26 de Diciembre
Día 26 de Navidad
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 26 diciembre 2025
a) Hch 6, 8-10.7, 54-60
Después de celebrar el nacimiento del Hijo de Dios como hermano nuestro, nos encontramos con el martirio del joven Esteban. Y es que ese niño que ha nacido en Belén es el mismo que más tarde por fidelidad a su misión, y entregará su vida en la cruz para salvar a la humanidad. Jesús será el 1º mártir, testigo del amor de Dios. Y Esteban será el 1º entre sus seguidores que le imite en el martirio.
Esteban es un diácono que la comunidad ha nombrado, junto con otros 6 diáconos, para cuidar de los aspectos más organizativos y benéficos de su vida. Es de cultura griega. Habla muy bien, se enfrenta con los judíos y les denuncia por su infidelidad: no han sabido reconocer al Mesías que cumple todas las esperanzas del AT, Jesús de Nazaret.
El discurso de Esteban es un discurso provocativo, que supone la ruptura entre el Israel que no ha querido aceptar a Jesús y el Israel que sí le reconoce como Mesías e Hijo de Dios. Sobre todo se escandalizan cuando Esteban afirma que ve a Jesús de pie a la derecha de Dios. Y esto es lo que le lleva a la muerte, pues era muy incómodo su mensaje para los que acababan de deshacerse de Jesús. Le apedrearon hasta la muerte.
El joven Esteban es un buen imitador de Cristo Jesús. Es diácono, o sea, servidor de la comunidad, como se definía a sí mismo Jesús ("he venido a servir y a dar mi vida por todos"). Es mártir, o sea, testigo hasta la muerte (y Jesús había sido el 1º en dar testimonio de la verdad hasta la muerte). A Esteban le acusaron, como a Jesús, de blasfemia (contra la ley y el templo); le ajusticiaron fuera de la ciudad (como a Jesús, en el Gólgota) y murió perdonando a sus verdugos (como Cristo en la cruz).
Celebramos el martirio de Esteban. Pero para la Iglesia el día de la muerte de un santo es el dies natalis, el día de su verdadero nacimiento. No andamos lejos de la fiesta de ayer. Ahora se trata del nacimiento de Esteban a su vida gloriosa, ya en comunión perfecta con Cristo Jesús.
José Aldazábal
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En la acusación de Esteban, Lucas ha seguido el mismo esquema de la acusación a Jesús, tanto en el proceso contra Jesús como en el que ahora se sigue contra Esteban (buscando falsos testigos). A ambos se les acusa de actitud y palabras blasfemas contra la ley y el templo. La misma actitud hostil de los dirigentes judíos que excitan a la muchedumbre contra los acusados. Son llevados al mismo tribunal, el Sanedrín, que les condenará por los mismos motivos.
Esteban era diácono, y estaba encargado del servicio de comedor durante los ágapes o comidas fraternas. Estaba al servicio de los más pobres, hasta que lo arrestan y arrastran como un perro a las afueras de Jerusalén, hasta que "Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, y vio la gloria de Dios". Deberíamos pedir esa "mirada interior" que nos hace ver lo invisible. De esa visión Esteban sacó su fuerza y nadie pudo doblegarle.
Esteban no fue siquiera llevado a un tribunal, para ser juzgado y no tener que escuchar ellos a ningún mensajero más de la Palabra Dei. Sino que deciden una rápida lapidación, poniendo los testigos sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.
Saulo cambiará pronto su nombre por el de Pablo, pues todavía conservaba muy vivo el recuerdo de las persecuciones en las que había participado, de aquel Saulo perseguidor de cristianos. Aquel día estaba allí. Miraba cómo mataban a un hombre a pedradas. Estaba de acuerdo con esa tortura: guardaba los vestidos de los verdugos que se habían puesto más cómodo para su tarea. Desde aquel día, Saulo debió de hacerse una pregunta: ¿De dónde le venía ese valor y entereza?
Hoy, todavía, la mayoría de las conversiones, vienen de un testimonio, de alguien cuyo modo de vivir suscita una pregunta. "Señor, no les tengas en cuenta esta pecado", replicó Esteban a los que le asesinaban. Esta es la novedad del evangelio, capaz de suscitar una pregunta, pues hace al hombre capaz de orar y amar a quien los destruye.
Noel Quesson
b) Mt 10, 16-22
Cuando Mateo escribe su evangelio, la persecución es el lote cotidiano de los cristianos, en la Iglesia primitiva. Jesús había anunciado las dificultades de la misión que confiaba a sus discípulos, y que todo aquel que proclame el Reino de Dios debe estar dispuesto a afrontar la oposición y contestación.
¡Qué misterio, Señor! ¿Por qué el mundo rehúsa a Dios? ¿Por qué el mundo rehúsa a los que hablan de ti? ¿Por qué los hombres persiguen a los que no desean otra cosa sino comunicarles una buena noticia? El discípulo de Jesús, el misionero sólo tiene por misión hacer el bien y decir cosas buenas. Y sin embargo, suscita la oposición.
El caso es que Dios aparece siempre, desde el exterior, como un intruso: como alguien que viene para ocupar todo el espacio, como un inoportuno. El egoísmo del hombre, su deseo de independencia son la causa del rechazo. Se rechaza al amor. Es el rechazo a dejarse tomar por Dios. Rechazo a someterse a Dios. Cuando Dios verdaderamente reina, se acaban las pretensiones orgullosas del hombre.
"No os atormentéis pensando lo que vais a decir, puesto que no seréis vosotros quienes hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros". Se trata de no cerrarnos en nuestras ideas, sino de todo lo contrario: abrirnos a la acción de Dios. Pues "el Espíritu hablará por vosotros", y "no seréis vosotros los que hablaréis", y eso significa desposeerse totalmente, para que Dios nos posea, y así poder ser un instrumento en sus manos, al soplo de su Espíritu.
Noel Quesson
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La situación de los discípulos en medio de la sociedad será como la de hombres inermes ante enemigos despiadados. Así como la perícopa anterior trataba de la actitud de los discípulos y su trabajo por la paz (Mt 5, 7-10), en ésta se describe la persecución de que van a ser objeto (Mt 5, 10).
El programa de las bienaventuranzas se verifica en la vida del discípulo. La actitud de éstos ante la sociedad hostil es, por una parte, de prudencia y cautela, sin meterse en la boca del lobo; por otra, de ingenuidad y sencillez, sin ser intrigantes ni retorcidos (v.16).
Jesús desarrolla el aspecto de la cautela, y alerta sobre no fiarse de cualquiera, porque hay muchos dispuestos a traicionarnos y entregarnos a los tribunales. Es un aviso equivalente al dado en Mt 7,6. Por eso, no tienen los discípulos por qué manifestar a cualquiera el contenido del mensaje que llevan.
La sociedad no tolera el mensaje de Jesús, porque éste pone en cuestión sus mismos cimientos. De ahí la acción de los tribunales, lo mismo judíos que paganos, que será la prueba de su injusticia (vv.17-18). En esta circunstancia difícil no deben preocuparse de lo que van a declarar ante el tribunal, pues tendrán una ayuda particular del Padre por medio del Espíritu. Se verificará lo anunciado en la bienaventuranza sobre la persecución (Mt 5, 10); el rey de los perseguidos es el Padre, y su amor no les faltará un momento (vv.19-20).
El mensaje causará divisiones tremendas en la misma familia. Unos delatarán a otros, y harán que sean condenados a muerte (v.21). La sociedad no soportará a los discípulos. La salvación está en mantenerse firmes hasta el final. Para el discípulo, esta clase de muerte no es un fracaso, sino un éxito que corona toda su vida (v.22).
Juan Mateos
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Inmediatamente después de celebrar la alegría del nacimiento de Jesús, la Iglesia nos propone reflexionar y celebrar la realidad de las persecuciones. Es como si nos recordara que el nacimiento de Jesús no es una simple celebración folklórica o un recuerdo romántico, sino un compromiso vital, una adhesión total a su vida, su mensaje y su misterio.
La vida cristiana estará, desde esta perspectiva, signada por el misterio de la cruz en el seguimiento de aquél que supo enfrentar los poderes opresores y totalitarios. La advertencia del Señor tiene este sentido. Los que se consideran dueños de la religión no aceptarán el mensaje revolucionario y desestructurador de Jesús y de sus discípulos, por eso la salida más inmediata será acabar con ellos.
Sin embargo, el mártir se transforma en testigo frente a los paganos, aquellos que no son del pueblo elegido. El mártir es, frecuentemente, fuente de vida más para aquellos que no forman parte de la estructura religiosa dominante. En cambio, quienes han colaborado con su muerte, son incapaces de ver la fuerza de su mensaje.
Se cumplen así las palabras del evangelio de este día: "un hermano denunciará a su hermano para que lo maten". En la 1ª lectura, los jefes se enardecían contra Esteban y lo apedreaban sin de tenerse, a pesar sus palabras. Se dejaban así llevar por el fanatismo a sus estructuras, no reconociendo ni siquiera el argumento histórico que Esteban estaba desarrollando (que "el Altísimo no vive en casas hechas por mano de hombres, como dice el profeta"; Hch 7,48).
En tiempos de Navidad, es bueno volver a reflexionar sobre el sentido de nuestra fe en ese Niño que no nació en un sitio normal sino en medio del desamparo, y que no dijo a sus discípulos que fuesen a ser reconocidos por los demás, sino todo lo contrario. Ese Niño que, desde sus inicios, se enfrentó a cualquier cálculo humano de gloria, confort o poder. Y esto es bueno recordarlo desde que nace.
Servicio Bíblico Latinoamericano
c) Meditación
Jesús anuncia hoy tiempos de persecución para sus apóstoles y seguidores. En concreto, estas fueron sus palabras: Os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa.
No tuvieron que pasar muchos años para que tales predicciones se cumplieran, pues ya la primera evangelización protagonizada por los apóstoles estuvo marcada por el rechazo y la confrontación, con comparecencias y juicios sumariales ante tribunales como el Sanedrín judío, flagelaciones, cárceles, amenazas y prohibiciones.
De todo ello da buena cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles. Y a no mucho tardar empezaron a llegar los martirios acompañados de derramamiento de sangre. Primero fue Esteban, el diácono protomártir, que murió lapidado mientras pedía el perdón para sus asesinos. Después fue Santiago, obispo de Jerusalén, a quien el rey Herodes mandó decapitar. Y más tarde, los martirios de Pedro y Pablo en Roma, bajo la persecución de Nerón. A estos se sumaron otros muchos a lo largo de los tres primeros siglos.
Realmente la primera evangelización estuvo regada con sangre, pero semejante riego dio más fuerza a la semilla que prendió en el corazón de judíos y paganos con mayor arraigo. El momento martirial, el momento en que el testigo se enfrentaba al tribunal y a la sentencia de muerte, era sin duda el momento más propicio para el testimonio, como había anunciado Jesús: Así, daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Para este testimonio no era precisa la preparación de un largo y atinado discurso, sino que bastaba con la disposición martirial a dar la vida por Jesucristo. Por eso no debían preocuparse de lo que tendrían que decir en ese trance ni de cómo habrían de decirlo. El Espíritu del que estaban ungidos les sugeriría en su momento lo que tenían que decir.
Aquí lo que contaba no era la belleza o la justeza del discurso, sino la veracidad del testimonio, el impulso del Espíritu junto con el testimonio de una vida dispuesta a sacrificarse por Cristo y por su causa. No era siquiera necesario prepararse mentalmente para decir una palabra acertada, sino que el Espíritu de Dios hablaría por ellos, si fuera preciso hablar.
El odio vertido en la persecución llegará a confundir las mentes y las voluntades de muchos y perturbará profundamente las ligaciones más naturales. El rango de la persecución alcanzará cotas tan crueles y despiadadas que no se detendrá ante parentescos y lazos de sangre.
El odio que atizará este fuego indiscriminado que querrá acabar con todo lo cristiano, ya sea un objeto, una persona, una indumentaria, un signo... se introducirá con una fuerza inusitada en el mismo círculo familiar haciendo saltar por los aires los vínculos más íntimos que mantienen unidos a padres e hijos y a hermanos.
Y habrá traiciones y denuncias entre los miembros de la misma familia, como ya había predicho Jesús: Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos, se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. El odio contra todo lo que tenga aspecto de cristiano adquirirá tales dimensiones que parecerá universal, o al menos torrencial.
Basta leer algunos testimonios martiriales como la Pasión de Perpetua y Felicidad o la segunda Apología de San Justino para tomar conciencia de esta cruel realidad que parecía sostenida por el mismo demonio, y que venía a corroborar con exactitud asombrosa lo predicho por Jesús.
Pero en medio de esta tenebrosa predicción hay una última palabra que nos abre un horizonte de salvación: El que persevere hasta el final, se salvará. La perseverancia lo es todo en orden a alcanzar el objetivo. Y aquí lo que importa no es conservar la vida, una vida que necesariamente hemos de perder, sino ganar la vida que nos espera, lograr la definitiva salvación. Lo que importa a todos los efectos es la salvación y con ella la consecución de la vida sin término o vida perdurable.
Pues bien, nos asegura Jesús que todo el que persevere en el testimonio (aunque ello exija la entrega de la propia vida) hasta el final, obtendrá la salvación. Si éste es el bien más valioso y estimable que podamos imaginar, cualquier otro bien, gasto o renuncia que arriesguemos en el intento hemos de darlo por bien empeñado, o gastado, o renunciado.
Act: