30 de Enero

Lunes IV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 30 enero 2023

a) Heb 11, 32-40

         El pasaje de hoy de Hebreos amplía la argumentación de ayer (Hb 11, 1-19) destinado a reafirmar a los convertidos del judaísmo, probados hasta el punto de querer reintegrarlo: Nunca se debe volver atrás.

         El autor trae a la memoria el ejemplo de los antiguos judíos, los que permanecieron fieles en la prueba, sin volver su vista atrás, sino, muy al contrario, dispuestos a la aventura de la fe. De este modo, el autor ofrece un pasaje muy semejante a los elogios de la Sabiduría (Sab 10-16) y del Eclesiástico (Ecl 40-49), el elogio de una serie de héroes (Gedeón, Barak y Sansón, que someten los reinos y ejercen la justicia) y un elogio a David (que consigue el cumplimiento de las profecías).

         Así mismo, hace Hebreos un elogio de los profetas como Daniel (que cerró la boca de los leones; Dan 6, 23; Jue 14, 1-10), los 3 jóvenes de Babilonia (que dominaron la violencia del fuego; Dan 3, 49-50), Elías y Eliseo (que entregaron a su madre los hijos resucitados; 1Re 17, 23; 2Re 4, 36), Eleazar y sus 7 hijos Macabeos (que prefirieron dejarse torturar a apostatar; 2Mac 6-7). E introduce los verbos encadenar (Jer 20, 2; 37, 15), serrar (Isaías), asesinar (Mt 23, 34-35) o exiliar al desierto (1Re 19), sin perder jamás la fe en su futuro.

         El argumento del autor aparece en Hb 11, 39: los antepasados han soportado todo esto, cuando todavía no podían esperar la realización de la promesa. De lo que surge una pregunta: si nosotros hemos visto ya cumplida la promesa, ¿seremos menos fieles que ellos?

         La fe, que es algo sobrenatural, se vive dentro de la experiencia humana, y se caracteriza por el don que uno hace de sí mismo para el futuro, con el riesgo que eso supone de abandonar la seguridad y darse de lleno a la novedad. Como ejemplo positivo, Abraham sí tuvo fe, pues abandonó su patria convencido de que le aguardaba un reino mejor al que había dejado. Como ejemplo negativo, los hebreos carecieron de fe cuando en el Exodo echaron de menos los alimentos de Egipto, en vez de confiar en el futuro (en momentos en que, a decir verdad, sólo podían esperar la muerte).

         Lo que pone sobre la mesa Hebreos, con ello, es la actitud de los actuales judeo-cristianos (hebreos), que carecen de fe mientras recuerdan con nostalgia Jerusalén, y tratan de volver al judaísmo en lugar de confiar plenamente en el nuevo movimiento cristiano.

         En una época de constantes cambios, como la que vivimos actualmente, la fe no puede quedarse estancada en una simple adhesión a cierto número de verdades. Sino que debe consistir, más bien, en la entrega de sí mismo ante el futuro, y tener la plena convicción de que la muerte (de algunos conceptos) y el fracaso (de ciertas estructuras) no pueden tener la última palabra.

         El contenido del sacrificio de Cristo no es otro que el de una fe total en el Padre, capaz de hacer surgir lo inesperado, incluso más allá de la muerte. Nuestra ofrenda eucarística tiene como contenido, igualmente, nuestra renuncia al pasado, y la entrega de nosotros mismos a lo que está por venir, en el acontecimiento diario. La ofrenda eucarística, en este sentido, es profesión de fe.

Maertens-Frisque

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         Para el autor de Hebreos, uno de los elementos centrales del sacrificio de Jesucristo es su eficacia: tras una interminable serie de fracasos, Jesucristo ha entrado realmente ante Dios y nos purifica a nosotros (Hb 9,11-14). De modo paralelo, se subraya la eficacia de la fe, y el hecho de que hubo y hay héroes que, a través de la fe, consiguieron mejorar las condiciones de la vida y la espiritualidad.

         El retrato de este hombre renovado, es tal vez lo que produce mayor impacto, pues enraizado en la fuerza de Dios, conseguirá a través de la fe la libertad interior (Hb 11,8; 17-19; 23-27), la grandeza de espíritu (Hb 11, 9-10; 13-16) y la superación de las pruebas (Hb 11, 17-18) y del miedo (Hb 23; 27), resistiendo los tormentos y la muerte (Hb 35-38) y obteniendo una visión certera sobre la realidad (Hb 19, 26) y el engaño de los gozos efímeros (Hb 24-26).

         La fe hizo a numerosos personajes del AT libres (Hb 11, 8), valientes (Hb 11, 34), constantes (Hb 11, 27), acogedores (Hb 11, 31) y radicalmente nuevos (Hb 11, 13-16; 17-19). Y por la fe realizaron empresas sobrehumanas, cruzando el Mar Rojo (Hb 11, 29-30), subyugando reinos (Josué), tapando bocas de leones (Hb 11, 33-35), haciendo concebir a las estériles (Hb 11, 11-12) y resucitando muertos (Hb 11, 35).

         Pero no faltan sombras en este cuadro, pues dichos hombres extraordinarios también sufrieron incomprensiones, destierros, persecuciones, tormentos y asesinatos. Hebreos pone de relieve esta constante trágica, de la que no se salvó ni el mismo Jesús. Aunque apunta a que por la fe, dichos héroes se hicieron hombres sinceros, y defensores de la libertad y de la vida, en medio del resentimiento y del odio. Hay una frase que sorprende: "El mundo no se los merecía" (Hb 11, 11,38), pues los eternos buscadores de bellotas (Mt 7,6) son indignos de la única vida verdadera: la vida de fe, en el Dios vivo.

         La conciencia de la novedad cristiana aparece en los últimos versículos (Hb 11, 39-40): pese al testimonio elogioso del mismo Dios (Hb 11, 2), esos hombres no consiguieron la promesa (Hb 11, 13). Pues la promesa se realizó solamente en Jesucristo, el único que penetró definitivamente en Dios (Hb 11, 9,11-12) y consiguió la perfección (Hb 11, 5, 8-10). Nuestra situación es una situación mejor que la de aquellos héroes del AT, ya que Jesucristo nos purifica (Hb 11, 9, 11-15) y restituye nuestra esperanza (Hb 11, 7, 19). Pero esta situación de privilegio exige también de nosotros una mayor lucha y esfuerzo (Hb 11, 5, 11).

Gaspar Mora

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         Además de Abraham y Sara, la Carta a los Hebreos recuerda otros personajes del AT que nos han dado ejemplo de una recia fe (profetas, políticos, obreros, madres de familia...), para que no nos desanimemos ante las dificultades de nuestro camino.

         Es impresionante la enumeración de cosas que por la fuerza de la fe llegaron a hacer esas personas, conquistando reinos, domando animales, derrotando a ejércitos enemigos, curando y resucitando. Y eso a pesar de las dificultades que también ellos experimentaron, porque fueron golpeados, flagelados, encarcelados y sentenciados a muerte. Pero no se trata ahora de recordar a qué persona concreta corresponde cada una de las hazañas o de las penalidades (aunque algunas sí son fáciles de adjudicar), pues es el conjunto lo que impresiona, y sirve de estimulo a los lectores de la carta y a nosotros.

         Además, el autor de Hebreos no se olvida de repetir que las personas que vivieron en tiempos del AT tienen el mérito de haber vivido en un tiempo de promesas, de figuras: no en los tiempos mesiánicos, como nosotros. Eran en verdad peregrinos, que no alcanzaron nunca la claridad y la seguridad que nosotros podemos tener ahora.

         Tendemos a engrandecer nuestras dificultades. Así tratamos de explicar nuestra debilidad o nuestros fallos. Las culpas las echamos fácilmente al mundo en que vivimos. Deberíamos espejarnos en Abraham y en todas esas personas que se nos recuerdan del AT y en tantas otras del NT y de la historia de la Iglesia. No somos los primeros en sufrir para ser fieles a Dios.

         Los tiempos en que vivieron todas esas personas fueron tan difíciles o más que los nuestros. Lo que pasa es que tenían fe. Se fiaron totalmente de Dios y siguieron con perseverancia sus caminos. No miraban atrás, sino adelante. No se refugiaron en una actitud conservadora, sino que arriesgaron en la aventura de la fe. La carta dice que «el mundo no era digno de ellos».

         Tendremos que rezar el salmo de hoy, si queremos arriesgarnos más: "Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor". Y con esperar confiadamente el premio de Dios, que no faltará: "Amad al Señor, fieles suyos, porque el Señor guarda a sus leales".

José Aldazábal

b) Mc 5, 1-2.6-13.16-20