Medicina pastoral en Hipócrates
Viena,
1 noviembre 2019 Este estudio es una panorámica sobre Hipócrates y sus ideas principales clínico-médicas, filosófico-médicas y éticas, presentes en los documentos eclesiásticos y en las obras teológicas, como continuación del estudio ya hecho sobre Hipócrates en los documentos papales, ya publicados. En esta intervención se han reunido citas que subrayan la importancia ética del médico griego, tomadas de los discursos e intervenciones de los últimos papas. Esta colección de citas no es una documentación histórico-médica, ni un ejercicio literario, sino una serie de indicaciones sobre el carácter ético de los textos griegos antiguos llegados a nosotros y realizados hasta ahora, en los cuales pueden observarse correspondencias y concepciones cristianas. En las grandes épocas de la historia occidental se encuentran siempre testimonios sobre la influencia de las ideas y de la ética de Hipócrates. En el cristianismo primitivo, las principales ideas helénicas han conseguido su fundamento y carácter cristiano por el hecho de que en el preámbulo del juramento de Hipócrates Apollo Soter fue sustituido por Christus Medicus. En la patrística y en la escolástica se podía transmitir legítimamente la doctrina de Hipócrates por su correspondencia con la concepción del carácter personalista e integral y por la autoridad de Christus Medicus, gracias a la cual fue adquirido el compromiso ético del médico. Esta temática puede ser tratada sólo por puntos clave, por lugares (topoi) a consecuencia de la vastedad del argumento; realmente, los estudios que han dado origen a esta intervención, hacen entrever que quizá no se pueda llegar a una visión completa. Quedan también muchas desiderata: el discernimiento de la autenticidad de las ideas hipocráticas en sus obras o en los textos del Corpus Hippocraticum. a) Hipócrates en los documentos papales Entre las obras de Petrus Hispanus, un médico con grados académicos, y después, del papa Juan XXI, se hallan dos comentarios sobre Hipócrates: De Regimine Auctorum y Prognostica. En nuestro tiempo, Pío XII ha definido en 1954 el significado ético-médico de las obras hipocráticas con las siguientes palabras: “Las obras de Hipócrates son, sin duda, la expresión más noble de una conciencia profesional que imponga ante todo respetar la vida y sacrificarse por los enfermos, y tome en consideración también factores personales: dominio de sí, dignidad, reserva. Sabía presentar las normas morales e introducirlas en un vasto y armonioso plan de estudios, por lo que hacía un regalo a la civilización más magnífico que quienes conquistaron los imperios”. Sobre la misma línea Pablo VI ponía en guardia a los médicos, considerando el progreso de la medicina: “Es obvio que estas nuevas cuestiones no deben perjudicar en modo alguno al ideal médico que hace de la medicina, en una larga tradición de algunos milenios, a través del juramento de Hipócrates, un defensor de la vida. Una contaminación de este principio cardinal significaría un fatal paso atrás, con consecuencias desastrosas. Esto vosotros podéis valorarlo mejor que ningún otro”. Juan Pablo I escribió con el título Ilustrísimos cartas imaginarias a personajes históricos, incluido Hipócrates, que “fue contemporáneo de Sócrates y como él un filósofo”. Lo llama el “autor del famoso juramento, de un código moral de valor imperecedero”. Pues los médicos, apostilla el papa, “juran, en conformidad con éste, prescribir la terapia adecuada para los enfermos y protegerlos de injusticias y sobre todo de desventajas. Prometen solemnemente no interrumpir ningún embarazo; y se comprometen a ir a una casa solamente para ayudar a los enfermos, sin aceptar dinero. Además juran mantener sacrosanto el secreto profesional”. Con este elenco de los compromisos ético-médicos, Juan Pablo I legitima la integración de la deontología griega en el modo de pensar del médico cristiano. Juan Pablo II, ya en 1978, ponía en guardia contra el uso de medicinas que “contradicen no sólo la ética cristiana, sino toda ética natural, y que están en abierta contradicción con los deberes profesionales, expresados en el famoso juramento del antiguo médico pagano”. En su discurso a los miembros de la Asamblea General de la Unión Mundial de Médicos, sobre la manipulación genética que reduce la vida humana a un objeto, Juan Pablo II amonesta: “Sean fieles todos los médicos al juramento de Hipócrates, que prestan en ocasión de su doctorado”. En 1987, el papa, en su intervención ante los participantes en el Congreso Internacional sobre la Humanización de la Medicina, exhorta al servicio consciente del propio deber para con los hombres: “Estad profundamente convencidos de esta verdad a causa de la larga tradición, que remonta a las intuiciones de Hipócrates mismo”. En el nombramiento de los miembros de la Pontificia Academia por la Vida, se alude expressis verbis a Hipócrates, “prosiguiendo la tradición hipocrática”. El 26 noviembre 1994, Juan Pablo II mencionaba de nuevo a Hipócrates indicando el Códice Vaticano en el que el juramento de Hipócrates fue escrito en forma de cruz, un símbolo de concepción cristiana de la naturaleza humana, de la santidad y también del misterio de la vida humana. A consecuencia de una visión diagnóstico-diferencial de las verdaderas causas de las enfermedades, fueron coligados en el cristianismo primitivo el naturalismo helénico y el personalismo semita bajo la fuerza integradora del modelo del Christus Medicus, y sin duda puede atribuirse al pensamiento de Hipócrates esta evolución hacia el sentido de una ética responsable y más adelante hubo formulaciones de juramentos médicos con preámbulos de carácter monoteísta y fórmulas de conclusiones con explícita referencia a la instancia transcendente, a Dios, ante el cual se prestaba tal juramento. b) Hipócrates en la Patrística y la Escolástica Para la época de la patrística hay abundancia de citas de las obras auténticas de Hipócrates y del Corpus Hipocraticum. Cipriano de Cartago, Gregorio de Nazianzo, Gregorio de Nisa y Eusebio de Cesarea sostienen una teoría de las ciencias naturales con respecto al origen de las enfermedades, que remonta a Hipócrates; pero existen igualmente versiones mágicas y demoníacas. Eusebio cita repetidamente a Hipócrates en un capítulo sobre la teoría de las enfermedades, en reflexiones referentes al libre albedrío, conoce la teoría de la dieta; además, la frase: la naturaleza es el mejor médico. Insiste, con referencia a Hipócrates, en la importancia de la prognosis y que en la relación entre cuerpo y alma esta última tiene la prioridad. Recuérdense también los capítulos ético-médicos de la Didaché del siglo I d.C: no debes abortar un niño y no debes dar muerte a un recién nacido. En Hildegarda de Bingen (1098-1179) la búsqueda sobre este argumento fue negativa. Enrique Schipperges escribe: “Hildegarda de Bingen no da una explícita teoría a este respecto; no repite el juramento de Hipócrates y no habla de la ética médica. No encontramos objetivos directos de un carácter de la sanidad, o modos concretos para una asistencia al enfermo, nada sobre qué cosa podría instruirse, nada de dogmático que pudiera crear una teoría de los deberes y de su categoría. Y sin embargo sus obras son una contribución a la deontología medieval y son tanto más preciosas en cuanto que faltan obras semejantes en ese siglo; o no son a menudo presentadas de modo serio y por lo mismo no pueden ser tomadas en serio”. Honorius Augustodunensis (muerto después del 1150) escribe de Hipócrates: “per medelam corporum deducit ad medelam animarum”. Los conocimientos sobre Hipócrates y sobre el Corpus Hipocraticum llegaron a través del cristianismo nestoriano-siriaco, que presta con sus escuelas y monasterios el espacio en el que, por entonces, se conserva y transmite la obra filosófica y científica y más precisamente la línea de Aristóteles de esa herencia: no sólo Aristóteles mismo, sin o también Euclides, Hipócrates, Galeno, Arquímedes. Las obras filosóficas, matemáticas y médicas de estos autores fueron traducidas en primer lugar del griego al siriaco y después a la lengua árabe. El concepto de potentia puede atribuirse al concepto griego de dynamis y se encuentra también en el Corpus Hipocraticum, usado también en relación con la enfermedad. La recientísima elaboración con ordenador de la Opera Omnia de Tomás de Aquino da mayor perfección y seguridad al tratado de nuestro argumento. En el comentario del Aquinate sobre la meteorología de Aristóteles, es nombrado Hipócrates algunas veces. Se trata del significado de las estrellas en el orden del mundo, de cuestiones de la visión teológica, de principios metafísicos, teorías científicas, astronomía y astrología. c) Una medicina pastoral Otro campo de las fuentes en que puede encontrarse a Hipócrates en los documentos eclesiásticos y teológicos, son los manuales de medicina pastoral; existen, de hecho, relaciones entre el Corpus Hipocraticum y la teología por el hecho de que las obras hipocráticas no son solamente un probado sistema de cura, sino también por la imagen humana, en la base de la concepción cristiana, con considerables cosas en común de las personas sanas y enfermas. También hay que recordar los capítulos ético-médicos de la Didaché y su correspondencia con Hipócrates. Hipócrates es citado dos veces: en la p.56, sobre el comportamiento de los cónyuges durante la gravidez, y en la p.192, sobre las posibilidades terapéuticas de usar medicinas populares en el caso de epilepsia, cosa que parece particularmente discutible a la actual comprensión. En 1893 habló Olfers, en su medicina pastoral, de Hipócrates, adelantándose a su tiempo, definiendo la epilepsia en su libro de “morbo sacro” como cualquier enfermedad, no más santa que las otras enfermedades. August Stohr habla repetidamente de Hipócrates, en parte contra una medicina teurga de los griegos, la cual presenta ciertas semejanzas con la cura terapéutica del alma. También en la discusión del clásico “sex res non naturales” Stohr cita a Hipócrates por lo que respecta a la dieta y generalmente a las costumbres de vida. Para la mitad del siglo XX se puede hacer el nombre de Albert Niedermayer e indicar numerosas citas del Corpus Hipocraticum, ante todo la cima ético-médica, el juramento de Hipócrates, asumido por numerosos autores (como Lichtenthaeler y otros) entre las obras auténticas de Hipócrates. En Albert Niedermayer se encuentran puntos afirmativos y también problema s discutidos, estos últimos sobre todo en el campo ginecológico. Albert Niedermayer compendia la importancia de Hipócrates: “aunque fuera pagano, podría ser hoy todavía, dos mil años después, el anuncio del evangelio de Cristo, un ejemplo también para presuntos médicos cristianos”. Anticipando una medicina integral, Albert Niedermayer expresa su visión universal y caracteriza al verdadero médico... que reúne en su concepción fundamental los elementos biológicos, antropológicos, médico-humanos, sociales y ético-metafísicos. Hipócrates, desde el 460 hasta el 360 a.C, dejó una teoría médica que conectaba la observación exacta científica y la experiencia con una ética elevada y humana. Sus obras y las de sus estudiantes han sido reunidas en el voluminoso Corpus Hipocraticum. En una visión retrospectiva se demuestra la utilidad proveniente del bien cumplido por el médico ejercitado en una medicina que ha permanecido hasta hoy. Esta ha sido transmitida al campo cristiano de diversas maneras (documentos papales, tratados teológicos, textos de medicina pastoral), y puede ser documentada desde Hipócrates según las épocas históricas: es el compromiso por la salud y la consolación de la persona enferma, independientemente del cambio de los períodos del tiempo: “saluti et solatio aegrorum”. .
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