Papel histórico de la Mujer

 

París, 1 septiembre 2022
Regine Pernoud, doctora en Historia

            El papel de la mujer en la historia es un tema nuevo en más de un aspecto. Sólo ha sido planteado recientemente, al menos por algunos historiadores, después de haberse producido una evolución considerable del lugar de la mujer en la sociedad. Sobre todo en Francia, donde un poder marcadamente masculino parecía absolutamente natural y los reyes habían sucedido a los emperadores romanos, cuya lista constituía el fondo de los estudios generales del pasado.

a) Despegue de la mujer

            Es innegable el hecho que la mujer prácticamente no ocupó lugar alguno en la trama del comienzo de la historia europea, es decir, en el Imperio Romano. En esa época, ella no tenía existencia legal. En la antigüedad romana sólo existe el poder del pater familias, dotado de ciudadanía plena, propietario absoluto (con derecho de vida y muerte sobre sus hijos) y gran sacerdote cuya autoridad tiene su origen en la religión.

            Así mismo, al dar vuelta las páginas y llegar a ese período denominado Alta Edad Media (entre los s. V y X), en una especie de desafío al sentido histórico, no deja de sorprendernos la aparición de rostros femeninos: nombres de reinas con un rol activo comenzando por Clotilde, la reina que convierte al rey Clodoveo I de Francia.

            Es decisivo el desempeño de esta reina que induce al rey pagano a elegir la fe católica y no la herejía arriana adoptada por los demás invasores: godos, visigodos, alamanes y burgundas. Poco después harán lo mismo Teodosia en España, Teodelinda en Lombardía y Berta en Inglaterra (empeñada en convertir a su esposo y rey de Kent a la fe católica).

            Ciertamente, podemos admitir la influencia de las costumbres germánicas o nórdicas, mucho más abiertas a la presencia familiar de la madre y los hijos que la ley romana. Pero eso no basta para explicar el cambio histórico que de pronto da espacio en Francia a una reina Radegunda (inspiradora de poetas) o a una reina Batilde (que pone fin a la esclavitud). ¿Qué había sucedido en el intervalo?

b) Causas del despegue femenino

            En realidad, hubo una fuente de inspiración: el evangelio. Comienza con el de una mujer y termina con la llegada de algunas mujeres locas de alegría, que venían a despertar a los apóstoles dormidos. Esas mujeres estarán presentes al descender el Espíritu Santo sobre los apóstoles recordándoles todo lo dicho por Cristo, entre otras cosas la igualdad de derechos y obligaciones entre el hombre y la mujer y su creación conjunta (pues “él los creó hombre y mujer”, había dicho el Génesis).

            En 1975, en la revista Missi por él dirigida, el padre Naidenoff había destacado el hecho de que en la Iglesia primitiva los nombres de santas son más abundantes que los nombres de santos. Desde esa época se tiene la impresión de que las mujeres emergen de la sombra. En la sociedad de esos tiempos, el hecho debió parecer sumamente desconcertante, pero sólo era una originalidad más, entre muchas, de esos cristianos de conducta tan extraña. “Conservan todo sus hijos”, se decía refiriéndose a ellos. Consideraban hermanos a todos los hombres, incluidos los esclavos. Se negaban a arrodillarse ante los dioses del comercio o la guerra, pero decían adorar a un Dios único y trascendente.

c) Continuación del despegue femenino

            No es en absoluto sorprendente que se hayan necesitado varios siglos para llegar a una transformación profunda de la sociedad. ¿Llegará alguna vez a su fin semejante transformación? En todo caso, la posición de la mujer evolucionaría considerablemente en el curso de esos siglos. Y entre otros, tendríamos un ejemplo que muchos historiadores no percibieron. Me refiero a los monasterios mixtos. Son numerosos en la cristiandad de los s. VI y VII, tan poco conocida.

            Sin embargo, las obras dedicadas a dichos monasterios mixtos pueden contarse con los dedos de una mano. Laon, Jouarre y Faremoutiers en Francia y Whitby en Inglaterra conservaron vestigios de sus monasterios mixtos, abadías con un edificio para las monjas y otro para los monjes, por lo general con la iglesia entre ambos. Ahora bien, el conjunto estaba bajo el magisterio de una abadesa y no de un abad, y los monjes dependían de una abadesa en su ejercicio.

            Por sorprendentes que pudieran parecer, es fácil explicar la existencia de semejantes fundaciones. Los monasterios se instalan por lo general en lugares apartados, adecuados para el recogimiento. En una época con medios de transporte sumamente escasos, para las monjas era indispensable la proximidad de los sacerdotes para la misa y los demás oficios litúrgicos (en esos tiempos se comprendió perfectamente el hecho de que el sacerdocio haya sido conferido a los hombres sin que eso implicara superioridad alguna, solicitándose diferentes servicios al hombre y a la mujer).

            Por otra parte, en una época en que se vivía de cultivos propios, los monjes se dedicaban a los trabajos más fuertes, de arado, cosecha, etc. Así mismo, la presencia de los hombres podía ser preciosa en caso de ataque inopinado en esos lugares desiertos. Los monasterios mixtos fueron numerosos y prósperos hasta el momento de las invasiones más destructivas en el sur, de los árabes a partir del s. VIII; en el norte, de los normando, navegando río arriba y saqueándolo todo a su paso; y en el este, de los lombardos y los húngaros. Europa sólo recuperará cierto equilibrio en el curso del siglo X.

            No es sorprendente, pues, que a fines del s. XI, en una Europa pacificada, una orden mixta fuese creada en Fontevraud por Robert d'Arbrissel. Al instalar a los monjes y las religiosas bajo el magisterio de una abadesa, estaba simplemente rescatando una tradición muy antigua.

            Y Fontevraud tiene una actividad importante en la expansión de la lírica cortesana, que data de la misma época, como lo señaló magníficamente el romanista Bezzola, historiador de la tradición cortesana. Se produce en ese momento un gran desarrollo literario en el cual la mujer ocupa el primer lugar como inspiradora y educadora, reuniendo a los poetas. Eleonora de Aquitania y su hija María de Champagne son ejemplos de esta labor literaria femenina.

            Ahí nace la novela, al igual que la caballería, obra maestra de esas instituciones de paz que surgen a partir del siglo X, en las cuales es evidente la influencia de la mujer. La influencia de la mujer mantiene su preponderancia, sobre todo desde el s. X hasta fines del s. XIII. A partir de entonces será atacada por la universidad, que excluye a las mujeres y pretenderá también excluir a los monjes (como hizo a Tomás de Aquino y Buenaventura, suspendidos durante 2 años de la Universidad de París por su condición de hermanos mendicantes).

            Para la mujer, esta exclusión del saber tiene consecuencias graves. Recordemos que las mujeres médicos son numerosas en el s. XIII. Así, San Luis parte a Tierra Santa con su esposa, acompañado de una de ellas. En el siglo siguiente habrán desaparecido las mujeres médicos, salvo en los procesos de la Universidad de París, a los cuales son sometidas cuando procuran ejercer una profesión para cuyo ejercicio ahora se exige un título.

            Fueron tiempos en que numerosas mujeres reinas (como la reina Blanca, madre de Luis IX de Francia) fueron capaz de dirigir el reino, hacer entrar en razón a señores ambiciosos, conducir guerras y suscribir tratados durante cientos de años.

d) Un ejemplo de heroísmo femenino

            Tras la muerte de Felipe IV de Francia, una dinastía inglesa (los Lancaster) decide reclamar Normandía y las antiguas posesiones de los Plantagenet en Francia. Haciendo una alianza con el duque de Borgoña (rival del duque de Orleans), Enrique V de Inglaterra desembarca en Harfleur y destruye los ejércitos reales de Francia, en la desastrosa Batalla de Azincourt (ca. 1415). A partir de ese momento, Enrique V de Inglaterra se instala en Francia en calidad de amo y señor, eligiendo como blanco la ciudad de Orleans, corazón de Francia y núcleo de acceso al sur, con su puente en el Loira.

            El sitio de Orleans tiene lugar en 1428. En ese momento, un extraño rumor recorre el país: una joven proveniente de las fronteras de Lorena ha llegado al castillo de Chinon, donde se ha refugiado el delfín repudiado (Carlos de Francia). Ella declara traerle el auxilio de Dios.

            Se trata de una sencilla campesina (“en mi región me llamaban Jeannette”) y ha logrado convencer con dificultades al capitán de una de las fortalezas (Vaucouleurs) para que le proporcione una escolta que la conduzca hasta el delfín: Juana de Arco. La joven promete liberar la ciudad de Orleans y luego hacer consagrar en Reims a Carlos VII, al cual le corresponde la corona por derecho.

            Todo sucederá tal como lo ha prometido la joven, por nosotros llamada Juana de Arco. Su irrupción será breve y decisiva (“duraré un año, nada más”, dijo al llegar a Chinon). Logra convencer al delfín Carlos de que reúna a sus partidarios y haga un nuevo esfuerzo bélico. A la cabeza de los hombres del delfín, reunidos en Blois, arremete contra Orleans, defendida en la mejor forma posible desde hacía 7 meses. Al cabo de 7 días la ciudad es liberada, los ingleses se retiran derrotados y atribuyen su derrota a esa joven, que en lo sucesivo la consideran una bruja.

            Tras dar algunos golpes de mano a las tropas inglesas concentradas en Beaugency y Jargeau, y obtener una victoria decisiva el 18 junio 1428 en Patay contra el ejército de Bedford, Juana de Arco conducirá al delfín Carlos, en pleno país borgoñón, hasta Reims, donde será debidamente consagrado y coronado, convirtiéndose en Carlos VII de Francia.

            Esta es la parte gloriosa de la heroína Juana de Arco, a la que siguió la ya conocida. Porque el rey que tanto debía estar agradecido a su salvadora Juana (Carlos VII de Francia) empezó a cegarse en su envidia por la doncella de Orleans, y mandó ponerla en la cárcel, acusándola de visionaria y bruja, y poniéndola en manos inglesas para su juicio y condena a muerte.

            Por orden del duque de Borgoña, Juana fue conducida a Rouen, donde permaneció en calidad de prisionera de guerra. El proceso duró 5 meses, con interrogatorios casi diarios durante 4 de ellos. Pero para Cauchon y sus secuaces todo fueron decepciones, pues fue imposible conseguir que Juana se contradijera o retractara, y ninguna de sus respuestas podía considerarse una herejía. Finalmente, sólo pudo ser Juana de Arco condenada por haber llevado vestimenta masculina (que es la que, efectivamente, ella usó, durante su etapa de comandante de los ejércitos franceses, y en los episodios de guerra).

            En su testamento final, la doncella de que decidía y daba órdenes en las batallas, y que se oponía al parecer de los capitanes y dictaba los suyos propios, obteniendo rotundas y sonoras victorias, nos revela lo que para ella fue lo único importante: “Aceptaré de buen grado el martirio, porque así entraré en el reino del paraíso. Ya sólo me entrego por entero a nuestro Señor Jesucristo”. ¿No es extraordinario que ese largo período en el cual surgieron todas las obras maestras del arte románico, y todas las catedrales góticas dedicadas a María Santísima, termine con un personaje tan femenino?

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  Act: 01/09/22       @fichas de reflexión            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A