ZENÓN
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Nápoles, 1 enero 2022
Luciano
Crescenzo, licenciado en Ingeniería

            El surgimiento del estoicismo tuvo lugar a la muerte de Alejandro Magno (323 a.C) y Aristóteles (ca. 322 a.C), y fue la principal consecuencia de la vida y obra filosófica del gran Zenón de Citio. Más específicamente, cuando Atenas empieza a perder su hegemonía política y cultural, las monarquía griega suplanta a la pequeñas ciudades-estado, y los individuos se quedan sin su marco de referencia en el cual basar su conducta (la polis).

            Para Aristóteles, el hombre había sido aquel animal social que necesitaba de la ciudad para realizarse como tal. Y una vez que no hay polis, ese hombre empieza a crear su propio marco de referencia, reclamando para sí la autosuficiencia y autonomía que antes se concedía la ciudad. Los cínicos ya habían empezado a apropiarse ese ideal (de forma utópica), y ahora los estoicas seguirán la misma senda, pero en su versión más realista.

            Toda esta nueva autonomía de las personas (como individuos) fue lo que llevó a los estoicos (y a Zenón, su fundador) a encandilarse con las posibilidades de las búsquedas personales, tomando como prioridad la felicidad y seguridad personal, como las mas importantes metas en sus vidas.

            La filosofía empieza a tomar, desde entonces, sus matices más prácticos, y el hombre decide adaptarse a la naturaleza para construir en su propia personalidad la antigua personalidad otorgada a la polis. Entre esas nuevas adquisiciones, también introducen los estoicos aquellas que la polis negaba a nivel estatal, como era la referencia más directa a Dios.

            La fascinación con esta nueva concepción llevó a los estoicos a la elaboración de una nueva física, una nueva antropología y una nueva ética. Y todo ello bajo el abrigo de las leyes de la naturaleza, que es lo que a ellos les brindaba mayor seguridad.

            La gente dejó de interesarse ya por el concepto aristotélico de sabiduría (el solo saber, ya que no les era útil), y empieza a entregarse a ese nuevo concepto de filosofía como el arte del saber vivir. La filosofía empieza a fundirse con la lógica, la física y la ética, ya que por sí sola no poseía ningún fin practico, y lo único importante para esta época era lo practico y lo útil en el diario vivir.

            El año 306 a.C. Zenón de Citio fundó su propia escuela en el Pórtico Pintado de Polignoto (de donde deriva el nombre de su escuela estoica, de la stoa poikile), arropado por sus principales discípulos Cleanto y Crisipo (recopiladores de su doctrina) y bajo la máxima de que el bien no está en los objetos externos, sino en la sabiduría y control de las emociones y pasiones.

a) Vida y obra

            Zenón nació en Citio (Chipre) el 334 a.C, hijo de un mercader (Mnaseas) que se ocupaba del comercio de especias (púrpura y plata) entre las costas de Grecia y Asia (dada su raza y lengua fenicia), y que cada vez que pasaba por Atenas intentaba conseguir algún libro de filosofía para su hijo. Por lo que cuenta Diógenes Laercio, era delicado de constitución, de cuello algo torcido, gruesas piernas y color de piel aceitunado, razones para no sentirse muy agraciado por la naturaleza.

            Ya de joven, Zenón fue a consultar a un oráculo, y a su pregunta ¿A dónde debo ir?, la divinidad le respondió: Entre los muertos. Y el joven empezó a dedicarse a la lectura de los filósofos muertos, interesándose por los platónicos Jenócrates y Polemón y por el socrático Estilpón, así como por el cínico Crates. Obviamente, vale la pena relatar el encuentro.

            Zenón acababa de desembarcar en Atenas tras un naufragio fatal, con 21 años y transportando púrpura desde Fenicia al Pireo. Y desde entonces había decidido abandonar el oficio de su padre, para emprender un tipo de vida absolutamente distinto. Cansado moral y físicamente, fue a descansar a una librería, y allí se puso a hojear los Comentarios de Jenofonte. Desde las primeras páginas quedó fascinado por la figura de Sócrates, hasta que allí mismo exclamó: ¡Cómo me gustaría conocer a un hombre de esta clase!”. Y el librero, indicándole a un anciano que en aquel momento pasaba delante de su tienda, le dijo: Sigue a ése. Era el maestro cínico Crates.

            Para ser un buen cínico es necesario tener una buena dosis de desvergüenza, y Zenón era demasiado formal para tenerla. Y por eso en vano trató Crates de impulsarlo para que se hiciera más independiente del juicio del prójimo. Un día le puso en la mano una olla llena de lentejas, y le pidió que la llevara a través del Cerámico. El fenicio (como le llamaba Crates) se negó a hacerlo, diciendo que no le parecía tarea de un filósofo, sino de un esclavo. Ante lo cual, Crates hizo pedazos la olla con un bastonazo, y todas las lentejas fueron a parar sobre la túnica de Zenón.

            El encuentro con Crates fue decisivo. Zenón, recordando aquel día, solía decir: Hice un pésimo viaje de mar, y un óptimo naufragio. Después de haber sido alumno de Crates y de unos cuantos más (como Estilpón y Jenócrates, con quienes estuvo 10 años), se independizó y empezó a impartir lecciones en el Pórtico Pintado de Polignoto (al noroeste del Agora de Atenas, en el sitio donde se reunían los poetas y donde años atrás los 30 tiranos habían ajusticiado a 1.400 demócratas atenienses). Y allí empezó a crear (ca. 301 a.C) su propia escuela de pensamiento: la estoica.

            Instalado en Atenas, empleó Zenón toda su fortuna (hoy día, de 5 millones $) en la adquisición de libros para los ciudadanos de Atenas, y en ayudas para que los más jóvenes pudiesen viajar desde los países del Oriente hasta Atenas, para conocer el entonces corazón del pensamiento.

            La conducta ejemplar de Zenón fue siempre seria, tolerante e irreprochable, evitando flirtear con los jovencitos o las prostitutas. Una noche, cuando una bella flautista se le presentó desnuda en el dormitorio, la desvió cortésmente al lecho del más joven de sus alumnos (un tal Perseo). Realmente, Zenón fue áspero y desconfiado. Pero como quiera que fuese, los atenienses empezaron a admirarlo, y hasta le entregaron las llaves de la ciudad, le ciñeron la cabeza con una corona de oro, y le erigieron (después de su muerte) una estatua de bronce y una sepultura triunfal en el Ceramio.

            También fue muy apreciado por Antígono III de Macedonia, que cada vez que visitaba Atenas, no dejaba de asistir jamás a sus lecciones. El rey lo invitaba siempre a su corte, pero Zenón rechazaba siempre la invitación, con la excusa de que era demasiado viejo. De igual manera, asesoró Zenón asiduamente a Ptolomeo II de Egipto en sus asuntos de estado, pero nunca acudió a su Palacio de Alejandría.

            La realidad era que Zenón mostraba odio a la mundanalidad, las fiestas y cualquier tipo de reunión. En las largas mesas de los convites acostumbraba él a sentarse aparte, y a decir: Así, al menos de un lado puedo sentirme solo.

            Como muchos filósofos, cultivaba Zenón el placer de la réplica ingeniosa. Un día vio que su alumno no paraba de hablar, e ipso facto le paró en seco Zenón: Tenemos dos orejas y una sola boca, para escuchar más y hablar menos”. En otra ocasión vio que su propio asno se comió una cesta de higos, ante lo cual ordenó a sus discípulos que le sirvieran también vino. Otra vez sorprendió a un esclavo mientras robaba, ante lo cual sacó Zenón su bastón y empezó a golpearlo. El desdichado, entre tanto, imploraba piedad:

—No es culpa mía, amo. Estaba escrito en el destino que debía robar.
—Sí, ya lo sé, respondió Zenón. Pero también estaba escrito que debías ser castigado a bastonazos.

            Tuvo Zenón muchísimos alumnos, a lo que el cómico Filemón comentaba: Qué extraña filosofía es ésta, en la que hay un maestro que enseña a tener hambre, y los discípulos le oyen extasiados. Yo, como muerto de hambre, soy autodidacta”. Entre esos discípulos recordemos a Perseo de Citio, Aristón de Sirena (transmisor de la Teoría de la Indiferencia), Erilo de Calcedonia y los escolarcas Cleantes y Crisipo (que fueron sus sucesores en la Escuela Estoica).

            De sus numerosos escritos, no nos quedan más que los títulos recopilados en las bibliotecas romanas desaparecidas, tales como su Política, El Universo, La Naturaleza, Ética de Crates, Naturaleza del Hombre, Las Pasiones, El Impulso, Lo Conveniente, Refutaciones, Soluciones y numerosos estudios sobre las obras de Platón (como Arte de Amar, inspirado en el Banquete de Platón) y Homero (como Los Signos y El Discurso).

b) Fundamentos

            En dichos escritos, buscó siempre Zenón una filosofía basada en la búsqueda directa de la realidad, que se refleja y anida en todas las cosas, y que da a la luz la fuerza, y a la naturaleza el movimiento. Una realidad en la que Dios era denominado como el alma del mundo”, y en el cual estarían inmanentes todas las cosas.

            Para Zenón la la naturaleza está dividida en 2 fundamentos: el pasivo (que es la materia y cuerpo) y el activo (donde esta Dios y el alma humana). Dios es un principio ígneo que anima cada cosa y rige todos los seres según la ley universal y el alma es un aire ardiente.

            Se considera a sí mismo ciudadano del mundo (idea que tomó del cínico Diógenes), y sostiene que lo que mejor se puede hacer por este mundo es dignificar al hombre, como hijos de Dios que somos (una idea contenida en la Torah judía, y que luego recogerá el cristianismo romano). En cuanto a la felicidad, asegura Zenón que se consigue cuando uno conoce y acepta su destino.

            A Zenón le gustaba decir que la filosofía podía ser comparada a un huerto, donde el muro que lo rodea es la lógica, los árboles la física y los frutos la ética. Lo que le lleva a la necesidad de verificar esta similitud, para ver si, manteniéndonos dentro de los confines de la lógica, y subiéndonos a las ramas de la física, podemos llegar a coger los frutos de la ética.

            Siguiendo las ideas de la Academia platónica, Zenón propone una filosofía tripartita: lógica (incluyendo retórica, gramática y las teorías de la percepción y del pensamiento), física (no sólo desde el punto de vista de la ciencia, sino también desde la naturaleza divina del universo) y ética (cuyo objetivo es la conquista de la felicidad, de acuerdo a la naturaleza). La lógica proporciona un criterio de verdad, la física se acerca al materialismo monista y panteístico, y la ética regula las acciones humanas.

            En cuanto a la Lógica, acepta Zenón que el conocimiento sea obtenido a través de los sentidos, pero nunca que sea algo innato. La Física de Zenón parte del logos, que conforma todas las cosas del universo y las leyes universales. En cuanto a la Ética, se trata de una ética racional (que tiene en cuenta los conceptos de la lógica y la física) y religiosa (que tiene en cuenta a la divinidad), destinada a saber dominar al alma mediante el control de las emociones dañinas.

c) Física

            Para Zenón el universo está totalmente hecho de materia, incluso Dios (cuya materia es eterna y de 1ª calidad) y el alma (cuya materia es un pneuma o soplo eterno de Dios). De ahí que el Dios de Zenón no sea externo al universo, sino que coincida con él (panteístamente). Y que no exista el vacío.

            La consecuencia más inmediata de este modo de pensar es el rechazo del azar (o movimiento aleatorio de los átomos) y el creer en una Naturaleza Inteligente que sabe adónde quiere llegar y que no hace nada casual en ella (como los animales, que viven para que pueda funcionar el sistema creado).

            Una Naturaleza Inteligente (o Dios) que actúa y lleva a cabo su proyecto (sobre la creación) a través de su logos spermatikós, o fuerza animadora que da a cada cosa y aspecto de la naturaleza su finalidad. No obstante, no se trata dicho logos animador del nous de Anaxágoras, ni de una mente que piensa sólo en sus asuntos, sino de un verdadero impulso a actuar (kathékon), en el sentido de Heráclito.

            Un logos que rápidamente convirtió Zenón en pneuma o fuerza espiritual, separándolo así de lo corpóreo y visible y orientándolo al principio racional de Dios, que ordena todas las cosas, les da las características que corresponden a su posible mayor perfección, y otorga a cada cosa un destino al que no pueden escapar. Por otra parte, dicho logos estaría presente en todas las cosas, conectándolas y relacionándolas sutilmente[1].

            En el pensamiento de Zenón, lo que está presente es la ley de causa y efecto, alegando que todos los sucesos de nuestra vida están regidos por la ley de la causa y el efecto, y recogemos lo que sembramos. Así, habría que hablar de 2 principios del movimiento cósmico:

-el principio activo, o logos forjador (pneuma). Es el que da pie a la acción de mover, obra de Dios o de la penetración de su razón en la materia;
-el principio pasivo, o materia informe (hylé). Es el que sufre el efecto de esa acción
, siendo por ella dotado o despojado de sus cualidades.

            En el comienzo de los tiempos existía sólo Dios, artesano del fuego eterno (πύρ τεχνικόν), que ha existido siempre y siempre existirá, que lo prevé todo y que se extiende por doquier, y que desde su fuego divino (éter) fue produciendo sucesivamente el aire, el agua y la tierra. Así, Dios sería la base de todas las actividades y fases cósmicas, pero operando en la materia de forma pasiva (de tal forma que no aumente ni disminuya en sí).

            Todo lo cual acabará un día, con una gigantesca conflagración (destructora), en la que Dios dará inicio a otro ciclo creador. En todo caso, se trata de un Dios panteísta, pues dicha divinidad impregnaría de su ser la totalidad de la realidad, y todo vendría a ser Dios[2].

            Por su parte, el universo es la entidad divina de razonamiento, donde todas las partes pertenecen al conjunto. La sustancia primaria del universo proviene del fuego eterno, pasa por la etapa de aire, luego se convierte en agua, y su parte más sólida se troca en tierra (mientras que la parte más sutil se vuelve nuevamente aire, que alimenta nuevamente el fuego). Como se ve, la opinión de Zenón era que el universo ha sido sometido a ciclos regulares de creación y destrucción.

            Respecto a este carácter cíclico del universo, habla Zenón de un orden determinado, a través del cual se van creando todas las cosas, van ocurriendo todos los acontecimientos, van desapareciendo todas las cosas, y así sucesivamente en un eterno retorno, renaciendo y muriendo lo mismo en idénticas formas y con idénticos destinos (palingenesia).

            En definitivas cuentas, la naturaleza entera se halla gobernada por una razón providente y divina (logos) que dirige sabiamente el destino de las cosas y de los hombres. Y la naturaleza del universo es tal que logra lo que es correcto y previene lo que es opuesto (por su destino incondicional), al mismo tiempo que permite el libre albedrío que le es atribuido.

            Y es insensato e inútil intentar cambiar el plan de esa providencia divina, porque ocurre siempre lo que tiene que ocurrir, y del modo exacto en que tiene que hacerlo. Por eso, nuestro deber como seres dotados de razón es aprender a vivir de acuerdo con la naturaleza, de acuerdo con el logos eterno (que lo gobierna providencialmente todo). En esta conformidad, de la acción con el logos, consistirá el orden cósmico, antropológico y ético (éste último, a través de la areté o virtud moral).

d) Lógica

            Según Zenón, era importante distinguir la verdad del engaño (dado el libre albedrío), dividiendo las concepciones verdaderas (entre lo comprensible y lo incomprensible) y distinguiendo las impresiones sensoriales que pudieran desviarnos.

            Este proceso, que conduce a la verdadera ciencia, se puede explicar para Zenón con el Símil de la Mano: “Con la palma extendida se percibe, cerrando un poco los dedos se evalúa, cerrando la mano completamente se comprende, y con el puño cerrado, de una mano atrapada con la otra, se conoce. Un símil que dio nacimiento a lo que se dio en llamar katalepsis.

            En lógica hizo Zenón importantes aportaciones en lo que ahora llamamos lógica proposicional (frente a la lógica de los términos de Aristóteles), en el campo de la lógica de las inferencias y en el estudio de los elementos de la gramática griega. lógica proposicional (frente a la lógica de los términos de Aristóteles), en el campo de la lógica de las inferencias y en el estudio de los elementos de la gramática griega.

            Y eso le permitió al chipriota elaborar una teoría sensualista matizada: los objetos físicos afectan a los sentidos, éstos transmiten su influencia al alma, y provocan en ella las representaciones. El conocimiento se da en la representación cataléptica (o representación evidente), habiendo representaciones catalépticas basadas en representaciones sensibles (como ocurre en cosmología), y otras basadas en la razón (como ocurre en matemáticas).

e) Ley y Orden

            Decía Zenón que existe un orden racional y un orden natural de las cosas y que el bien del individuo consiste en vivir de acuerdo con ese ordenamiento. Así mismo, afirma que el orden racional se consigue viviendo conforme a la naturaleza y según está estipulado en sus leyes universales.

            Considerando a Platón como el padre del derecho natural, y de acuerdo con sus postulados platónicos, afirma Zenón que el derecho natural es una ley eterna, no escrita, que debe servir de base a todas las leyes humanas. Un derecho natural considerado como conjunto de derechos humanos universales e irreversibles, que tienen todos los seres humanos, independientemente de su nacionalidad o clase social.

            Según Zenón, por medio del uso de la razón, el ser humano descubre la ley eterna (o derecho natural). Y eso le lleva a un humanismo sin fronteras, donde todos los hombres son iguales en derechos y deberes (como seres semejantes que son), y la patria del hombre es el mundo. En este punto el pensamiento de Zenón se coloca moralmente por encima de la mayoría de los autores griegos, quienes no lograron superar una visión caracterizada por la separación entre hombres libres y esclavos[3].

f) Antropología

            Defendió Zenón que el alma es algo distinto del cuerpo, que no se genera por procreación y que no se extingue completamente tras la muerte del cuerpo (sino que tiene inmortalidad relativa, pues puede pervivir hasta el final de cada ciclo cósmico).

            Así, el alma (pneuma) vendría a ser un soplo ígneo formado por partículas materiales sutiles, que tiene la propiedad de moverse a sí mismo y mover al cuerpo en el que habita. Es decir, el principio vital por el que respiramos, vivimos y razonamos.

            El alma humana es una parte del logos que domina el universo, y destaca en ella el hegemonikón (o parte racional del alma, de la que depende el conocimiento y la virtud, y la más parecida al logos mismo). No obstante, no dijo nunca Zenón que el alma que hay en cada uno de nosotros es Dios morando en el cuerpo humano, como sí dijeron sus sucesores estoicos.

            La muerte es entendida por Zenón como separación del alma y del cuerpo. De lo cual se infiere que el alma es también corpórea, ya que en caso contrario no podría darse tal separación. Y ya que la física es el fundamento de la antropología, la máxima de Zenón se resume en una sentencia: vive de acuerdo con la naturaleza”. O lo que es lo mismo, siguiendo las directrices del logos divino.

g) Ética

            Entre el placer y el dolor, lo que único que que importa es la virtud. Esta es, en 2 palabras, la ética de Zenón, que es como si dijéramos: entre que a uno le duelan los dientes, y hacer el amor con Kim Basinger, uno no debería ni tan sólo percatarse de la diferencia, ni prestarle apenas atención. Pero vayamos por partes.

            Los entes (lo que las cosas son) se dividen en buenos (espirituales), malos (espirituales) e indiferentes (materiales). Los buenos son: inteligencia, templanza, justicia, valor (y todo lo que es virtud). Los malos son: estupidez, desenfreno, injusticia, cobardía (y todo lo que es vicio). Los indiferentes son: vida y muerte, celebridad y anonimato, dolor y placer, riqueza y pobreza, salud y enfermedad (y cosas similares a éstas).

            En cuanto a los entes buenos, el bien único y simple es el único motivo a ser alcanzado, a través del uso de la razón correcta y coincidente con la razón universal (logos) que lo gobierna todo. En cuanto a los entes malos, el mal sentimiento (pathos) es un disturbio de la mente, repugnante a la razón y contrario a la naturaleza.

            Por lo que hace referencia a los entes indiferentes, éstos pueden ser positivos (vida, salud, belleza y riqueza) o negativos (muerte, enfermedad, fealdad y pobreza). Y eso requiere el saber distinguir entre valores preferibles y valores no preferibles. Un beso, por ejemplo, es considerado preferible a una bofetada, siempre que no perjudique un valor moral.

            En estos valores, dice Zenón que lo importante es conservar en toda situación la apátheia (lit. impasibilidad); es decir, la independencia de las pasiones. Pues la pasión nos aleja de la razón y es contraria a la naturaleza del alma. Los verdaderos bienes son sólo los valores preferibles, que son los que más nos acercan al logos (perfeccionador del universo) y nos permiten vivir en armonía con él.

            Entre las pasiones, éstas son afecciones que hacen errar al hombre, siendo 4 las más peligrosas: el placer, el dolor, el deseo y el temor. A las que habría que sumar unas 70 pasiones más (que evitaremos citar, pero dado el carácter ligero de este artículo). En todo caso, los hombres dominados por las pasiones acaban en la insensatez, mientras que el sabio que las sabe dominar alcanza la felicidad (pues vive carente de necesidades, y por eso es verdaderamente rico, libre y señor absoluto de sí mismo)[4].

            En cuanto a las virtudes, Zenón propone no ser virtuoso para hacer el bien, sino hacer el bien para ser virtuoso. Por lo demás, es inflexible consigo mismo y con los demás, considerando un defecto la piedad (debilidad propia de mujeres de poco valor) y la misericordia (propia del hombre tonto y frívolo”). Pues el sabio no se conmueve por nada, y no perdona a nadie una culpa cometida, y no es de hombres fuertes el dejarse vencer por súplicas, ni permitir que nos aparten de una justa severidad“”.

            Zenón concluye que el ser humano logra la plenitud y felicidad cuando logra dominar todas las pasiones terrenales (contratiempos, molestias y desasosiegos) a través de la apatheia (lit. apatía), nada temiendo y nada esperando”). Porque eso liberará al individuo de toda exterioridad, le hará adentrarse en la interioridad del logos y de su propia alma, y le hará vivir en conformidad con dicha naturaleza (divina y espiritual). Y eso le llevará a la ataraxia (lit. serenidad), en total armonía, tranquilidad e imperturbabilidad. Y le permitirá alcanzar la eutimía (lit. alegría) y la eudaimonía (lit. felicidad).

            No obstante, advierte Zenón que la finalidad última de toda actuación no debe ser el logro de la felicidad, sino la práctica del bien ( finalidad última de toda actuación no debe ser el logro de la felicidad, sino la práctica del bien (no debemos aspirar a ser felices, sino a ser buenos”). Pues la virtud no es un medio, sino un fin, que debe ser perseguido por sí misma (y no con vistas a obtener un bien ulterior).

            Y también porque, independientemente de que ese control alcance o no la felicidad, el dominio de las pasiones es una obligación moral. En definitiva, ésa es la finalidad del sabio (phrónimos): aceptar y consentir con entereza y serenidad el destino que el orden y las leyes de la naturaleza le deparan[5].

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  Act: 01/01/22       @fichas de filosofía            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A  

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[1] Una idea que, con el tiempo, fomentaría en los estoicos las creencias de una “simpatía universal” (entre todas las cosas del universo), una pretendida ciencia de la predicción (o mántica) y el famoso fatalismo y determinismo estoico.

[2] Un Dios panteísta que los estoicos fueron convirtiendo (traicionando a Zenón) en un Dios moral (los romanos) y personal (los cristianos). De hecho, en el Himno a Zeus del estoico Cleantes hallamos muchos puntos de contacto con el Padrenuestro cristiano: Oh glorioso Dios, más que cualquier otra cosa sumo poder eterno, Dios de todos los nombres, guía y señor de la naturaleza, tú que con la ley riges el universo, salud. A ti obedece el admirable universo, y cumple la voluntad de tu orden”.

[3] Un humanismo universal que sus seguidores estoicos trastocaron por estado universal, bajo un solo derecho y una sola ley. De hecho, los estoicos participaron en política y defendieron tesis opuestas a la tradición clásica. Pues al sustentar que la naturaleza es el fundamento de todas las leyes, afirmaron que por su naturaleza semejante, todos los hombres deben estar regidos por una misma ley, propugnando la abolición de la esclavitud y la necesidad de un gobierno universal.

[4] Una aceptación tranquila del propio destino que los estoicos alcanzarán mediante el control y el dominio (de las pasiones, los impulsos y los afectos), mediante la práctica escrupulosa y sostenida (de ese autocontrol o autodominio) e incluso mediante el suicidio (cuando las circunstancias lo exigieran).

[5] Como dijeron posteriormente sus sucesores estoicos, acertadamente: Puedes meterme en la cárcel, torturarme y asesinarme, ¿y qué? ¿Qué crees que has hecho? Come mucho, serías capaz de privarme de la vida, pero no de modificar mi alma. Anito y Meleto pueden matarme, pero no ofenderme.