LA MUJER VESTIDA DE SOL
(Trilogía completa en: www.mercaba.es/guerradecielos/1.htm)

"Dios no nos pide hacer más que lo posible, pedir lo que no es posible, ayudar a que se haga
posible";
San Agustín de Cartago.

 

ESCENA 1ª: TIERRA

        Telas blancas a los laterales. Escenario a oscuras; sólo sonidos de latidos de corazón. Se enciende una luz amarilla que proviene de arriba; música Aria de Bach a violín y piano, que acompaña a la mujer en el baile.

Mujer: Vestida con una túnica amarilla amplia, y empapada de agua, baila por todo el escenario. Sus movimientos son suaves y acompasados por la música.

        Al terminar la música la mujer se ubica en el centro y extiende sus manos hacia arriba, cierra sus ojos y deja caer sus brazos a los costados de su cuerpo.

        "Una mujer desnuda, y en lo oscuro una claridad que nos alumbra... Una mujer desnuda es un enigma, y siempre una fiesta para descifrar... Una mujer desnuda, y en lo oscuro una luz propia que nos enciende... y por una vez es desbaratada la muerte" (voz en off).

        "Sus ojos se cerraron... y el mundo siguió andando" (voz en off).

 

ESCENA 2ª: SHALEM

        "Y fueron dictadas 70 semanas, al fin de las cuales se acabará la prevaricación, y tendrá lugar el fin del mundo, y la iniquidad será borrada, y vendrá la justicia perdurable, y se cumplirá la visión y profecía" (voz en off).

        Se proyecta en pantalla el atardecer de la ciudad de paz. Niños jugando en las calles, mujeres y hombres caminando. Resaltar con luz dos hombres caminando en diferentes direcciones.

Shalemita 1: -Buenas tardes, camarada. (Se para estrechando su mano).

Shalemita 2: (Estrecha su mano): -Tendría que responder que buenas tardes, porque estamos educados para eso, sea por cortesía o sea por estima, pero de buena gana diría "para usted buen hombre, que para mí no son buenas estas tardes". ¿Es que no nos atrevemos?

Shalemita 1: (Lo mira atónito, permanece unos segundos en silencio): -Tienes razón, la verdad es que no lo había pensado. Cuántas veces uno tendría ganas de decir "pésimas tardes". No sé si es que no nos atrevemos, o sólo que estamos automatizados a responder por cortesía. Lo mismo ocurre al decir "¿cómo estás?". Generalmente nos lo dicen y respondemos "muy bien".

Shalemita 2: -Lo que sucede es que no paramos... no nos detenemos a pensar... y las cosas encierran su valor.

        Silencio.

Shalemita 1: -Dime, ¿qué podría yo hacer para modificar tu mala tarde y endulzarte un poco más?

Shalemita 2: -Creo que te va a resultar difícil. Yo venía pensando qué hacer… para inaugurar algo nuevo, alguna actividad que nos haga disfrutar a todos.

Shalemita 1: -¿No estás conforme con lo que haces?

Shalemita 2: -No, en absoluto.

Shalemita 1: -¿Te refieres a una actividad recreativa o a algo que nos haga pensar un poco más?

Shalemita 2: -Sí, recreativa, que nos saque de esta monotonía que a mí particularmente me está aplastando.

Shalemita 1: -¡Pero hombre! Tú a lo tuyo, y cada uno a lo suyo; barriga llena y circo gratis. ¿Qué más puedes pedir?

Shalemita 2: -No reniego de todo eso, pues pienso que todo es relativo, y en el futuro… que se apañen como puedan, ¿entiendes? Pero pienso en mis hijos, pienso en nosotros. Algo habría que hacer.

Shalemita 1: -¿Y se te ha ocurrido algo innovador?

Shalemita 2: -Pensaba en la instalación de más actividades lúdicas. En utilizar más el dinero para tener más música pública, más teatros gratis, más atracciones por las calles, por ejemplo, y sin olvidar a los niños.

Shalemita 1: -Es una idea brillante, y es posible de conseguir. Será cuestión de reunirnos con los demás y proponer la salida a esta monotonía. Me ofrezco a convocar a los demás. ¿Te parece bien mañana por la mañana?

Shalemita 2: -Me parece muy bien, tú te encargas de dar el aviso.

Shalemita 1: -No ves, colega. ¿Dónde han quedado tus penas?

Shalemita 2: -En el recuerdo, que espero no volver a recordar.

Shalemita 1: -Recuerda: no dejes que tus ojos se apaguen sin el brillo de la alegría y de la astucia.

Shalemita 2: -Y tal vez... algún día... todos seguirán nuestras ideas.

Shalemita 1: -¡Bien!... Has dejado caer tres palabras interesantes...

Shalemita 2: -¿Y eso?... No entiendo.

Shalemita 1: -Quieres... deseas que todos, algún día, nos sigan o mejor dicho nos imiten... A ti, por ejemplo, con una fresca y radiante sonrisa. Aunque para eso, tú serás el primero que deba convertirse... transformarse.

Shalemita 2: -Me llevará toda la vida, pero… ¡acepto!

        Silencio. Se miran.

Shalemita 1: -Intuyo por donde anda deambulando tu corazón... Aunque debo confesarte que difiero contigo en que te llevará toda la vida... A la gente se le convence con circo para hoy, sin pensar en el mañana. Lo maravilloso de la vida es encontrar y descubrir que esas personas… nos seguirán, nos confiarán sus vidas y sus ideas.

Shalemita 2: -Mis ojos ya no ven aquello que me hacía desesperar. Mis aspiraciones... retumban en mi mente a partir de hoy... y me atormentan sin parar.

Shalemita 1: -Pues bien, sácate el paño que cubre tus ojos y busca esa nueva mirada... Esa mirada que te da vida, que te reanima, que deja atrás todo aquello que nos atormentaba.

Shalemita 2: -Tú también tienes un paño que cubre tus ojos, aunque no te lo cuestiones.

Shalemita 1: -¿Qué dices?

Shalemita 2: -Nuestros verdaderos paños son estos muros de piedra (señalándolos), que nos impiden ver qué hay detrás.

Shalemita 1: -¿Y qué te imaginas que hay detrás de esos muros de piedra, que no hacen otra cosa que protegerte? ¿Ya no recuerdas por qué llegamos hasta aquí? ¿Has perdido tu memoria? Gomorra, Sodoma fueron destruidas; nosotros luchamos en el Valle de las Selvas y sobrevivimos, fuimos bendecidos y aquí estamos...

Shalemita 2: (Elevando su tono de voz): -Sobrevivimos y nos conformamos con permanecer amurallados, por el resto de los días. En principio construyendo esta ciudad. Luego trabajando para conseguir el alimento, levantando nuestras casas, escuchando los mensajes de la paz, arriba en el Santuario. ¿De esto se trata el vivir, o de haber sobrevivido?

Shalemita 1: -¡Pero hombre! Nadie te obliga a permanecer en esta ciudad, eres libre para elegir. Vete a mirar qué hay detrás del muro, y sí sobrevives, vuelve a contarme cómo se vive allí. Yo te diré cómo estuvieron sin ti tu mujer y tus hijos.

Shalemita 2: -¡No me provoques! Tú bien sabes que nadie es imprescindible... No metas a mi familia en esto; ellos podrán seguir como hasta ahora, no me necesitan.

Shalemita 1: -No es provocación, es una invitación a que elijas lo que realmente quieres, a que seas libre, a que huyas de aquí. Te llevarás a cuestas tu malestar.

Shalemita 2: (Enojado): -¡No sabes lo que dices! ¡Tú tienes la cabeza hueca! ¡No te replanteas nunca nada! Eres como el agua mansa que no se mueve, ni renueva. Te perpetúas en lo cotidiano y rutinario, dejando que la vida te pase... habiendo otras posibilidades.

Shalemita 1: -Seguramente sea así, pero hoy elijo esto y soy feliz.

Shalemita 2: -Me alegra por ti, pues yo no soy feliz así. Disculpa, pero esta conversación termina aquí. Tengo que irme.

        El shalemita 2 continúa caminando, mientras el shalemita 1 se queda mirando cómo se va, y retoma su marcha pensativo.

        Canción Por una cabeza de Carlos Gardel, versión instrumental.

 

ESCENA 3ª: SHALEM

        Dentro de una casa, con mesa y sillas, aparece una mujer de espaldas y cocinando.

Shalemita 2: (Llega a su casa): -Buenas noches, ratita. (Se sienta junto a una mesa y permanece en silencio con su mujer).

Mujer 2: (Preparando la cena): -Buenas noches, querido. ¿Has visto a los niños jugando por ahí?

        Silencio.

Mujer 2: -¿Me has escuchado?

Shalemita 2: -¿Cómo? Perdona... no, no escuché.

Mujer 2: -¿Te pasa algo?

Shalemita 2: -No, no me pasa nada... estaba pensando. ¿Qué me habías preguntado?

Mujer 2: -Que si al venir, ¿has visto a los niños jugando por ahí?

Shalemita 2: -Sí, estaban aquí fuera.

Mujer 2: -¡Estos niños! Ya he salido tres veces a pedirles que entren a asearse para la cena. Por favor, diles tú que ya es la hora.

Shalemita 2: (Se para, en silencio, y se dirige donde los niños juegan, con un paso tranquilo): -Vamos niños, adentro; la cena está lista.

        Los niños dejan de jugar y corriendo entran a la casa. Los tres quieren asearse rápidamente; se empujan y se pelean para hacerlo primero y llegar a la mesa. Al terminar se van sentando junto a la mesa.

Mujer 2: -¡Al fin! Parece que tiene que ir su padre a pedirles que dejen de jugar. (Se acerca a la mesa con una olla grande y va sirviendo en los platos la comida).

Niña 1: -Mamá, por favor no me castigues. ¿Es que cuando tú eras niña no jugabas también?

Mujer 2: -Pues claro que jugaba, pero le hacía caso a mis padres.

Niño 2: -Mamá, siempre dices lo mismo.

Mujer 2: -Digo lo mismo porque es la verdad, y vosotros siempre me preguntáis lo mismo.

Niño 3: -Pero ahora los padres ya no castigan tanto, dejan a los niños jugar.

Niña 1: - Es cierto, papá hace ya tiempo que no nos regaña.

        El shalemita 2 come en silencio, como si no estuviera escuchando lo que dicen.

Mujer 2: -No es así. Papá también reniega cuando vosotros no hacéis caso a lo que os pedimos. ¿No es cierto? (Mirando a su marido).

        El shalemita 2 sigue permaneciendo en silencio, y levanta una mirada ausente.

Mujer 2: -¡Pero hombre! ¿Qué te anda pasando hoy?

Shalemita 2: -¿Quieres que te diga la verdad?

Mujer 2: -¡Claro!

        Todos en silencio lo miran, esperando su respuesta.

Shalemita 2: -Estoy cansado, agotado, de esta rutina. (Eleva su tono de voz). Todas las noches la misma discusión, las mismas preguntas en cada cena, las mismas respuestas, tus reclamos hacia mí para que termine siendo el ogro frente a los niños… La verdad es que ¡estoy harto! (Empuja el plato hacia delante, se levanta, deja caer la silla y se va).

Mujer 2: -¡Pero hombre! ¡Para un poco! ¡Que te has vuelto loco!

Shalemita 2: (Abre la puerta): -¡Puede ser que esté loco, pero eres tú la que me estás volviendo loco! (Cierra la puerta de un golpe).

Mujer 2: (Sentada, deja de comer): -Por favor, terminad la comida.

Niña 1: -Mamá, ¿qué le pasa a papá?

Mujer 2: -Está un poco nervioso; no ha tenido un buen día hoy.

Niño 2: -Pero... ¿va a volver?

Mujer 2: -Claro que volverá. ¿A dónde queréis que vaya?

Niño 3: -Yo coincido con papá en que todas las noches son iguales. Siempre conversamos y discutimos por lo mismo, y es aburrido...

Mujer 2: -¡Basta! Terminad de cenar y cada uno a su cama a dormir.

        Los niños se retiran de la mesa y se dirigen a su habitación. La mujer levanta los platos y comienza a llorar. Se sienta sola en la mesa, sus manos sostienen su cabeza, hasta que el sueño la vence y se queda dormida.

        "No puede dejar de llorar, y su angustia brota en cada poro de su piel. Recuerda… lo recuerda a él… su primer y único amor… su gran amor… ¿Su primer amor? Sí, su primer y único amor. No se imagina la vida sin él -¿tenía vida junto a él? o ¿su vida estaba dedicada a él?-... Se pregunta, vacila, se reprocha qué hizo mal… se reprocha a sí misma. Comienza a recordar… Se conocieron, se enamoraron, se deseaban con pasión… Se casaron, tuvieron hijos… pero algo se apagó. ¿El paso del tiempo?... o el desgaste en el paso. ¿Y esa pareja ideal? ¿Serán esos muros?... Sin embargo, ella era feliz, no tenía que interrogarse. Ella es relativamente joven, una mujer bella, una esposa maravillosa. Ella dedicó su vida entera… y todo desapareció; él ya no está, su espejo no refleja, su imagen se ha ido a otra parte… ¿ya no hay amor?" (voz en off).

        Canción Nostalgia, versión sólo bandoneón. Oscuridad.

        El escenario se vuelve todo oscuro, y una sola luz enfoca a Shalemita 2, que camina sin rumbo y en círculo.

        "El hombre piensa... entregado por completo hasta ese momento, en el destino de sobrevivir... vivir en la bendición de estar vivo. Quiere trascender, rebelarse frente a un destino que no lo satisface... chocando con una realidad que no le es diferente; buscando, pensando... y no encontrando la respuesta... Los actos podrán tener o no un final feliz, pero lo relevante es… el papel que tenga que tomar él en cada uno… Se pregunta: ¿qué es un padre? Él ama a sus hijos, pero el presente lo limita. ¿Qué se le puede perdonar a un padre y qué no? Se siente ahogado, encerrado en su propio cuerpo, sintiendo asfixia... y está rodeado por esos muros de piedra, de querer y no poder volar. Sus pensamientos están duros y rígidos como esas piedras. Pero lo protegen de otras sensaciones que aparecen sin permiso en su corazón. Una mujer... que no es la madre de sus hijos... Se resiste a sentir esa nueva emoción, siente no poder enfrentar esta emoción, y sus fuerzas se están consumiendo en una profunda desgana... Prefiere no hablar... aunque no puede ocultar la vibración de su lengua. Camina en los resabios de la noche, en la ciudad que yace dormida, pretendiendo encontrar respuestas, emergiendo en cada paso, respirando algo de su deseo... Deseo que tiene que volverlo a exhalar, y fugazmente lo elige; elige el camino hacia el muro, y en su fragilidad decide escabullirse... Comienza a trepar... abre su juego, -no se necesitan anteojos para verlo-, y con lagrimas en sus ojos y manos temblorosas sube. Se resbala en el muro, ha mirado pero no ha podido ver; la pared es alta, e igual a la que existía entre la madre de sus hijos y él. Salta a un abismo, que él quería conocer... No hay otra mujer detrás del muro, pero las dos permanecen dentro... y también sus hijos, y su proyecto de construir recreativos para ellos… Eligió salir de la escena, dejando atrás al hombre melancólico, al padre generoso, al amigo sombrío, que filosofaba con ellos. Un hombre tiene valor cuando juega, no sin miedo, pero juega... Este hombre eligió no ser protagonista, sino espectador de sus miserias, haciendo acto su propia cobardía. ¿Qué se le puede perdonar a un padre y que no? (voz en off).

        Canción Adiós Nonino de Piazzola.

 

ESCENA 4ª: SHALEM

        Mañana en la casa de la Mujer 2. Ella está dormida, con su cabeza sobre la mesa; los niños duermen en sus camas.

Mujer 2: (Se despierta, se estira, le duele todo su cuerpo. Se dirige a la habitación, y le sorprende la cama vacía; su marido no ha regresado): -¡Qué cabrón este hombre! ¿Dónde se habrá metido? Ya me escuchará cuando regrese.

        Los niños se despiertan.

Niña 1: - ¡Mamá!

Mujer 2: -Sí. (Camina a la habitación de los niños).

Niña 1: -¿Ha regresado papá?

Mujer 2: -Sí, pero ha tenido que salir temprano. ¡Vamos, arriba todos! que hay que desayunar.

        Golpean la puerta.

Mujer 2: (Abre con furia, enfadada): -¡Tendrás explicaciones, me imagino!

Shalemita 1: -Buenos días, mujer.

Mujer 2: -Disculpa... pensé...

Shalemita 1: -Vengo a buscar a tu marido.

Mujer 2: (Su tono de voz es muy bajo, para que los niños no la escuchen): -No se encuentra aquí, y estoy muy preocupada. Anoche discutimos en la cena; se levantó, pegó un portazo y se marchó.

Shalemita 1: -¿Dijo a dónde iba?

Mujer 2: -Nada, no dijo nada; estaba muy enfadado.

Shalemita 1: -No te preocupes mujer, ya regresará, muy lejos no podrá ir.

Mujer 2: -¿Tú crees? Tengo mucho miedo que le haya ocurrido algo; él jamás ha pasado una noche fuera de la casa.

Shalemita 1: -Con más razón, ya vendrá. Cuando regrese dile que estamos reunidos. Lo estaremos esperando.

 

ESCENA 5ª: SHALEM

        Se proyecta en la pantalla la plaza de Shalem. Todos los hombres están reunidos para conversar sobre la propuesta de la construcción de atracciones de madera. Conversan entre ellos.

Shalemita 1: -Buenos días, camaradas.

Shalemitas: -Buenos días, camarada. (Dicen a destiempo).

Shalemita 1: -Vengo de la casa del hombre al que se le ocurrió este innovador proyecto, pero no lo he encontrado.

Shalemita 3: -Podemos empezar sin él. ¿O prefieres que esperemos?

Shalemita 1: (Silencio, pensativo, tocándose la cara con su mano): -La verdad es que estoy un tanto desconcertado.

Shalemita 4: -¿Y a qué se debe tu desconcierto, buen hombre?

Shalemita 1: -Ayer por la tarde me encontré en la calle con él. No lo encontré nada bien, y hace un rato su mujer me ha dicho que anoche discutieron y no ha regresado desde entonces a su casa.

Shalemita 5: -Muy lejos no habrá ido... Volverá.

Shalemita 6: -No tenemos en eso ninguna certeza... Puede que haya ido más lejos de lo que tú te imaginas.

Shalemita 1: -Coincido contigo.

Shalemita 7: -Pero, ¿qué le ha picado a ese hombre?... ¿O es que se ha vuelto loco?

Shalemita 3: -¡Basta de tonterías! Vayamos al tema: ¿cuál es la propuesta?

Shalemita 5: -¡Para un poco, hombre! ¡Respeta lo que estamos diciendo!

Shalemita 3: -Te respeto, pero esta convocatoria no es para hablar de vuestros malestares, sino para iniciar un proyecto.

        Silencio.

Shalemita 1: -La propuesta era la creación de un espacio recreativo y laboral, público y gratuito. Se trata de la construcción de juegos de madera para la infancia, para los que todavía no piensan, para que así no ejerciten su uso de razón.

Shalemita 3: -¡Muy buena idea!

Shalemita 5: -Sería un espacio también para nosotros. Ofertaríamos a los que todavía no piensan los juegos, y así también nosotros podríamos conversar sobre todo lo que sucede en el mundo.

Shalemita 4: -Disculpen, pero yo no acepto. Los niños ya saben crear sus propias recreaciones, y es bueno que así lo hagan, con iniciativa. Y nosotros o al menos yo, no necesito ningún espacio para hablar; estoy muy bien así. Se me está haciendo tarde; que tengan muy buenos días. (Se va).

Shalemita 7: -Coincido con este hombre, y a mí me esperan tareas para realizar; que pasen un buen día.

Shalemita 3: -Pues bien, sólo quedamos nosotros tres. Y considerando el número que somos, ¿no sería mucho esfuerzo para semejante trabajo? ¿Qué opináis?

Shalemita 1: -Creo que esto ya no tiene ningún sentido. ¡Ya! dejemos todo esto.

Shalemita 5: -Pero... ¡por favor! ¿Por qué vamos a tirar el proyecto y darnos la vuelta?

Shalemita 3: -Hay proyectos más interesantes que realizar; esto nos generaría una pérdida de tiempo.

        Silencio.

Shalemita 1: -Vámonos, no sigamos discutiendo; volvamos cada uno a sus tareas. (Camina saliendo de la plaza).

        Los dos hombres lo siguen en silencio. Y en la esquina de la plaza, los tres se estrechan las manos.

Shalemita 3: -Hasta luego.

Shalemita 1 y 5: -Hasta luego.

 

ESCENA 6ª: SANTUARIO DE SHALEM

        Se proyecta en la pantalla el Santuario de Shalem. Se encuentran sentados Sedec y uno de sus ayudantes. El otro ayudante está subiendo desde Shalem al Santuario.

Ayudante 1: (Respira, agitado de la caminata empinada): -Buenas tardes, mi príncipe protector.

Sedec: -Buenas tardes, leal y fiel mensajero. La paz esté contigo. ¿Cómo te ha ido la visita a Shalem? ¿Qué hay de nuevo?

Ayudante 2: Las cosas no andan nada bien.

Sedec: -Pero... ¿qué ocurre? ¿Alguna novedad sin ser prevista?

Ayudante 2: -Las familias se están disolviendo... un hombre ha saltado los muros y ha dejado a su familia… otros piensan abandonar a sus mujeres. De momento no lo han hecho por sus hijos, pero todo esto genera un gran malestar. Las familias discuten, a los hombres se les ve desganados, perezosos, individualistas ante los conflictos, de los demás y los propios... sin poder resolver... y cada uno pensando en sí mismo.

Sedec: -Quiero que convoquéis al pueblo. He tomado una decisión, y hoy mismo la comunicaré. Tendrán que aceptarla y acatarla.

Ayudante 1: -Puedes contarnos. ¿De qué se trata tu decisión?

Sedec: -Estoy muy cansado... mi vejez me pesa... el pueblo merece un espíritu joven, con energía… Llegó la hora de la despedida.

Ayudante 1: -Pero eso es imposible… ¿Quién podrá postularse para tu reemplazo?

Sedec: -Es difícil... pero no imposible... Mi decisión es irrevocable, y hoy mismo la transmitiré al pueblo.

Ayudante 1: -¿Y por qué no esperas un poco, lo piensas más tranquilo?... Estos conflictos se irán solucionando.

Sedec: -No hay nada que esperar. Es una decisión pensada, reflexionada y… te repito, inamovible. ¿Quién de ustedes dará aviso al pueblo? Hoy al caer el sol, espero reunida a toda la ciudad de Shalem.

Ayudante 2: -Iré yo. (Se levanta y se encamina, contrariado, a la ciudad).

        Oscuridad.

        Se proyecta el Santuario, con velas encendidas y ofrendas frente el altar.

        Sedec espera al pueblo de Shalem delante del altar; su Ayudante 1 se encuentra a su izquierda. Al llegar su Ayudante 2, se ubica a su derecha. A medida que van llegando los pobladores, mayores y menores, se acomodan sentados en los bancos, transcurriendo todo en profundo silencio.

Sedec: -Querido pueblo de Shalem, queridos ciudadanos de la paz: Agradezco infinitamente vuestra presencia en el día de hoy... pues el aviso que tengo que comunicar es urgente, y a lo mejor para alguno de vosotros, imprevisto o apresurado.

        Silencio.

Sedec: -Como verán, hace tiempo mi cuerpo está envejeciendo más y más, mi cansancio es infinito, mi espíritu necesita descanso. (Habla en tono pausado). Por eso he decidido que hoy mismo nombraré a mi sucesor… Será Sedec II.

Shalemita 1: -Pero Sedec... tus mensajes de paz siguen intactos y son maravillosos... A pesar de tu edad... no puedes...

Sedec: (Su voz es pausada y su tono bajo; está agitado): -Agradezco, buen shalemita, su intención, pero comprende que ésta es una decisión que ha salido de mi parte. Ustedes necesitan un príncipe joven, inocente como en los comienzos, que continúe trasmitiendo los mensajes. Además, casualmente me he enterado de las desgracias que están acaeciendo en Shalem en estos últimos días...

Shalemita 4: -Todo se irá solucionando, Sedec, poco a poco. Si ésta fue la razón que te llevó a decidir...

Sedec: -No, ésta no fue la razón, en absoluto. Confío en que ustedes sabrán solucionar los conflictos, cada uno a su manera, escuchando al corazón... y pensando principalmente en el amor. En lo que sienten y lo que quieren, sin compromiso ni disculpas, pues todos sabemos lo que nos ha costado llegar hasta aquí.

Shalemita 5: -Sedec, ¿ya tienes pensado quién será tu sucesor?

Sedec: -No, no lo tengo pensado... Pero ahora mismo diré quien será. Se llamará Sedec II.

        Música (suave y volumen bajo). En pantalla se proyecta la caída del sol.

        Todos permanecen en silencio. Sedec mira, camina con la ayuda de un palo, que hace de bastón, entre todos los ciudadanos, y a medida que pasa entre los más jóvenes les pregunta: ¿cuántos años tienes tú, querido hijo?

        Uno de los jóvenes está vestido con una túnica de color sucio y desgastado, con rizos rubios y desaliñados, y con una mirada que pareciera estar perdida en el movimiento del fuego de las velas. Sedec, al pasar cerca de él, detiene su mirada, pregunta su edad. El muchacho responde: 16 años.

Sedec: (Vuelve con paso lento a tomar posición en el altar y exclama con voz suave): -Querido pueblo de Shalem: ¡mi sucesor ya tiene cuerpo y espíritu! Él será quien os proteja, y velará por vuestros buenos espíritus; él trasmitirá esa paz que se respira cerca de él.

        Silencio.

Sedec: -¡Tú, querido joven, serás mi sucesor! (Señala con su dedo e invita al muchacho desaliñado al altar).

Sedec II: -¿Yo? (El joven está desconcertado y responde con una voz quebradiza).

Sedec: -Sí, serás tú. ¡Ven!

        El muchacho se acerca lentamente y sube al altar. Allí es coronado por Sedec y sus dos ayudantes, con una corona de ramas de olivo.

        El pueblo suspira, murmurando por lo bajo.

Sedec: -Y ahora llegó el momento en que el pueblo conozca a su nuevo príncipe, la voz de Sedec II.

Sedec II: (El joven mira la multitud, quedándose unos segundos en silencio): -La verdad es… que… no sé qué decir, pues… no esperaba este nombramiento. Pero lucharé como ha luchado Sedec, y procuraré la paz a cada uno de nosotros.

Shalemita 5: -La verdad es que nosotros tampoco.

Shalemita 7: -No sólo tampoco lo esperábamos, sino que muchos no estamos conformes con esta decisión.

Sedec: -¡No se confundan! No se trata de estar conformes. Esto no es una consulta; es una decisión. Es mi decisión y tendrán que acatarla.

        Silencio.

Shalemita 3: -¿Esto es todo por hoy? ¿Podemos retirarnos ya?

Sedec: -Yo ya no decido. (Mira a Sedec II y dice): -Contesta.

Sedec II: -Considero que por hoy es suficiente. Pueden dejarnos, y volver en paz a la ciudad.

        Mujeres, hombres y niños, la mayoría en silencio, comienzan el regreso a la ciudad. Saludan a Sedec.

        Quedando todavía los últimos, Sedec siente un gran dolor en su pecho Sus dos manos lo acompañan queriendo suavizar su corazón; los ayudantes lo asisten sirviéndole agua, dándole aire, pero todo resulta inútil. Sus latidos empiezan a disminuir.

Sedec: (Casi sin voz): -Llegó la hora de irme… Os bendigo... estaré siempre con vosotros, os protegeré. (Sus párpados se caen, su corazón deja de latir).

        Los ayudantes rompen el silencio con gemidos entre sus lágrimas. Sedec II está perplejo frente a la escena, y pareciera no entender nada de lo que ocurre. Los pocos shalemitas que aún permanecen en el Santuario lloran, miran desconsoladamente el cuerpo de Sedec. Un shalemita corre a dar aviso al resto del pueblo que continúa bajando, gritando aceleradamente que Sedec había muerto.

        Todos retoman el camino al Santuario, y al llegar se acercan al cuerpo. Sedec ha muerto, la muerte misma es inexorable, no hay palabras... Pero justamente ahí donde mueren las palabras.

        Algunos shalemitas recogen flores de alrededor y la acercan al pequeño altar donde se encuentra Sedec, con sus velas todavía encendidas.

Sedec II: -Lo que acaba de ocurrir es muy doloroso, inesperado. Siento una soledad inigualable, aunque no desamparo... Sedec nos ha trasmitido un legado y debemos continuar... pese a la angustia que nos aqueja.

Shalemita 3: -¿Y qué sabes tú del legado trasmitido por Sedec?

Sedec II: -Lo mismo que tú, con la diferencia de que Sedec me eligió a mí como sucesor. Disculpa pero no es momento para discutir. Velaremos a Sedec hasta que salga el sol, y luego enterraremos su cuerpo aquí mismo. Necesitaré la fuerza de alguno de ustedes para cavar un pozo.

Shalemita 1: -Cuenta conmigo.

Shalemita 3: -También conmigo.

        Así sucesivamente otros hombres se van ofreciendo para colaborar. Comienzan a cavar el pozo para Sedec. La noche transcurre con dolor, y al amanecer se inicia el funeral, y con él Sedec II trasmitiendo mensajes de paz.

Sedec II: -¿A dónde iremos lejos de tu espíritu, a donde huiremos lejos de tu rostro? Si escalo los cielos, tú allí estás; si me acuesto entre los muertos, allí también estás. Nuestras almas están colmadas por el amor de Sedec. Te rogamos, Yahveh, que recibas a Sedec, rey nuestro. (Levantando sus manos hacia el cielo): -Esta es la puerta que lleva a Yahveh, y por ella entran los justos... Sedec ya descansa en paz.

        Oscuridad.

        "Después de las 62 semanas, se quitará la vida al príncipe elegido, y no será por alguien de su pueblo, sino por otro que le odiaba. Y ese otro pueblo con su caudillo vendrá, y destruirá el santuario, y para esa ciudad será la devastación y desolación" (voz en off).

 

ESCENA 7ª: BABEL

        Se proyecta en la pantalla la ciudad de los desiertos. A media mañana, los hombres y mujeres trabajando, y los niños jugando en las calles.

Babilonia 1: -Vendo barato, vendo bueno, vendo bonito. (Construyendo vasijas para vender, sentada en un pequeño banco de madera).

Babilonia 2: (Se acerca a comprar vasijas): -Buenos días, mujer.

Babilonia 1: -Buenos días, señorita, ¿qué se le ofrece hoy por aquí?

Babilonia 2: -Quisiera dos vasijas, una grande (señala con su dedo), así, y ésta más pequeña.

Babilonia 1: (Las coge y se las entrega): -Pues cada día compras más. Como sigas así van a salir las vasijas por tu ventana; tienes ya una colección.

Babilonia 2: (Se ríe): -Sabes que cada día tengo más pedidos de mis guisos. Ya no doy a basto, no me alcanzan las vasijas para todas las entregas. Te habrás enterado que hoy no tiene agua la mayoría de nuestras familias; a nosotros sólo nos quedan dos vasijas, y las cuido como un tesoro.

Babilonia 1: -No sabes cuánto me alegra, mujer. Todos, afortunadamente, estamos trabajando muy bien. Sí, me he enterado de la escasez de agua. En mi casa ya no nos queda una gota; mi marido iba a ir hoy en busca de algún pozo, con otros hombres.

Babilonia 2: -Ojalá los encuentren y esto sea pasajero. Luego pasas por mi casa y llenas una vasija, aunque sea para pasar la tarde. ¿Cuánto te debo?

Babilonia 1: -Muchas gracias, mujer; así lo haré. Me debes dos guisos, ¿te parece bien?

Babilonia 2: -Muy bien, pasa a buscarlos cuando quieras. Me voy rápido para casa porque uno de mis pequeños está malito; no sé que le sucede.

Babilonia 1: -Paso en cualquier momento, será un gusto. Si necesitas que vea al niño, avísame.

        La mujer se va caminando con sus dos vasijas a cuestas. Se ven hombres colaborando con la construcción de una casa de ladrillo.

        Al acercarse la mujer a su casa, dos de sus hijos que están jugando en la calle van a su encuentro.

Niño 2: -Mamá, danos las vasijas, nosotros las llevaremos a la casa.

Babilonia 2: -¡Qué caballeros mis hombrecillos! ¿Cómo está vuestro hermano?

Niño 1: -Está acostado en la cama. No quiso jugar, dijo que estaba cansado.

Babilonia 2: (Llega a su casa, su niño yace en la cama): -Hola bonito, ¿cómo te sientes?

Niño 2: -No responde. (Sus ojos están cerrados).

Babilonia 2: (Se dirige a la cama del niño): -Hijito, ¿cómo te sientes? (Le toca su cara, lo besa).

        El niño tiene alta temperatura, no reacciona. La madre corre enseguida a buscar agua fresca y paños, y le va poniendo paños fríos por su frente, debajo de las axilas, entre las piernas. El niño sigue sin reaccionar.

Babilonia 2: (Corre hacia la puerta y dice al mayor y luego al mediano): -Por favor, corre rápido a buscar a papá, y dile que venga, que el niño está enfermo. Y tú, ve a la mujer que vende vasijas y dile que la necesito. Daos prisa.

        Los dos niños salen corriendo y dan aviso. El padre y la mujer llegan a la casa.

Babilonio 2: -¿Qué le ocurre?

Babilonia 2: -No lo sé, no responde; tiene mucha temperatura.

Babilonia 1: -Por favor, déjamelo ver. (Lo revisa, lo mira, lo toca): -Este niño tiene una enfermedad infecciosa; fíjate que está inflamado aquí (señalando los ganglios). Sigue con los paños fríos, que voy en busca de una medicina.

Babilonio 2: -Dime mujer, ¿es grave?

Babilonia 1: -Sí, pero parece un niño fuerte; se pondrá bien. (Se da la vuelta y se va): -Ahora regreso.

Babilonia 2: (Llora, mira al niño): -Te pondrás bien, mi amor, ya verás. (Lo abraza, lo besa).

Babilonio 2: -Tranquila mujer; todo saldrá bien, se recuperará.

Babilonia 1: (Llega a la casa con la medicina, son hierbas, las diluye en agua y explica): -Traed una cuchara. Empezaremos ahora mismo a suministrársela, y vosotros lo seguiréis haciendo cada ocho horas, durante diez días. Dos cucharadas grandes serán suficientes.

        El padre busca la cuchara e incorpora al niño para darle la medicina.

Babilonia 2: -No sé cómo agradecerte mujer, todo lo que estás haciendo por mi niño. Por favor, recoge en una vasija el agua, y llévala para tu familia.

Babilonia 1: -Nada tienes que agradecer. Ya prepararás un rico guiso para compartir y celebrar la salud de este fuerte hombrecillo. Tengo que marcharme; no duden en ir a buscarme, estaré en casa. Quedo a vuestra disposición. (Los saluda con un beso y se va).

        El hombre acompaña a la mujer, llena una pequeña vasija con agua y se la entrega abriéndole la puerta.

 

ESCENA 8ª: TORRE DE BABEL

        Se proyecta en pantalla la Torre de Babel por la noche. El rey sentado en la mesa, cenando con dos de sus servidores.

Nemrod: -Mañana por la mañana bajaremos a Babel. Quiero conversar con el pueblo, quiero que refuercen los trabajos, necesito que generen más y más… Así tendremos reservas y luego podremos comerciar.

Servidor 1: -Soberano Nemrod. Tú has salido elegido por democracia, y no necesitas mezclarte con la turba. Pero si así me lo pides, partiré temprano, y así los reuniré a todos en la calle principal.

Nemrod: -Quiero que las mujeres también estén presentes. Ellas son pilares muy importantes en la vida familiar y grandes trabajadoras. Lo mismo que los hijos más grandes; ellos serán el futuro de la ciudad, y en muy poco continuarán con los sacrificios de sus padres.

Servidor 2: -Disculpe, mi excelencia, pero me quedé pensando… ¿Con quiénes quiere usted comerciar? Babel es la única ciudad en miles de millas alrededor.

Nemrod: -Hoy somos los únicos, y por mucho tiempo lo seremos, pero algún día se construirán otras ciudades cerca de aquí. Y mientras sea yo quien dirija todas las empresas, ésta será la que dirija comercialmente a las demás… Seremos nosotros los que colonizaremos a los demás… reduciendo a todos los pueblos al sacrificio y trabajo colectivo… Rendirán cuentas a esta gran ciudad… ¿o es que algún otro pueblo sabe lo que significa la dura formación, la comunidad de ciudadanos, el trabajo puntual, la cooperación entre los mejores?

Servidor 1: -¿Y tú crees que seguirán tus indicaciones? En el supuesto de construirse otra ciudad, considero que hay que pensarlo bien... Ellos tendrán su rey, sus reglas… No será el negocio tan fácil como tú lo planteas.

Nemrod: -No tengo ninguna duda que seguirán con nuestras indicaciones. Recordad que cuando alguien quiere algo nuevo, recurre al experto. Confiarán en nosotros, que sabemos con fe cierta lo que es mejor. Y si a nuestra propuesta surge alguna negativa… no nos quedará otra opción que combatir, hasta destruir. Os aseguro que seré siempre yo el que reine en estas tierras…

        Sonido de viento fuerte, las ventanas se golpean.

Servidor 2: (Se levanta de la mesa y mira por la ventana): -Creo que se acerca una tormenta. Si se desata en la noche se complicará poder llegar a la ciudad; los caminos se encontrarán muy resbaladizos.

Nemrod: -Mañana iremos a la ciudad, pese a la tormenta.

 

ESCENA 9ª: BABEL

        Se proyecta en pantalla la ciudad de Babel, de noche. Viento fuerte, que arrastra arena, y envuelve restos de madera, paja, etc. Se escuchan las ventanas cerrándose, puertas que se abren solas, etc. El viento aumenta y se enfurece cada vez más, provocando roturas en ventanas y puertas. Se están improvisando puestos comerciales con palos y telas.

        Todo transcurre bajo la luz de los relámpagos, y bajo el ruido del viento, rayos y arena.

        La tormenta de arena no cesa y sí se acrecienta, provoca daños cada vez mayores, se lleva por delante el sacrificio de las familias... y lo deja todo sumido en la destrucción.

        Oscuridad y silencio.

        Empieza a amanecer en Babel, tras la apocalíptica noche vivida por la tormenta de arena. Todo está sumido en el caos, con desperfectos por todos sitios.

        Por la mañana las familias salen a reconstruir, todos colaborando, ayudándose unos con otros, y los que tienen agua la cargan para ofrecerla a los demás.

        Llega el Servidor 1 y al ingresar en la ciudad no sale de su asombro ante la destrucción y el efecto que dejó el vendaval. Se pone junto a las familias a prestar su ayuda, y avisa de la llegada del rey Nemrod. El mensaje no necesita ser trasmitido, pues el pueblo entero ya está reunido.

Niño 4: (Grita): -¡Mirad, mirad lo que hay aquí!

Babilonio 6: (Grita): -¡Por favor, salgan de aquí ahora mismo, son escorpiones!

        Otros hombres se acercan para matarlos, con mucho cuidado.

Niña 1: (Exclama gritando): -¡Aquí, aquí; hay una serpiente!

        Los hombres corren hacia ese lugar. Uno de ellos alza a la niña y la saca del peligro.

Babilonio 7: (Grita): -Familias: la tormenta no sólo ha destruido parte de la ciudad, sino que nos ha dejado muertes inminentes; el peligro de serpientes y escorpiones, con su veneno peligrosísimo. Por favor, que las mujeres y niños entren a las casas; los hombres buscaremos a estos bichos y los exterminaremos. Que las mujeres cierren las puertas y todos los agujeros que existan, y eviten que cualquier bicho pueda entrar… Ni un claro de luz tiene que haber en vuestras casas.

        Las mujeres y niños rápidamente vuelven a sus casas y comienzan con la tarea encomendada; los hombres continúan con el trabajo en la ciudad.

        Se acercan a la ciudad Nemrod y su Servidor 2. Al adentrarse se quedan atónitos frente a la escena escalofriante, y en seguida se ponen a colaborar durante todo el día.

        Al caer el sol el rey los reúne a todos.

Nemrod: -Ciudadanos y ciudadanas de Babel: lo que hoy ha ocurrido aquí es una verdadera desgracia. Admiro y estoy orgulloso de lo que estáis realizando con mucho sacrificio, como todo lo que habéis logrado hasta ahora.

        Todos están exhaustos, y lo escuchan en silencio sin poder enunciar ni una sola palabra.

Nemrod: -Con el sol de la mañana habremos terminado con todo este desastre, y os aseguro que no quedará de él ni el recuerdo, como un mal sueño. Duro trabajo, ciudadanos, duro trabajo. La reconstruiremos, y dejaremos nuestra ciudad como la mejor del mundo, la única del mundo, con la cúspide en los cielos. Pero para eso necesito que incrementéis los negocios, el comercio… y protejáis a vuestras familias de cualquier peligro.

Babilonio 5: -Gracias, mi rey, por estar siempre con nosotros, alentándonos, ayudándonos, y procurando nuestro bienestar.

Nemrod: -El bienestar por bienestar, buen hombre; esto es mutuo. Mi agradecimiento hacia vosotros es infinito, y por el bien común y el de todos, mi aliento es incondicional. De nosotros depende nuestro propio beneficio, yo a vosotros nunca os cobraré ningún interés… Ahora tengo que marcharme. En unos días regresaré para saber cómo va todo, para que no decaiga vuestra confianza, para seguir conquistando el futuro, y seguir ayudando si es necesario. (Saluda y emprende su regreso a la Torre con sus dos servidores).

 

ESCENA 10ª: SHALEM

        Se proyecta en pantalla la Ciudad de Paz. Todo el pueblo está por las calles, hablando por corros, tomando refrescos y sonriendo.

        Se presenta el Ayudante 1 de Sedec II.

Ayudante 1: -A todo el pueblo de Shalem: os traigo el mensaje de vuestro príncipe Sedec, que siente las ausencia reiteradas, y que os sigue esperando por séptima vez para trasmitiros el mensaje de la paz.

        Oscuridad. Silencio.

        Aparece en el escenario el interior de la casa de la Mujer 2, sentada en la silla junto a la mesa, y otras dos mujeres. En la pantalla, Sedec II y su Ayudante 2 aparecen bajando del Santuario y dirigiéndose a la ciudad.

Mujer 2: -Todo está saliendo al revés. Mi marido no ha regresado, ya han pasado siete semanas, y siento que no tengo más fuerzas. Ya casi no me quedan lágrimas en mis ojos... porque se han secado.

Mujer 3: -Te entiendo, mujer... Tu panorama es bastante desolador, como el de todas... y el tiempo transcurrido desalienta cualquier esperanza.

Mujer 4: -Piensa que no te has quedado sola; tienes a tus hijos que son maravillosos, nos tienes a nosotras para ayudarte en lo que necesites.

        Golpean la puerta.

Mujer 2: -¿Quién es?

Ayudante 1: -El príncipe Sedec ha venido a escuchar tu pena, mujer.

Mujer 2: (Abre la puerta con lágrimas en sus ojos, y lo invita a pasar y tomar asiento).

        Las otras dos amigas se paran y se despiden. La Mujer 2 atina a levantarse y las acompaña.

Mujer 4: -No te molestes mujer, tranquila; quédate sentada, nos vemos luego.

Mujer 3: -Os dejamos a solas, así podrán hablar tranquilos.

Sedec II: -Querida mujer: me he enterado de tu desdicha, y quiero ofrecerte toda mi cercanía y consuelo. Tú tienes la fuerza y entereza para seguir adelante, y tienes una exquisita razón: tus hijos. Nadie sabe si tu marido regresará o no, pero mientras tanto tus hijos te necesitarán. Mantente entera, mujer, alegre y como siempre.

Mujer 2: -Gracias, buen príncipe, por tus palabras… Cada día que pasa se me hace más difícil; los niños esperan la llegada de su padre desde que amanece hasta la hora de dormir. Esto es la incertidumbre, y provoca el desamparo entre nosotros.

Sedec II: -Imagino lo que debéis sentir, pero tendréis que atravesarlo. El dolor seguramente será inmenso, pero bien lo sabes tú, al igual que todos lo sabemos, que el amor sin dolor, mata. Piensa en alguna actividad que te haga bien a ti y a tus hijos, algo que os distraiga y entretenga, y no penséis en nada más.

Mujer 2: -Sí, lo he pensado. Algo en la mente sí me está rodando… sólo tengo que llevarlo a cabo.

Sedec II: -Ahora mismo tendrás que colaborar conmigo; tus niños también. Iremos casa por casa, avisando a las familias que Sedec está en Shalem y quiere hablar. Los reuniremos a todos en la calle principal.

Mujer 2: -Encantada, colaboraré con tu pedido.

Sedec II: -Muy bien, pongámonos en marcha.

        Ambos se levantan. La mujer llama a los niños y se encaminan con Sedec y sus ayudantes 1 y 2.

        Frente a la negativa de algunas familias, que prefieren no hacer frente a la nueva situación, la mujer y los ayudantes van convenciendo a la población del momento tan importante y singular que están viviendo. Poco a poco las familias van saliendo de sus casas y se concentran en la calle principal; algunos de muy mala gana, aunque deciden escuchar.

Sedec II: -Inteligente pueblo de Shalem: agradezco muchísimo vuestra presencia. Sé que no estáis conformes con mi posición de sucesor de Sedec, príncipe honrado, pero os pido que reflexionéis unos segundos. ¿De qué nos servirá el enojo, la disconformidad? La bronca, el rencor, ¿a dónde nos conducirá?

        Silencio.

Mujer 2: -Por favor, escuchad a Sedec. Yo estoy atravesando una difícil situación, y él ha tenido la cortesía de bajar hasta mi casa para conversar y alentarme… Démosle una oportunidad.

        Silencio.

Sedec II: -Quiero que puedan confiar en mí. Necesito saber que todos nos ayudaremos, y lograremos así una nueva ciudad en paz, llena de alegría y no tristeza, llena de felicidad y sin complicaciones.

Shalemita 3: -Han pasado siete semanas y no te das por vencido, jovencito. Vuelve a tu mansión, vete con tu paz… que no ha resuelto mis problemas, que no ha pensado en los demás.

Sedec II: -Si me hubiera dado por vencido, ante vuestros silencios y ausencias, no estaría ahora aquí. Entiendo la angustia que os ha provocado la muerte de Sedec, igual que mi nombramiento y sucesión. Fue inesperado tanto para vosotros como para mí. Pero Sedec nos dejó un legado y no es en vano continuar con la paz. Ninguno de vosotros está obligado a escuchar los mensajes; poseéis la libertad de elegir.

Mujer 3: -¿Qué día nos propones, Sedec, para que vayamos al Santuario y retomemos lo que nos llena por dentro, lo que circula por nuestra médula, esa paz que deja tranquilos, que no se entromete, que deja en paz a los demás?

Shalemita 3: -Y que no se compromete, y ni un dedo mete a favor de los demás.

Sedec II: -Mañana os espero, tras el mediodía. Quien quiera escuchar mi manifiesto… estaré en el Santuario.

Shalemita 5: -Ahí estaremos, príncipe Sedec, y te pido disculpas en nombre mío y de mi familia, por haberte fallado en las invitaciones anteriores.

Sedec II: -No tienes por qué disculparte, os entiendo perfectamente a todos. Mi deseo es principalmente protegeros e ilusionaros cada día más.

        Silencio, se escuchan algunos murmullos.

Shalemita 7: -Mañana estaremos contigo, seguiremos tu inspiración.

Sedec II: -Tengo que marcharme... pero mañana os veré... Una vez más, gracias por este tiempo precioso que me habéis regalado. (Se da la vuelta y emprende la cuesta arriba, seguido por sus 2 ayudantes).

 

ESCENA 11ª: TORRE DE BABEL

        Se proyecta en pantalla el interior de la Torre de Babel. El rey está reunido con su senado (3 senadores, 2 ayudantes, 2 espías). Transcurre la noche.

Nemrod: -Realmente lo que ha sucedido en nuestra ciudad de los desiertos es un horror, y el pueblo está aún en peligro. Mañana, a primera hora volveré. Debo confesaros una sensación... un presentimiento que necesito solucionar... porque vuelve a mi mente cada día que pasa... retumbando una y otra vez.

Senador 1: -Y... ¿qué es lo que retumba que tanto te aqueja?

Nemrod: -Necesito, consejeros míos, que me confirméis, y si es cuanto antes mejor, que no existen vestigios de otra civilización... Mañana mismo marcharéis los dos espías, y rastrearéis los alrededores hasta que desechéis la posibilidad.

Senador 2: -Nemrod, ¿qué dices?... Ya nos hubiésemos enterado, si existiese otra ciudad cercana...

Nemrod: -Quiero que mi sospecha sea un equívoco y entonces sí podré estar tranquilo. Pero para eso tendremos que tener una confirmación valedera.

Senador 3: -Muy bien, rey de Babel, antes del amanecer saldrán los espías a recorrer los alrededores. (Mirando a los dos ayudantes).

Espías: -Así lo haremos.

Nemrod: -Por favor, ya es muy tarde, vayamos a descansar.

        Todos se levantan y se dirigen a sus mansiones.

 

ESCENA 12ª: DESIERTO

        Se proyecta el amanecer en el desierto, y los dos espías caminando, en busca de descartar la sospecha de Nemrod. Todo transcurre en silencio, entre el sonido del viento del desierto. Los dos espías caminan largo tiempo, hasta que uno de ellos se detiene.

Espía 1: -¿Lo ves?

Espía 2: -No, ¿qué has visto?

Espía 1: -Allí (señala con su dedo). ¿Qué son aquellos altos muros de piedra?

Espía 2: - Ahora sí. No lo sé. Acerquémonos, se puede ver algo en la cima... como si fuese un Santuario. ¿Lo distingues?

Espía 1: -Sí... tienes razón, parece un Santuario, de altas columnas y torres delgadas.

Espía 2: -Lamentablemente creo que Nemrod tenía razón. Tenemos la compañía de otra civilización, y de una peligrosa competencia.

Espía 1: -Y ¿cómo no nos hemos enterado y dado cuenta antes?

        En silencio y caminando. Al llegar a los muros de piedra, se esconden detrás, y escuchan las voces de los shalemitas. El Espía 1 logra trepar y mirar dentro las altas paredes de piedra, observando una civilización construida, inteligente, con sus casas y jardines, y también a lo alto se puede divisar el camino al Santuario. Escucha a dos mujeres decir que el príncipe Sedec II hoy se iniciará en dar los mensajes de paz.

        Los espías emprenden el regreso a la Torre de Babel.

 

ESCENA 13ª: TORRE DE BABEL

        Se proyecta el interior de la Torre, y allí se encuentran reunidos Nemrod junto al senado. Transcurre la noche. Llegan los dos espías, exhaustos de cansancio.

Nemrod: -Por favor, traed agua fresca para ellos… Tomad asiento.

Espías: (Se sientan, beben de manera compulsiva).

Nemrod: -¿Cómo os ha ido? ¿Habéis encontrado algo?

        Silencio. Todos están expectantes mirándoles.

Espía 1: -Lamentablemente, mi rey, tu sospecha no fue en vano -.

Espía 2: -Encontramos una civilización construida dentro de unos altos muros de piedra que hacen de protección.

Espía 1: -La ciudad está en la ladera de un monte, y en la cima existe un bellísimo Santuario. También pudimos escuchar que su príncipe se llama Sedec II.

Nemrod: (Golpea con su mano la mesa): -No sé cómo, ni cuánto tiempo hace que permanecen allí. Lo único que sé es que no seguirán al mando de ningún príncipe. Que el único dueño del mundo soy yo, y que de ahora en adelante… estarán bajo mis órdenes y mi poder. Os ordeno que de inmediato vayáis y asesinéis a ese Sedec II.

Senador 2: -¿Y quién quieres que lo asesine?

Nemrod: -Vosotros mismos (mirando a los espías). Vosotros sabéis el camino, sabéis cómo entrar en la ciudad y dónde asesinar al príncipe. Al anochecer partiréis y lo mataréis. Ahora retiraos y descansad. (Mirando a los espías).

        Los dos espías se levantan y salen de escena.

Nemrod: -Maldita la hora en que se ha despertado esta sospecha en mí. ¿Por qué?, ¿por qué no hice caso antes a mi intuición?, ¿por qué dejé pasar tanto tiempo?

Senador 1: -Tranquilo, Soberano, mañana todo estará solucionado. Una vez muerto el príncipe, no les quedará otra salida a sus ciudadanos que obedecerte a ti.

Nemrod: -Espero que sea así, y no se presente ninguna dificultad en este camino.

 

ESCENA 14ª: SHALEM

        Se proyecta en pantalla el Santuario de Shalem, en silencio y a oscuras. Todos sus moradores están en sus camas; aún no ha amanecido.

        Los dos espías saltan los muros e ingresan sigilosamente a la ciudad de Shalem, dirigiéndose muy cautelosos al camino que los conducirá al Santuario.

        Al llegar al Santuario ven a Sedec II descansando y a dos ayudantes a sus costados. Los espías con mucha precisión y silencio se van acercando, sacan sus espadas y asesinan a Sedec II y a sus dos ayudantes. Sólo se escuchan los gemidos de dolor, pero la muerte arrasa velozmente el dolor. El Espía 1 toma una vela encendida y prende fuego a todo, para no dejar rastro alguno del Santuario.

        Silencio. Oscuridad.

        En la pantalla, el Santuario de Shalem ardiendo, entre el estruendo de las llamas. Abajo, la ciudad de Shalem empieza a amanecer.

        Los pobladores van amaneciendo, y al salir de sus casas ven el fuego en la cima. Comienzan los gritos, los pedidos de auxilio; corren los hombres hacia la cima. Al llegar se encuentran con un panorama nuevamente desolador: Sedec II y sus dos ayudantes han sido asesinados.

Shalemita 1: (Grita): -¡Rápido, busquemos al asesino; no debe estar muy lejos!

Shalemita 2: -¡Por ahí, por ahí! (A lo lejos ve a los dos espías corriendo, a punto de saltar los muros).

Shalemita 3: (Grita): -No irán muy lejos… Ya los encontraremos y nos devolverán con sus vidas lo que nos han robado, y el mal que nos han provocado… Estaremos levantados con nuestras armas.

        Los espías no paran de correr, temiendo que los hombres estén detrás de ellos.

 

ESCENA 15ª: TORRE DE BABEL

        A primeras horas de la mañana, Nemrod está desayunando y dialogando son sus senadores y ayudantes.

        Al llegar a la Torre y encontrarse a la puerta, los espías se desvanecen en el suelo de agotamiento. Un senador los ve por la ventana, y baja para asistirlos y conducirlos a Nemrod.

Espía 1: (Tras reponerse, y con voz cansada): -Tus órdenes han sido cumplidas, Nemrod. Hemos asesinado a Sedec II y a sus dos ayudantes, y de paso destruimos el Santuario, provocando un incendio.

Nemrod: -¡Grandiosa noticia!

Espía 2: -No tan grandiosa, mi rey. El pueblo se ha levantado en armas. Nos llegaron a ver y nos amenazaron, con encontrarnos y matarnos a todos, por el daño que ocasionamos.

Nemrod: -¡Lo sabía! Sabía que las cosas no resultarían tan sencillas. Tendremos que planear la batalla, prepararnos para combatir. Mañana iremos a la ciudad e informaremos a los hombres. Quiero que todos estén prevenidos ante un inminente ataque de parte de ellos. Dos senadores que bajen de inmediato a la cuidad de Babel, y den aviso que nos preparamos para la batalla, que será mañana mismo, en el Valle de las Selvas. Yo ahora bajaré.

 

ESCENA 16ª: BABEL

        Se proyecta la cuidad de Babel, con los babilonios yendo a cumplir sus tareas, reconstruir lo desbastado por el temporal. Llega a la cuidad Nemrod, al lugar donde los senadores habían concentrado a la gente.

Nemrod: -Hombres y mujeres de Babel: vengo a trasmitiros una noticia inminente. Tenemos vecinos en los alrededores, no estamos solos en el mundo, y están ya muy cerca de nosotros. Queridos ciudadanos: ellos nos han declarado la guerra. No es de vuestro agrado, y tampoco el mío, exponernos a la muerte una vez más, pero os prometo que será la última vez que correremos estos riesgos.

Babilonio 1: -¿Qué ocurre, mi rey?

Nemrod: -Algo imprevisto. Tenía la sospecha que cerca de nosotros existía otra civilización… Pues lo hemos confirmado... y yo tuve la obligación, para salvaros, de mandar asesinar al príncipe de Shalem; así se llama la ciudad.

Babilonio 3: -Pero... ¿cuándo ha sucedido todo eso?

Nemrod: -Anoche. No quise molestarles, ni comunicarles el asunto. Consideré que estábamos en un momento delicado después de la tormenta devastadora, y no quise preocuparles.

Babilonio 4: -¿Y cuándo será esa batalla?

Nemrod: -Mañana, al amanecer. Esperemos no recibir ningún ataque esta noche… Les pido que se alisten… Los senadores irán inscribiendo los nombres. Tened cerca las espadas, y que las mujeres y los hijos permanezcan dentro de sus casas, hasta que regresemos. Será una batalla para salvar nuestros bienes, y los sacrificios de tantos años. Esos pobladores quieren venir y quedarse con todo lo que nos pertenece, y yo no lo voy a permitir. Los pondré bajo mi mandato, y continuaremos incrementando nuestros negocios y comercios.

Babilonio 2: -Esto es sorprendente. Y… ¿cómo que piensan apoderarse de nuestra ciudad?

Nemrod: -La lucha entre ciudades siempre puede suceder, pero casi siempre ocurre por intereses de dinero o de poder. Pero aquí sabéis que prevalecen los valores del sacrificio, la tradición familiar… ¡y no vamos a permitir que nadie nos lo quite! Al contrario, lograremos que ellos se acoplen a nuestra forma de vivir… No les robo más de su tiempo, pero por favor, ¡hablen con sus esposas, cuiden bien de sus hogares y por hoy descansad, que mañana nos espera un duro día! Pongan mañana todas sus fuerzas al luchar, y… ¡venceremos, ciudad de Babel! ¡Venceremos!

 

ESCENA 17ª: SHALEM

        "Y durante media semana se establecerá una guerra total, y no cesarán las hostilidades hasta que todo esté desolado… Y entonces vendrá el fin del mundo" (voz en off).

        Dos senadores llegan a trasmitir el aviso de batalla a la cuidad de Shalem. Los shalemitas los estaban esperando. Las shalemitas se encierran en sus casas; los hombres ya están preparados para luchar. Están todos envueltos por una ira enorme, que arrasa hasta los muros mismos de Shalem.

 

ESCENA 18ª: VALLE DE LAS SELVAS

        Se proyecta en pantalla el Valle de las Selvas. Está amaneciendo. De un lateral se encuentran los babilonios, y en el otro los shalemitas; todos con sus espadas y escudos.

Nemrod: (Grita): -¡Ataquemos al rival! ¡Conquistemos hoy el mundo! ¡Venceremos!

Sedec II: (Grita): -¡Ánimo, shalemitas!.. ¡No os acobardéis! ¡No miréis atrás!

        Canción Carmina Burana de Carl Orff.

        Comienzan a luchar los dos ejércitos, el babilonio y el shalemita, la ciudad de los desiertos contra la ciudad de paz. Se hieren unos a otros… el enfado de los shalemitas es descontrolado… y parecieran estar ciegos en su furia. Los babilonios lanzan muchos gritos… Los heridos se desangran, los muertos se van desvaneciendo.

        "Y entonces se abrió el templo de Dios, que está en el cielo, y dejóse ver el Arca del testamento en su templo, y empezaron a caer en la tierra relámpagos y voces, y rayos, y un gran temblor, y granizo fuerte" (voz en off).

        Comienza a caer sobre los dos ejércitos y la Tierra entera un diluvio de agua sin precedentes, con relámpagos por todos los sitios, terremotos en la tierra y el cielo de color sangre.

Nemrod: (Lleno de ira): -¡Mirad, camaradas, lo que habéis conseguido... lo que han conseguido vuestras utopías y pacifismos...!

Sedec II: (Con más envidia todavía): -¡Estarás satisfecho, animal! ¡Tú lo has provocado... tu fanatismo, tu individualismo!

        La tormenta de agua arrecia todavía más, y los babilonios y shalemitas sobreviven en batalla como pueden, comenzando a ayudarse unos a otros.

Shalemitas: -¡Sedec, déjate de cuentos... príngate y echa una mano!

Babilonios: -¡Nemrod, déjate de historias, que son seres humanos... que son como nosotros!

 

ESCENA 19ª: MAR y ARENAS DEL MAR

        Se proyecta en pantalla un mar embravecido, con olas altas que al romper hacen estruendos sonoros, y un viento impetuoso acompaña la llegada de la mujer.

        Canción Años de soledad, versión Piazzola y Gerry Mulligan.

        Aparece la Mujer vestida de sol, empapada en agua, con su túnica amarilla, y una corona juvenil azul en su cabeza, compuesta de 12 estrellas, y una media luna en la mano. Aparece en su brillo femenino que la caracteriza. Pero esta vez vuelve... para intentar poner paz en el mundo, para poner paz entre Shalem y Babel.

        Va andando sobre las aguas, con un andar seguro y constante, pero también preocupado. Se va asomando poco a poco a la superficie, y su andar sigue siendo liviano y pausado, dejando estelas en el mar... llegando a la orilla. (Al finalizar la versión musical).

        "Entonces apareció un gran prodigio en el cielo: una Mujer vestida de sol, y en su cabeza una corona de 12 estrellas. Y al mismo tiempo apareció en el cielo otro portento: un descomunal dragón, 7 veces más fuerte que de antiguo, y con 7 diademas de oro en la cabeza. Y su cola arrastraba un tercio de las estrellas del cielo y las arrojaba sobre el mundo. Este dragón se puso enfrente de la Mujer. Y la mujer no quiso luchar y corrió al desierto" (voz en off).

        Mientras la Mujer camina hacia la batalla, es sorprendida por un gigante dragón, Belial, quien ha permanecido sepultado desde el nacimiento de Enmanuel, oculto por años en las arenas del mar, y ahora se arroja sobre la Mujer. Echa espumarajos por la boca, lleva siete diademas de oro en la cabeza. En sus brazos tiene dos espadas negras de siete puntas.

        Ambos están frente a frente, pero la mujer prefiere seguir su camino, buscando la paz de los pueblos, y empieza a correr hacia el interior, adentrándose en el desierto.

        El dragón, enfurecido, persigue a la mujer por la arena, dejando en sombras negras todo aquello que pisa, y entrando en ellas la Alianza del Mal. Pero allí mismo se encuentra con Emmanuel, que viene en ayuda de su madre, y se enfrenta con Belial.

        Oscuridad. Silencio.

        "Entonces vino el fin del mundo, cuando apareció el Cristo para afirmar su nueva Alianza, frente al Anticristo, al que destruyó" (voz en off).

        Enmanuel aparece adulto, vestido con larga túnica blanca, pelo largo y sin barba, y muy alto.

Belial: -Por fin nos conocemos, pequeño Manolito, hijo de una perra.

Enmanuel: -Apártate, Satanás, y da culto a tu Dios. (Belial se ve echado metros atrás y en el suelo).

Belial: -¡Oh, que me da órdenes, que me desafía!.. ¡¡Yo soy Belial!! El preferido de Yahveh, su belleza… su astuta inteligencia… ¡Yo existo antes que tú, mal nacido, mal criado!

Enmanuel: -Cállate, y no hables más. (En ese momento Belial queda mudo, por mucho que intenta hablar). ¡Yo soy el Hijo de Mujer, el Hijo de Yahveh! Y vengo a juzgarte.

        Belial, lleno de envidia y furor descontrolado, empieza a desangrar a Enmanuel con sus espadazos. Sin embargo Emmanuel, con paciencia y autoridad, y sin perder el rostro sereno, logra imponer sus dos manos juntas sobre la cabeza del dragón.

        En ese mismo instante Belial es desintegrado (un gran brillo resplandeciente hace a Belial derretirse). También en ese momento es desintegrada toda la Alianza del Mal (todas las sombras negras se vuelven arenas del mar). Se produce una gran explosión, Emmanuel y la Mujer desaparecen, y toda la humanidad y el mundo entero fallecen en el acto. Shalem y Babel explotan, y un resplandor deja por el suelo a shalemitas y babilonios.

        Sólo sobrevive el Cielo y la Tierra.

 

ESCENA 20ª: CIELO

        El escenario aparece todo a oscuras. En la pantalla, una imagen lejana de la Tierra. En el escenario, el Cielo y sus jardines y columnas ensangrentadas. Desde el techo, 4 hamacas colgando, y cuatro mujeres vestidas blancas se hamacan.

        Sonido a brisa. Canción Yo vengo a ofrecer mi corazón de Fito Paez.

        Comienzan a aparecer por los cuatro costados multitud de ancianos con bastones, niños danzando, mujeres esparciendo flores, hombres agarrados por los hombros, jóvenes sonrientes y saludando, entremezclados por colores (negros, orientales, blancos, mestizos). Todos traen consigo una vela encendida, que van dejando en el centro. Luego se van retirando poco a poco, hasta finalizar la canción.

        Oscuridad.

        En la pantalla se proyectan fotos tomadas durante toda la realización de la obra.

        Canción Honrar la vida versión de Mercedes Sosa.