11 de Febrero

Sábado V Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 11 febrero 2023

a) Gén 3, 9-24

         El texto del Génesis de hoy presenta, bajo el velo de una aparente ingenuidad, una sorprendente profundidad filosófica y teológica, pudiendo decirse de ella que nunca se ha dicho nada tan certero sobre la condición humana. Veamos, pues, sus principales 4 afirmaciones:

         1º El hombre, creado para relacionarse con Dios, destruye esta armonía por su pecado. Dios nos ha sido presentado como buen Padre que se paseaba por el jardín a la hora de la "brisa de la tarde", para hablar con sus hijos. Y de ahí que todo se ha roto: "El hombre tiene miedo de Dios y se esconde". Estas sencillas palabras dejan entrever todas nuestras dificultades para encontrar a Dios: la oración que aburre y que se abandona... Y Dios "expulsa al hombre del jardín", pues, efectivamente, ¡cuán lejos y ausente nos parece Dios!

         2° El hombre, creado para relacionarse con su semejante, destruye todo eso por su pecado.

         En efecto, el semejante del hombre, nos ha sido presentado como "el hueso de sus huesos y la carne de su carne". Una explosión de alegría había acompañado a la presentación de la mujer a Adán. Y he ahí que ahora, rota la relación con Dios, las otras relaciones se rompen también, y Adán acusa a su mujer: "La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol y comí". Se trata de la 1ª reyerta conyugal del 1º conflicto en la humanidad naciente.

         Detrás de esas palabras, entrevemos las luchas, las iras, los golpes, las guerras, las violencias de toda clase. Y si los padres, Adán y Eva están desunidos, sus hijos, Caín y Abel, irán más lejos, hasta el derramamiento de sangre.

         3° El hombre, creado para relacionarse consigo mismo, se siente dividido en su interior.

         Adán y Eva nos han sido presentados como seres inocentes, en los que el cuerpo y el alma estaban en perfecta armonía: estaban desnudos y no se avergonzaban de ello. Ahora se sienten obligados a vestirse, y sus malos deseos son decididamente demasiado fuertes; sus cuerpos son difíciles de dominar, los instintos violentos se despiertan. Detrás de estas palabras entrevemos todas las tendencias aberrantes que el cuerpo provoca: orgías, alcoholismo, droga, sexualidad mal controlada.

         4° El hombre, creado para relacionarse con la naturaleza, queda, por su pecado, duramente sometido a ella.

         Adán y Eva habían sido colocados en un medio ambiente feliz, en un jardín bien regado con árboles llenos de buenas frutas para alimento. Incluso los animales eran sus amigos, y la serpiente hablaba discretamente. Quiere decirnos que de ahora en adelante todo será diferente.

         El hombre queda marcado por su trabajo esencial, su oficio, y el sudor es el signo del esfuerzo a hacer para ganar su vida. ¡Espinas y cardos crecen con mayor facilidad que el trigo! La mujer queda marcada por su trabajo esencial, dar a luz a sus hijos: "Tus embarazos serán penosos, y darás a luz a tus hijos con dolor". Detrás de estas palabras, entrevemos las dificultades de la educación, los distintos sufrimientos que tejen la vida familiar.

         Y al fin, la muerte, la inexplicable muerte. ¿Por qué muere el hombre? Se podría contestar: "porque el hombre no es Dios", porque es criatura y, por tanto, es frágil. Y esta es una 1ª razón natural. Pero el autor añade una 2ª razón: porque el hombre es pecador, y la muerte adquiere así un carácter suplementario de pena.

         Pero Dios tiene la última palabra, y por eso dice: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, y su descendencia te pisará la cabeza". Esto fue dicho solemnemente por Dios a la serpiente (el Mal, personificado). Así, toda esa destrucción que el pecado opera en la armonía divina, no tendrá la última palabra: desde el principio se anuncia una victoria. una salvación una redención.

Noel Quesson

*  *  *

         La escena de hoy nos cuenta, de una forma muy viva, lo que ocurre tras el pecado de Adán y Eva: Dios pide cuentas y cada uno de los protagonistas se defiende, se esconde, echa la culpa al otro. El hombre casi se atreve a echar las culpas al mismo Dios: "Fue por la mujer, que tú me diste por compañera".

         El castigo que Dios les anuncia parece como una justificación a posteriori de unas características naturales de cada uno, que no se saben explicar de otro modo: la serpiente que se arrastra por la tierra, la mujer que da a luz con dolor y el hombre que trabaja con el sudor de su frente. También el pudor que de repente empiezan a sentir parece como un signo de que algo no funciona en la armonía sexual de antes. La expulsión del paraíso siempre quedará como un recuerdo mítico y un ideal a conseguir en el futuro.

         Pero ya aparece, junto al castigo, la palabra de esperanza: Dios anuncia "enemistades entre la descendencia de la mujer y la de la serpiente". Todo adquiere aquí una interpretación religiosa, que también nos va bien a nosotros. Para que relativicemos un poco el orgullo, y la autosuficiencia que sentimos.

         Así, pues, lo que hay de malo en el mundo no se debe a Dios, sino al desorden del pecado que hemos introducido nosotros en su plan. Ha habido ruptura, la armonía y el equilibrio ya no funcionan: ahora tenemos miedo de Dios, no nos entendemos los unos con los otros (nos echamos la culpa mutuamente) y somos expulsados del jardín. Queríamos ser como dioses y conocerlo todo, y nos despertamos con los ojos abiertos, sí, pero para vernos desnudos y débiles. Tenemos que confesar que somos caducos, "como hierba que se renueva, que florece y se renueva por la mañana y por la tarde la siegan y se seca", como dice el salmo.

         Los conflictos siguen, el trabajo nos cuesta y no damos a luz nada sin esfuerzo. No hay paz ni cósmica ni humana. Ni armonía interior en cada uno. Pero los cristianos escuchamos las palabras de esperanza de Dios en el Edén y sabemos que la victoria de Cristo sobre el mal ya ha sucedido en la Pascua y que nosotros estamos llamados a participar en ella. Por eso podemos decir con el salmo: "Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación; ten compasión de tus siervos". La lectura de esta primera página tan dolorosa de la humanidad nos debería enseñar sabiduría: "Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato".

José Aldazábal

b) Mc 8, 1-10