3 de Febrero

Viernes IV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 3 febrero 2023

a) Heb 13, 1-8

         Este pasaje pertenece al final de la Carta a los Hebreos, en una especie de poscriptum parenético sobre las condiciones de la vida cristiana, en el orden social y comunitario. El tono utilizado es ya diferente al del de los primeros capítulos (sobre el sacrificio y sacerdocio judío) y capítulos intermedios (del sacerdocio y liturgia de Cristo), e insiste en el nuevo orden que debe suponer todo eso: una actitud ética.

         La 1ª actitud ética que especifica Hebreos es la caridad fraterna (vv.1-3), que se revela sobre todo en la hospitalidad y en la atención para con los prisioneros (criminales, presos políticos y perseguidos). La razón de esta actitud hacia esos hombres es muy simple: si todos compartimos la condición de transeúntes de este mundo, todos tenemos la probabilidad de ser objeto de la persecución y la política.

         La 2ª actitud resaltada tiene que ver con los cristianos unidos por el matrimonio (v.4). Pues el lecho nupcial debe ser para ellos como un verdadero templo, y debe mantener la pureza del templo (2Mac 14,36; 15,34; Sant 1,27). El matrimonio debe ser para el cristiano, por tanto, un auténtico lugar de culto, siendo la castidad la actitud más exigida, antes que seguir manteniendo las antiguas costumbres de pureza legal.

         La 3ª actitud concierne al dinero (vv.5-6), pues el cristiano debe vivir el desinterés evangélico, contentándose con lo que cada día trae consigo y confiando en que Dios no abandonará a sus fieles. Pero es interesante destacar que el versículo que el autor cita, para hacer alusión a esta providencia divina (Sal 118, 6), está tomado de un salmo litúrgico, que el pueblo de Israel cantaba desde las puertas del templo hasta el altar de los holocaustos. Mediante esta cita, el autor pone de manifiesto su intención de dejar claro que toda actitud ética es realmente litúrgica.

         Una 4ª actitud que se desprende de este pasaje debe ser la veneración debida a los guías de las comunidades (v.7), y la adhesión a sus enseñanzas. E insiste en el término guía, que en el AT designaba a los grandes sacerdotes judíos. Así, pues, estos nuevos guías (los cristianos) serán venerados como representantes de Cristo (v.8), que siempre va tras ellos animando su valor, e inspirando sus enseñanzas.

Maertens-Frisque

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         Al terminar su carta, el autor de Hebreos vuelve a hablar de la muerte santificadora de Jesús, evocando su sufrimiento "fuera de las murallas" (v.12). Y lo hace esta exhortación: "Salgamos, pues, a encontrarlo fuera del campamento" (vv.13-14), y "ofrezcamos a Dios por medio de él un sacrificio de alabanza perpetua" (vv.15-16).

         En el AT, "salir fuera del campamento" era un elemento negativo, en contraposición al "entrar en el santuario" (Heb 10,19-25). No obstante, para el NT dicha expresión pasa a convertirse en un elemento positivo, que intenta no apartarse de los hombres, así como evitar refugiarse en una comunidad. Pues el hombre lleva dentro de sí la raíz de su alejamiento de Dios y de los demás, y salir supone abandonar una vida centrada en la propia autoafirmación, en la esterilidad o en una equivocada búsqueda de la felicidad por el dominio o las posesiones. Significa dejar el mediocre egocentrismo que aleja de los demás y de Dios, abandonar las falsas seguridades (v.9) y construir una ciudad permanente (v.14).

         Es preciso salir, pues, de este mundo mediocre, y "ofrecer sacrificios que agradan a Dios" (vv.15-16), acercándose al santuario (Heb 10,22) y ofreciendo la propia vida a Dios, en "la confesión de la fe y en la comunión con los hombres" (vv.15-16). En esta autodonación a los demás, el hombre se pierde así mismo (aparentemente), pero encuentra a Dios allí donde él no puede acceder por sus propios medios: la verdadera vida (v.9).

         Nos hallamos ante el único caso en que el autor de Hebreos detalla algunas exhortaciones concretas sobre el amor fraterno, el matrimonio, las riquezas y la relación con los dirigentes de la comunidad (Heb 13,1-7.17). Y con ellas intenta mostrar la revelación central de Jesucristo: la comunión entre Dios y los hombres, consistente en la libre y personal donación a Dios.

         Una donación que se expresa en una vida concreta, constante y aparentemente normal, pero que hace del Dios vivo la razón de ser de cada decisión. Una vida que se sitúa ante los demás en actitud de amor fraterno, que acoge a todos, que se preocupa de los encarcelados, que vive el matrimonio con fidelidad, que se libera del dinero y pone la confianza en Dios. Esa es la fe que Dios quiere de nosotros (Heb 10,36-39) y que el pastor pide al terminar su escrito (Heb 13,20-21). El don de Dios, y el esfuerzo del hombre, se unen para conseguir la verdadera vida.

Gaspar Mora

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         Estamos llegando al final de la Carta a los Hebreos, en que su autor pasa ya de la teología elaborada con antelación a la enumeración de una serie de recomendaciones muy concretas y variadas, para la vida de la comunidad cristiana:

-"conservad el amor fraterno, y no olvidéis la hospitalidad", poniendo como motivación el ejemplo de Abraham (que acogió amablemente a los 3 viajeros del Altísimo);
-"acordaos de los presos y de los que son maltratados", solidarizándoos con ellos;
-"que todos respeten el matrimonio", porque Dios quiere la vida matrimonial dignamente vivida;
-"vivid sin ansia de dinero": la avaricia, que es la idolatría del dinero, es una de las cosas que más hay que evitar;
-"contentaos con lo que tengáis", con una cierta austeridad en la vida, poniendo la confianza más en Dios que en los dineros ahorrados;
-"acordaos de vuestros jefes", los que os anunciaron la fe y han vivido una vida de fe digna de imitación.

         Y finalmente, da la respuesta fundamental a por qué hay que hacer todo eso: porque "Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre". Una afirmación cristológica que da sentido a todo, y en la que Jesús es el modelo supremo de todo cristiano.

         Los consejos de Hebreos no han de pasar, pues, al baúl del pasado, sino que son de actualidad y seguirán siendo directivos para el cristiano del futuro. Pues:

-la motivación que nosotros hemos recibido de Cristo (para la caridad y la hospitalidad) es que en la persona del prójimo vemos su misma persona: "a mí me lo hicisteis";

-cuando el Catecismo ejemplifica en qué clase de personas tenemos que ver de modo especial a Cristo, nombra a "los pobres, los enfermos y los presos" (CIC, 1373);

-la exhortación a evitar el adulterio, y atentar contra la santidad matrimonial, sigue teniendo hoy plena actualidad, en medio de un mundo de costumbres bastantes alejadas de la verdadera espiritualidad;

-la recomendación a evitar la avaricia, puede afectar a todos (religiosos y sacerdotes), no sólo a los laicos;

-el respeto a los pastores de la comunidad, desde el deseo de ayudarles y aprender de ellos, no es tampoco superfluo en las relaciones interpersonales, y ayuda a construir la comunidad cristiana.

José Aldazábal

b) Mc 6, 17-20.21-29