6 de Febrero

Lunes V Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercaba, 6 febrero 2023

a) Gén 1, 1-19

         El relato con que se abre el libro del Génesis ofrece un buen ejemplo de los conocimientos de la época en que fue escrito (s. XII a.C), y a través de ellos trata de dar una explicación teológica sobre el asunto de la creación. Así mismo, la visión que ofrece la Biblia se desprende de los conceptos que, sobre el cosmos, había en la Antigüedad mesopotámica, en que la tierra ocupaba el centro cósmico (como un disco rodeado por el mar, y colocado sobre las aguas primordiales) y la bóveda celeste se situaba encima de ella (separando las aguas que había debajo de ella, de las aguas que había encima).

         Pero el relato es mucho más que una antología del saber de la época, y hace una reflexión teológica sobre el origen del mundo y la existencia del hombre. En 1º lugar, define con términos vigorosos la esencia de la creación, y subraya categóricamente que el universo es producto de la voluntad personal de Dios. En efecto, la creación vio la luz, y se mantiene en el ser, por la Palabra (voluntad) de Dios.

         Los primeros versículos subrayan la extrema precariedad del primigenio mundo creado, totalmente rodeado por lo informe, y con capacidad de ser absorbido en cualquier momento. Lo cual desprende unas consecuencias escatológicas importantes: sin una jurisdicción a la intervención continua de Dios, el mundo va a la deriva, y no puede mantenerse en la existencia.

         La descripción de las etapas sucesivas de la creación (7 días, o etapas) es igualmente rica en enseñanzas. E insiste en la importancia de la luz, elemento privilegiado de la creación y, sin la cual, todo se volvería oscuridad, y se encaminaría al caos.

         La introducción de la bóveda celeste es también muy sugerente, pues ha conservado el vestigio de las 2 concepciones que se reparten el relato, la 1ª de las cuales (la sacerdotal, del s. VI a.C) habla de una creación por la Palabra, y la 2ª (la yahvista, del s. XII a.C) presenta a Dios como algo parecido a un chapista que hubiera trabajado el metal de la bóveda a golpe de martillo ("hizo Dios una bóveda"; v. 7). En cuanto a la creación de los vegetales, esta 2ª concepción (la más arcaica) llama la atención sobre la participación de la tierra en el acto creador ("la tierra brotó hierba verde"; v. 12).

         Por último, están los astros. Un análisis detallado mostraría que el autor 2º modificó la fuente 1ª para situar la creación de los astros en el día 4º (el miércoles, primer día del año en el calendario sacerdotal). En efecto, la misión de los astros era para los sacerdotes hebreos presidir las fiestas, los días y los años, y no regir el destino personal de los individuos (como admitía el pensamiento común de la Antigüedad). En definitiva, en el relato sacerdotal una voluntad deliberada de rebajar la importancia de los astros, meras lumbreras y poco más, alejando así su influjo de los horóscopos zoroastristas de la época.

Noel Quesson

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         Durante 2 semanas leeremos el 1º libro de la Biblia, el Génesis. Después de un mes con la Carta a los Hebreos, pasamos al AT y escuchamos el Génesis, esta vez sólo en su 1ª parte, los primeros 11 capítulos, desde los orígenes (del mundo y la humanidad) hasta Babel. Los cap. 12 al 50 (con la historia de Abrahán, Isaac, Jacob y José) serán leídos más tarde, durantes las semanas 12, 13 y 14 del Tiempo Ordinario.

         El Génesis no es un libro científico. O sea, no nos cuenta la historia exacta de la evolución del cosmos hasta llegar a su situación actual. Es un libro que intenta responder a los grandes interrogantes que Israel se ha hecho en varios períodos de su historia: cuál es el origen del mundo, de la vida, del hombre. Interpreta la historia desde el prisma religioso, que es la base de toda la Biblia: Dios es trascendente, el creador de lo que existe, sobre todo de la vida y de la humanidad, todo lo ha hecho bien y tiene un plan de salvación que empieza en la creación, llega a su plenitud al enviarnos a su Hijo como Salvador universal y tiene como meta los cielos nuevos y la tierra nueva al final de los tiempos.

         El Génesis nos cuenta todo esto utilizando géneros literarios populares y poéticos, que expresan el trasfondo histórico por medio de cuentos, relatos, mitos y leyendas, a los que su autor extrae un valor religioso para que nos ayude en nuestro camino. Por ejemplo, nos dice que la creación se hizo "en 7 días" y que al final, "Dios descansó". Es una manera popular y antropomórfica de describir un proceso cuyos detalles científicos no interesan al autor y de paso justificar la institución de la semana y el descanso del sábado.

         La Biblia no nos quiere enseñar técnicamente cómo surgieron las diversas especies de animales, o el hombre y la mujer: lo de la arcilla para Adán y la costilla para Eva son evidentemente géneros literarios sin pretensiones de exactitud biológica. Lo mismo pasa con el origen de los astros. La Biblia no quiere decirnos tanto cómo se hizo el cielo, sino cómo se va al cielo, en frase atribuida a Galileo. No nos da lecciones de cosmología, sino que nos invita a entonar un himno de alabanza a las grandezas de Dios creador.

         Los estudiosos notan en los libros del Pentateuco (los primeros 5 libros de la Biblia, atribuidos a Moisés) la mezcla de varias versiones o tradiciones, cada una con sus fuentes y sus tendencias: sobre todo la yahvista y la sacerdotal. La tradición yahvista fue escrita en el s. X a.C (en tiempos del rey Salomón), y la tradición sacerdotal fue escrita en el s. VI a.C (durante el destierro de Babilonia). El libro actual del Génesis es, pues, una mezcla de ambas.

         Hoy leemos el principio de todo. Cómo Dios pone orden en el caos inicial, pensando en el hombre y su bien. El 1º día separa la luz de las tinieblas. El 2º, las aguas superiores y las inferiores. El 3º, la tierra de los mares. El 4º, el día y la noche. Siempre, después de la jornada en que sucede, se afirma que "vio Dios que era bueno".

         El estudio sobre el origen del cosmos está de plena actualidad. Las hipótesis se suceden unas a otras, más o menos en la línea del Big Bang (hipótesis del padre Lemaitre, s.j), o gran explosión que habría sucedido al inicio de todo desde la materia concentrada. También sobre el origen y la antigüedad de la vida en nuestro planeta se siguen ofreciendo teorías y pruebas más o menos aceptadas.

         Lo que iremos leyendo en el Génesis es perfectamente compatible con estos esfuerzos científicos. Porque aquí el autor sagrado (un redactor sacerdotal, que escribe después del destierro) sólo nos dice que en el origen de todo está Dios, su voluntad creadora, comunicadora, llena de sabiduría y amor. Y lo dice según el lenguaje y la cosmovisión propios de su época.

         En la plegaria eucarística IV el sacerdote alaba así a Dios: "Te alabamos, Padre, porque eres grande, porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor". Podría haber añadido "y con humor", porque en verdad, tanto el macrocosmos como el microcosmos, desde los astros hasta los más pequeños animalitos y flores, están llenos de belleza y detalles sorprendentes.

         Tenemos que escuchar estas páginas con la intención poética y religiosa del que las escribió. Dios crea. Es lo suyo, comunicar el ser, comunicar su vida y su felicidad. Dios empieza su aventura de la creación, su historia con el hombre, "para colmar todas las cosas de sus bendiciones" (plegaria eucarística IV). Y lo hace bien, para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle felicidad: la luz, el agua, el día y la noche.

         Tendríamos que refrescar nuestra capacidad de asombro y admiración por las cosas que nos ha regalado Dios en este mundo en que vivimos. Deberíamos ser todos de alguna manera ecologistas, admiradores y conservadores de esta naturaleza para bien de todos. El salmo nos ayuda a esta oración contemplativa: "Dios mío, qué grande eres. Te vistes de belleza y majestad. Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y de los manantiales sacaste los ríos. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría".

José Aldazábal

b) Mc 6, 53-56