6 de Diciembre

Sábado I de Adviento

Equipo de Liturgia
Mercabá, 6 diciembre 2025

a) Is 30, 18-21.23-26

         Toda la semana estamos escuchando a Isaías, el maestro de la esperanza por su programa acerca de Dios, lleno de gracia salvadora. Un profeta, que también hoy, nos sigue interpelando a dejar el pesimismo y mirar con ilusión hacia el futuro.

         Los símiles que hoy toma Isaías están tomados de la vida agrícola, que todos entendían y entendemos fácilmente: Dios quiere que ya no haya lloros ni hambre, que no falte la lluvia para los campos, que las cosechas sean abundantes, y que no falten los pastos del ganado.

         El profeta nos asegura que nuestro Dios es un Dios cercano, que nos escucha y nos conoce por nuestro nombre: "Apenas te oiga, te responderá". Si andamos desorientados, oiremos muy cerca su voz que nos dice: "éste es el camino, caminad por él", "no se esconderá tu Maestro", "cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre". Y si estamos heridos, o nuestros corazones están destrozados, él vendará nuestras heridas y reconstruirá lo que estaba destruido.

         El profeta tiene permiso para soñar. Habla a un pueblo que está desanimado, destrozado política y religiosamente. Es a los pobres y a los afligidos a quienes se dirige su palabra de ánimo, para anunciarles que Dios no les olvida, que se apiada de ellos, porque es rico en misericordia.

José Aldazábal

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         La liberación del resto purificado (vv.18-22) y el futuro feliz de Sión (vv.23-26), obra del Señor, hacen del Dios de Israel el Enmanuel inconfundible de la teología isaiana: "Dios espera para apiadarse, aguanta para compadecerse, porque el Señor es un Dios recto. Ya no se ocultará tu maestro, sino que con tus ojos lo verás... vendará la herida de su pueblo y curará la llaga de sus azotes" (vv.18.20.26).

         En los versículos que anteceden, especialmente en el v. 15, se presenta la conversión como el único medio para salir de la crisis. En los que siguen se describe con expresiones idílicas cuál será la felicidad de la unión íntima entre Dios y su pueblo. Dios, siempre Enmanuel, siempre presente, espera con impaciencia el momento del retorno para poder hacer de Israel objeto de su misericordia. Nada más pide que confíen en él: "Dichosos cuantos en él esperan" (v.18).

         El profeta enseña al pueblo que ha de creer y confiar en el Señor simplemente porque éste es bueno y le llama hacia él; toda la iniciativa viene de él. El hombre solamente puede recoger el don de su amor: "Por esto existe el amor: no porque amáramos nosotros a Dios, sino porque él nos amó a nosotros y envió a su Hijo para que expiase nuestros pecados" (1Jn 4, 10).

         La catequesis isaiana define la fe como una mirada incesante a la fidelidad de Dios: creer en Dios significa experimentar que es fiel. Después de tantos contravalores religiosos de Israel, infiel a la alianza, el profeta le puede recordar que la confianza firme en el amor misericordioso de Dios y el encuentro constante con su amor, que le perdona y asume su fracaso constantemente, son la única esperanza y la única certeza a las que se puede asir como creyente.

         La reflexión isaiana nos ayuda a ver la esperanza como la proyección de nuestra fe de hoy sobre el porvenir incierto del mañana. Porque la fe no es solamente una experiencia actual, sino también la espera confiada en la fidelidad de mañana. El profeta tiene la experiencia de que la fidelidad de Dios es inmutable: no cambia, no se retracta, no tiene caprichos ni olvidos.

Frederic Raurell

b) Mt 9, 35-10, 1.6-8

         Las expectativas cristianas son universales y no pueden ser reducidas o identificadas ni siquiera con los intereses de la comunidad eclesial. Ello se pone claramente de manifiesto en la relación entre los personajes del presente pasaje evangélico.

         Frente a nosotros Mateo coloca a Jesús, a la gente y a sus discípulos. Ya desde el comienzo se pone de manifiesto que su principal preocupación se dirige a la situación de la multitud a la que el texto subordina la tarea que se encomienda a los discípulos.

         El camino de Jesús por ciudades y aldeas tiene por finalidad la proclamación de la buena noticia del Reino que se realiza mediante su enseñanza y su actuación. Dichas actividades se desarrollan en un ámbito marcado por la presencia negativa de la enfermedad y la dolencia.

         Este carácter negativo que asume el entorno provoca un sentimiento de compasión frente a una multitud necesitada de conducción y que no ha podido llegar a la realización plena de su vida. Ambas afirmaciones se expresan por medio de las imágenes de ovejas sin pastor y de una mies madura y abundante que espera el último acto, su cosecha. Dentro de esta relación se inscribe las actitudes que Jesús exige a sus discípulos en las que se pueden descubrir dos momentos.

         El primer momento es el de la identificación con sus sentimientos de compasión, A ello se dirige la necesidad de la petición por obreros. La oración que se manda a los discípulos debe tener como centro de atención no los propios intereses sino los de esa multitud que padece situaciones inhumanas.

         Ya en este primer momento, los discípulos son arrancados del ámbito de sus preocupaciones propias de todo grupo e invitados a identificarse con las preocupaciones de un Dios universal, que se presenta bajo el nombre de "dueño de la mies".

         Desde este punto de partida se pasa a la capacitación de los discípulos para que puedan desempeñar la tarea que se les encomienda y que debe beneficiar a esa multitud colocada en esas situaciones desfavorables.

         Dicha capacitación se expresa en 2 etapas: en la 1ª (Mt 10, 1) el evangelista relata la transmisión de poderes; en la 2ª (Mt 10, 6-8) coloca en la boca de la Jesús las condiciones que los discípulos deben cumplir para desempeñar la tarea encomendada.

         En ambas se señala como característica de la misión , la lucha contra las enfermedades que aquejan al ser humano. Los discípulos reciben el poder de curar las dolencias y, a la vez, el mandato explícito de realizar esa actividad.

         Junto a este elemento común, se colocan otros elementos que esclarecen el sentido de la misión cristiana. En el v.1 aparece mencionada "la autoridad sobre los espíritus impuros". Estos impiden la plena realización humana y oprimen la existencia. La misión, por tanto, será entendida como una lucha contra el poder del mal presente en la vida de los seres humanos.

         En los vv. 6-8 se expresa lo mismo desde la perspectiva positiva del anuncio y de la realización del Reino de Dios. Dicha proclamación es el triunfo sobre todo mal existente en la vida de los seres humanos e incluye la superación de la muerte y de toda marginación como se señala en el mandato de la purificación de los leprosos.

         En dichos versículos, además, se señalan el lugar de esa proclamación y el modo de su realización. Por el momento, a diferencia de lo que acontecerá después de la Pascua, los discípulos deben limitarse a Israel y se les enseña que la gratuidad es el único modo en que puede cumplirse lo exigido.

Juan Mateos

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         Los sumarios eran resúmenes de la actividad de un personaje. En ellos se describían acciones que cubrían varios días, meses e incluso años. El NT los usa para sintetizar la intensa actividad de Jesús. Generalmente sólo cubren unos pocos versículos pero en ellos está condensada toda la obra salvífica.

         Por eso, cuando leemos los evangelios debemos darnos cuenta que éstos nos comunican experiencias de fe muy organizadas y resumidas, y que fueron escritos con el objeto de que crezcamos procesualmente en la fe. No debemos buscar en los evangelios una crónica periodística de la acción de Jesús, porque lo que a los escritores les interesaba era el significado de su persona y de su obra.

         El texto que la liturgia propone para la meditación, presenta un sumario de la acción de Jesús en Palestina, especialmente en Cafarnaum. La actividad de Jesús tiene varias facetas.

         La 1ª como maestro, comunicando la buena nueva del Reino y corrigiendo las enseñanzas equivocadas de los legalistas.

         La 2ª como terapeuta, atendiendo a los enfermos con dolencias físicas, psicológicas y espirituales. Su interés estaba en librarlos de la idea que tenían de ser pecadores o endemoniados.

         La 3ª como pastor, pues Israel se encontraba en ese momento a la deriva, en medio de las autoridades nacionales serviles al imperio y de líderes populares afiebrados por un nacionalismo miope. Como Pastor él se compadecía de las multitudes y trataba de orientarlas por el camino de la solidaridad, la fraternidad y la tolerancia.

         La 4ª como organizador de comunidades de hombres y mujeres. Había muchas personas inquietas, pero necesitaban un factor de cohesión, un líder que los vinculara y los ayudara a crecer como personas.

         Esta última faceta, de organizador y promotor de organizaciones comunitarias, está condensada en los relatos de elección de los doce misioneros, y en muchos otros pasajes en los que el envía a sus discípulos para continuar la misión. Y aquí esta condensada una de sus enseñanzas fundamentales: la Iglesia existe para evangelizar.

         En efecto, la Iglesia existe en función de la obra que le dio origen, y no está en función de sí misma, ni de su propio crecimiento, ni de su propia organización. La Iglesia existe porque hay un "pueblo cansado y decaído" frente al cual se siente solidaria y capaz de dar respuesta desde su insignificancia y debilidad.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         De nuevo el evangelio nos presenta hoy a Jesús en plena actividad misionera, recorriendo ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas (lugar de congregación de judíos y prosélitos), anunciando el evangelio del Reino y curando enfermedades y dolencias. Su primera reacción ante las gentes, a las que veía como ovejas sin pastor, era la compasión.

         Del que se postulaba como expresión humana de la misericordia divina no podía esperarse otra cosa. Pero esto es lo que testifica el evangelista, dado que la compasión es algo perceptible para un testigo. Se deja ver en el mismo obrar. Y porque Jesús ve la extenuación y el abandono de las gentes, como ovejas que no tienen pastor, y se siente movido a compasión, toma la decisión de enviarles pastores en su día.

         Es como si en ese momento hubiese tomado conciencia de la abundancia de la mies y de la necesidad del envío de trabajadores. Pero, aunque no fuera así, es entonces cuando les dice a sus discípulos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.

         De esta manera podrán ir tomando conciencia de esta realidad que, en un futuro no muy lejano, será su campo laboral. Puesto que los trabajadores son pocos (y siempre habrá desproporción entre la mies, o el campo de trabajo, y los obreros), es preciso pedir al Señor de la mies que mande trabajadores a su mises. Sólo el que es Señor, sólo el que tiene verdadero interés por el fruto de sus campos y su siembra, puede llamar y enviar trabajadores a esos campos.

         El envío supone la llamada y la capacitación para realizar la tarea encomendada. Esto es precisamente lo que hace con los doce: los llama, les da autoridad (es decir, potestad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia) y los envía con algunas instrucciones. La labor de exorcizar y de curar enfermedades entra dentro de su cometido y competencia. Pero también tendrán que proclamar la cercanía del Reino de los Cielos.

         En la medida en que el Reino vaya ganando terreno, lo irán perdiendo tanto el poder del espíritu del mal como el de la enfermedad. Por eso tales acciones (expulsar demonios y curar enfermedades) serán la señal de que el Reino de los Cielos está cerca y de que se va agrandando su dominio.

         Las instrucciones, quizás todavía provisionales, hablan de no adentrarse en tierra de paganos, ni de samaritanos, sino únicamente en territorio israelí: Id a las ovejas descarriadas de Israel; id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca.

         Esta fue la secuencia histórica de la evangelización. Aquellos primeros misioneros, incluido San Pablo, el apóstol de los gentiles, iniciaron su labor evangelizadora en el campo israelí, entre los judíos, y teniendo como sedes preferentes las sinagogas, como había hecho el mismo Jesús en Galilea. Sólo cuando sintieron el rechazo de la sinagoga, se lanzaron de lleno a la evangelización de los paganos, adquiriendo así el mensaje del evangelio una dimensión universal.

         San Pablo fue pionero en esta apertura al mundo pagano, pero no fue el único en semejante iniciativa. Otros apóstoles también llegaron lejos en su empeño de hacer llegar el mensaje de la salvación hasta los confines de la tierra.

         A esos enviados Jesús les encomienda la tarea que él venía realizando: Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Con estas acciones mostrarían a los destinatarios de la misión que el Reino de los Cielos estaba realmente cerca, que el Reino de los Cielos había empezado a despuntar al menos allí donde se dejaban notar sus efectos: curaciones, resurrecciones, expulsiones del maligno.

         Todo formaba parte de la evangelización: la palabra con la que anunciaban la cercanía del Reino, que había llegado con el Mesías y sus acciones, y las obras que ponían de manifiesto la presencia de esta realidad liberadora y benéfica. Éstas seguramente podían tener más eficacia evangelizadora que el simple anuncio que, sin el acompañamiento de las acciones, se reducía a meras palabras. Y entre las condiciones de la evangelización, está la gratuidad: Gratis habéis recibido, dad gratis.

         Esto no significa que el obrero no merezca su salario, pero sí que el obrero de esta mies no debe trabajar en ningún modo por el salario. Debe trabajar simplemente porque ha sido enviado por su Señor, y será el mismo Señor del envío quien lo recompense. Y lo hará con una recompensa de valor infinitamente superior al de un estricto salario o jornal: en esta vida, cien veces más, y después la vida eterna.

         Es lo que nos hizo ver ese obrero de la mies por excelencia que es el apóstol Pablo, cuando dice que espera participar de los mismos bienes del evangelio, y que éste es su salario: tomar parte en tales bienes.

 Act: 06/12/25     @tiempo de adviento         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A