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 Act: 11/03/24   @escritores de iglesia      E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

IGNACIO DE ANTIOQUÍA

resumido por

ESCUELA DE JÓVENES CRISTIANOS, FILIAL DE MERCABÁ

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Ignacio de Antioquía (35-108) fue discípulo directo del apóstol Pablo, uno de los principales distribuidores de los escritos apostólicos y uno de los principales continuadores del ministerio apostólico de Juan, junto a Policarpo, Ireneo y otros padres de la Iglesia primitiva.

Vida y obra. Según Eusebio de Cesarea fue el 3º obispo de Antioquía, después del apóstol Pedro y de Evodio. Durante el imperio de Trajano (ca. 98) fue condenado a las fieras y deportado a Roma para padecer el martirio. Según un documento del s. IV (Martirio de San Ignacio) fue discípulo directo del apóstol Juan.

Durante su viaje a Roma (ca. 108) escribió 7 cartas, de una importancia inapreciable para la historia del dogma. De ellas, la más importante fue la dirigida a la Iglesia de Roma, mientras que las otras tuvieron como destinatarias las comunidades de Éfeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia y Esmirna, cuyos delegados había saludado a su paso. Otra fue dirigida a su amigo personal Policarpo, obispo de Esmirna.

Con una cordialidad fraterna que dice mucho sobre el sentido colegial del episcopado, Ignacio agradece a dichas comunidades su caridad para con él, les inculca la sumisión a los obispos locales y no deja de incluir algún consejo (incluso alguna ligera reprensión) contra las doctrinas heréticas.

En sus cartas se descubre el alma ardiente, heroica y mística de Ignacio. Tiene sed de martirio y un amor encendido a Cristo, a quien quiere imitar. Pide a los romanos que no le priven de este deseo (Rm 1,2; 2,1; 4,1), pues "bello es que el sol de mi vida, saliendo del mundo, trasponga en Dios, para amanecer en él" (Rm 2,2). A Policarpo le anima a mantenerse firme, "como un yunque golpeado por el martillo", pues "de gran atleta es ser desollado y vencer" (Pol 3,1). El estilo de las cartas es fogoso y cordial, un dechado de teología pastoral, y en ocasiones alcanza los vértices sublimes del mártir y enamorado de Jesucristo.

En el s. IV las cartas sufrieron una manipulación que amplió el texto primitivo, y hasta 1646 sólo se conocía este corpus adulterado. Entonces se halló la primitiva redacción griega, más breve y sencilla, que los eruditos reconocieron como la recensión genuina y a la cual llamaron Codex Mediceus Laurentianus (CML 57,7). Cureton descubrió en 1845 una recensión en traducción siriaca aún más breve, pero los especialistas la han considerado no como la primitiva, sino como un resumen de la misma.

Eclesiología. Es importante la enseñanza de Ignacio en este punto, por tratarse de la generación episcopal subsiguiente a la de los apóstoles. Ignacio tiene ante sí una constelación de Iglesias locales cuyo centro y vértice es el obispo que gobierna dicha comunidad local, rodeado de sus presbíteros y diáconos. Son como los ángeles de las Iglesias de los que habla San Juan en Ap 2-3.

Pero Ignacio no sólo alaba dicha realidad local, sino que da un paso más, y es el 1º que pone nombre y apellido a la comunidad cristiana universal: Ia Iglesia Católica. Eso sí, dicha Iglesia Católica está parcelada en Iglesias locales, presididas por un obispo (Esm 8,2). A todos recomienda sumo respeto al obispo local, y en él "al Padre de Jesucristo, que es el obispo de todos" (Mag 3,1).

Pero entre todas esas iglesias locales hay una iglesia que está por encima de las demás: la Iglesia de Roma, que merece mayor respeto que las demás, y que está sobre ellas.

Llama la atención que la Carta a Roma de Ignacio está toda ella llena de frases de grande estima, sin asomo de críticas o consejos (como en las otras). Es la "iglesia que preside, en el lugar de la región de los romanos". No dice "sobre el lugar", sino "desde el lugar", y afirma que "preside" (prokathetai), término que en griego significa presidencia, según reproduce también la antigua versión siriaca. Esta presidencia la ejerce sobre el agapé, término que tiene diversos sentidos en las cartas de Ignacio

Un sentido frecuente es el de Iglesia, tomada en su aspecto interno de comunidad de amor (Tral 13,1; 12,1). Según eso, la Iglesia de Roma tiene la presidencia sobre la comunidad de amor que es la Iglesia universal, y no tanto porque sean cuantiosas sus obras de caridad (Rm 3,1).

A continuación, analiza Ignacio el magisterio autoritativo del obispo local (el suyo propio, o antioqueno), viniendo a decir que "yo no os doy mandatos como Pedro y Pablo, pues ellos eran apóstoles y yo un siervo" (Rm 4,3). De hecho, encomienda la Iglesia de Antioquía a las oraciones y cuidados de la Iglesia de Roma (Rm 9,1).

Según ello, la Iglesia de Roma es la primada de toda la Iglesia, en cuanto a magisterio autoritativo y en cuanto al cuidado pastoral del resto de iglesias, pues "sólo ella, con Cristo, se cuida de la huérfana Iglesia de Antioquía". Con todo, de estas frases no se deduce el modo en que ha de ejercitarse (o se ejercitaba ya) esa presidencia, a no ser en los asuntos del magisterio preceptivo.

Espiritualidad. El espíritu cristocéntrico de Ignacio se revela en la insistencia con que inculca la imitación del Señor, si queremos vivir animados por su Espíritu (Ef 8,2). Esta imitación de Jesucristo tiene que extenderse a la participación en su pasión por medio del martirio (que para Ignacio es la cumbre de la imitación del Redentor), y por ello hay que estar siempre dispuestos a él (Rm 5,3-6,1). Mientras llega la hora de contemplar a Cristo, hemos de hacer que él more en nosotros y que nosotros seamos sus templos.

Cristología. Sostiene claramente Ignacio tanto la divinidad del Señor como su realidad humana, y no sólo en apariencia sino en verdadero cuerpo y carne humana (Esm 7). Con ello, Jesucristo es "hijo verdadero de la virgen María, e hijo de Dios según la voluntad y poder de Dios" (Esm 1,1). Cristo como Dios está fuera del tiempo (achronos) y es invisible, pero "se hizo por nosotros visible y pasible para sufrir por todos nosotros" (Pol 3,2).

Afirma también Ignacio que la eucaristía es el banquete del cuerpo de Cristo, y el banquete de la unidad entre todos los fieles y entre éstos y el obispo (Fil 4), así como medicina de inmortalidad.

Ignacio se hace eco de la predicación y escritos apostólicos, que ya circulaban por todas las iglesias, y expone antes que nadie un ciclo cristológico que poco a poco cristalizará, con diversas formas, en los Símbolos de Fe. En concreto, se refiere Ignacio a "Jesucristo, que nació, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, murió y resucitó de entre los muertos" (Tral 9)... "para levantar por su resurrección para siempre la bandera en favor de sus santos y fieles" (Esm 1).

Ver aquí su Carta a Policarpo (), Carta a Esmirna (), Carta a Éfeso (), Carta a Filadelfia (), Carta a Tralles (), Carta a Magnesia () y Carta a Roma ().
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cf. ORTIZ, I; "Ignacio de Antioquía", en Gran Enciclopedia Rialp, ed. Rialp, Madrid 1991.

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Molina de Segura, 11 de Marzo de 2024