WALLACE
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Valdivia, 1 mayo 2021
Milton Gallardo, catedrático de CC. Marinas

            Durante el s. XIX Wallace era reconocido como uno de los fundadores de la Teoría de la Evolución, pero durante el s. XX sus contribuciones fueron ignoradas y la figura de Darwin (y su Origen de las Especies) se apoderó de la arena evolutiva. No obstante, la obra de Walace, de 3.764 palabras y bajo título de On the tendency of varieties to depart indefinitely from the original Type, fue la 1ª versión completa sobre la teoría de la selección natural[1]. De hecho, el trabajo de Wallace fue publicado en los Proceedings de la Royal Society of London (ca. 1858) junto a 2 borradores inéditos de Darwin (de 1844), y eso que dichos garabatos de Darwin carecían de la más mínima descripción de la teoría evolucionista[2].

            Aparte de sus contribuciones a la teoría evolutiva, Wallace es considerado el padre de la biogeografía teórica, reconocimiento logrado por sus múltiples descubrimientos en el campo naturalista y coleccionista[3]. Un genio de Wallace que ya se revelaba a sus 20 años, cuando escribía a Talbot (inventor de la nueva fotografía) y le proponía nuevas maneras de mejorar los espejos usados en los telescopios[4].

            Con todo, en las primeras décadas del s. XXI el genio de Wallace (y sus contribuciones) está volviendo a ser aquilatado en su justa dimensión, y se empiezan a proyectar con una mirada fresca y auténtica, libre de sesgos o prejuicios.

a) Viajes de Wallace

            Alfred Russel Wallace nació en Gales el 8 enero 1823, en el seno de una modesta familia anglicana. A los 13 años empezó a alternar sus estudios con los trabajos de la carpintería de su hermano, hasta que terminó sus estudios y comenzó a trabajar como agrimensor (con otro de sus hermanos). En 1844 cayó en sus manos un libro muy popular que había escrito Chambers: Vestiges of the Natural History of Creation. Dicho libro cambió la vida del joven Wallace al completo, al combinar sus recientes estudios científicos con la teología[5]. El argumento de Chambers, muy acorde con las tradiciones victorianas de la época, apuntaba a que las especies progresaban en una escala evolutiva de acuerdo a designios divinos[6].

            Tempranamente se dio cuenta Wallace que para ser un buen naturalista debía penetrar profundamente en las selvas y ríos tropicales para colectar, estudiar y preservar especímenes biológicos[7]. Sin embargo, no disponía del dinero ni del entrenamiento que requería esta predilección personal. A diferencia de la riqueza, los contactos y notoriedad social de Darwin, Wallace financiaba sus viajes coleccionando especímenes para venderlos. Después de leer El viaje del Beagle de Darwin, Wallace viajó a Brasil entre 1848 y 1852, con su amigo naturalista Bates. Llegaron a la ciudad de Pará en mayo de 1848 y recorrieron los ríos Amazonas y Negro por regiones donde ningún europeo había estado anteriormente[8].

            Fue aquí que contrajo malaria y sufrió por años de episodios febriles que lo forzaban a estar en cama por varios días. Por esos años ya se estaba interesando en el origen de las especies y a su regreso del Amazonas comenzó a delinear algunos principios biogeográficos basados en la distribución de las especies animales. Lamentablemente el barco en que regresaba a Europa se incendió y hundió en el Atlántico, perdiéndose sus apuntes y los manuscritos de 2 libros que preparaba. Curiosamente, tanto Wallace como Darwin deben su bagaje naturalístico, y visión señera, a largos periodos de exploración en lugares remotos[9].

            En 1854, Wallace viajó al archipiélago malayo (ahora Malasia, Indonesia, Timor oriental y Papúa-Nueva Guinea) y para 1862 había contribuido con más de 50 artículos científicos y notas sobre variados aspectos de la historia natural del archipiélago. Como recolector de fauna, envió 125.000 ítems a Inglaterra[10]. Uno de sus trabajos, con la descripción de 20 nuevas especies de mariposas de la familia Papilionidae, le sirvió para poner a prueba hipótesis evolutivas[11].

            Este artículo destaca por contener la más clara definición darwiniana de especie en relación al aislamiento reproductivo y su diferencia con las subespecies y variedades locales[12]. Wallace fue mucho más meticuloso que Darwin en lo concerniente a la variación interpoblacional y no subestimaba la variación interindividual[13]. Aceptó la barrera reproductiva como causa de la especiación, pero la rechazó como definición de especie[14]. Es importante notar la trascendencia que Wallace dio al refuerzo (efecto Wallace), al decir que la selección natural podía conducir a especiación. El desencadenante era el aislamiento reproductivo en especies incipientes, empujadas a desarrollar barreras a la hibridización. Muchas de las ideas contemporáneas de especiación descansan en tales modelos de refuerzo[15].

            En el archipiélago malayo, Wallace notó que los orangutanes mantenían un territorio determinado y que las especies relacionadas estaban en estrecha proximidad unas con otras como también sus fósiles, esparcidos en los mismos estratos geológicos. Estas ideas se plasmaron en su trabajo titulado On the Law which has regulated the introduction of New Species[16], más tarde conocido como la Ley de Sarawak:

-“every species has come into existence coincident both in time and space with a preexisting closely allied species”;
-“todas las especies han comenzado a existir coincidiendo en el tiempo con una especie preexistente y estrechamente relacionada”.

            Y equivalía a consagrar el principio de divergencia, que posteriormente propondría Darwin en su Origen de las Especies.

            Por su interés biogeográfico, también menciona Wallace el poblamiento de las islas Galápagos, destacando que hasta la fecha “not hitherto received any, even conjectural explanation”[17]. En efecto, la teoría dispersionista de Darwin no permitía explicar los datos. En cambio Wallace sugirió que las islas habían sido colonizadas desde el continente mediante corrientes y vientos y que dado el tiempo, las especies originales habían sido reemplazadas por modificaciones prototípicas[18]. Esta explicación general aún es válida[19].

            Pero detengámonos en la Ley de Sarawak de Wallace, y a sus 4 principios geográficos y 5 principios geológicos[20]. Son para Wallace principios geográficos de la evolución natural:

-las categorías superiores, que tienen una gran distribución,
-los géneros distintivos (únicos), que son importantes distribucionalmente,
-las afinidades de las especies naturales, que están casi siempre circunscritas geográficamente,
-las climatologías similares, que agrupa familias, géneros y especies y las acerca unas a otras,
aunque estén separadas por mar o montañas. 

            Y son principios geológicos: de la evolución natural:

-la distribución temporal del mundo orgánico, que se aproxima a su distribución espacial,
-los intervalos temporales, que extienden las especias más grandes y agrupan las pequeñas,
-los intervalos atemporales, que producen grupos únicos o no presentes en otras partes,
-las especies de un mismo género, que dentro de un mismo período temporal se relacionan más estrechamente entre sí, que entre diferentes períodos,
-la aparición de diferentes especies, cada una de la cual es un evento único.

            El trabajo de Sarawak supone un ejemplo paradigmático de evolución natural, pues contiene gradualismo, utilidad, adaptación a diferentes ambientes, especiación alopátrica, imperfección del registro fósil... Así, recalcó Wallace que las categorías lineanas superiores de organismos (p.e. los félidos) tenían una amplia distribución, mientras que las categorías inferiores (p.e. el tigre de Bengala o el león africano) tenían distribuciones específicas. Al enfatizar que los fósiles de la mayoría de las especies se encontraban en lugares similares al de la distribución actual de las especies, proponía una relación causal de la distribución, cuyo grado de variación era el resultado de evolución y no de un acto de creación continua e incesante.

            Curiosamente, el trabajo de Wallace fue ignorado por la comunidad científica[21], aunque despertó gran interés en Lyell, quien 6 meses más tarde advirtió a Darwin que Wallace le pisaba los talones y podría frustrar sus deseos de ser el 1º en explicar la formación de las nuevas especies[22]. De hecho, Darwin nunca mencionó la Ley de Sarawak de Wallace, y eso que en su biblioteca se encontró una copia, profusamente marcada, con anotaciones que demuestran la importancia de la misma[23].

            En junio de 1856 Wallace visitó Bali, donde recorrió los canales locales entre ésta y Lombok, separadas por 20 km. Le llamó poderosamente la atención que a pesar de la cercanía, estas islas estuviesen pobladas por especies totalmente distintas. En Bali había carnívoros propios de Asia mientras que en Lombok había marsupiales, propios de Australia. Al respecto, Wallace escribió: “I believe the western part to be a separated portion of continental Asia, the Eastern the fragmentary prolongation of a former Pacific continent”.

            Es aquí cuando Wallace dibuja la famosa Línea de Wallace, como evidencia clara que los fenómenos naturales dominaban la evolución. La Línea de Wallace segrega faunísticamente al archipiélago, reconociendo la fauna indo-malaya del oeste, de la austro-malaya del este. Con los años, Wallace modificó la posición de la línea, por la anomalía de Zulawesi, que podía oscilar entre las 2 regiones. Más tarde, Wegener adoptó el argumento de Wallace como evidencia de deriva continental[24]. Actualmente, la existencia de Wallacea y su interpretación son hechos bien establecidos[25].

            Otra notable contribución biogeográfica de Wallace fue su libro Geographic distribution of Animals, donde mostró que la tierra podía ser dividida en 6 zonas biogeográficas. Con todo, contribuyó decididamente a la biogeografía teórica, argumentando por la importancia de la conservación de los hábitats naturales. Pero estas últimas ideas no fueron apreciadas ni tuvieron cabida en la biología de la 1ª mitad del s. XX, como la tienen ahora.

            Posteriormente se trasladó Wallace a las islas de Ternate y Gilolo, donde formularía independientemente su propia versión de la teoría de la selección natural. Aunque no tenía consigo el libro de Malthus, conocía sus argumentos sobre las tribus asiáticas que habían experimentado una lucha por la existencia provocada por el hambre y las enfermedades[26].

            Conocedor del área, Wallace comprendió de inmediato las repercusiones biológicas que permitían explicar las causas del cambio adaptativo y la extinción de los estadios intermedios. Sin embargo, la mayor influencia la obtuvo de los Principles of Geology de Lyell. Por sus memorias, sabemos que escribió la teoría en solo dos días, mientras sufría uno de los peores episodios febriles de malaria[27]. El trabajo referido, de 3.764 palabras, se denominó On the tendency of varieties to depart indefinitely from the Original Type[28]. Aquí, Wallace argumentó que existían 2 factores que controlan la evolución:

-su Ley de Sarawak, sobre la divergencia,
-la ley de los triunfadores en su lucha por sobrevivir, que conducía a la especiación
[29].

            Con el convencimiento de que su trabajo hablaba (aunque no elaboraba) sobre el mecanismo de evolución[30], envió su manuscrito a Darwin para recibir su opinión. También le solicitó que se lo mostrase a Lyell y Hooker[31]. Tras leer el manuscrito (ca. junio 1858), Darwin quedó conmovido por la similitud entre las ideas de su colega y las propias, y eso que él llevaba 18 años tratando de comprender y evidenciar el mecanismo de selección natural, y la divergencia posterior de las especies. Ahora, con la súbita entrada de Wallace, era urgente hacer algo.

b) Selección Natural

            El 8 enero 1858 Wallace arribó a Ternate, una isla del grupo Maluku (ahora Indonesia), y de allí navegó a Gilolo (actual Halmahera), donde sufrió las peores crisis de malaria. La idea de la selección natural había empezado a cristalizarse en su mente y se le ocurrió casi inmediatamente, en Gilolo. Entre las crisis de fiebre, la inactividad física y la tortura mental, concibió que el Principio de Malthus y las Hipótesis de Lyell suministraban un principio de selección natural que podía explicar la adaptación de los organismos al ambiente. Si este principio se acoplaba a la variación heredable entre los organismos, la selección natural podía empujar a las subpoblaciones en distintas direcciones.

            Darwin también había visualizado el principio de la selección natural en sus bocetos de 1844, pero hasta 1858 no había podido comprender ni explicar la divergencia[32]. En cambio el Principio de Wallace resolvía el problema de cómo la selección natural podía conducir a la formación de nuevas especies. La lucidez de Wallace habla por sí misma en estos extractos:

“The life of wild animals is a struggle for existence... The full exertion of all their faculties and all their energies is required to preserve their own existence and provide for that of their infant offspring. The possibility of procuring food during the least favourable seasons, and of escaping the attacks of their most dangerous enemies, are the primary conditions which determine the existence both of individuals and of entire species... These conditions will also determine the population of a species; and by a careful consideration of all the circumstances we may be enabled to comprehend, and in some degree to explain, what at first sight appears so inexplicable the excessive abundance of some species, while others closely allied to them are very rare”.

“Even the least prolific of animals would increase rapidly if unchecked, whereas it is evident that the animal population of the globe must be stationary, or perhaps, through the influence of man, decreasing... A simple calculation will show that in fifteen years each pair of birds would have increased to nearly ten millions! whereas we have no reason to believe that the number of the birds of any country increases at all in fifteen or in one hundred and fifty years. It is evident, therefore, that wild cats are prolific and have few enemies; why then are they never as abundant as rabbits?”.

“The only intelligible answer is, that their supply of food is more precarious. It appears evident, therefore, that so long as a country remains physically unchanged, the numbers of its animal population cannot materially increase. If one species does so, some others requiring the same kind of food much diminish in proportion. The numbers that die annually must be immense; and as the individual existence of each animal depends upon itself, those that die must be the weakest-the very young, the aged, and the diseased-while those that prolong their existence can only be the most perfect in health and vigour- those who are best able to obtain food regularly, and avoid their numerous enemies. It is, as we commenced by remarking, a struggle for existence, in which the weakest and least perfectly organized must always succumb”[33].

            En este mismo manuscrito, Wallace explicó el proceso de divergencia que gobierna la increíble diversidad de seres vivos:

“Most or perhaps all the variations from the typical form of a species must have some definite effect, however slight, on the habits or capacities of the individuals. Even a change of colour might, by rendering them more or less distinguishable, affect their safety. If, on the other hand, any species should produce a variety having slightly increased powers of preserving existence, that variety must inevitably in time acquire a superiority in numbers. Now, let some alteration of physical conditions occur in the district a long period of drought, a destruction of vegetation by locusts, the irruption of some new carnivorous animal”.

“It is evident that, of all the individuals composing the species, those forming the least numerous and most feebly organized variety would suffer first, and, were the pressure severe, must soon become extinct. The superior variety would the alone remain. Such a variety could not return to the original form; for that form is an inferior one, and could never compete with it for existence”.

“Here, then, we have progression and continued divergence deduced from the general laws which regulate the existence of animals in a state of nature, and from the undisputed fact that varieties do frequently occur. Now the scale on which nature works is so vast- the numbers of individuals and periods of time with which she deals approach so near to infinity, that any cause, however slight, and however liable to be veiled and counteracted by accidental circumstances, must in the end produce its full legitimate results”[34].

            Por tanto, las teorías de selección natural de Darwin y Wallace no son idénticas, y difieren con respecto:

-al rol de la selección sexual en la evolución,
-en si la competencia sucede básicamente entre individuos o variedades,
-en cómo evoluciona la conciencia humana
[35].

            Un 4º aspecto que generalmente se ha pasado por alto dice relación con la selección natural de Darwin, que por ser caracterizada como la sobrevivencia del más adaptado, expresa que la adaptación resulta en adaptación. Al respecto, Lewontin ha escrito que “the process is adaptation and the end result is the state of being adapted. The problem is how species can be at all times both adapting and adapted”[36]. En cambio la conceptualización de Wallace enfatiza las interacciones ecológicas y enfoca el exterminio de especies mediante un mecanismo que elimina a los mal adaptados[37].

            Esta eliminación natural representa un mejor vehículo para relacionar la selección natural individual con otros fenómenos evolutivos como la extinción masiva, la divergencia, la extensión y el origen mismo de la variación[38]. Pero además, como lo destacó Bateson, la descripción de la lucha por la existencia de Wallace “es una metáfora cibernética, basada en la acción del gobernador de una máquina a vapor”[39]. Un moldeamiento de la selección natural, por retroalimentación, que se anticipó en 100 años al desarrollo de la cibernética[40]. He aquí su descripción:

“The action of this principle is exactly like that of the centrifugal governor of the steam engine, which checks and corrects any irregularities almost before they become evident; and in like manner no unbalanced deficiency in the animal kingdom can ever reach any conspicuous magnitude, because it would make itself felt at the very first step, by rendering existence difficult and extinction almost sure soon to follow”[41].

            En su famosa carta a Darwin de 1866 escribió Wallace que “natural selection does not so much select special variations as exterminate the most unfavourable ones”[42]. Además, criticó el uso que Darwin hacía de la expresión selección natural, porque “the term survival of the fittest is the plain expression of the fact; natural selection is a metaphorical expression of it, and to a certain degree indirect and incorrect, since nature does not so much select especialvarieties as exterminate the most unfavourable ones”[43].

            Esta posición también era compartida por Morgan, al manifestar que “in natural selection, the unfavourable varieties are chosen out for survival. In natural elimination the failures or comparative failures are weeded out”. Agregando más adelante que “if we turn to the phenomena of what Darwin termed sexual selection, we find both selection and elimination brought into play”[44]. Un beneficio inmediato de este razonamiento es que permite diferenciar la selección para la domesticación de la selección natural. En la 1ª, el fitness está predeterminado y se selecciona deliberadamente para un cierto propósito. En la 2ª, la remoción no es predeterminada y deja a las adaptaciones exitosas en función del compromiso ambiental, cualquiera que sea, eliminando de paso la tautología[45].

            La síntesis evolutiva moderna (neodarwinismo) recogió prácticamente todas las ideas de Darwin, desechando las críticas de Wallace sobre el rol evolutivo de la selección artificial y la preservación del más apto[46]. En efecto, si hubiese triunfado la lógica de la eliminación, hoy tendríamos una teoría de la evolución muy diferente, que nos habría orientado en direcciones insospechadas[47]. Al promover un adaptacionismo extremo, sin hipótesis alternativas, el neodarwinismo ha sido considerado un dogma[48] que no da cuenta de los verdaderos eventos de la historia de la vida[49]. Por lo tanto, muchos proponen que la síntesis moderna sea modificada en sus pilares básicos y ampliada en cobertura para dar cuenta de los nuevos avances de la biología[50].

c) Discrepancias con Darwin

            El 6 marzo 1858, Wallace había transformado sus ideas sobre selección natural y divergencia en el trabajo On the Tendency of Varieties, que envió a Darwin posiblemente el 9 de marzo, cuando un barco de carga holandés zarpó desde Ternate.

            La fecha de arribo de este manuscrito a la mansión de Darwin es un asunto de punzante controversia. Unos argumentan que el manuscrito de Wallace le llegó el 18 de junio, como afirma Darwin, quien sostiene además que llegó a formular el principio de divergencia independientemente, el 8 junio 1858, con antelación a Wallace[51]. Sus detractores, en cambio sugieren que las ideas del manuscrito de Wallace fueron plagiadas, argumentando que el trabajo habría llegado a manos de Darwin el 2-3 de junio, dándole dos semanas para leerlo privadamente[52].

            Esta tesis se fundamenta en que una carta enviada por Wallace al hermano de Henry Bates (despachada el mismo día que la de Darwin), llegó a Londres el 2 de junio y fue entregada el día 3 de junio[53]. Llama la atención que a pesar del ordenado y copioso archivo epistolar que mantenía Darwin, ni el manuscrito de Wallace ni la carta que lo acompañaba ni el sobre que la contenía se han encontrado[54]. Sin embargo, toda correspondencia posterior entre ambos está debidamente archivada[55].

            Este incidente adquiere mucha relevancia porque durante las dos décadas precedentes Darwin había estado lidiando infructuosamente con el problema de la divergencia evolutiva. El manuscrito de Wallace lo descolocó completamente a tal extremo que consideró la posibilidad de abandonar su propio trabajo[56]. En este punto, sus amigos más cercanos, el geólogo Lyell y el botánico Hooker, luminarias en la ciencia inglesa de entonces, intervinieron para proteger la prioridad de sus ideas[57].

            El problema era que Darwin no tenía nada presentable, así es que ambos, con la anuencia de Darwin resucitaron los extractos de un ensayo suyo, de 540 páginas, escrito en 1844, pero aún sin publicar. También incluyeron una carta que Darwin había escrito al botánico de Harvard, Asa Gray, en septiembre de 1857. Curiosamente Gray había considerado que el principio de divergencia de Darwin era “grievously hypothetical”[58].

            Aunque el protocolo dictaba que el trabajo de Wallace fuese leído 1º debido a que había sido escrito con 4 meses de antelación a la fecha de entrega[59], Lyell y Hooker dispusieron lo contrario, marcando así el principio de prioridad intelectual. Además, como el manuscrito de Wallace se publicó a continuación del boceto de Darwin, quedó definitivamente sellado el tema de la prioridad intelectual[60].

            La obsesión de Darwin por la prioridad fue de todos conocida, y se siguió manifestado en las primeras ediciones de El Origen de las Especies[61]. En efecto, no hay reconocimiento ni mención hacia figuras señeras como su abuelo (Erasmus Darwin), que escribió una obra de 2 volúmenes, Zoonomia[62]. Respecto de su abuelo, Darwin expresó que “he anticipated the erroneous ideas of Lamarck”. Pero tampoco dio ningún crédito a las contribuciones de sus predecesores, como Blyth, Chambers y Matthew[63].

            En oposición a la creencia popular de un trabajo conjunto Darwin-Wallace[64] refrendado por la secuencia de eventos históricos debidamente establecidos, existe consenso que ambos científicos nunca leyeron ni publicaron un trabajo en coautoría en la Linnean Society[65].

            Las contribuciones de ambos fueron precedidas por una carta de Lyell y Hooker, leída en la sesión de la Linnean Society, el 1 julio 1858, explicando lo que se había hecho y por qué[66]. En 1º lugar se leyó el boceto inédito de Darwin. En 2º lugar se leyó el resumen de su carta a Asa Gray. En 3º lugar se leyó el trabajo de Wallace On the Tendency of Varieties[67]. El título para estos artículos junto a la carta que los acompañaba fue: Charles Darwin & Alfred Russel Wallace; “On the tendency of species to form varieties” y “On the perpetuation of varieties and species by natural means of selection”[68].

            Antes de publicar el boceto de 1844, a Darwin le corrigieron la puntuación, sintaxis e incluso frases completas (que más tarde fue incorporado a la 3ª edición de El Origen de las Especies). Pero las ideas vertidas en su manuscrito original aún eran especulativas y poco claras, al punto que para Darlington era “the most unreliable account that ever will be written”[69].

            Wallace no recibió el mismo trato deferente. Y estando en Borneo, no tuvo idea de cómo y por qué motivo su manuscrito había sido publicado sin su consentimiento. En efecto, el 22 noviembre 1869 escribió: “As soon as my ague fit was over, I sat down, wrote out the article, copied it, and send it off by the next post to Mr. Darwin. It was printed without my knowledge, and of course without any correction of proofs. I should, of course, like this act to be stated”[70]. Darwin nunca reconoció que el manuscrito que recibió de Wallace no era para publicación[71].

            En 1860, Wallace recibió una copia de El Origen de las Especies y manifestó su admiración genuina por la obra de Darwin, publicada el 24 noviembre 1859. Libre de rencor o malicia, mostrando la real dimensión de su temple, Wallace escribió: “I feel much satisfaction in having aided in bringing about the publication of this celebrated book, and with the ample recognition by Darwin himself of my independent discovery of 'natural selection”[72].

            El reconocimiento público de Darwin por los logros de Wallace apareció en la 3ª edición de El Origen de las Especies. Pero el trabajo de Wallace, publicado en los Anales de dicha Sociedad, al igual que la obra de Lyell, no se mencionan, aunque posteriormente agradeció a Wallace por el acicate e ímpetu que le infundió su manuscrito de Ternate para terminar de escribir su opus magnum[73].

            En su obra The Origin of Species and Genera, Wallace distinguió claramente entre el concepto de descendencia y el origen de las especies por selección natural[74]. Para entonces, Wallace y Darwin habían divergido significativamente en sus visiones evolutivas, principalmente debido a que el primero no creía que la mente humana (y el pensamiento matemático, la moral y la espiritualidad) pudiesen ser explicadas por selección natural, por selección sexual o por las meras propiedades de la materia[75].

            En esa misma línea, el reverendo contemporáneo Tristam consideraba que las facultades espirituales pertenecían al ámbito de la revelación[76]. Para Wallace, la pérdida del vello corporal, la estructura de la mano, el poder vocal de la laringe y el tamaño y complejidad del cerebro de las distintas razas humanas no habían contribuido a la sobrevivencia y reproducción de la gente con quien había vivido en los trópicos[77].

            Aún más, se diferencia Wallace de Darwin porque creía firmemente en la igualdad de las capacidades intelectuales de todas las razas humanas[78]. Otra diferencia era la argumentación de Darwin sobre la estrecha analogía entre la selección natural y artificial, ya que esta última era un principio suplementario significativo. En cambio Wallace recalcaba las diferencias entre los 2 mecanismos[79], insistiendo en que:

“Unless Darwin can show me how this latent musical faculty in the lowest races can have been developed through survival of the fittest, I must believe that that some other power (than natural selection) caused the development. It seems to me that that the bonus probandi will lie with those who maintain that man, body and mind could have been developed from a quadrumanous animal by natural selection”[80].

            En 1889, Wallace publicó su propia versión de la teoría de la evolución, a la que simplemente llamó Darwinism: an exposition of the Theory of Natural Selection, acuñando el término darwinismo y posiblemente autoinfligiéndose para siempre un rol secundario. Como creía firmemente en la igualdad intelectual de las razas humana, su descripción de los patrones culturales y del comportamiento social de los grupos étnicos de Malasia e Indonesia son muy cuidadosos, y carentes de los prejuicios eurocéntricos victorianos que tiñen las ideas de Darwin e incluso de Marx[81].

            Wallace también difería de Darwin en su descrédito por la herencia de los caracteres adquiridos. En las ediciones posteriores de El Origen de las Especies, Darwin confió más y más en este tipo de herencia como factor acelerador del proceso evolutivo, aunque ello iba en detrimento de la teoría original. Estas diferencias llevaron a Darwin a escribirle en 1869, diciéndole que “I hope you have not murdered too completely your own and my child”.

            Por último, Wallace también discrepó con Darwin sobre el rol que les cabía a los híbridos en la evolución[82].

d) Aportaciones posteriores de Wallace

            Wallace retornó a Inglaterra en 1862 cuando ya era un conocido naturalista. Sin embargo no tenía un puesto fijo que garantizase su seguridad económica. Sus ingresos dependían de la venta de especímenes recolectados y de los impuestos recibidos por sus escritos. Gracias a los esfuerzos de Darwin y sus amigos, se le otorgó una pensión de servicio civil por 200 libras esterlinas anuales, a partir de 1881.

            Wallace combinó el evolucionismo con el espiritualismo para tratar de comprender la evolución humana y la ética evolutiva según el progresionismo victoriano de la época. Se intentaba evitar el materialismo implícito en la visión de Darwin mediante un puente que uniese ciencia y visión religiosa[83]. Al final, se convirtió en un intelectual aislado, considerado como un excéntrico que siempre cuestionó las presunciones sobre las cuales se erguían los valores victorianos y nunca aceptó los principios del capitalismo de libre mercado[84].

            Sus profundos valores humanistas, y su compromiso con las masas explotadas, fueron atributos que distinguieron su rica personalidad[85]. Como activo espiritualista, argumentó que el origen de la vida, la emergencia de la conciencia, y la evolución de las facultades mentales superiores del hombre, no podían explicarse por causas exclusivamente materiales[86], sino que requerían la intervención de una inteligencia espiritual superior. A estas ideas, que causaban el desasosiego de Darwin, las llamaba “my special heresy”[87].

            Wallace también emergió como uno de los mayores críticos de las campañas de vacunación argumentando que la evidencia para la poliomielitis mostraba un beneficio marginal comparado con el riesgo de desarrollar la enfermedad debido a la vacuna. La legislación victoriana de vacunación era parte de un sistema de salud coercitivo, socialmente sesgado que aplicaba el rigor de la ley a la clase obrera (pero no a los acomodados) si no se vacunaban[88].

            También se interesó por la frenología, una antigua teoría que basándose en la forma del cráneo, la cabeza y las facciones, suponía que se podía determinar el carácter y los rasgos de la personalidad humana[89]. La frenología ha perdido credibilidad aunque como doctrina materialista es pionera de las teorías sobre la evolución del cerebro (como la de Papez-McLean), la localización de la función cerebral y los diagramas y conceptos sobre la mente y sus laberintos[90]. El compromiso de Wallace por la frenología jugó un rol decisivo en su rechazo a la selección natural como único determinante de la naturaleza humana.

            Aparte de sus contribuciones a la evolución y biogeografía, las incursiones de Wallace en conservación biológica no tuvieron eco. Sin embargo, a partir de 1990, la biología de la conservación ha ganado prestancia, con lo cual el genio de Wallace ha revivido. En los últimos años se han publicado nuevos libros y varias biografías de Wallace, un vigor reflejado por la Universidad de Kentucky.

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  Act: 01/05/21       @fichas de filosofía            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A  

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[1] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[2] cf. SARKAR, S; Wallace and Natural Selection, 1858, ed. Resonance, 2008, pp. 236-244.

[3] cf. SARKAR, S; “Wallace's belated Revival”, en Journal of Biosciences, XXIII (1998), pp. 3-7.

[4] cf. SMITH, C.S; “Reflections on Wallace”, en Nature, CDXLIII (2006), pp. 33-34.

[5] cf. SMITH, C.S; “Wallace's unfinished Business”, en Complexity, X (2004), pp. 25-32.

[6] cf. LIU, L; “Evolutionism combined with Spiritualism: Wallace's Approach”, en Journal of Cambridge Studies, V (2010), pp. 16-26.

[7] cf. KNAPP, S; “Alfred Russel Wallace. A man of contradictions”, en Pulse, XVII (2013), pp. 1-2.

[8] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[9] cf. FAGAN, MB; “Wallace, Darwin and the Practice of Natural History”, en Journal of the History of Biology, XL (2007), pp. 601-635.

[10] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; “Alfred Russel Wallace Deserves Better”, en Journal of Biosciences, XXXV (2010), pp. 339-349.

[11] cf. MALLET, J; “Wallace and the Darwinian Species Concept: his Paper on the Swallowtail Butterflies (Papilionidae) of 1865”, en ELIA, G; Celebración de los Aniversarios Darwinianos, 2009, pp. 35-47.

[12] cf. ENGLAND, R; “Natural Selection before the Origin: Public Reactions of some naturalists to the Darwin-Wallace Papers”, en Journal of the History of Biology, XXX (1997), pp. 267-290.

[13] cf. BOWLER, P.J; “Alfred Russel Wallace's Concept of Variation”, en Journal of the History of Medicine, XXIX (1974), pp. 196-212.

[14] cf. MALLET, J; “Wallace and the Darwinian Species Concept: his Paper on the Swallowtail Butterflies (Papilionidae) of 1865”, en ELIA, G; Celebración de los Aniversarios Darwinianos, 2009, pp. 35-47.

[15] cf. GALLARDO, M.H; Evolución: el Curso de la Vida, ed. Médica Panamericana, Buenos Aires 2011.

[16] cf. WALLACE, A.R; “On the Law that has regulated the introduction of a New Species”, en Annals and Magazine of Natural History, XVI (1855), pp. 184-196.

[17] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; “Alfred Russel Wallace Deserves Better”, en Journal of Biosciences, XXXV (2010), pp. 339-349.

[18] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; op.cit, pp. 339-349.

[19] cf. BRACKMAN, A.C; A Delicate Arrangement. The Strange Case of Charles Darwin and Alfred Russel Wallace, ed. Times, New York 1980.

[20] cf. FLANNERY, M.A; Alfred Russel Wallace. A Rediscovered Life, ed. Discovery Institute Press, Seattle 2011.

[21] cf. ENGLAND, R; “Natural Selection before the Origin: Public Reactions of some naturalists to the Darwin-Wallace Papers”, en Journal of the History of Biology, XXX (1997), pp. 267-290.

[22] cf. DAVIES, R; “How Charles Darwin received Wallace's Ternate Paper, 15 days earlier than he claimed”, en Biological Journal of the Linnean Society, CV (2012), pp. 472-477.

[23] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; “Alfred Russel Wallace Deserves Better”, en Journal of Biosciences, XXXV (2010), pp. 339-349.

[24] cf. SARKAR, S; “Wallace's belated Revival”, en Journal of Biosciences, XXIII (1998), pp. 3-7.

[25] cf. GALLARDO, M.H; Evolución: el Curso de la Vida, ed. Médica Panamericana, Buenos Aires 2011.

[26] cf. BRACKMAN, A.C; A Delicate Arrangement. The Strange Case of Charles Darwin and Alfred Russel Wallace, ed. Times, New York 1980.

[27] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[28] cf. WALLACE, A.R; “On the Tendency of Varieties to depart indefinitely from the Original Type”, en Journal of the Linnean Society, III (1858), pp. 45-62.

[29] cf. SARKAR, S; Wallace and Natural Selection, 1858, ed. Resonance, 2008, pp. 236-244.

[30] cf. SMITH, C.S; “Wallace's unfinished Business”, en Complexity, X (2004), pp. 25-32.

[31] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[32] cf. BEDDALL, B.G; op.cit, pp. 261-326.

[33] cf. WALLACE, A.R; “On the Tendency of Varieties to depart indefinitely from the Original Type”, en Journal of the Linnean Society, III (1858), pp. 45-62.

[34] cf. WALLACE, A.R; op.cit, pp. 45-62.

[35] cf. SMITH, C.S; “Alfred Russel Wallace and the Elimination of the Unfit”, en Journal of Biosciences, XXXVII (2012), pp. 203-205.

[36] cf. LEWONTIN, R.C; Adaptation, en SOBER, E; Conceptual Issues in Evolutionary Biology, ed. Mit Press, Cambridge 1984, pp. 64-84.

[37] cf. MORGAN, C.L; “Natural Selection and Elimination”, en Nature, XXXVIII (1888), p. 370.

[38] cf. SMITH, C.S; “Natural Selection: a Concept in need of some Evolution?”, en Complexity, XVII (2011), pp. 8-17.

[39] cf. BATESON, G; Steps to an Ecology of Mind, ed. Ballantine, New York 1972.

[40] cf. BATESON, G; Mind and Nature. A Necessary Unity, ed. Bantam, New York 1979.

[41] cf. SMITH, C.S; “Alfred Russel Wallace and the Elimination of the Unfit”, en Journal of Biosciences, XXXVII (2012), pp. 203-205.

[42] cf. SMITH, C.S; op.cit, pp. 203-205.

[43] cf. SMITH, C.S; “Natural Selection: a Concept in need of some Evolution?”, en Complexity, XVII (2011), pp. 8-17.

[44] cf. MORGAN, C.L; “Natural Selection and Elimination”, en Nature, XXXVIII (1888), p. 370.

[45] cf. SMITH, C.S; “Alfred Russel Wallace and the Elimination of the Unfit”, en Journal of Biosciences, XXXVII (2012), pp. 203-205.

[46] cf. GALLARDO, M.H; Evolución: el Curso de la Vida, ed. Médica Panamericana, Buenos Aires 2011.

[47] cf. BATESON, G; Mind and Nature. A Necessary Unity, ed. Bantam, New York 1979.

[48] cf. GOULD, S.J; LEWONTIN, R; “The Spandrels of San Marcos and the Panglossian Paradigm: a Critique of the Adaptationist Programme”, en Royal Society of London, CCV (1979), pp. 581-598.

[49] cf. ELDREDGE, N; Unfinished Synthesis. Biological Hierarchies and Modern Evolutionary Thought, ed. Oxford University Press, New York 1985.

[50] cf. PIGLIUCCI, M; “Do We need an extended Evolutionary Synthesis?”, en Evolution, LXI (2007), pp. 2763-2749.

[51] cf. VAN WYHE, J; ROOKMAAKER, K; “A New Theory to explain the Receipt of Wallace's Ternate Essay by Darwin in 1858”, en Biological Journal of the Linnean Society, CV (2012), pp. 249-252.

[52] cf. DAVIES, R; “How Charles Darwin received Wallace's Ternate Paper, 15 days earlier than he claimed”, en Biological Journal of the Linnean Society, CV (2012), pp. 472-477.

[53] cf. DAVIES, R; op.cit, pp. 472-477.

[54] cf. BRACKMAN, A.C; A Delicate Arrangement. The Strange Case of Charles Darwin and Alfred Russel Wallace, ed. Times, New York 1980.

[55] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[56] cf. BEDDALL, B.G; op.cit, pp. 261-326.

[57] cf. ENGLAND, R; “Natural Selection before the Origin: Public Reactions of some naturalists to the Darwin-Wallace Papers”, en Journal of the History of Biology, XXX (1997), pp. 267-290.

[58] cf. DAVIES, R; “How Charles Darwin received Wallace's Ternate Paper, 15 days earlier than he claimed”, en Biological Journal of the Linnean Society, CV (2012), pp. 472-477.

[59] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; “Alfred Russel Wallace Deserves Better”, en Journal of Biosciences, XXXV (2010), pp. 339-349.

[60] cf. SARKAR, S; Wallace and Natural Selection, 1858, ed. Resonance, 2008, pp. 236-244.

[61] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; “Alfred Russel Wallace Deserves Better”, en Journal of Biosciences, XXXV (2010), pp. 339-349.

[62] cf. LESLIE, M; “Into the Limelight”, en Science, CCXCIV (2001), p. 2059.

[63] cf. DARLINGTON, C.D; “The Origins of Darwinism”, en Scientific American, CC (1959), pp. 60-66.

[64] cf. ENGLAND, R; “Natural Selection before the Origin: Public Reactions of some naturalists to the Darwin-Wallace Papers”, en Journal of the History of Biology, XXX (1997), pp. 267-290.

[65] cf. KENYON, A.K; “Darwin's Joint Paper”, en CEN Technical Journal, XIV (2000), pp. 72-73.

[66] cf. ALLEN, J.A; “Alfred Russel Wallace (1823-1913)”, en Biological Journal of the Linnean Society, CVIII (2013), pp. 1-2.

[67] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[68] cf. BEDDALL, B.G; op.cit, pp. 261-326.

[69] cf. DARLINGTON, C.D; “The Origins of Darwinism”, en Scientific American, CC (1959), pp. 60-66.

[70] cf. MEYER, A.B; “How was Wallace led to the discovery of Natural Selection?”, en Science, DLVI (1895), p. 1895.

[71] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[72] cf. BEDDALL, B.G; op.cit, pp. 261-326.

[73] cf. Ibid, pp. 261-326.

[74] cf. WALLACE, A.R; The Origin of Species and Genera, 1880.

[75] cf. SARKAR, S; Wallace and Natural Selection, 1858, ed. Resonance, 2008, pp. 236-244.

[76] cf. ENGLAND, R; “Natural Selection before the Origin: Public Reactions of some naturalists to the Darwin-Wallace Papers”, en Journal of the History of Biology, XXX (1997), pp. 267-290.

[77] cf. LIU, L; “Evolutionism combined with Spiritualism: Wallace's Approach”, en Journal of Cambridge Studies, V (2010), pp. 16-26.

[78] cf. GLICKMAN, S.E; “Darwin, Wallace and the Evolution of the Human Brain and Mind”, en ELIA, G; Celebración de los aniversarios darwinianos, 2009, pp. 32-41.

[79] cf. GLICKMAN, S.E; op.cit, pp. 32-41.

[80] cf. Ibid, pp. 32-41.

[81] cf. HODGE, M.S; “Capitalist Contexts for Darwinian Theory: land, finance, industry and empire”, en Journal of the History of Biology, XLII (2009), pp. 399-416.

[82] cf. BEDDALL, B.G; “Wallace, Darwin and the Theory of Natural Selection”, en Journal of the History of Biology, I (1968), pp. 261-326.

[83] cf. LIU, L; “Evolutionism combined with Spiritualism: Wallace's Approach”, en Journal of Cambridge Studies, V (2010), pp. 16-26.

[84] cf. HODGE, M.S; “Capitalist Contexts for Darwinian Theory: land, finance, industry and empire”, en Journal of the History of Biology, XLII (2009), pp. 399-416.

[85] cf. LLOYD, D; WIMPENNY, J; VENABLES, A; “Alfred Russel Wallace Deserves Better”, en Journal of Biosciences, XXXV (2010), pp. 339-349.

[86] cf. GLICKMAN, S.E; “Darwin, Wallace and the Evolution of the Human Brain and Mind”, en ELIA, G; Celebración de los aniversarios darwinianos, 2009, pp. 32-41.

[87] cf. WILLIAMS, B; CLOUGH, M.P; STANLEY, M; COLBERT, J.T; Adversity and Perseverance, ed. National Science Foundation, 2009.

[88] cf. WEBER, T.O; “Alfred Russel Wallace and the Antivaccination Movement in Victorian England”, en Emerging Infectious Diseases, XVI (2010), pp. 664-668.

[89] cf. GLICKMAN, S.E; “Darwin, Wallace and the Evolution of the Human Brain and Mind”, en ELIA, G; Celebración de los aniversarios darwinianos, 2009, pp. 32-41.

[90] cf. HAMPDEN-TURNER, C.H; Maps of the Mind. Charts and Concepts of the Mind and its Labyrinths, ed. Mitchell Beazley, Londres 1981.