8 de Junio

Jueves IX Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 8 junio 2023

a) Tob 6, 10-11; 7, 1-8; 8, 4-9

         Describe hoy el libro de Tobías el viaje de Tobías (el anciano ciego) y Rafael (el ángel de Dios) hasta las orillas del río Tigris. Tobías baja a bañarse, y allí tiene lugar el episodio del pez que, por designio divino, será el que le sane la vista (pues el hígado, el corazón y la hiel de determinados peces poseían virtudes curativas, según Plinio).

         El proceso de la narración confirma la utilidad del acto de obediencia que había hecho Tobías a Dios, aun antes de ver su inmediato provecho. Porque el ángel dice a Tobías que el corazón y el hígado obrarán como exorcismos liberadores (v.8), y Tobías acepta la recomendación sin tener conocimiento de ello.

         A partir del v. 9 se inicia el desarrollo del plan divino respecto a la boda de Tobías (el hijo de Tobías) y Sara (la hija de Raguel). Ya en Nehemías se habla de la obligación que tenían las hijas de Salfajad: "Se casarán dentro de los clanes de la tribu paterna" (Nm 36, 6-8). Así pues, Tobías, como miembro de la misma tribu y familia, era el 1º que tenía derecho a casarse con la hija de Raguel. Y el ángel, verdadero instrumento del beneplácito divino, insiste en ese sentido.

         No obstante, Tobías conoce las desgracias de Sara con sus 7 maridos anteriores (que se habían acercado a ella en la cámara nupcial, y que allí mismo habían fallecido por influjo del demonio Asmodeo). Y de ahí que el ángel tenga que tranquilizar a Tobías, asegurándoles que "el hígado y el corazón del pez alejarán de Sara el espíritu maligno" (el cual, después de oler el humo producido por la quema de las mencionadas vísceras, jamás volverá a ella).

         Con todo, es preciso mencionar la plegaria al Dios omnipotente, tanto de Tobías como de Sara. Porque por encima de todo remedio humano, para ellos están la misericordia y la salvación, que sólo pueden venir de aquel Dios que siempre se compadece de los hombres. Más aún: Sara estaba reservada a Tobías desde la eternidad, como pensamiento que alojaba una profunda realidad: la providencia eterna de Dios para con sus escogidos. Tal pensamiento debía infundir siempre una gran confianza, a todos los que decidan vivir en paz con Dios.

         El encuentro de los 2 jóvenes (Tobías y Sara) tiene el encanto y la sencillez propios de la era patriarcal. Los semitas poseían esta cordialidad y la consideraban como una de sus obligaciones características.

         Los vv. 9-16 nos cuentan el matrimonio de Tobías y Sara, que tiene cierto parecido con el de Rebeca e Isaac (Gn 24). A pesar de la invitación a participar de los alimentos y bebidas, Tobías tiene muy presente el motivo de su llegada a casa de Raguel, y quiere supeditar todo al cumplimiento de su misión: recibir los dineros y casarse dentro de la tribu de su padre. Al fin y al cabo, Tobías tenía el máximo derecho a recibir a Sara como esposa. Así lo reconoció Raguel, el cual le ofreció sin rechistar a su hija. De nuevo quiere el autor que reconozcamos en los acontecimientos la mano providente de Dios, que por una serie de circunstancias hace que se vuelvan a encontrar unos parientes atribulados, en el gozo imprevisible de unas bodas inéditas.

         En la ceremonia de la boda podemos distinguir 2 partes: 1ª la entrega de la mujer por parte del padre, junto con la bendición que la acompaña; 2ª el documento escrito como testimonio de la validez de la unión. En cuanto a la redacción del documento que había de confirmar la validez de la boda, se trataba de un proceso jurídico que los hebreos (en particular) compartían con los semitas (en general), según el art. 128 del Código de Hammurabi.

         Al principio de la 2ª perícopa vemos cómo Tobías cumple fielmente los consejos del ángel. Las lágrimas de Edna se explican perfectamente por la historia de calamidades que habían acompañado las primeras noches de los matrimonios anteriores de Sara. Pero esta vez era distinto. El designio de Dios había de cumplirse, pero no podía faltar la colaboración humana. De ahí la bellísima plegaria de Tobías, que comienza con una triple invocación, continúa con la explicación del motivo y termina implorando una vejez feliz.

         La preparación de la tumba y recuerdo de Raguel contrastan con la inesperada y agradable sorpresa que éste experimentó al encontrar durmiendo a los 2 (Tobías y Sara), confirmando ese hecho que esta vez el matrimonio no era como los anteriores. El auxilio del Señor no faltó allí donde la plegaria fue constante y sincera, tras toda una vida encaminada "por las sendas de la verdad y de la justicia".

José O'Callaghan

*  *  *

         Vemos hoy cómo las oraciones de Tobías (el anciano ciego) y Sara (la joven injuriada) han sido escuchadas. Y cómo el hijo de Tobías, acompañado por el ángel Rafael, va a casa de Sara.

         No obstante, a la hora de describir la boda entre ambos jóvenes (el hijo de Tobías y la hija de Raguel), el autor insiste en los vínculos raciales: "Hay aquí un hombre llamado Raguel, tu pariente, miembro de tu tribu y que tiene una hija llamada Sara".

         Efectivamente, en aquel tiempo las bodas se concertaban "entre personas del mismo clan". No olvidemos que el problema capital de los exiliados y emigrados fue siempre conservar su identidad y su fe. La familia es la célula esencial donde se transmiten las tradiciones, las convicciones profundas. Y el momento decisivo es el del matrimonio. De él depende todo el porvenir. Porque los exiliados tienen el gran riesgo de ser progresivamente asimilados a las naciones paganas por el hecho natural de casarse.

         Cuando el ángel y el joven llegaron a casa de Raguel, éste los recibió muy contento. Hablaron y Raguel ordenó que mataran un cabrito y prepararan la mesa. No se trató, pues, de una comida ordinaria sino festiva, sino que preparan un cabrito con gran sentido de hospitalidad.

         Entonces, el ángel Rafael dijo: "¿No temas dar tu hija a Tobías: es fiel a Dios y con él debe casarse; he ahí por qué nadie la ha tenido por esposa". Más allá del simplismo aparente de ese razonamiento, admiro la "lectura de fe" que hace Rafael del acontecimiento: la fatalidad de la muerte de los prometidos podría dejarse solamente al nivel de la mala suerte o de la mala magia... pero se puede también acceder a ese nivel más profundo de la fe. Sí, todo acontecimiento puede interpretarse en una síntesis más vasta, la de proyecto de Dios.

         Y Raguel contesó: "Veo ahora que Dios ha atendido mi oración y comprendo que él os ha conducido a los dos hasta mí, para que mi hija se case con un hombre de su tribu, según la ley de Moisés. Yo te la doy". Luego tomó la mano derecha de su hija y la puso en la de Tobías diciendo: "Que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob sea con vosotros. Que él mismo os una y os colme de su bendición". Mandó traer una hoja de papiro y escribió el contrato matrimonial.

         Acabado esto empezaron el banquete, bendiciendo a Dios. Se trata de una escena muy relevante. No hay sacerdote ni santuario, y ese matrimonio va a consistir, aparentemente, en un matrimonio profano. Mientras que por otro lado, vemos la "aprobación de los padres", la "evocación de la ley", la "mano en la mano" y el "contrato en buena y debida forma".

         Sin embargo nada hay exclusivamente profano: Dios se encuentra en el hondón de las realidades humanas. La teología hoy también como en aquel tiempo nos dice que son los mismos esposos, los ministros de su sacramento: ¡felices los esposos que, a lo largo de su vida conyugal, acceden a la conciencia de darse recíprocamente la gracia de Dios!

Noel Quesson

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         Ahora es Tobías (el hijo) el que aparece como protagonista. Acompañado por el personaje misterioso (que él y su padre no saben que es el arcángel Rafael), emprenden ambos un viaje hasta la casa del pariente Raguel, a cobrar una deuda pendiente de hacía años. El joven Tobías es retratado con rasgos de persona muy creyente, como su padre.

         Al llegar a casa de Raguel, el amor a primera vista entre el joven Tobías (hijo de Tobías) y Sara (hija de Raguel) crea una situación incómoda, hasta que el ángel les asegura que no se va a repetir el caso de los siete novios anteriores. El matrimonio tiene lugar según las costumbres sociales del tiempo: en familia, con la bendición del padre, bajo escritura matrimonial y con banquete. Todo ello en un clima de fe y de acción de gracias a Dios, incluidas las 3 noches de oración intensa (antiguo velatorio).

         El amor viene de Dios. Ha sido Dios el que, ya desde Adán y Eva, como muy bien recuerda Tobías, ha pensado en esta admirable complementariedad entre hombre y mujer y ha instituido el matrimonio.

         Leyendo esta página edificante, uno no puede por menos de pensar en la diferencia con los modos en que ahora se lleva a cabo en muchos casos el noviazgo y el matrimonio de los jóvenes. Ciertamente no con esta fe, esta actitud de oración y esta madurez que demuestran Tobías y Sara.

         ¿Les falta alguien que haga de ángel y les ayude a discernir, preparar, profundizar y enfocarlo todo, no sólo desde las perspectivas humanas, sino desde la fe en Dios? Así es como se pondría la mejor base para una vida matrimonial más estable y feliz.

José Aldazábal

b) Mc 12, 28-34