9 de Febrero

Jueves V Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 9 febrero 2023

a) Gén 2, 18-25

         La página del Génesis de hoy, y siempre a través de imágenes ingeniosas, nos sugiere toda una sabiduría sobre la pareja humana y la sexualidad: "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a darle una ayuda adecuada". Lo que nos lleva al fondo de la cuestión: el hombre es un ser relacional, y su personalidad no se construye más que a partir del otro, ya que es imposible vivir solo. La soledad es un sufrimiento, y la pareja humana (hombre y mujer) debería ser un lugar de comunicación y diálogo, y el primer lugar de encuentro con el que es diferente de sí. Pues ese otro, diferente de uno, es también uno como yo, en una igualdad profunda.

         Pero que no nos engañe la aparente ingenuidad del relato bíblico. Pues en medio de un mundo que no cesa de despreciar a la mujer, el relator afirma fuertemente que la mujer, aunque diferente, es igual al hombre. Entonces, dice el Génesis, "Dios hizo caer al hombre en un sueño profundo, le sacó una de sus costillas, formó de ella una mujer y la llevó ante el hombre. Y éste dijo: Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Y será llamada mujer" (ishshah, en hebreo).

         Hay ahí un juego de palabras que no deja de tener gracia: ish (lit. hombre) e ishshah (lit. mujer). O mejor dicho, la forma femenina del término hombre. Todo ello pone de relieve la similitud de los dos seres complementarios. ¿Podemos ahora adivinar el otro guiño de ese texto? El hombre había sido "sacado de la tierra" de forma tosca, mientras que la mujer mediante un sutil refinamiento de la carne del varón. Una cierta superioridad del material de origen. Pero vayamos más lejos, pues la atracción de los seres, tan vehemente, tan misteriosa es presentada por el sabio como el deseo de reunir lo que procede del mismo origen.

         "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán uno solo". Se trata del deseo de todo amor: no formar más que uno ¡si esto fuera verdad! Qué difícil es, parece decirnos el sabio. Pero es posible, porque uno procede del otro y porque habéis sido creados para "no formar más que uno".

         La vida sexual, lejos de ser un tabú, una prohibición, algo vergonzoso, es presentado aquí como una creación de Dios. La inclinación del varón por la mujer y de ésta por el varón, son queridos por Dios. La vida conyugal es una realidad tan fuerte y tan natural que llega a romper el primer vínculo, el de hijo con sus padres, para crear otro, más importante que los del parentesco: "el hombre dejará a su padre y a su madre". De ahí sacará Jesús la conclusión de que el amor ha de ser fiel: "Que no separe el hombre lo que Dios ha unido".

Noel Quesson

*  *  *

         Después de la creación de Adán, hoy la de Eva. Con un lenguaje igualmente popular y lleno de encanto. Si ayer eran las manos de un Dios alfarero las que modelaban al hombre, hoy son las de un cirujano las que extraen una costilla de Adán y forman a Eva.

         Hay diferencias con el relato que habíamos escuchado en el cap. 1. Allí creaba Dios al hombre y a la mujer a la vez: "hombre y mujer los creó". Aquí, 1º al hombre y 2º a la mujer. Pero lo importante es la tesis que hay en el fondo:

-que Dios es el que ha ideado lo de la compañía y la atracción de los sexos y el amor; que él es quien ha dicho que "no está bien que el hombre esté solo: voy a hacerle alguien como él que le ayude";
-después de pasar revista a todos los animales y aves, Adán "no encontraba ninguno como él que le ayudase";
-mientras que quedó entusiasmado cuando se le presentó la mujer: esta sí es igual a él, de la misma naturaleza que él, "hueso de mis huesos y carne de mi carne"; la mujer tiene el mismo origen que el hombre: las manos creadoras de Dios;
-es lo que se expresa con el juego de nombres (juego que sólo tiene validez en el original, claro): si el hombre se llamó ish, la mujer es isha; como si dijéramos varón y varona;
-los dos están destinados en el plan de Dios a unirse y ser "una sola carne" y a engendrar vida nueva, el mayor milagro que puede pasar en la creación y la mejor manera de colaborar con el Dios de la vida y del amor.

         Esta página está escrita no precisamente en tiempos de reivindicaciones feministas. Por eso tiene más mérito que se nos diga ya desde el 1º libro de la Biblia que el plan de Dios es la igualdad entre el hombre y la mujer y que ambos están pensados como complementarios el uno del otro. Que el amor es un invento de Dios. Que todo amor que pueda haber entre nosotros es participación del amor sin medida que nos tiene Dios. Luego se nos dirá, en el NT, algo todavía más profundo y decisivo: que Dios es Amor.

         Es una buena presentación, popular pero profunda, de la dualidad de sexos y de la finalidad comunicativa de la pareja humana. Al aparecer la mujer (el yo de Adán) ya tiene un igual a él, y así se podrá cumplir el plan de Dios sobre la dignidad, la igualdad y el destino de la raza humana. Estamos hechos para comunicarnos.

         La idea inicial de que formen "una sola carne", en la vida matrimonial, la ve San Pablo, ya desde la perspectiva cristiana, como un misterio que refleja la unión íntima entre Cristo y la Iglesia. Lo humano se compagina perfectamente con lo cristiano y adquiere en Cristo su pleno sentido.

         Tal vez no nos gusta el trasfondo social que refleja el salmo, pero sí ciertamente podemos aceptar su intención: "Tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa; esta es la bendición del hombre que teme al Señor". Una familia unida, armónica, abierta al amor y a la vida, sean cuales sean las circunstancias sociales de convivencia y de trabajo, es la que responde al plan de Dios.

José Aldazábal

b) Mc 7, 24-30