7 de Junio

Miércoles IX Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 7 junio 2023

a) Tob 3, 1-11.16-17

         La narración de hoy nos cuenta otra prueba (la de Sara) que ocurrió el mismo día en que Tobías recibió las injurias de su mujer. Más que de una coincidencia temporal, se trata del cumplimiento del plan de Dios, que tuvo lugar en Ecbatana (actual Hamadán, a 350 km al noreste de Bagdad).

         Según la creencia popular, Asmodeo era el demonio de la lujuria. Su nombre no provenía del judaísmo, y su origen era con total seguridad persa. En todo caso, Asmodeo (el destructor) aparece claramente como el antagonista de Rafael (el reavivador).

         Igual que le sucedía ayer a Tobías, vemos que le sucede hoy a Sara: se ve afligida, por la críticas y burlas del prójimo. Y la tristeza inunda su alma, hasta el punto de querer suicidarse. Sin embargo, la piedad filial contiene esta actitud, y empuja el espíritu de Sara hacia Dios, de quien proviene todo consuelo. Esa es la razón de la plegaria que dirige a Dios desde la ventana, probablemente mirando hacia Jerusalén. Pues en la oración encuentra Sara, como antes Tobías, su consuelo espiritual.

         Desde lo íntimo de su corazón afligido, Sara empieza su oración bendiciendo al Señor y sus obras (v.11). Y hacia Dios vuelve el rostro y los ojos, en señal de súplica. Como Tobías, pide a Dios que la libere del destierro y de los ultrajes que la afligen (v.13), acumulando razones para que el Señor se mueva a la misericordia (vv.14-15). Y como culminación a su plegaria, lanza un final alegato de confianza total.

         El Señor escuchó la oración de Sara, al igual que la de Tobías. Y en contraposición a Asmodeo, Dios envió al ángel Rafael (lit. Dios sana) para sacar las escamas de los ojos de Tobías padre, y dar a Tobías hijo por esposa a Sara (la hija de Raguel).

         La narración termina de modo semejante a como había comenzado. El aspecto literario del libro de Tobías recalca la compasión del Señor, que siempre escucha la oración del justo entre los terribles dolores de la prueba. El Señor es eternamente compasivo, y sus caminos son caminos de justicia y de piedad.

José O'Callaghan

*  *  *

         La página que leemos hoy pone en evidencia el carácter convencional del libro de Tobías. Pero más allá de la inverosímil coincidencia (completamente novelesca) el autor nos transmite una conmovedora certidumbre sobre la eficacia de la oración. Este hombre recto y que permanece fiel en la desgracia, no es un hombre insensible. Sabe lo que es sufrir, llorar y gemir. Pero todo esto en él se transforma en oración.

         No olvidemos el inmenso desconcierto de ese hombre: es ahora viejo, pasó toda su vida en la justicia y la piedad, y como recompensa a sus desvelos con los desgraciados, queda accidentalmente ciego. Pero hace frente con valentía a su situación, y continúa en la rectitud de su vida. Ahora bien, he ahí el colmo de su desventura: ¡su propia mujer lo abandona, lo injuria y le reprocha su virtud!

         Sucedió aquel mismo día que también Sara, hija de Raguel, en Ecbatana (provincia de Media, hoy Irán) fue injuriada por una de sus sirvientas. Al oír esos gritos, Sara subió a la cámara alta, y permaneció allí 3 días y 3 noches sin comer ni beber, prolongando su oración, implorando a Dios con lágrimas. Se trata de otra desventura, la de una joven que bien quisiera casarse, pero está literalmente embrujada. Porque todos sus sueños de porvenir son rotos por un demonio maléfico, que mata sucesivamente a 7 de sus prometidos, la noche misma de su boda.

         Por esta razón, no deja de ser injuriada por su sirvienta: "¡Qué nunca veamos hijo o hija tuyos, asesina de tus maridos". Entonces Sara, con el alma llena de tristeza por su desgracia y por esa malévola acusación, dirige a Dios su oración.

         Aceptemos el género literario y, prescindiendo de los detalles que nos parezcan inverosímiles, dejémonos mover por las situaciones evocadas en este relato. Resume todo el infortunio humano, con sus aspectos de accidentes absurdos, de fatalidad incomprensible, de malas intenciones que se suman a las cualidades. Recordando otros infortunios pasados me imagino los sufrimientos de los que hoy mismo en la tierra están pasando grandes tribulaciones.

         Las plegarias de ambos (la del anciano Tobías, en Nínive; y la de la jóven Sara, en Ecbatana) fueron oídas por Dios, y sus sufrimientos no van a quedar sin respuesta. El autor del libro de Tobías nos sugiere que ambas oraciones (la de Tobías y la de Sara) convergieron en el corazón de Dios. Y la continuación del relato nos dirá que esos 2 destinos lograrán encontrarse: el hijo de Tobías hará un viaje de 300 km (desde Nínive hasta Ecbatana) y tomará a Sara por esposa.

         El ángel Rafael fue enviado para curar a uno y a otro, porque sus oraciones habían sido presentadas a la vez ante la faz de Dios. Lo artificioso de la situación viene subrayada por los dos nombres propios que simbolizan todo el relato:

-Asmodeo (lit, el que mata), el demonio malhechor;
-Rafael (lit, el que sana), el ángel enviado por Dios.

         "Tú eres justo, Señor, y todos tus caminos son misericordia y verdad. No te acuerdes de mis faltas, aunque no hayamos obedecido tus mandatos, y por eso nos hayas llevado a la cautividad. Ordena que mi espíritu sea recibido en la paz, porque más me vale morir que vivir". Tal fue la emocionante oración de Tobías. En la antigua perspectiva habitual, se creía que las pruebas eran castigos. Desde ahora, los pecados reclaman el perdón.

Noel Quesson

*  *  *

         Hay 2 personajes que cargan sobre sus espaldas con el sufrimiento y las miserias de la humanidad: el anciano Tobías (cuya bondad para con los desafortunados está mal recompensada, puesto que se ve afectado por la ceguera) y Sara (víctima de un extraño maleficio, que hace que sus maridos mueran uno tras otro).

         Tobías y Sara experimentan cruelmente el problema del mal. Y para ellos, el sufrimiento proviene de Dios, en castigo por sus propias faltas (vv.3-4). Por eso piden al Padre que les quite la vida (vv.6 y 10). ¿Es que acaso su sufrimiento tiene remedio? Jamás un ciego volverá a recuperar la vista y la desventurada embrujada lo seguirá estando ya para siempre. Ya no habrá felicidad para ninguno de los 2 en esta tierra.

         Así que la oración de ambos sea resignada y sincera. Pero ¿lo era realmente conforme a la fe? Cabe preguntarse si no estaba guiada por un concepto erróneo de la retribución, e incluso la posibilidad de que Tobías y Sara no tuvieran la misma idea acerca del problema del mal.

         Hoy día, sabemos que el universo no está constituido por fuerzas fatales, pero tampoco podemos conocerlo ni saber su finalidad. Pero lo que sí sabemos es que el hombre es libre, y que puede desarrollarse al margen de la meta a que le tenga destinado la historia. Pero esa no era la visión de Tobías y Sara, que hacían a Dios responsable del mal que dominaba su vida.

         A partir de la enseñanza aportada por Jesucristo, sabemos que Dios comparte con nosotros nuestra condición, acompañándonos en todas las circunstancias por las que tenemos que atravesar, cargando junto con nosotros el peso de una lucha que es una progresiva liberación. Dios está con nosotros, conoce la condición del pecador, excluido el pecado en sí, puesto que pasó por la prueba de nuestro sufrimiento físico y moral. Desde entonces, ya no estamos solos.

Maertens-Frisque

*  *  *

         La 1ª lectura de hoy nos ofrece un hermoso ejemplo de la compasión y la providencia de Dios. La ceguera del justo Tobías y la infelicidad de la joven Sara, son 2 historias de dolor que vendrán a fundirse y resolverse en una historia de salvación. Tobías (hijo de Tobías) será el instrumento para traer la salud a su padre ciego, y la alegría del matrimonio y maternidad a Sara. Es como la versión bíblica del conocido refrán: "Siempre es más oscuro poco antes de amanecer".

         Tobías, a su vez, recibe la guía y la amistad de un ángel, Rafael. Lo que tenemos, entonces, es que Dios cuida de los suyos, y que se vale de medios humanos y angélicos para hacerlo. Esto representa en realidad un avance en la revelación del AT. Estas causas segundas (como son aquí Tobías hijo o el ángel Rafael) no quitan el lugar de la causa primera (que sigue siendo Dios), pero sí muestran que Dios, al salvar, no elimina los actos libres de sus criaturas. Su obra de redención no cancela su obra de creación.

Nelson Medina

*  *  *

         La historia de las 2 familias, la de Tobías y su hijo Tobías (en Nínive) y la de Raguel y su hija Sara (en Media), se encuentran sorpresivamente en el texto de hoy, en medio de una serie de desgracias (personales) y de fe (en Dios) y a través de un punto de unión: la oración, difícil en ambos casos y, para colmo, entre lágrimas y sollozos.

         Tobías padre había quedado ciego en su afán de enterrar a los judíos que yacían muertos por los campos de Asiria. Y en su oración reconoce que Dios es justo, y que ha sido el pueblo el que ha pecado. Y que por eso merece él el castigo del destierro. Pero esta convicción no disminuye su dolor, y llega hasta desearse la muerte.

         Sara, por su parte, ha ido viendo cómo morían sucesivamente los 7 novios que había tenido, y últimamente hasta su criada se burla de ella y la llama "asesina de tus maridos". La oración de Sara es también triste, y está entrecortada por las lágrimas.

         En ambos casos (de Tobías y de Sara), la oración llega a la presencia de Dios, y Dios los escucha y va a empezar a remediar la situación (a través de su enviado Rafael).

         Esta historia es una invitación para que también nosotros sigamos teniendo fe y confianza en Dios, pase lo que pase en nuestra vida. A veces creemos que lo que sucede es catastrófico y no tiene salida. Pero Dios saca bien del mal. El relato de Tobías y Sara nos asegura que Dios escucha, que está cerca, que no se desentiende de nuestra historia. Son significativos los 2 personajes que aparecen en el relato: el demonio Asmodeo (el que mata a los novios) y el arcángel Rafael (el que cura a Tobías y casa a Sara).

         Nuestros antepasados nos enseñaron unas oraciones breves que haríamos bien en no olvidar: "bendito sea Dios", "que se haga la voluntad de Dios". Esa fue la actitud de Tobías y de Sara, y sobre todo la de Jesús: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Y en todos los casos, al dolor siguió el gozo y a la muerte la resurrección. Así deberíamos asimilar el salmo responsorial de hoy: "Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado. Porque los que esperan en ti no quedan defraudados. Señor, enséñame tus caminos, y haz que camine con lealtad".

José Aldazábal

b) Mc 12, 18-27