10 de Diciembre
Miércoles II de Adviento
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 10 diciembre 2025
a) Is 40, 25-31
Estamos todavía al comienzo del Libro de la Consolación de Isaías. La invitación a la alegría y a la esperanza, contenida en los 11 primeros versículos, encuentra resistencia. El pueblo de la alianza se siente prisionero de una potencia más fuerte y abandonado de Dios: "Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa" (v.27).
La respuesta del profeta a este estado de ánimo es doble:
1º Dios lo puede todo. Esta verdad se expresa en un lenguaje poético, no filosófico: "Las naciones son como gotas de un cubo y valen lo que el polvillo de balanza; en su presencia, las naciones todas son como si no existieran" (vv.15.17).
La interpretación profética de la historia ordena sistemáticamente los acontecimientos. Cuando describe la actuación de Dios, se preocupa menos de ofrecer una comprensión especulativa que de confirmar la fe en Dios. La piedad no se centra en el Absoluto, sino en la manifestación de Dios en la historia. Surge una fuerte adhesión a la libertad personal de un Dios que está por encima del tiempo, del espacio y de todas las cosas creadas.
2º Dios está en medio de su pueblo, pese a que el pueblo humillado tiene que escuchar constantemente la terrible invectiva "¿dónde está vuestro Dios?". Al reto de desconfianza responde bellamente el consolador del pueblo desterrado: "Él da la fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido" (v.29).
La exhortación sigue unas vías argumentativas que resonarán más tarde en el Areópago de Atenas, cuando Pablo diga que en Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17, 28). Pero Israel, que nunca ha sido fideísta, sabe que Dios oculta a menudo su poder bajo la debilidad. Esta pedagogía de la fe alcanzará su máximo despliegue en el Deus absconditus o Deus crucifixus de los cristianos.
La catequesis isaiana dirá que el verdadero conocimiento de Dios consiste en adoptar ciertas actitudes concretas, más que en afirmar unos principios teóricos. El drama del exilio suscita el sentimiento de que la fe es insuficiente para afrontar los problemas de la vida; pero, por otro lado, Dios no está para satisfacer las pequeñas curiosidades del hombre.
La tentación contra la fe obra por una especie de fascinación de la soledad. Sin embargo, la certeza de la fe no está en función de las verificaciones que de ella podemos hacer. Sólo una adhesión global puede responder a una cuestión global. Las razones para creer no pueden ser menores que Dios mismo. El profeta acaba con un acto de fe en el amor y en la vida: "Los que esperan en Dios renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas" (v.31).
Frederic Raurell
b) Mt 11, 28-30
El brevísimo pasaje de Mateo que hoy leemos, de apenas 3 versículos, es cumplimiento (como en los días anteriores) de las palabras de Isaías que escuchamos en la 1ª lectura. Jesús ha predicado el evangelio, ha proclamado la buena noticia de que Dios reina a favor, primeramente, de los pobres, de los pequeños y sencillos.
Jesús ha realizado muchas curaciones y ha liberado a muchos oprimidos por el diablo, se ha enfrentado al legalismo de los escribas y fariseos que exigían el cumplimiento de numerosas prescripciones legales a las humildes gentes de Galilea. Ha llamado en su seguimiento a un grupo de discípulos y los ha entrenado en la difícil misión a que los tiene destinados.
Y en contraste con toda su actividad, se ha encontrado Jesús con un muro de incomprensión y hostilidad por parte de muchos compatriotas, de ciudades enteras que se han cerrado a su predicación y su bondad. Lejos de desanimarse, prorrumpe en un canto de acción de gracias a Dios Padre, que ha querido revelar los misterios de su amor, no a los grandes y poderosos, sino a la gente sencilla.
Y ahora, en el pasaje evangélico que acabamos de leer, ofrece su descanso a los fatigados y sobrecargados por la vida. En lugar de un yugo pesado como el que llevan los bueyes, o como el que los fariseos quieren imponer a los demás sin tocarlo ellos siquiera con un dedo, ofrece una carga ligera. Porque él es manso y humilde, no como los orgullosos y pedantes maestros de Jerusalén, como los prepotentes jerarcas del pueblo.
Ahí esta el yugo suave de Jesús, la carga ligera que nos ofrece, su descanso y su amor. Es el evangelio que nos enseña a amar y a perdonar, a ser solidarios con los que sufren, a compartir lo que tenemos con los necesitados. A crear un mundo justo y humano en el que podamos relacionarnos como hermanos, como amigos.
Para eso nace Jesús y para eso nos preparamos en este Adviento: para recibirlo en nuestras vidas y en nuestros hogares, para comprometernos con él a llevar el peso de los que están a punto de desfallecer en sus trabajos y en sus angustias.
Juan Mateos
* * *
Como los israelitas, muchos de nosotros nos hemos hecho la pregunta de si Dios nos abandona. En el oráculo que hoy trae la liturgia se nos da una respuesta. Es el creador de todo cuanto existe, pero no ha dejado su obra a la deriva, conoce cada una de sus obras y a todas las llama por el nombre.
Si el pueblo se había sentido abandonado en el exilio y estaba cansado de esperar, el Señor nunca se cansa y está atento a las súplicas de su pueblo. La persona fatigada encuentra en él la fuerza necesaria para continuar el camino porque él cura todas las enfermedades perdona todas las culpas, pero sobre todo, colma de gracia y de ternura como dice el salmista.
Jesús de Nazaret expresa, con unas palabras que nos llenan de consuelo, toda esa comprensión de la misericordia y bondad del Dios que vino a revelarnos: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados porque yo os aliviaré". No puede ser entonces la ley algo opresivo como se había convertido la ley judía para los fariseos. Para el cristiano, la nueva ley propuesta por Jesús en el Sermón del Monte, es una carga ligera.
Mirando el texto de Mateo en su conjunto, se ve por qué colocó estos dichos de Jesús en esta parte de la narración. En los anteriores textos Jesús había sido rechazado por las ciudades, por las escuelas rabínicas de su patria (vv.20-24), por los letrados de su pueblo, escribas y fariseos (vv.25-27).
Jesús se vuelve hacia los pobres (Mt 11, 5), hacia todos los que padecen bajo la pesada carga del legalismo judío. En las perícopas siguientes (Mt 12, 1-8; 9-14) aparece Jesús en conflicto con los legalistas sobre el punto, decisivo para ellos, del sábado.
Los sabios de Israel remitían a la gente a la sabiduría y los rabinos proponían el yugo de la Torah, del Reino de los Cielos, de Dios, del Santo o de los mandamientos. Cristo, en cambio, invita a vincularse a su persona, todos los intermediarios entre Dios y el ser humano están aquí resumidos o absorbidos en la sola presencia de Jesús. A la vez, es una llamada a romper con otros maestros para unirse a él.
Los fatigados, los que están agobiados por grandes esfuerzos, por trabajos duros y sienten que sus fuerzas se debilitan. Los abrumados, que han sido sometidos por alguien, como bestias de carga. ¿A qué fatiga alude el texto? ¿Al peso general de la vida, o a las reglamentaciones fariseas?
El contexto y el término yugo de los vv. 29-30 hacen pensar en el legalismo judío en su conjunto. Jesús reprueba el carácter esencial de la religión de su tiempo, que imponía una dura disciplina moral a los seres humanos sin comunicar la alegría de la salvación.
"Cargar con el yugo" de Jesús es unirse a él, seguirle y aprender de él que es dulce y humilde de corazón; sin duda, sólo en su escuela se puede aprender el verdadero sentido de la ley y sólo él puede hacer de la ley un peso ligero.
La expresión "aprended de mí" no es un llamamiento a imitar a Jesús, sino a recibir su enseñanza y su interpretación de la ley. No es que Jesús exija menos que los demás rabinos; exige más, pero de otra manera. Abre primero la puerta del reino de la misericordia a los pobres y a los mansos; después los invita a una nueva justicia.
Servicio Bíblico Latinoamericano
c) Meditación
Las palabras de hoy de Jesús son una invitación al descanso, y al mismo tiempo a llevar la carga que a cada uno le corresponda, aprendiendo de él fundamentalmente dos cosas: humildad y mansedumbre.
Se trata de unas palabras que no parecen tener un destinatario definido, como si estuviesen lanzadas a la entera humanidad, y vienen a decir así: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. En efecto, ¿quién no se encuentra en esta situación de cansancio o de agobio, alguna vez en la vida? Sobre todo, porque todos formamos parte de una humanidad doliente.
La vida nos obliga a enfrentarnos a muchas dificultades (una verdadera carrera de obstáculos), cuya superación va erosionando nuestras fuerzas y provocando un verdadero desgaste en las energías almacenadas. Nos llegan momentos de auténtico agobio, porque se nos acumula el trabajo o los estudios o las obligaciones o la correspondencia.
Por eso la invitación de Jesús nos tiene que sonar a una verdadera bendición. Ya es un alivio escuchar de sus labios palabras como éstas. Pero si no hacemos la prueba, acudiendo a él donde es posible encontrarlo, no podremos experimentar la verdad de esta promesa. En realidad, sólo en él podemos encontrar el descanso saciativo.
Esto no significa que el alivio sea tan duradero que no necesitemos volver a él en el futuro. Mientras vivamos en el tiempo, todo lo que recibamos estará transido de temporalidad. Hasta los dones eternos, por su índole o naturaleza, estarán marcados en nuestra propia experiencia temporal por la fugacidad o la provisionalidad, que son la marca del tiempo. Pero a Jesucristo, que nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, lo tenemos siempre disponible en su presencia sacramental, para proporcionarnos el alivio de un descanso reparador.
Ahora bien, este efecto no es producto de una infusión o de la toma de una cápsula, sino de una relación personal que requiere tiempo, como toda relación de amistad. Aquí el descanso se obtiene "estando
a solas con quien sabemos nos ama", como decía Santa Teresa de Jesús. O a eso es a lo que la Iglesia ha llamado tradicionalmente oración de intimidad.Ambas cosas son necesarias: oración e intimidad. Sin intimidad no hay verdadera comunicación, sin comunicación (resp. oración) no hay intercambio personal, y sin intercambio personal no hay verdadera comunicación de energías, ni alivio, ni descanso.
Se trata de un descanso que se obtiene de reposar nuestra cabeza (con todas sus preocupaciones y agobios) en el pecho del Amado. Los que han hecho esta experiencia, han encontrado el descanso en sus vidas, aunque éste no sea aún el descanso eterno, puesto que, como he señalado antes, vivimos en el tiempo.
Cargad con mi yugo (añade Jesús) y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. En esta vida el descanso ha de alternarse con las cargas. Todos tenemos nuestras cargas, que muchas veces adquieren la forma del yugo porque parecemos atados a ellas, sin apenas posibilidad de desuncirnos.
La condición de cristiano puede convertirse incluso en un yugo añadido, por lo que implica de persecución, de rechazo, o de abnegación a placeres, lujos o caprichos. Pues bien, cualquier yugo es más llevadero si lo compartimos con alguien que nos ayuda a llevarlo. Pero pasará a ser extremamente ligero si aquel con el que compartimos su peso y su sujeción es el mismo Jesús, no simplemente por ser un hombre de gran fortaleza, sino por ser el Hijo de Dios hecho hombre. Ahí radica la diferencia.
Cargar con su yugo y compartir con él nuestro yugo viene a significar lo mismo. Ambos yugos son intercambiables, y el peso de ambos se aligera si los llevamos con Jesús, aprendiendo de él mientras tanto el modo de llevarlo (con humildad y mansedumbre). También es importante el modo en que se lleva la carga, porque la humildad y la mansedumbre son como palancas que nos permiten llevarlo con mayor facilidad. La carga causa menos penalidad si se lleva con mansedumbre y humildad.
La humildad nos permite aceptarla sin rebeldías inútiles y nocivas, y la mansedumbre nos proporciona la serenidad y el dominio para no añadir nuevos motivos de aflicción. Y también ambas contribuyen al descanso de los que pasan por la vida portando sus inevitables cargas. Por eso aprender de él, en la escuela del sufrimiento, es recibir de él las instrucciones necesarias para encontrar nuestro descanso.
Sólo así los yugos se hacen llevaderos y las cargas ligeras o al menos soportables. Que el Señor nos conceda acudir a él en busca de ese descanso que tanto necesitamos. Y que nos facilite el camino, liberándolo de esas trabas y obstáculos que tanto nos dificultan el acercamiento a él en su morada.
Act:
10/12/25
@tiempo
de adviento
E D I T O R I
A L
M
E
R C A B A
M U R C I A
![]()