31 de Enero

Martes IV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 31 enero 2023

a) Heb 12, 1-4

         La comparación del estadio y los atletas que compiten es muy expresiva para la finalidad del autor de la carta: animar a sus lectores a que permanezcan firmes en su seguimiento de Cristo. Son 3 los aspectos de la comparación:

         1º Ante todo, el atleta se despoja de todo lo que le estorba para poder correr ágilmente: el cristiano se despoja de todo lo que es pecado;

         2º La multitud de espectadores que ocupan los graderíos y que le aplauden y animan a llegar a la meta: en este caso, los animadores o hinchas son la multitud de testigos (los creyentes del AT y los contemporáneos) que han dado ejemplo a lo largo de la historia y estimulan a los cristianos de ahora a ser fuertes y alcanzar la meta;

         3º Y el primer corredor, Cristo Jesús, el que va delante en la carrera de la fe, el que supo renunciar a todo, se entregó a la muerte y ahora está triunfante junto a Dios: la carta invita a todos a tener la mirada puesta en él.

         Es fácil la aplicación de este símil deportivo a nuestra vida. Así, deberíamos desprendernos de tantas cosas que nos estorban y nos hacen innecesariamente pesado el camino: las preocupaciones, el afán de tener cosas y más cosas, y sobre todo el pecado y las costumbres inconvenientes que nos atan con lazos más o menos fuertes y nos impiden correr; para el viaje de la vida necesitamos bastante menos equipaje del que llevamos.

         Nos deberíamos sentir acompañados y animados, en nuestra carrera de la fe, por esa innumerable multitud de testigos que nos han precedido y que han recorrido el mismo camino con éxito. Sentirnos en unión con ellos, y no desfallecer en nuestra fe a pesar de las dificultades que encontremos. Es así como funciona la comunión de los santos.

         Sobre todo, deberíamos tener fija la mirada en Cristo Jesús, guía y modelo de nuestra fe, el que va delante de nosotros en la carrera, el que ya llegó a la meta triunfador habiendo padecido más que nadie; es lo que más nos estimula a un seguimiento fiel; un ciclista sigue la rueda del que más corre y se aprovecha de su empuje, al igual que un corredor de fondo que se aprovecha del que corta el aire y marca el ritmo; para nosotros es Cristo el que guía nuestra carrera; «fijos los ojos en Jesús»: un buen lema para nuestra vida de cada día; es lo que más nos ayudará a permanecer firmes en nuestra fe.

         La última pregunta del pasaje de hoy nos ayudará seguramente a no exagerar y a relativizar un poco nuestros méritos: ¿hemos llegado ya a derramar sangre en nuestra lucha por la fe? Esta vez no se trata del atleta que corre, sino tal vez del luchador que pelea hasta la sangre: ¿de veras se puede decir que es tan grande nuestro mérito en mantenernos fieles que hemos llegado a derramar sangre, como Cristo y tantos mártires? ¿o se trata de fatigas que nos resultan pesadas porque tenemos poco amor?

José Aldazábal

*  *  *

         El autor de la Carta a los Hebreos llega aquí prácticamente al centro de su conclusión: eleven la mirada a Jesús para mantener su fe. Y da a Jesús un título bien original y significativo: el iniciador y consumador de nuestra fe. Jesús inicia y consuma nuestra fe.

         Implícitamente, Hebreos dice que Jesús tiene fe, y con ella (con su ejemplo de fe), nos inicia en ese camino y nos propone la meta del camino de la fe.

         La teología clásica, con santo Tomás a la cabeza, ignoraron la fe de Jesús. Por una concepción de Jesús que subrayaba especialmente su divinidad, ignoraron esta dimensión esencial de su humanidad: Jesús tiene fe; no sabe ni ve, sino que cree, como nosotros. Se arriesga a creer, igual que todos los humanos. Lo que pasa es que cree de tal modo y con tal calidad, que se convierte en modelo para todos.

         Si Jesús hubiera estado gozando continuamente, y por dentro, de su «visión beatífica», y hubiese guardado para sí la visión de Dios, y de su propio ser divino, no hubiese sido totalmente humano, ni nos hubiese anclado a nosotros a ese misterio, ni nos hubiese hecho ser buscadores permanentes de Dios. Pero Jesús supo prescindir de ello (sin deshacerse de ello), ser plenamente humano y marcarnos el camino a nosotros. Ése es el centro de la argumentación que hoy nos trae el autor de la Carta a los Hebreos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

b) Mc 5, 21-43