1 de Febrero

Miércoles IV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 1 febrero 2023

a) Heb 12, 4-7.11-15

         El autor prosigue el razonamiento empezado en Hb 12, 1-4, para convencer a sus destinatarios a que soporten la prueba de su destierro lejos de Jerusalén, la ciudad santa. Y aduce un nuevo argumento: la prueba es un correctivo, semejante a los que todo hijo recibe de su padre.

         Esta idea de la corrección paterna es bastante original en el NT. El autor la introduce apelando a la experiencia común: todos hemos tenido un padre que con cierta frecuencia ha castigado duramente; en ese momento la corrección parecía injusta y difícil de soportar; más tarde se revela beneficiosa y justa (vv.9-11). Otro tanto ocurre con los acontecimientos desagradables de la vida, a los que el autor considera como otras tantas reprimendas y castigos paternales.

         El autor se basa igualmente en un argumento tomado de los Proverbios (vv.5-7): los rabinos solían corregir muy severamente a sus discípulos, cosa que no impedía llamarles generalmente hijos (Eclo 4,17; 23,2; Prov 3,11-12; 13,24; 23,12-14). Las antiguas tradiciones talmúdicas dejan constancia de estas correcciones en los medios rabínicos.

         Pero estas 2 imágenes (la paternidad de los padres de familia, y la de los rabinos) encierran una idea más profunda: si Dios corrige a sus hijos (v.8), concediéndoles un trato semejante en todo al que da a los bastardos, es porque ve en ellos a su propio Hijo crucificado, para "hacernos partícipes de la santidad" adquirida por Cristo (v.10). Por tanto, Dios no es un padrastro, y si castiga no es por sadismo, sino en nombre de la más alta forma de amor: la acogida amorosa en su presencia (v.6).

         "Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos". Muchas veces han comparado los profetas la actitud de Dios con la de un educador que guía a su pueblo hacia la edad adulta, no sólo por medio de la enseñanza, sino también con reprimendas y hasta con correctivos. Ese lenguaje, propio de los escritores deuteronomistas, tiene hoy el peligro de ser mal comprendido.

         Sin embargo, ¿no está contenida en él una buena parte de la experiencia humana? Por un lado, las pruebas son una realidad que está ahí; por otro lado, ¿no adquiere madurez el hombre al superar esas pruebas? Así pues, las pruebas sobrellevadas por los cristianos no son arbitrarias, pero sí requieren constancia por parte de ellos. Esas pruebas contribuyen así a formar al "hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud" (Ef 4, 13).

Maertens-Frisque

*  *  *

         Las correcciones por parte de Dios son una muestra de su amor, y nos ayudan a afianzarnos en nuestra fidelidad a sus caminos. La página de hoy repite la frase con la que terminaba la de ayer: "Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado". No somos, pues, los que más mérito tenemos, y otros muchos creyentes nos han dado ejemplo hasta el derramamiento de la sangre, en su camino de fe.

         Las pruebas que encontramos en la vida nos ayudan, y han de ser interpretadas como una corrección de parte de Dios. Lo cual entra en la mejor pedagogía de un padre para con sus hijos, y se encamina a de ir creciendo en firmeza: "Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes y caminad por una senda llana".

         Todo eso con gran confianza en el amor de Dios, que resalta el magnifico Salmo 102: "La misericordia del Señor dura por siempre, y como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles, porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro". Lo cual tiene lugar desde el deseo de ayudarnos unos a otros, en esta perseverancia: "Que nadie se quede sin la gracia de Dios".

         ¿Hasta qué punto es firme nuestra fidelidad? A veces creemos ser los primeros que sufren en este mundo, o los únicos, o los que más esfuerzo están haciendo para mostrar su fe en Dios. Mientras que son muchísimos, empezando por Cristo mismo, los que han tenido un camino más difícil que el nuestro, y lo han recorrido con firmeza.

         Las pruebas de la vida tendrían que ser aceptada con esa actitud que la Carta a los Hebreos quiere de sus lectores: como venidas de las manos de Dios, que busca nuestro bien. Aunque no hace falta que siempre interpretemos que nos las envía él, porque nos vienen de los demás, o de la vida misma (que es dura, y nos ofrece unos días soleados y otros nublados). Dios quiere que lo aprovechemos, todo esto, para nuestro crecimiento.

         Como vemos en la historia del pueblo de Israel, en el AT Dios le corrige, castiga y hace madurar. Y también a nosotros. Las pruebas nos ayudan a dar temple a nuestra fe, y a madurar en el camino del amor. Pues el amor (como la amistad, como la fidelidad) no es firme hasta que no ha superado, positivamente, los obstáculos que encuentra en el camino. Las pruebas nos hacen reconsiderar nuestra vida, y nos ayudan a descubrir valores ocultos que una vida demasiado fácil o superficial no nos permite descubrir.

José Aldazábal

b) Mc 6, 1-6