.
Clemente
de Alejandría (150-215) fue filósofo griego y el principal
impulsor de la escuela teológica de
Alejandría. Vida. Aunque
Epifanio de Salamina afirma que Clemente nació en Alejandría (Panarion,
XXXI, 6), la mayor parte de
los autores se inclinan por Atenas como su ciudad de origen,
tanto por el
estilo
literario como la filosofía de fondo. Perteneciente a una familia pagana,
recibió Clemente la clásica educación griega, según afirma Eusebio de Cesárea
(Demostración Evangélica, II, II, 64), y el propio Clemente (Pedagogo,
I,1). Durante su juventud realizó
un largo viaje impulsado por el ansia de saber, y visitó Italia, Siria, Israel y Egipto. Su conversión al cristianismo parece haber tenido lugar durante este
viaje, iniciado quizás con esta preocupación, o por algunos de los maestros que
durante este viaje escuchó, guardando para todos ellos un agradecido recuerdo
(Stromata, I, 1). Las enseñanzas de estos maestros, sin
embargo, no lograron aquietar sus ansias de verdad absoluta, hasta que en Egipto
confiesa que su
inteligencia y corazón sí han logrado encontrar la quietud, decidiendo quedarse
a vivir allí. Clemente
se acerca al cristianismo pidiéndole una visión más clara de Dios, al
desistir encontrarla
en la filosofía pagana. Al mismo tiempo, queda atraído por la pureza de la
moral evangélica y por la armonía con que, a la luz de la fe, aparecen
resueltos los problemas relativos al hombre y su destino. Su
llegada a Alejandría tuvo lugar hacia el 180, y allí se dedicó a la labor
docente de filósofo, de la mano del por entonces maestro local Panteno.
A la muerte de
Panteno (ca. 200) pasó a dirigir la Escuela Catequética de
Alejandría, de
iniciativa privada. Y es posible que por estas fechas
recibiese el sacerdocio (Pedagogo, I, 6).
Entre sus alumnos
tuvo a Alejandro de Jerusalén (su amigo y protector)
y a Orígenes de Alejandría, al que puso al frente de la escuela. Hacia
el 203 abandona Alejandría (a causa de la persecución de Septimio Severo)
y se retira a Capadocia. Eusebio (Historia Eclesiástica, VI, 11) recoge
una carta de Alejandro, recomendando a Clemente como obispo para la
Iglesia de Antioquía. Obras. Eusebio
habla de los 8 libros del Stromata (lit. Tapices) de Clemente como
el compendio de sus enseñanzas filosóficas, así
como de los numerosos libros del Hypotyposeis, hoy en día perdidos (Historia
Eclesiástica, VI, 13). Se le debe
también una exhortación a los griegos o Protréptico, 3 libros del
Pedagogo y otro titulado ¿Qué rico se salvará? (todos ellos
conservados), así como varios tratados sobre la Pascua, el ayuno, la
paciencia y la calumnia, y un libro titulado
Canon Eclesiástico o Contra los Judaizantes, dedicado al obispo de
Alejandría
(todos ellos no conservados). El
Protréptico
es una apología compuesta en 3 partes. En la 1ª ensalza a Cristo como
"maestro
del mundo nuevo" (al que hay que prestar atención), demuestra que es
preexistente y causa de todas las cosas, y sostiene que ha decidido
hacerse visible en el tiempo (con su vestidura de pedagogo) para educar a los
hombres. En la 2ª ataca a la filosofía griega por no haber sabido determinar
la esencia de Dios, aunque reconoce que algunos filósofos (Platón) han dicho muchas verdades con respecto a
Dios. Y en la 3ª exalta la revelación del Logos y las admirables riquezas de la gracia
divina. El
Pedagogo
invita a los paganos a la conversión, y se dispone a introducirlos en la doctrina y
vida de
los cristianos. Pero recalca que los nuevos convertidos deben ser dóciles al divino
pedagogo Jesucristo y convertirse en hombres
nuevos, aprendiendo las nuevas formas de comportamiento moral. Pide a los nuevos cristianos que no renuncien a sus amigos de antes,
pero que no se sumerjan en sus goces, para poder influirles con las manos
limpias.
Termina la obra con un himno de la Iglesia de Alejandría,
y alude a una futura obra (El Maestro, no conservado) que explicaría el camino
de la perfección cristiana, iniciada ya en el Pedagogo. El
Stromata es una miscelánea
que va tratando las más diversas cuestiones, y de ahí su nombre (lit.
tapices). El
libro I expone el derecho apostólico de predicar la verdad, por voluntad del mismo
Cristo, desde la prudencia docente. Y desgrana la superioridad de la Revelación
respecto a la cultura profana. Los libros
II-IV tratan de
la fe y de las virtudes en su conjunto, como un edificio sólido y armónico al
que no puede sobrepasar ningún otro sistema ético. Los libros V-VI
exponen los errores del
pensamiento griego sobre la naturaleza divina. El libro VII
traza los rasgos que caracterizan la perfección cognoscitiva y moral del
verdadero cristiano. El libro VIII está formado por fragmentos y apuntes no
desarrollados, que posiblemente harían de puente a la futura obra del Maestro. ¿Qué rico se salvará?,
o Tratado de la Riqueza, es un breve tratado sobre el pasaje del joven
rico, y demuestra que los ricos también pueden salvarse, ya que sólo son excluidos del
Reino los pecadores. Las riquezas son, en sí mismas, indiferentes, y lo importante es su
uso, así como el desprendimiento y la limosna. Extractos de
Teódoto es un florilegio de frases tomadas y comentadas por Clemente
respecto al gnóstico Teódoto,
perteneciente a la escuela de Valentín. Églogas
Proféticas es un pequeño conjunto de notas y pasajes de diversos autores,
que Clemente fue recopilando para luego elaborar, con ellas, sus obras. Hypotyposeis
debió consistir en un conjunto de reflexiones y comentarios sobre pasajes
escogidos de la Escritura, bastantes de los cuales escandalizaron a
Focio (Biblioteca, 109) o fueron desgranados por Eusebio en su Historia Eclesiástica (libros
I, II y VI). De las demás obras sólo se
conservan fragmentos muy pequeños. Doctrina.
Clemente puede ser descrito
como un "buscador de la verdad" (un intelectual) y un partidario de que el
pecado es consecuencia de la ignorancia. No sólo conoce la Escritura y la casi
totalidad de la literatura cristiana de su tiempo, sino que posee una vasta
formación ateniense, como prueban las citas de más de 360 autores profanos que
encontramos en sus obras. Para
Clemente el cristianismo
viene a ser la aureola de todas las filosofías, el nuevo saber y la nueva
cultura donde todas las demás encuentran su plenitud, unidad y limpieza de
errores. Cristo aparece repetidamente como el definitivo pedagogo de la
humanidad. La visión de
Clemente es unitaria y profundamente optimista, y muestra cómo Dios está
detrás de la filosofía griega, de la ley judía y del fenómeno
cristiano, al que se entregó sin reservas como plenitud de la verdad y
camino de salvación. A esta concepción optimista se unen su afán apostólico,
su empeño en convertir a los paganos y su preocupación por educar. A pesar de
sus tendencias intelectualistas, Clemente es ante todo y sobre todo un moralista, un
pedagogo y un misionero. El primitivo periodo teológico al que pertenece, y su
debilidad por la alegoría y los símbolos, dan lugar a que en bastantes
cuestiones sean de difícil comprensión, e impidan llegar a la exactitud de su pensamiento. Antropología.
Según Clemente, el
hombre está creado a imagen y semejanza de Dios. Clemente concibe la semejanza como
un ser misterioso y sobrenatural, como una unción de complacencia existente entre
el alma humana y el Espíritu Santo (Stromata, IV, 18). Éste
es el destino del hombre creado a imagen de Dios: realizar en sí mismo la
semejanza divina. Clemente concibe la moral como una ascética, y un camino de ascensión
cognoscitiva. Filosofía.
Clemente
considera incluida dentro del único orden salvífico a la filosofía,
que fue una preparación divina para que los paganos pudiesen recibir la sabiduría de
Cristo. Por eso la llama diatheke, o "testamento otorgado por Dios a los gentiles"
(Stromata, VI, 4). Filosofía
cristiana. Clemente
distingue entre fe y gnosis, entre simples fieles y gnósticos
perfectos. La
fe es el comienzo elemental, o principio dinámico para la vida eterna. Por su
parte, la gnosis es
un conocimiento racional, y está llamado a ilustrar la fe (Stromata, VI, 14). Fe y gnosis no se contraponen, sino
que se complementan. La gnosis clementina no está constituida por tradiciones y
especulaciones esotéricas (como la gnosis herética), sino como la
ciencia de las Escrituras, una elaboración científica filosófica y una
búsqueda racional de la
perfección moral. En definitiva, como el desarrollo vital de una fe firmemente
vivida, encaminada a la contemplación pasiva y a la caridad activa. En
efecto, el filósofo ha de llegar a la verdadera apatheia o impasibilidad (Stromata, IV,
6), entendida ésta como libertad de espíritu, confianza en el Creador, y
dominio sereno de las pasiones, y no como insensibilidad pagana. Es decir,
a la unión amorosa con Dios (Stromata, VI, 9). El
filósofo ha de ser, pues, simultáneamente mundano y supramundano (kosmikós e hyperkosmikós),
lo suficientemente sobrio y lo necesariamente social (Stromata, VII,
7). Aunque la verdadera y definitiva patria sea el cielo, el quehacer terreno
ha de ser considerado como la principal tarea impuesta por
Dios (Stromata, VII, 7-8). Escritura.
Según Clemente, el AT y el NT guardan entre sí una estrecha unidad, pues
ambos son obra de Dios por medio del
Hijo (Stromata, XI, 6) y de inspiración divina (Protréptico, IX).
Así, mientras los sabios paganos escriben bajo el influjo de la luz
natural, los hagiógrafos están bajo la influencia divina, y son los órganos de
la voz divina (Stromata, VI, 18). De ahí que la certidumbre aportada por
la Escritura sea superior a toda otra certidumbre humana (Stromata, XI,
4). Dios
Uno. Según Clemente, Dios es inexpresable, y está
por encima de todo nombre y de todo concepto humano. De ahí que el uso de la analogía y de los símbolos
esté justificado, precisamente por este carácter absolutamente trascendental de
la divinidad (Stromata, V, 11). Sin embargo, en todas las
inteligencias humanas, sobre todo en las de los sabios, actúa una oculta fuerza
divina que impulsa al descubrimiento de un Dios único, no engendrado e
inmortal (Protréptico, VI). Es más, en todos los pueblos ha existido la
intuición del Ser Supremo, aunque su
conocimiento haya sido incompleto y aproximativo (Protréptico,
IX).
Clemente afirma así no sólo la existencia de un único Dios, sino algunos de sus
atributos, los cuales pueden conocerse a través de las criaturas. Especialmente
relevantes son sus atributos de justicia y bondad, sin separarse el uno
del otro. Es decir, Dios es al mismo tiempo bueno y justo (Pedagogo,
I, 9), saliendo así al paso de la herejía de Marción (que tenía por inconciliables bondad y justicia, e introducía un dualismo
entre el Dios del AT y el del NT. Dios
Trino. Clemente invoca expresamente a la
Trinidad (Stromata, V, 14), considera al Verbo como verdaderamente Dios (Protréptico,
X) y concibe su generación como anarchos (es decir, eterna y sin
comienzo; Stromata, VII, 2). Todo ha sido creado por Dios a
través del Logos, imagen viva del Padre e Hijo de Dios. Y a ese mismo Logos es
atribuida la actividad providencial sobre todo el mundo, ejercida ya desde el
ministerio de los ángeles. El mundo ha recibido la revelación natural y la
sobrenatural por medio del Logos, y sólo el Hijo (cf. Miq 11,27)
conoce al Padre y a él pertenece revelarlo (Protréptico, VI). Así,
el Logos se halla extendido en todo el universo, y de su luz participan todas
las inteligencias. El Espíritu Santo aparece asociado al Padre y al Hijo, y
recibe la misma veneración (Pedagogo, I, 6). Cristología. En cuanto a la
encarnación, Clemente afirma que el Verbo se hizo carne para librarnos de nuestros pecados
(Protréptico, IX), de una carne sensible tomada del seno de María y, por tanto, sujeta a la muerte (Stromata, VI, 15). Algunas
afirmaciones un tanto inexactas en torno a la naturaleza del cuerpo de Cristo,
como que se mantenía por una fuerza superior, independientemente de todo
alimento (Stromata, VI, 9), hacen pensar que, si bien no se le
puede calificar como doceta, rozó peligrosamente el docetismo. Soteriología.
Según Clemente, la sangre de
Cristo tiene auténtico valor redentor, pues es ella la que interpela por nosotros
(Pedagogo, I, 6). De ahí que ser cristiano equivalga a nacer de nuevo,
y ser engendrados
en el dolor de Cristo (Pedagogo, I, 6). Por
otra parte, Clemente tiene un gran cariño
por el
concepto "economía de la salvación", entendido éste como la coherente y
paulatina intervención de Dios en la historia, a la hora de salvar y educar a los
hombres. Existe así, por tanto, un solo orden salvífico, que Dios ha ido manifestando
progresivamente. Ver
aquí su Strómata (,
,
,
,
,
,
y ),
Pedagogo (,
y ),
Protéptico (),
Teódoto (),
Églogas ()
y tratado sobre la Riqueza ().
. |