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Hermas
de Roma (80-150) fue sacerdote de la Iglesia de Roma y hermano carnal del papa Pío I,
así como el autor de una obra titulada
El Pastor.
Vida.
El Códice
de Muratori (ca. 150) dice que "muy
recientemente, en nuestro tiempo, en la ciudad de Roma, Hermas escribió el
Pastor, estando sentado como obispo en la cátedra de la Iglesia de Roma su
hermano Pío", siendo así desechable la opinión de Orígenes (de que
Hermas era al que San Pablo se refería en Rm
16,14).
En
su Pastor, es el mismo
Hermas el que
nos da abundantes noticias de sí y de su familia. Dice
que, siendo él muy joven, fue vendido como esclavo y llevado a Roma, donde pasó
al servicio de una dama cristiana llamada Rode. Liberado pronto por Rode, se dedicó al
comercio y a la agricultura, acumulando una gran fortuna y llevando una vida
cristiana mediocre, hasta que finalmente reaccionó
(Visiones, III, 6-7) y se consagró
por entero al Señor (Parábolas,
VII, 4).
Obras.
El Pastor de Hermas,
que debe su nombre al vestido de pastor que usaba el ángel de las
apariciones, es el documento que más vivamente describe la vida de
la comunidad cristiana del s. II, así como sus devenires y principales
preocupaciones diarias. Provoca con ello nuestra
curiosidad, es cierto, pero suscita a la vez una serie de interrogantes sobre la
doctrina que imperaba en los cristianos de clase media.
Este escrito viene a ser un sermón sobre la
penitencia, refleja un fuerte carácter profético-apocalíptico
y, en su conjunto, resulta una
obra peregrina, tanto por el fondo como por la forma. El libro
presenta una sucesión de 5 visiones, 12
preceptos (mandata) y 10 parábolas o semejanzas
(similitudines). Aparte
de estas
3 secciones, la obra
contiene 2 partes doctrinales
fundamentales: la 1ª (visiones I-IV), que presenta a la Iglesia bajo distintos
símbolos (matrona, vieja, madre, novia); y la 2ª (el resto), que ofrece
las revelaciones del Pastor (o ángel), enseñando éste a los
cristianos a complir
sus deberes y a
no olvidar
la penitencia. El
libro fue fervorosamente recibido en el s. II, hasta
el punto de que San Ireneo (Herejes,
IV, 20), Tertuliano
(Oración, 16) y Orígenes (Mateo, XIV,
21) consideran a Hermas
como un profeta
inspirado, y a su Pastor como un posible candidato a integrar el canon de
las Escrituras.
No
fueron de la misma opinión los testimonios del s. IV, llegando a decir
San Jerónimo que se trataba de un libro prácticamente desconocido entre los
de habla latina (Hombres Ilustres,
10). En el s. V fue prohibida su lectura pública en Oriente (no la
privada), y en el s. VI tan sólo quedaban ejemplares en
Egipto.
Los
Santos Padres
fueron recelosos
de la
teología del Pastor, si bien ensalzaron su sentido ascético
y moral de
la vida cristiana. Ciertamente, el libro no revela
a un autor versado, ni a un profundo pensador, ni mucho menos
a un teólogo.
Pero sí que revela
a un buen moralista,
atento observador
de las
costumbres de su tiempo.
Moral.
El tema de la penitencia
domina todos los
problemas morales planteados por Hermas, en ocasiones de forma rigorista
(respecto a
las indulgencias
post-bautismales) y en ocasiones de forma instrumental (como forma de
hacer frente a la tentación diabólica), como bien se aprecia a la vez en
un mismo párrafo (Mandamientos, IV, 3).
Como
vía media entre privilegio y necesidad, e hilo conductor del
pensamiento de Hermas, estaría la vía del perdón, y la forma de decir
que sí existe otra forma de perdón fuera del bautismo: el perdón
penitencial (tras penitencia), abierto a todas las personas y momentos que
decidan recurrir libremente a él.
Sin embargo, conviene
recordar
que Hermas no
habla como doctor en la materia, sino
como profeta
(que anuncia algo a su tiempo) y
sacerdote (que trata de levantar las almas
caídas), para que sus palabras no sirvan de
pretexto a futuras posiciones de laxitud. Una caída después del bautismo,
recuerda Hermas, no deja de ser una
claudicación vergonzosa, y de manchar el vigor
del ideal
cristiano.
Sobre
la cuestión de
las obras, Hermas distingue
entre preceptos
(que se imponen a
todos) y consejos (que se ofrecen a todos, como el ayuno, celibato y
martirio), y sólo
"entrando en la torre en construcción, puede uno salvarse" (Visión, III, 11).
Dogmática.
Hermas dista
mucho de querer crear doctrina o
exponer profundas disertaciones,
así como querer aclarar
los misterios de Dios. De hecho, la terminología
de su Pastor es
de las más
imperfectas de
los escritos primitivos, y su cristología ha suscitado serias dificultades a los
estudiosos, a la hora de distinguir entre la persona de Cristo
y la persona
el Espíritu Santo (al que también llama
Hijo de Dios, en Parábolas, V,6 y
IX,11). En
cuanto a eclesiología, la
cuestión de la
Iglesia llena totalmente el Pastor de Hermas, casi siempre desde un
punto de vista apocalíptico y no tanto desde su concreción empírico-histórica.
Especialmente, destaca Hermas
de la Iglesia
su vocación y
destino, desde la imagen de
la torre mística de los escogidos
(o predestinados), victoriosos (o consumados perfectamente)
e imperfectos (en periodo de construcción), a forma de Iglesia purgante,
triunfante
y militante (Visiones, III; Parábolas,
IX). Ver
aquí su obra El Pastor, divida en sus 3 capítulos de Visiones (),
Mandamientos () y Parábolas ( y
).
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