la salvación a esta casa".

         Lo que impide que un hombre pueda disfrutar del reino de Dios es la esclavitud, al falta de libertad sobre los bienes (o sobre cualquier cosa, incluso nuestros propios pensamientos). Cuando el hombre se aferra a los bienes, como el joven del pasaje, no es libre pues es esclavo de lo que posee.

         Jesús nos quiere libres, pues el reino de Dios es para la gente libre, para aquellos que como Nicodemo, José de Arimatea, y tantos más, son capaces de tener sin retener. De aquellos que reconocer que los bienes creados son de y para todos; que la acaparación solamente empobrece y esclaviza. Ante esto, ¿eres libre eres con respecto a tus bienes? Pues de esto depende que puedas disfrutar la vida del reino de Dios.

Ernesto Caro

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         Doble tema de reflexión nos ofrece el evangelio de hoy: 1º la dificultad que ponen los bienes materiales al vuelo del espíritu (pues con la riqueza se ata uno a la tierra en vez de mirar a lo alto) y 2º la sincera expresión de Pedro ("nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué nos va a tocar?").

         Antes que nada, no nos engañemos, pues el dinero, el poder, o el imperio sobre los demás, son factores que no se avienen fácilmente con la actitud de desprendimiento que el Señor sugirió al joven rico.

         No es que el dinero cierre las puertas del cielo y del amor, sino que la idolatría o apego al dinero nos quiere hacer entrar por puertas falsas, y ese engaño no vale en el reino de Dios. El rico y poderoso puede salvarse, pero no siendo esclavo de sus bienes sino libre.

         Aquí no se trata de que vivamos como mendigos, sin trabajo, para que Dios nos mire con amor. Apego al dinero, al placer, a las drogas y al poder, lo tienen también los pobres, cuando no están espiritualmente desposeídos de sus pasiones desmedidas.

         Unos y otros, ricos y pobres, a la puerta de la casa del Señor, pueden hallar la puerta abierta o cerrada. Entrarán quienes hayan vivido según el espíritu; y purgarán por sus pecados quienes hayan vivido según la carne. ¡Amigo mío, dame un santo, un hombre solidario, trabajador, magnánimo, y entenderá todo esto! No me des un egoísta; no lo entiende.

Dominicos de Madrid

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         El fracaso de la invitación hecha a un joven lleva a Jesús a expresar la dificultad que tiene el rico para entrar en el reino de Dios. Entendiendo éste como una posesión que se puede adquirir, se está imposibilitado de comprender la gracia del Reino. Sólo abandonándolo todo es posible abrirse a la recepción del don.

         Esta necesidad de hacerse pequeño, exigida para crear las condiciones que hacen posible la recepción de la gracia del reino de Dios, es algo imposible de lograr por medio del esfuerzo humano. Es necesaria la gracia de Dios como lo señala Jesús: "Humanamente eso es imposible, pero para Dios todo es posible" (v.26). La gracia de Dios hace posible vivir en el desprendimiento total a pesar de la imposibilidad humana de actuar de ese modo. Para recibir el Reino es necesario morir a lo propio o se hace morir el Reino en la vida propia.

         La pregunta de Pedro indica claramente que tampoco los discípulos han comprendido el sentido de las afirmaciones de Jesús. Entrampado en los criterios de la sociedad comercial de la época entiende el desprendimiento como el precio necesario. De allí surge su pregunta: "¿Qué nos va a tocar?". Su preocupación por la recompensa revela que no ha entendido el significado del don del reino de Dios.

         Jesús, sin embargo, no elude la pregunta. Los discípulos han dejado todo en el seguimiento de Jesús, su compromiso por el Reino les hace acreedores de una función "en el mundo nuevo" inaugurado por el Juicio.

         Las imágenes son tomadas del profeta Daniel: "Vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó" (Dn 7, 9). De esta forma se presenta al Juez supremo y a sus ayudantes que en el texto evangélico son sustituidos por Jesús y los discípulos que lo siguen. A estos se les promete el sentarse "en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (v.28).

         Pero inmediatamente Jesús insiste sobre las exigencias para que cada individuo pueda alcanzarse esa participación. La promesa toca sólo “"a todo aquel" (v.29) que ha sido capaz de entender el significado de Jesús en su vida y ha obrado en consecuencia. El encuentro con Jesús ha hecho posible su desprendimiento de las realidades más fundamentales de la existencia: "casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos y tierras".

         Este desprendimiento con que el hombre expresa su apertura a la gratuidad, lo capacita para aceptar el don del reino de Dios, cuyo valor trasciende infinitamente lo que se ha abandonado. No se trata de un título que dé derecho a privilegios, sino del don de Dios al hombre que lo capacita al desprendimiento y , consiguientemente, a la recepción de ese don.

         De nuevo Jesús, en el texto evangélico de Mateo, invita a trascender los criterios fijados en el ámbito de la sociedad comercial. Su llamada a todo hombre es la de dejarlo todo para recibirlo todo y esta disponibilidad sólo puede ser creada en el corazón humano por la revelación del Padre. La comunidad cristiana debe continuamente volver a descubrir la gracia de Dios si quiere responder adecuadamente a esta llamada de Jesús.

Confederación Internacional Claretiana

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         Los discípulos se quedaron sorprendidos por las exigencias de Jesús. Ellos al fin y al cabo dejaban pocas posesiones y estaban acostumbrados a vivir pobres. Pero lo que Jesús pedía a los ricos era una renuncia a la riqueza, que se consideraba una bendición de Dios. Los discípulos esperaban una seguridad futura en el Reino que ellos creían se inauguraría al llegar a Jerusalén. Jesús les recuerda que al optar por el Reino ya han abandonado las seguridades de este mundo (familia, dinero, prestigio, clase social) y se confían plenamente a las manos de Dios.

         Pedro, entonces, se adelanta, y pregunta por las seguridades que les van a corresponder a los discípulos. Jesús lo ubica en la perspectiva correcta. Pedro no puede esperar las seguridades que ofrece este mundo sino que debe luchar por el mundo nuevo. En este mundo nuevo, reinarán verdaderos seres humanos, con entrañas de misericordia, y darán a cada persona lo justo. Y sobre todo, los seres humanos disfrutarán de una existencia plena.

         Con frecuencia nos recriminamos a nosotros mismos porque pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles y no tendrán recompensa alguna. Jesús nos llama a ubicarnos en la perspectiva del mundo nuevo en el que lo importante no es la seguridad que proporcionan las cosas, sino la existencia plena a la que tiene derecho todos los hijos de Dios.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 19/08/25     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A