Ideología de Género

 

Lima, 1 enero 2024
Oscar Alzamora, licenciado en Arquitectura

El género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo. Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino[1].

           Estas palabras, que podrían parecer tomadas de un cuento de ciencia ficción que vaticina una seria pérdida de sentido común en el ser humano, no son otra cosa que un extracto del libro Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity de la feminista radical Judith Butler, que viene siendo utilizado desde hace varios años como libro de texto en diversos programas de estudios femeninos de prestigiosas universidades norteamericanas, donde la perspectiva de género viene siendo ampliamente promovida.

           La Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU, realizada en la Cumbre de Pekín de 1995, fue el escenario elegido por los promotores de la nueva perspectiva para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión. Es por ello que desde dicha cumbre la perspectiva de género ha venido filtrándose en diferentes ámbitos no sólo de los países industrializados, sino además de los países en vías de desarrollo.

           Mientras muchos podrían seguir considerando el término género como una simple forma cortés de decir sexo (para evitar el sentido secundario que sexo tiene en inglés), y que por tanto género se refiere a seres humanos masculinos y femeninos, existen otros que desde hace ya varios años han decidido difundir toda una nueva perspectiva del término. Esta perspectiva, para sorpresa de muchos, se refiere al término género como roles socialmente construidos.

a) Sus peligros y alcances

           Muchos se imaginan que la expresión género es tan sólo otra manera de referirse a la división de la humanidad en dos sexos. No obstante, detrás del uso de esta palabra se esconde justo todo lo contrario, en base a una ideología que busca sacar del pensamiento esta estructura bipolar.

          Los proponentes de esta ideología quieren afirmar que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres. Y piensan que las diferencias en la manera de pensar y obrar, y de valorarse a sí mismos, son el producto de la cultura de un país y de una época determinados, que les asigna a cada grupo de personas una serie de características que se explican por las conveniencias sociales de dicha sociedad.

          Dichos ideólogos quieren rebelarse contra esto, y dejar a la libertad de cada cual el tipo de género al que quieren pertenecer (todos igualmente válidos). Es decir, lo que quieren es conseguir que los hombres y mujeres heterosexuales, así como los homosexuales, y las lesbianas y bisexuales, sean simplemente modos de comportamiento sexual, producto de la elección sexual de cada persona, con una libertad que todos los demás deben respetar.

           No se necesita mucha reflexión para darse cuenta de lo revolucionaria que es esta posición, y las consecuencias que tiene la negación de una naturaleza impuesta a cada uno de los seres humanos, por su capital genético. Sobre todo porque se diluye la diferencia entre los sexos, como algo convencionalmente atribuido por la sociedad, y como algo que cada uno puede inventarse a sí mismo. Toda la moral quedaría librada a la decisión del individuo, y desaparecería la diferencia entre lo permitido y lo prohibido en esta materia. Las consecuencias religiosas son también obvias.

           Es conveniente que el público en general se dé clara cuenta de lo que todo esto significa, pues los proponentes de esta ideología usan sistemáticamente un lenguaje equívoco para poder infiltrarse más fácilmente en el ambiente, mientras habitúan a las personas a pensar como ellos. Este artículo puede ayudar mucho en precisar conceptos, y a hacer un llamamiento de posición con respecto a la mencionada ideología.

a.1) El término género

           En la Cumbre de Pekín de 1995 muchos de los delegados participantes, que ignoraban la perspectiva del término género, solicitaron a sus principales propulsores una definición clara que pudiera iluminar el debate. Así, la directiva de la Conferencia de la ONU emitió la siguiente definición: El género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo.

           Esta definición creó confusión entre los delegados a la cumbre, principalmente entre los provenientes de países católicos y de la Santa Sede, quienes solicitaron una mayor explicitación del término para evitar encubrir una agenda inaceptable que incluyera la tolerancia de orientaciones e identidades homosexuales, entre otras cosas.

           Fue entonces cuando Bella Abzug, ex-diputada del Congreso de los Estados Unidos, intervino para completar la novedosa interpretación del término género: El sentido del término género ha evolucionado, diferenciándose de la palabra sexo, para expresar la realidad que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio.

           Quedaba claro, pues, que los partidarios de la perspectiva de género proponían algo mucho más temerario de lo que anunciaron en sus panfletos, como por ejemplo que no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de características y que no hay una conducta exclusiva de un sólo sexo, ni siquiera en la vida psíquica[2]. Con ello, la inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta superioridad de uno u otro sexo, y cuestionar una forma natural de sexualidad humana[3].

           Ante tal situación, muchos delegados de la ONU cuestionaron el término género, así como su inclusión en el documento final de Pekín. Sin embargo, la ex-diputada Abzug abogó férreamente en su favor:

El concepto género está enclavado en el discurso social, político y legal contemporáneo. Ha sido integrado a la planificación conceptual, al lenguaje, a los documentos y a los programas de Naciones Unidas, y los intentos actuales de varios estados miembros de borrar el término en la Plataforma de Acción, y reemplazarlo por el término sexo, es una tentativa insultante y degradante hacia los logros de las mujeres, que busca intimidarnos y bloquear el progreso futuro.

           La ferocidad de Bella Abzug por incluir el término género en la Cumbre de Pekín llamó la atención de muchos delegados. Sin embargo, el asombro y desconcierto fue mayor cuando uno de los participantes difundió algunos textos empleados por las feministas de género, profesoras de reconocidos colleges y universidades de Estados Unidos.

           De acuerdo a la lista de lecturas obtenida por dicho delegado, las feministas de género estaban difundiendo, en pleno seno de la ONU, otra serie de definiciones:

-hegemonía o hegemónico, como conceptos tradicionalmente aceptados como naturales, cuando en realidad han sido construcciones sociales;
-deconstrucción, como concepto necesario para denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico del pasado, con el fin de persuadir a la gente a no creerlos ni seguirlos
-patriarcado y patriarcal, como principal herramienta de control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer;
-perversidad polimorfa, o sexualmente polimorfo, como concepto del pasado que opina que los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas de su mismo sexo por naturaleza, sino por un condicionamiento de la sociedad;
-heterosexualidad forzada, como concepto tradicional que dividía el mundo en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro;
-preferencia u orientación sexual, como concepto nuevo que expresa que existen diversas formas de sexualidad (¿homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales, trasvestis...?), totalmente equivalentes a la heterosexualidad;
-homofobia, como concepto prejuiciativo del pasado que creaba temor a las relaciones homosexuales.

           Estas definiciones de Pekín habían sido tomadas del material obligatorio del curso Re-Imagen del Género dictado por un prestigioso college norteamericano. Así mismo, las siguientes afirmaciones corresponden a la bibliografía obligatoria del mismo, en este caso no adoptadas por la Cumbre de Pekín pero sí injertadas al pensamiento de la ONU:

La teoría feminista no puede darse ya el lujo de vocear tan sólo una tolerancia hacia el lesbianismo, como estilo alterno de vida, o hacer alusión de muestra a las lesbianas. Se ha retrasado demasiado una crítica feminista de la orientación heterosexual obligatoria de la mujer[4].

Una estrategia apropiada y viable del derecho al aborto es la de informar a toda mujer que la penetración heterosexual es una violación, sea cual sea la experiencia tenida[5].

           Las afirmaciones citadas podrían parecer suficientemente reveladoras sobre la peligrosa agenda de los promotores de esta perspectiva. Sin embargo, existen aún otros postulados que las feministas de género propagaron cada vez con mayor fuerza, como que:

A cada niño se le ha de asignar a una u otra categoría sexual, en base a la forma y tamaño de sus órganos genitales. Una vez hecha esta asignación, nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno es (femenina o masculino). Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son expresión natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y del pensamiento humano, y de esa construcción social que crea la verdadera naturaleza de todo individuo[6].

           Es decir, que para las feministas de género el sexo implica clase, y la clase presupone desigualdad, por lo que hay que luchar por desconstruir el género, para llegar mucho más rápidamente a la meta[7].

a.2) El feminismo de género

           Pero ¿en qué consiste la ideología de género, y cuál es su diferencia con el feminismo comúnmente conocido? Para comprender más a profundidad el debate, vale la pena responder a esta pregunta.

           El término feministas de género fue acuñado por Christina Hoff Sommers en su libro Who Stole Feminism?, con el fin de distinguir los diferentes feminismos. En concreto, el feminismo radical (surgido a finales de la década de 1960) del anterior movimiento feminista de equidad. He aquí las palabras de Hoff Sommers:

El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del género es un ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer; la feminista del género a menudo piensa que han empeorado. Ven señales de patriarcado por dondequiera y piensan que la situación se pondrá peor. Pero esto carece de base en la realidad norteamericana. Las cosas nunca han estado mejores para la mujer que hoy conforma 55% del estudiantado universitario, mientras que la brecha salarial continúa cerrándose[8].

           Al parecer, este feminismo de género tuvo una fuerte presencia en la Cumbre de Pekín de 1995. Así lo afirma Dale OLeary, autora de numerosos ensayos sobre la mujer y participante en la Conferencia de Pekín, quien asegura que durante todas las jornadas de trabajo, aquellas mujeres que se identificaron como feministas abogaron persistentemente por incluir la perspectiva del género en el texto, la definición de género como rol socialmente construido y el uso de género en sustitución de sexo masculino o femenino.

           De hecho, todas las personas familiarizadas con los objetivos de la ideología de género reconocieron inmediatamente la conexión entre la mencionada ideología y el borrador del Programa de Acción del 27-II-1995, que incluía propuestas aparentemente inocentes y términos particularmente ambiguos.

a.3) Una ideología neo-marxista

           En palabras de Dale OLeary, la Teoría del Feminismo de Género se basa en una interpretación neo-marxista de la historia. Es decir, en la afirmación de Marx de que toda la historia es una lucha de clases (de opresor contra oprimido), en una batalla que se resolverá solo cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e impongan una dictadura sobre los opresores. En ese momento, la sociedad será totalmente reconstruida y emergerá una sociedad sin géneros, en una paz y prosperidad utópicas para todos. 

           OLeary agrega que fue Frederick Engels fue quien sentó las bases de unión entre el marxismo y el feminismo. Para ello, cita el libro Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado, escrito por el pensador alemán en 1884 y en el que éste señala que:

El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, la del sexo masculino contra el femenino[9].

           Según OLeary, los marxistas clásicos creían que el sistema de clases desaparecería una vez que se eliminara la propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, se forzara la entrada de la mujer al mercado laboral, se colocara a los niños en institutos de cuidado diario y se eliminara la religión.

           Sin embargo, para los ideólogos de género los marxistas fracasaron por centrarse en las soluciones económicas y no ir de lleno contra la familia y la religión, las verdaderas causas de las clases. Es lo que concluye la feminista Shulamith Firestone, quiene afirma que no sólo hay que destruir la diferencia de géneros (clases sexuales), sino hasta la diferencia de sexos:

Asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción. Requiere que se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino sobre la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era acabar con el privilegio de la clase económica, y con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente acabar con el privilegio masculino y hasta con la misma distinción de sexos (es decir, con las diferencias genitales[10].

a.4) Cuando la naturaleza estorba

          Por supuesto, para la ideología de género hay una realidad que incomoda y estorba, por encima de todas las demás: la naturaleza. De ahí que sea prioritario, para los ideólogos de género, eliminar todo lo natural que haya en la sociedad. Es lo que opina Shulamith Firestone, cuando dice que:

Lo natural no es necesariamente un valor humano. De hecho, la humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza, y ya no podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por sexos sobre la base de sus orígenes en la naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella[11].

           Para los apasionados defensores de esta nueva perspectiva, no se deben hacer distinciones, porque cualquier diferencia es ofensiva, mala y perjudicial. Es decir, que hay que establecer una igualdad total entre hombre y mujer, sin considerar las diferencias naturales entre ambos. ¿Y cómo hacerlo? Relativizando la noción de sexo, de tal manera que éste deje de ser ya algo natural para convertirse en algo construido, a través de las orientaciones sexuales.

           De esta manera, los promotores de género no han visto mejor opción que declarar la guerra a la naturaleza, incluyendo las propias opciones naturales de la mujer. Según OLeary, las feministas de género denigran frecuentemente el respeto por la mujer, con la misma vehemencia con que atacan el irrespeto. ¿Y eso? Porque para las feministas de género, el enemigo es la diferencia.

           Sin embargo, la evidencia nos dice que no toda diferencia es mala, ni mucho menos irreal. De hecho, tanto el hombre como la mujer (creados a imagen y semejanza de Dios) tienen sus propias bondades naturales, que les enriquecen y dignifican. De hecho, los recursos personales de la femineidad no son menores que los recursos de la masculinidad.

           Por otro lado, si aceptamos que hombre y mujer fuesen totalmente iguales, y también las estadísticas, nos daríamos cuenta que, si los hombres y mujeres participan en una misma actividad particular (laboral, deportiva, cultural...), el hombre acaba siempre superando a la mujer, constituyéndose esta igualdad obligatoria” en un peligroso foco de discriminación contra la mujer (según las estadísticas).

           Ante la evidencia de estas diferencias naturales, entre el hombre y la mujer, los propulsores de la ideología de género han acabado por no cuestionar sus planteamientos, sino más bien atacar el concepto mismo de naturaleza.

           Además, consideran que las diferencias de género, que según ellos existen por construcción social, fuerzan a la mujer a ser dependiente del hombre. Por ello, la libertad para la mujer no consistirá en actuar sin restricciones, sino en liberarse de los roles de género socialmente construidos. En ese sentido, Ann Ferguson y Nancy Folbre afirman que:

Las feministas deben hallar nuevos modos de apoyo, para que la mujer identifique sus intereses con la mujer antes que con sus deberes personales o su familia. Esto requiere establecer una cultura feminista revolucionaria, que pueda sostener a la mujer ideológica y materialmente fuera del patriarcado. Así como crear redes de soporte contra-hegemónico que provean de sustitutos a la mujer, a nivel afectivo, sexual, laboral y familiar, así como el control sobre sus propios cuerpos y el sentido de sí mismas[12].

           Respecto a crear un soporte sucedáneo del natural, Ferguson y Folbre diseñan 4 áreas claves de lucha social contra-natura[13]:

1º Reclamar el derecho a la preferencia identitaria sexual,
2º Conseguir el control feminista de la producción ideológica y cultural,
3º Establecer un sistema de ayuda mutua, que esté orientado únicamente hacia la mujer
;
4
º Recabar apoyo económico oficial, para el sostenimiento del nuevo sistema laboral-familiar de género.

b) Roles socialmente construidos

           Para tratar este punto, tomemos la definición de género señalada en un volante que circuló en la Reunión del ComPrep (Comité Preparatorio de Pekín 1995), por parte de las partidarias de la perspectiva en cuestión:

Género se refiere a los roles y responsabilidades de la mujer y del hombre que son determinados socialmente. El género se relaciona con la forma con que se quiere y espera que pensemos y actuemos como mujeres y hombres, por la forma en que la sociedad está organizada y no por nuestras diferencias biológicas.

           Vale señalar que el término rol distorsiona la discusión. Siguiendo el estudio de OLeary, el rol se define primariamente como parte de una producción teatral en la cual una persona, vestida especialmente y maquillada, representa un papel de acuerdo a un libreto escrito. Es decir, que vendría a ser el guión a seguir, según el plan establecido.

           El uso del término rol, o de la frase roles desempeñados”, transmite en este caso la sensación de algo artificial, que se le impone a la persona. De hecho, si se sustituye rol por otro vocablo (tal como vocación), se pone de manifiesto cómo el término rol sí que trata de distorsionar la identidad, en los términos de ideología de género.

           Vocación envuelve algo auténtico y no artificial, que nos hace una llamada a ser lo que somos. Respondemos a nuestra vocación para completar nuestra naturaleza o desarrollar nuestros talentos y capacidades innatos. En ese sentido, por ejemplo, OLeary destaca la vocación femenina a la maternidad, pues la maternidad no es un rol sino una vocación. Cuando una madre concibe a un hijo, emprende una relación de por vida con otro ser humano, y esta relación define a la mujer para siempre, planteándole ciertas responsabilidades y afectando casi todos los aspectos de su vida. No está representando el papel (rol) de madre, sino que es (vocacionalmente) una madre.

           La cultura y la tradición, ciertamente, influyen sobre el modo en que la mujer cumple su maternidad. Pero no crean madres, como aclara OLeary. Sin embargo, los promotores de la perspectiva de género insisten en decir que toda relación o actividad de los seres humanos es resultado de una construcción social”, que otorga al hombre una posición social superior y a la mujer una inferior.

           Según esta perspectiva, el progreso de la mujer requiere limpiar por completo la sociedad de esta construcción social, de modo que el hombre y la mujer sean iguales. Para ello, los ideólogos de género señalan la urgencia de deconstruir estos roles socialmente construidos, que según ellos pueden ser divididos en 3 categorías:

           masculinidad y feminidad. Los ideológos de género consideran que el hombre y la mujer son construcciones sociales, y que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral, y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente.

           Por ello, concluyen los ideólogos de género, hay que depurar la educación y los medios de comunicación, extirpando todo estereotipo y toda imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin que se les exponga a trabajos sexo-específicos.

           relaciones familiares. Los ideólogos de género no sólo pretenden que se sustituyan los términos padre, madre, marido y mujer (género-específicos) por palabras género-neutrales” (progenitor, pareja...), sino que aspiran a que no haya diferencias de conducta ni responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia.

           Según Dale OLeary, ésta es la categoría de roles socialmente construidos a la que las feministas atribuyen mayor importancia, porque consideran que la experiencia de relaciones sexo-específicas familiares son la principal causa del sistema de clases sexo-génericas.

           ocupaciones y profesiones. El 3º tipo de roles socialmente construidos abarca las ocupaciones que la sociedad asigna a uno u otro sexo.

           Si bien estas 3 categorías de construcción social ya podrían ser suficientes, el repertorio de los ideólogos de género incluye una más: la reproducción humana, que también puede ser determinada socialmente. Al respecto, afirma Heidi Hartmann que:

La forma en que se propaga la especie está determinada socialmente. Si biológicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresión sexual, la reproducción sería resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales. La división estricta del trabajo por sexos, un invento social común a toda sociedad conocida, crea dos géneros muy separados y la necesidad de que el hombre y la mujer se junten por razones económicas. Contribuye así a orientar sus exigencias sexuales hacia la realización heterosexual, y a asegurar la reproducción biológica. En sociedades más imaginativas, la reproducción biológica podría asegurarse con otras técnicas[14].

c) Salud y derechos sexuales reproductivos

           En la misma línea, las feministas de género incluyen como parte esencial de su agenda la promoción de la libre elección en asuntos de reproducción y estilos de vida. Según OLeary, libre elección de reproducción es la expresión clave para referirse al aborto abierto, mientras que “libre estilo de vida apunta a promover la homosexualidad, el lesbianismo y toda otra forma de sexualidad fuera del matrimonio. Así, por ejemplo, los representantes del Consejo Europeo han lanzado la siguiente propuesta:

Deben escucharse las voces de mujeres jóvenes, ya que la vida sexual no gira sólo alrededor del matrimonio. Esto lleva al aspecto del derecho a ser diferente, ya sea en términos de estilo de vida (la elección de vivir en familia o sola, con o sin hijos) o de preferencias sexuales. Deben reconocerse los derechos reproductivos de la mujer lesbiana[15].

           Entre estos derechos de las lesbianas, también estaría el derecho de las parejas lesbianas a concebir hijos a través de terceros (como la inseminación artificial o alquiler de espermatozoides), y a adoptar legalmente a los hijos de esos terceros (en el mejor de los casos, el de sus compañeras).

           Pero los defensores del género no sólo proponen este tipo de aberraciones, sino que además defienden un derecho a la salud que, en honor a la verdad, se aleja por completo de la verdadera salud del ser humano.

           En efecto, ignorando el derecho de todo ser humano a la vida, los ideólogos de género proponen el derecho a la salud sexual y reproductiva. Paradójicamente, esta salud reproductiva incluye el aborto y la muerte de seres humanos embrionarios. No en vano, las ideólogos de género tienen como fuertes aliados a los ambientalistas y poblacionistas.

           Según OLeary, aunque estas 3 ideologías no concuerdan en todos sus aspectos, sí tienen en común el proyecto del aborto. Por un lado, los ambientalistas y poblacionistas consideran esencial el estricto control de la fertilidad humana, y para ello están dispuestos a usar la perspectiva de género.

           La última cita de la Division for the Advance of Women (División para el Avance de las Mujeres), propuesta en una reunión organizada en consulta con el Fondo de Población de la ONU, revela la manera de pensar de aquellos interesados en que haya cada vez menos gente en el mundo:

Para ser efectivos en el largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad[16].

           Así, los nuevos derechos propuestos por los ideólogos de género no se reducen simplemente a los derechos de salud reproductiva (que, como hemos mencionado ya, promueve el asesinato de seres humanos no nacidos), sino que además exigen el derecho a determinar la propia identidad sexual.

           En un volante que ha circulado durante varias de las Conferencias de la Mujer de la ONU, la International Gay and Lesbian Human Rights Commission (Comisión Internacional de los Derechos Humanos de Homosexuales y Lesbianas) ha venido exigiendo siempre este derecho, en los siguientes términos:

Nosotros, los abajo firmantes, hacemos una llamada a los estados miembros a reconocer el derecho a determinar la propia identidad sexual. A reconocer el derecho a controlar el propio cuerpo, particularmente al establecer relaciones de intimidad. Y a reconocer el derecho a escoger cuándo y con quién engendrar y criar hijos, como elemento fundamental de toda mujer, sin distinción de orientación sexual.

           Esto es más preocupante aún si se toma en cuenta que, para las feministas de género, existen 5 sexos. Rebecca Cook, docente de Derecho en la universidad de Toronto, y redactora oficial de la ONU, señala en la misma línea que los géneros masculino y femenino son una construcción de la realidad social y que, como tales, han de ser abolidos.

           Increíblemente, el documento elaborado por la feminista canadiense para la ONU afirma que los sexos ya no son dos sino cinco, y que por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales o bisexuales.

           La libertad de los propulsores de género, para afirmar la existencia de 5 sexos, contrasta con todas las pruebas científicas existentes en el mundo, según las cuales sólo hay 2 opciones desde el punto de vista genético: o se es hombre o se es mujer. No hay absolutamente nada que esté en el medio, científicamente hablando.

d) El objetivo: deconstruir la sociedad

           Queda claro, pues, que la meta de los promotores de la perspectiva de género es el llegar a una sociedad sin clases de sexo. Para ello, proponen deconstruir (fam. destruir) el lenguaje, las relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, la educación, la religión y la cultura, entre otras cosas. Al respecto, el material de trabajo del curso Re-Imagen del Género avanzaba en la línea de un futuro sin sexos. Oigámoslo:

El sexo implica clase, y la clase presupone desigualdad. Luchar por desconstruir el sexo llevará mucho más rápidamente a la meta, por pertenecer la cultura del sexo a la cultura patriarcal y ser algo básico del patriarcado. Después de todo, los hombres no gozarían del privilegio masculino si no hubiera hombres. Y las mujeres no serían oprimidas sino existiera tal cosa como la mujer. Acabar con el sexo es acabar con el patriarcado, como también con las muchas injusticias perpetradas en nombre de la desigualdad entre sexos[17].

           En tal sentido, Susan Moller Okin escribe un artículo en el que se lanza a pronosticar lo que para ella sería el soñado futuro sin géneros:

No habría presunciones sobre roles masculino o femenino; dar a luz estaría conceptualmente tan distante de la crianza infantil, que sería motivo de asombro que hombres y mujeres no fueran igualmente responsables de las áreas domésticas, o que los hijos pasaran mucho más tiempo con uno de los padres que con el otro. Sería un futuro en el que hombres y mujeres participen en número aproximadamente igual en todas las esferas de la vida, desde el cuidado de los infantes hasta el desempeño político de más alto nivel, incluyendo los más diversos tipos de trabajo asalariado. Si hemos de guardar la más mínima lealtad a nuestros ideales democráticos, es esencial distanciarnos del género. Parece innegable que la disolución de roles de género contribuiría a promover la justicia en toda nuestra sociedad, haciendo así de la familia un sitio mucho más apto para que los hijos desarrollen un sentido de justicia[18].

           Pero no sólo eso, sino que los ideólogos de género también proponen deconstruir la educación, tal como se lee en el discurso que la presidenta de Islandia, Vigdis Finnbogadottir, diera en una conferencia organizada por el Consejo Europeo, en febrero de 1995. Para ella, así como para todos los demás defensores de la perspectiva de género, urge deconstruir no sólo la familia, sino también la educación.

           Las niñas escolares deben ser orientadas, continúa diciendo la ex-presidente Vigdis, hacia áreas no tradicionales, y no deben ser expuestas a la imagen de la mujer como esposa o madre, ni ser involucradas en actividades femeninas tradicionales. Oigámoslo:

La educación es una estrategia importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y la mujer en la sociedad. La perspectiva del género debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los estereotipos en los textos escolares, y conscientizar en este sentido a los maestros, para asegurar así que niñas y niños hagan una selección profesional informada, y no en base a tradiciones prejuiciadas sobre el género[19].

e) Primer blanco: la familia

El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal, en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma institución de las relaciones sexuales, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural[20].

           Esta palabras de Alison Jagger, autora de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios feministas en universidades norteamericanas, revelan claramente la hostilidad hacia la familia de los ideólogos de género. Sigamos escuchándola:

La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres (al igual que los hombres) no tengan que dar a luz. La destrucción de la familia biológica que Freud jamas visualizó, permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente[21].

           Al parecer, la principal razón del rechazo feminista a la familia es que para ellas esta institución crea y apoya el sistema de clases sexuales. Así lo explica Christine Riddiough, colaboradora de la revista publicada por la supuesta institución internacional Catholics for a Free Choice (Católicas por el Derecho a Elegir):

La familia nos da las primeras lecciones de ideología de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos& tan completa es la hegemonía de la clase dominante en la familia, que se nos enseña que ésta encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente la sexualidad de la mujer[22].

           Para quienes tienen una visión marxista de las diferencias de clases, como causa de los problemas, apunta OLeary, diferente significa siempre desigual, y desigual siempre implica un opresor. En este sentido, las feministas de género consideran que cuando la mujer cuida a sus hijos, y el esposo trabaja fuera de casa, las responsabilidades son diferentes y no igualitarias, y se plasman en la vida pública, ya que la mujer, cuyo interés primario ha de ser el hogar, no siempre tiene el tiempo y la energía para dedicarse a la vida pública. Y por ello, afirman:

Pensamos que ninguna mujer debería tener esta opción. No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirán por ella[23].

           Por ello, los ideólogos de género insisten en deconstruir la familia. Pero no tanto porque esclavice a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para aceptar a la familia, al matrimonio y a la maternidad y paternidad como algo natural y bueno. Al respecto, Nancy Chodorow afirma que:

Si nuestra meta es acabar con la división sexual del trabajo en la cual la mujer maternaliza, tenemos que entender en primer lugar los mecanismos que la reproducen. Mi recuento indica exactamente el punto en el que debe intervenirse. Cualquier estrategia para el cambio cuya meta abarque la liberación de las restricciones impuestas por una desigual organización social por géneros, debe tomar en cuenta la necesidad de una reorganización fundamental del cuidado de los hijos, para que sea compartido igualmente por hombres y mujeres[24].

           Queda claro, pues, que para los ideólogos de género las responsabilidades de la mujer en la familia son supuestamente enemigas de la realización de la mujer, al esclavizar su entorno privado con la carga pesada de la familia y afectar negativamente a sus proyectos profesionales.

           Este ataque declarado contra la familia, sin embargo, contrasta notablemente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por la ONU en 1948. En efecto, en el artículo 16 de la misma, la ONU defiende enfáticamente que:

Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia. Y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.

Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.

La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del estado.

           Sin embargo, los artífices de la nueva perspectiva de género, presentes en cualquier Cumbre de la Mujer, pasan por alto todas ests premisas, e insisten en todo lo contrario, apuntando a la necesidad de deconstruir el matrimonio, la maternidad y la feminidad misma, para que las mujeres puedan ser libres.

           Las naciones de la ONU que sí defienden la vida y los valores familiares se ven así cohibidos a la hora de alzar la voz contra este tipo de propuestas, sobre todo al descubrir que los documentos de las cumbres eliminan arbitrariamente del vocabulario de los programas las palabras esposa, marido, madre y padre.

           Ante tal hecho, Barbara Ledeen, directora del Independent Women Forum (una organización de defensa de la mujer, ampliamente conocida en Estados Unidos), señaló: Los documentos de la ONU están inspirados en teorías feministas ultra radicales, de viejo sello conflictivo, y representan un ataque directo a los valores de la familia, el matrimonio y la femineidad.

           El papa Juan Pablo II, por su parte, tiempo antes de la Conferencia de Pekín de 1995, ya había insistido en señalar la estrecha relación entre la mujer y la familia. Durante el encuentro que sostuvo con Gertrude Mongella, secretaria general de la Conferencia de la Mujer, previo a la cumbre mundial, dijo:

No hay respuesta a los temas sobre la mujer que pueda pasar por alto la función de la mujer en la familia. Para respetar este orden natural, es necesario hacer frente a la concepción errada de que la función de la maternidad es opresiva para la mujer.

           Lamentablemente, las propuestas del Consejo Europeo para las Plataformas de Acción han sido siempre completamente ajenas a las orientaciones del Santo Padre, viniendo a decir que:

Ya es hora de dejar en claro que los estereotipos de géneros son anticuados: los hombres ya no son únicamente los machos que sostienen la familia ni las mujeres sólo esposas y madres. No debe subestimarse la influencia psicológica negativa de mostrar estereotipos femeninos[25].

           Ante esta postura, OLeary escribe que, si bien es cierto que las mujeres no deben mostrarse únicamente como esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, y por ello una imagen positiva de la mujer que se dedica sólo al trabajo del hogar no tiene nada de malo.

           Sin embargo, la meta de la perspectiva del género no es representar auténticamente la vida de la mujer, sino una estereotipificación inversa según la cual las mujeres que sólo sean esposas y madres nunca aparezcan bajo un prisma favorable.

f) Segundo fin: Ataque a la religión

           Si bien los ideólogos de género promueven la deconstrucción de la familia, la educación y la cultura, como panacea para todos sus problemas, también ponen especial énfasis en la deconstrucción de una religión que, según dicen, es la causa principal de la opresión de la mujer.

           Numerosas ONG acreditadas ante la ONU se han empeñado en criticar a quienes ellos denominan fundamentalistas (cristianos, católicos, evangélicos, ortodoxos, judíos, hindúes, musulmanes...), o cualquier persona que rehuse ajustar las doctrinas de la religión a la agenda de la ideología de género.

           Un video promotor del foro de las ONG en la Conferencia de Pekín de 1995, producido por Judith Lasch, ya señaló que nada ha hecho más por constreñir a la mujer que los credos y las enseñanzas religiosas. De la misma manera, el informe de la reunión de Estrategias Globales para la Mujer contiene numerosas referencias al fundamentalismo y a la necesidad de contrarrestar sus supuestos ataques a los derechos de la mujer. Recordémoslo:

Toda forma de fundamentalismo, sea político, religioso o cultural, excluye a la mujer de normas de derechos humanos de aceptación internacional, y la convierten en blanco de violencia extrema. La liminación de estas prácticas es preocupación de la comunidad internacional.

           De otro lado, el informe de la reunión preparatoria a la Conferencia de Pekín, organizada por el Consejo Europeo en febrero de 1995, incluyó numerosos ataques a la religión:

El surgimiento de toda forma de fundamentalismo religioso se considera como una especial amenaza al disfrute por parte de la mujer de sus derechos humanos y a su plena participación en la toma de decisiones a todo nivel en la sociedad[26].

Debe capacitarse a las mujeres mismas, y dárseles la oportunidad de determinar lo que sus culturas, religiones y costumbres significan para ellas[27].

           Vale señalar que, para la ideología de género, la religión es un invento humano, y las religiones principales fueron inventadas por hombres para oprimir a las mujeres. Por ello, las feministas radicales han de postular una nueva re-imagen de Dios, desde la sophia o sabiduría femenina.

           En este sentido, las teólogas del feminismo de género proponen descubrir y adorar a la divinidad, pero no a Dios sino a Diosa. Como ejemplo, Carol Christ, autodenominada teóloga feminista de género, afirma lo siguiente:

Una mujer que se haga eco de la afirmación dramática de Ntosake Shange (encontré a Dios en mí misma y la amé ferozmente) está diciendo: El poder femenino es fuerte y creativo. Está diciendo que el principio divino, el poder salvador y sustentador, está en ella misma y que ya no verá al hombre o a la figura masculina como salvador[28].

           Igual de extrañas son las palabras de Elisabeth Schussler Fiorenza, otra teóloga feminista de género que niega de raíz la posibilidad de la Revelación, tal como se lee en la siguiente cita:

Los textos bíblicos no son revelación de inspiración verbal ni principios doctrinales, sino formulaciones históricas. Análogamente, la teoría feminista insiste en que todos los textos son producto de una cultura e historia patriarcal androcéntrica[29].

           Además, Joanne Carlson Brown y Carole Bohn, también auto-denominadas teólogas de la Escuela Feminista de Género, se dedican a atacar abiertamente al cristianismo como propulsor del abuso infantil:

El cristianismo es una teología abusiva que glorifica el sufrimiento. ¿Cabe asombrarse de que haya mucho abuso en la sociedad moderna, cuando la imagen teológica dominante de la cultura es el abuso divino del hijo por un Dios Padre que exige y efectúa el sufrimiento y la muerte de su propio hijo? Si el cristianismo ha de ser liberador del oprimido, debe primero liberarse de esta teología[30].

           Por todo ello, los dueños de la nueva perspectiva promueven el ataque frontal al cristianismo y a toda figura que lo represente. En 1994, Rhonde Copelon y Berta Hernández elaboraron un folleto para una serie de sesiones de trabajo de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo del Cairo. El folleto se dedicaba a atacar directamente al Vaticano por oponerse a su agenda (la cual incluía los derechos a la salud reproductiva y, por consecuencia, el aborto), viniendo a decir que:

Con este reclamo de derechos humanos elementales confronta la oposición de todo tipo de fundamentalistas religiosos, con el Vaticano como líder en la organización de oposición religiosa a la salud y a los derechos reproductivos, incluyendo hasta los servicios de planificación familiar[31].

           Contrarias a todas estas posturas de ataque y agresión a la religión, a la Iglesia, y al Vaticano, son las posturas de la mayoría de mujeres del mundo, que según el informe de OLeary defienden sus tradiciones religiosas como la mejor de las protecciones de los derechos y la dignidad de la mujer.

           Mujeres católicas, evangélicas, ortodoxas y judías agradecen, en particular, las enseñanzas de sus credos sobre el matrimonio, la familia, la sexualidad y el respeto por la vida humana. La Santa Sede, por su parte, señaló en los meses previos a Pekín-1995 el peligro de la tendencia planteada en el borrador por la ONU, al dejar de lado la libertad de conciencia y la elección educativa.

g) Una buena excusa: la mujer

           Tras revisar la peculiar agenda feminista, Dale OLeary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y de su familia, así como destruir la identificación de sus intereses personales y profesionales con los de su familia.

           Así mismo, agrega la experta que el interés primordial del feminismo radical nunca ha sido el de mejorar directamente la situación de la mujer, ni aumentar su libertad. Por el contrario, para las feministas radicales las mejoras menores pueden obstaculizar la revolución de la clase de género. Esta afirmación es confirmada por la feminista Heidi Hartmann, que radicalmente afirma:

La cuestión de la mujer nunca ha sido la cuestión feminista. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer[32].

           No en vano, durante la Conferencia de Pekín de 1995 la delegada canadiense Valerie Raymond manifestó su empeño en que la Cumbre de la Mujer se abordara no como una conferencia de la mujer”, sino a través de una óptica de género. Así, dice OLeary, la nueva perspectiva tiene como objeto propulsar la agenda LGTBI (lesbiana, gay, transexual, bisexual e intersexual) y no los intereses de las mujeres comunes y corrientes.

h) Conclusión

           En palabras de Dale OLeary, el feminismo de género es un sistema cerrado contra el cual no hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, ni a la experiencia ni a las propias opiniones y deseos de las mujeres normales y corrientes, porque según las feministas de género todo esto es socialmente construido. Aquí no importan las evidencias que se van acumulando en su contra, porque ellas continuarán insistiendo en la conspiración patriarcal masiva contra la mujer. 

           Gracias a Dios, existen muchas personas que, quizás por falta de información, aún no están al tanto de la nueva propuesta y de los peligrosos alcances de la misma. Vale la pena pues, conocer esta perspectiva de género, que en la actualidad no sólo está tomando fuerza en los países desarrollados, sino que también ha empezado a infiltrarse, por todos los medios, en nuestro medio. Basta revisar algunos materiales educativos difundidos en los colegios más recónditos, o hasta en las más prestigiosas universidades.

           En Estados Unidos la ideología de género ha logrado ubicarse en el centro de la corriente cultural norteamericana, y prestigiosas universidades y colleges difunden abiertamente esta perspectiva. Además, numerosas series televisivas norteamericanas, así como la totalidad de los medios de comunicación, difunden que la identidad sexual ha de deconstruirse, y la masculinidad y femineidad no son más que roles de géneros construidos socialmente en el pasado”.

           Las nuevas tecnologías ha logrado que dichos programas de género lleguen diariamente a los países en vías de desarrollo, principalmente a través de las redes sociales. Y esto nos pone ante un nuevo reto, que debe ser enfrentado lo antes posible para evitar las graves consecuencias que ya está ocasionando en el Primer Mundo. En palabras de OLeary, la deconstrucción de la familia, y el ataque a la religión, a la tradición y a los valores culturales, que las feministas de género promueven en los países en desarrollo, afecta al mundo entero.

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  Act: 01/01/24       @fichas de reflexión            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A  

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[1] cf. BUTLER, J; Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, ed. Routledge, New York 1990, p. 6.

[2] cf. DELGADO, C; Reporte sobre la Conferencia Regional de Mar de Plata, Buenos Aires 1994.

[3] cf. Idem.

[4] cf. RICH, A; Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence, en RICH, A; Blood, Bread and Poetry, ed. Norton Company, New York 1986, p. 27.

[5] cf. RICH, A; op.cit, p. 70.

[6] cf. GILBER, L; WEBSTER, P; The Dangers of Feminity. Gender Differences: Sociology of Biology?, ed. Bound by Love, Beacon P. 1982, p. 41.

[7] cf. BORNSTEIN, K; Gender Outlaw: On Men, Women and the rest of Us, ed. Psychology Press, Londres 1994, p. 115.

[8] cf. HOFF SOMMERS, C; “Entrevista a Christina Hoff Sommers”, en Faith and Freedom, II (1994), p. 2.

[9] cf. ENGELS, F; The Origin of the Family, Property and the State, ed. International Publishers, New York 1972, pp. 65-66.

[10] cf. FIRESTONE, S; The Dialectic of Sex, ed. Bantam Books, New York 1970, p. 12.

[11] cf. FIRESTONE, S; op.cit, p. 10.

[12] cf. FERGUSON, A; FOLBRE, N; The Unhappy Marriage of Patriarch and Capitalism, en Women and Revolution, III-II (1979), p. 80.

[13] cf. FERGUSON, A; FOLBRE, N; op.cit, p. 80.

[14] cf. HARMANN, H; The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism, ed. South End Press, Boston 1981, p. 16.

[15] cf. CONSEJO DE EUROPA; Equality and Democracy: Utopia or Challenge?, en Sesión del 9-II-1995, Estrasburgo 1995, p. 25.

[16] cf. FONDO DE POBLACIÓN DE LA ONU; “Gender Perspective in Family Planning Programs, en Sesión del 18-X-1982,Viena 1982.

[17] cf. BORNSTEIN, K; Gender Outlaw: On Men, Women and the rest of Us, ed. Psychology Press, Londres 1994, p. 115.

[18] cf. MOLLER OKIN, S; Change the Family, Change the World, en Utne Reader, III (1990), p. 75.

[19] cf. CONSEJO DE EUROPA; Equality and Democracy: Utopia or Challenge?, en Sesión del 9-II-1995, Estrasburgo 1995, p. 38.

[20] cf. JAGGER, A; Political Philosophies of Womens Liberation, en LITTLEFIELD, A; Feminism and Philosophy, ed. Totowa, New Jersey 1977, p. 13.

[21] cf. JAGGER, A; op.cit, p. 14.

[22] cf. RIDDIOUGH, C; Socialism, Feminism and Gay-Lesbian Liberation, ed. South End Press, Boston 1981, p. 80.

[23] cf. HOFF SOMMERS, C; Who Stole Feminism?, ed. Simon & Shuster, New York 1994, p. 257.

[24] cf. CHODOROW, N; The Reproduction of Mothering, ed. UCA Press, Berkeley 1978, p. 215.

[25] cf. CONSEJO DE EUROPA; Equality and Democracy: Utopia or Challenge?, en Sesión del 9-II-1995, Estrasburgo 1995, p. 28.

[26] cf. CONSEJO DE EUROPA; op.cit, p. 13.

[27] cf. Ibid, p. 16.

[28] cf. CHRIST, C; Woman Spirit Rising. A Feminist Reader in Religion, ed. Harper One, San Francisco 1991, p. 277.

[29] cf. SCHUSSLER FIORENZA, E; In Memory of Her, ed. Crossroad, New York 1987, p. 15.

[30] cf. BROWN, J.C; BOHN, C.R; Christianity, Patriarchy, and Abuse. A Feminist Critique, ed. Pilgrim Press, New York 1989, p. 26.

[31] cf. COPELON, R; HERNANDEZ, B.E; Sexual and Reproductive Rights and Health as Human Rights: Concepts and Strategies. An Introduction for Activitists, Human Rights Series, en CONFERENCIA DE POBLACION DE LA ONU, Conferencia del 1-XI-1994, El Cairo 1994, p. 3.

[32] cf. HARMANN, H; The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism, ed. South End Press, Boston 1981, p. 5.