27 de Mayo
Sábado VII de Pascua
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 27 mayo 2023
a) Hch 28, 16-20.30-31
Cuando entró en Roma, se le permitió a Pablo vivir en una casa particular con un soldado que le custodiara. Y así permaneció en Roma 2 años enteros, en una casa que había alquilado y a la espera del juicio al que había apelado.
Ha llegado Pablo, pues, a la gran capital del mundo: Roma. Y en ella permanecerá durante varios años, en el centro del inmenso Imperio pagano. Un lugar en que, por otro lado, escribirá su Carta a los Colosenses, Carta los Efesios y breve Carta a Filemón.
Hoy todavía son dignos de contemplar la suntuosidad y ruinas de los foros y monumentos de la Roma imperial. En esa civilización que fue brillante y decadente a la vez, y que aparecía ante todo el mundo como segura de su fuerza y orgullosa de su poder. Un inmenso mundo pagano en el que Pablo, humilde y obstinadamente, propagará el evangelio en el corazón de muchos hombres y mujeres.
A menudo suelo pensar, Señor, que hoy todavía tu evangelio se encuentra frente a un mundo impermeable, masivamente alejado de las perspectivas de la fe. Concédenos, Señor, confiar en el progreso de tu evangelio, sin acciones ruidosas y de forma humilde, pero con la oración perseverante de los cristianos que te han encontrado. San Pablo lo hizo así, con tan sólo algunas decenas de cristianos, y en medio de la inmensa Roma.
A los 3 días después de su llegada, Pablo convocó a los principales judíos, y a ellos les dijo: "Hermanos, no he hecho nada contra nuestro pueblo, pues precisamente por la esperanza de Israel, llevo yo estas cadenas".
Sin pérdida de tiempo, emprende Pablo la evangelización de la gigantesca Roma, siguiendo el esquema pactado para su lejano 1º viaje misionero: comenzar por los judíos. Y a su llegada convoca a cuantos puede, poniendo de manifiesto a los suyos que la fe en Jesús es la prolongación de toda la tradición de Israel. Innovador y a la vez tradicional.
Pablo propone en Roma toda la novedad del evangelio, infusa en la tradición recibida de las generaciones precedentes. Pues el AT era portador de una esperanza, que conservó valientemente pero que ya ha sido cumplida, con la llegada de Jesús. Así, pues, el AT sigue siendo válido, pero si se rechaza a Jesús (su cumplimiento) puede considerarse caduco. Aceptando a Jesús, el AT sigue estando vigente, y completamente novedoso.
Pablo recibía a todos los que iban a verle, "proclamando el Reino de Dios y enseñando con toda valentía lo referente al Señor Jesús". Los Hechos de los Apóstoles terminan aquí. Y la historia final de Pablo acaba en algo vago, como en medio de la noche.
Posiblemente al cabo de 2 años Pablo fue liberado, y emprendería un nuevo viaje misionero (Galia, Hispania...). Hasta que vuelva a ser encarcelado bajo la persecución de Nerón (ca. 67), conducido de nuevo a Roma, encarcelado en la cárcel Mamertina junto a Pedro, y decapitado dignamente en la zona extramuros de la ciudad.
Noel Quesson
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Nos encontramos ante el pasaje final del libro de los Hechos, en que se nos informa de la llegada de Pablo a Roma, acompañado por los hermanos que, desde el Foro de Apio y Tres Tabernas, le habían estado esperando. Se nos cuenta a continuación la situación de arresto domiciliario en que queda Pablo en Roma (vv.15-16), y la alocución y último encuentro de Pablo con los judíos (vv.17-29). De pronto, el libro se cierra bruscamente indicando que, a pesar de todo, durante 2 años siguió predicando Pablo el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesús, con toda libertad y sin estorbos.
La llegada de Pablo a Roma reviste un significado teológico extraordinario, porque con ella se terminaba el encargo que el Resucitado había dado a los apóstoles (Hch 1, 8). Es muy comprensible, por tanto, que en este pasaje resuenen con toda su intensidad las líneas de fuerza de la teología paulina, de la que informa toda la obra lucana.
Pablo dirige su último alegato a los judíos de Roma, a los que enfáticamente les lanza un desafío decisivo: ellos son los verdaderos destinatarios del mensaje. Pero si rechazan su condición privilegiada, y continúan con su rechazo, la historia de salvación empezaría a tener su centro de gravedad en los gentiles. Se recurre al famoso texto de Is 6,9-10 (ya citado en otros lugares del NT) y se le vuelve a dotar de la misma finalidad de siempre (Mt 11,14-15; Jn 12,40), con el fin de ilustrar el destino paradójico de los judíos.
Los gentiles han tomado el relevo de los judíos, y Roma el relevo de Jerusalén. Lucas ya dijo todo lo que tenía que decir, y por eso su obra se cierra de una manera aparentemente abrupta.
Fernando Casal
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Leemos los fragmentos finales de Hechos de los Apóstoles. El 1º fragmento alude al comienzo de la actividad apostólica de Pablo en Roma, en la casa donde cumple prisión domiciliaria. Lucas presenta a Pablo inocente y procesado, prisionero por causa de la esperanza de Israel y platicando con los dirigentes judíos (vv.16-20).
A continuación, presenta a Pablo replanteando a los judíos el problema central de los primeros años del cristianismo: la continuidad y la ruptura entre cristianos y judíos (vv. 21-29). Y se esfuerza Pablo en exponerles el Reino de Dios, para llevarlos a Cristo con argumentos de la ley de Moisés y de los profetas. Pero frente a los judíos que no llegan a creer, aduce Pablo lo de Isaías: "Se ha embotado el corazón de este pueblo, y no quiere convertirse". Muestra así Pablo que ha ofrecido el evangelio a los judíos, y que como éstos lo rechazan, "Dios ofrece la salvación a los paganos, quienes sí que la acogerán" (vv.28-29).
Los 2 versículos finales de nuestra lectura de hoy (vv.30-31) son el epílogo del libro de Lucas: Pablo recibe a todos los que van a verlo en su prisión domiciliaria, donde se dedica "con toda libertad" a anunciar el Reino de Dios de Jesús el Señor. Queda cumplido el programa misionero que trazó Jesús, anunciado por Lucas al comienzo de este libro (Hch 1, 8).
José A. Martínez
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El pasaje de los Hechos que hoy leemos resume los 2 años que Pablo estuvo en Roma en su 1º cautiverio romano. Nos saltamos, por tanto, lo que se cuenta de su viaje por mar de Cesarea a Roma (lleno de peripecias) y su estancia en Malta.
En Roma estuvo alojado Pablo en un piso alquilado, bajo arresto domiciliario vigilado. Pero nada le impedía hacer lo que él siempre había querido hacer: anunciar a Cristo Jesús. Y a eso se dedica precisamente ahora, en el corazón del Imperio y del mundo: Roma.
Llamó ante todo a los principales de los judíos, ante los que se justificó y les dio su versión del proceso que había tenido lugar en Jerusalén contra él. Pero también predicó a otros muchos, "enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad".
No fue en este 1º cautiverio de Roma cuando dio testimonio Pablo con su muerte. Pues al ser liberado, visitó otras comunidades y seguramente viajó a España, como ya había anunciado que iba a hacer. Será en una 2ª detención (por decreto de Nerón, contra él y resto de cúpula eclesial) cuando entonces vuelva encadenado Pablo a Roma, para morir martirialmente el año 67.
Con arresto domiciliario o no, a Pablo nada le impide predicar a Cristo. Ahora da testimonio de Jesús en Roma, como ya le había anunciado el Señor en una visión y como el Señor había encargado a los discípulos el día de la Ascensión: que dieran testimonio de él "empezando en Jerusalén y llegando hasta los confines de la tierra".
Es incansable este apóstol, y la fe inquebrantable que tiene en Jesús le mueve en todo momento y da sentido a toda su actuación. Y cuando se trata, no de sus derechos personales sino de la evangelización, se defiende con inteligencia, para que la Palabra no quede nunca encadenada.
José Aldazábal
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Llegamos hoy al final del libro de los Hechos, que presenta a Pablo en Roma, donde va a permanecer un par de años recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el Reino de Dios y enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad, sin que nadie le molestase.
Se nos dice también que Pablo vivió en Roma en una especie de régimen domiciliario: podía vivir en una casa alquilada, pero bajo la custodia permanente de un soldado romano. Podía recibir visitas y dejarse acompañar por cuantos discípulos y discípulas quisieran, e incluso podía predicar y celebrar eucaristías. Y todo eso por el espacio de 2 años.
El tenor positivo de estas frases hace pensar que Lucas es casi un ferviente partidario de vivir con un soldado a la puerta de casa. En fin, por encima de las circunstancias, importa subrayar cómo vive Pablo esta situación por dentro. Es lo que dice claramente a la comunidad judía de Roma: "Por la esperanza de Israel llevo estas cadenas". Todo lo soporta Pablo, porque "nada nos separará del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús".
Fiel al esquema que ha seguido a lo largo de Hechos, su autor Lucas nos dice que Pablo predicó 1º a los judíos, llamándolos a su casa. La colonia judía en Roma era muy numerosa, con varias sinagogas y hasta varios cementerios exclusivamente judíos, que datan de la época. Pablo les hace una especie de resumen de cómo han sido sus relaciones con el pueblo elegido, manifiesta su amor y respeto por sus paisanos, y asegura que no tiene ninguna intención de acusarlos ante los tribunales paganos.
Al final de la lectura encontramos 2 afirmaciones importantes: que Pablo predicaba el Reino de Dios, y que enseñaba la vida de Jesús. Hermosa síntesis de toda predicación cristiana: el reinado de Dios y la vida de Jesús; el uno para el otro: Jesús para el Reino, el Reino como misión y tarea de Jesús.
Confederación Internacional Claretiana
b) Jn 21, 20-25
La escena de ayer, con el diálogo de Jesús y Pedro, sigue hoy a partir de la invitación hecha por Jesús a Pedro: "Sígueme". A lo que Pedro contesta si también tenía que seguirles Juan. La respuesta de Jesús fue un tanto seca, volviéndole a decir que él le siguiera, sin preocuparse de Juan.
La escena de Pedro (preocupado por Juan), que bien pudo ser debida a ciertos celos, nos demuestra que la fe va madurando muy poco a poco, que todos seguimos siendo débiles, y que tendemos a mezclar los motivos espirituales con otros no tan espirituales.
Pedro madurará por obra del Espíritu Santo (en Pentecostés), y nos dará más tarde magníficos testimonios de su amor a Jesús. Pero por ahora todavía no sabe que irá a Roma, ni que allí, después de un apostolado lleno de valentía y entrega, confesará con su vida a Cristo ante toda Roma (el que años atrás le había negado ante una criada).
Mientras tanto, el evangelio de Juan parece como si no acabara: "hay muchas otras cosas sobre Jesús que no caben en los libros". Ahí estamos nosotros, los que creemos en Jesús 2.000 años después, los que no le hemos visto pero le seguimos. Los que estamos desplegando la Pascua en la historia que nos toca vivir. Los que hemos celebrado estas 7 semanas, que concluirán con el don mejor del Resucitado: su Espíritu Santo.
Porque la finalidad de todo el evangelio, como dice Juan en su 1ª conclusión, es que todos crean "que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre" (Jn 20, 31).
José Aldazábal
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Escuchamos hoy el final del evangelio de Juan, en que Simón Pedro, viendo a Juan (el discípulo amado), dijo a Jesús: "Señor, ¿y éste que?". Jesús le contestó: "Si yo quiero que este permanezca hasta que yo venga, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme".
Jesús acaba de anunciar a Pedro el género de muerte que va a tener: una muerte violenta. Y Pedro, que podría tenerse por dichoso de "dar gloria a Dios" por una muerte parecida a la de Jesús... tiene miedo. Y en su turbación, hace una queja: "Y Juan, ¿qué?". Dame, Señor, la gracia de vivir mi destino personal, el que tú has escogido para mí, sin compararme con los demás.
Entonces "se divulgó entre los hermanos que aquel discípulo no moriría". Sí, los primeros cristianos estaban, como nosotros y como todos los hombres, sujetos al error. Se equivocaron a veces. Pero lo sorprendente fue que unos hombres frágiles (parecidos a la media de la humanidad) hubieran podido fundar una obra que todavía perdura. Hay aquí una fuerza más que humana, pues en medio de sus errores los discípulos han estado protegidos en lo esencial: la confianza en Jesús.
Hoy día, nosotros estamos "rodeados de flaqueza" (Hb 5, 2), y nuestras opiniones pueden falsearse o mal interpretarse. Pero seguimos confiando en Dios, cuya Verdad sí que está en la Iglesia.
Porque, efectivamente, "no dijo Jesús a Pedro que no moriría, sino que". Es volviendo a meditar constantemente el evangelio, y las palabras de Jesús, como la Iglesia verifica su fe y corrige sus errores. En la humildad y en la docilidad a la Palabra.
El relato fue compuesto por Juan después de la muerte de Pedro en los jardines de Nerón de Roma (ca. 67), y trató de zanjar la cuestión de la sucesión de Pedro al frente de la Iglesia. Porque ¿quién debía sucederle? Algunos pensaban que el primado debía pasar a Juan, único superviviente de los 12 apóstoles.
Respecto al primado, sabemos que la Iglesia de aquel tiempo hizo su propia elección: un humilde discípulo de Pedro en Roma (Lino), en lugar ¡del inmortal Juan! y de ¡cualquier otro apóstol! Esa fue la sucesión primada que hizo la Iglesia, que en lugar de un apóstol inmortal (como podía ser Juan) prefirió la permanencia de la Iglesia y del Espíritu en manos de sencillos y corrientes hombres de su época. Toda una lección de adaptación.
Noel Quesson
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En el Diálogo de Despedida entre Jesús y Pedro, Jesús está invitando a Pedro a recomenzar el seguimiento (Jn 13, 36), de forma parecida a la invitación que había hecho a Felipe al principio del evangelio (Jn 1, 43). Pedro tiene que volver a los principios y aprender todo lo que no había aprendido. Pero entonces Pedro "se vuelve" (para comenzar su seguimiento) y se percata de que Juan (el discípulo predilecto de Jesús) les iba siguiendo (v.20).
Pedro, entonces, le pregunta a Jesús: "Señor, ¿ y éste qué?". Pedro está inseguro, y ante la sugerencia de Jesús de volver a reiniciar el camino, reacciona preguntando, queriendo saber qué será del otro (quizás para imitarlo y no desviarse).
Jesús le contesta que no importa lo que pase con el otro, y que la ruta de cada uno es independiente hasta que acabe la creación de la humanidad (Jn 20, 17). No hay más modelo que Jesús ni más camino que el suyo ("tú sígueme"). El Espíritu se identifica con él.
Respecto de Juan, éste afirma que la figura de Jesús descrita en el evangelio responde al significado profundo de su persona. Y que para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica (de todo lo que hizo o dijo), sino penetrar su significado profundo.
Juan Mateos
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Hoy leemos el final del evangelio de Juan, a través de un fragmento voluntariamente significativo. El Resucitado se aparece a sus discípulos y los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Y acto seguido se sitúa el texto que hoy proclamamos en la liturgia.
La figura del "discípulo amado" es central en este fragmento (como en todo el evangelio de Juan). Puede referirse a una persona concreta (el discípulo Juan) o bien puede ser el prototipo de todo discípulo amado por el Maestro. En todo caso, dicha figura (el discípulo amado) "se quedará en el mundo" hasta que Jesús vuelva, como elemento de continuidad a la experiencia de los apóstoles. El Señor Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.
"Si quiero que se quede hasta que yo venga" (v.22) parece indicar, pues, más una continuidad espiritual que una continuidad espacio-temporal. El discípulo amado se convierte así en testigo espiritual del Resucitado en todas las épocas y lugares de la historia. Y cada uno de nosotros puede ser el discípulo amado, en la medida en que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo (que nos ayuda a descubrir esa presencia del Señor).
Fidel Catalán
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La lectura evangélica de hoy presenta los últimos versículos del evangelio de Juan. Tras conseguir que Pedro le confiese su amor (por 3 veces, para reparar aquella triple cobardía de la Pasión), Jesús le ha confiado el pequeño rebaño de la Iglesia, y le ha anunciado el precio mortal de su renovado amor: será amarrado por otros, y lo llevaran donde él no quiera. Pero el discípulo amado por Jesús los sigue de cerca, y Pedro pregunta a Jesús por la suerte de ese personaje.
Efectivamente, el apóstol Juan (aquel discípulo amado) empieza a ser objeto de una extraña profecía: si Jesús quiere que él permanezca hasta su muerte, a Pedro no le debe importar. En todo caso, Jesús está hablando de la gratuidad del amor, pues a Pedro le anuncia el martirio y al discípulo amado un destino glorioso. Y no porque éste haya hecho mejores cosas que Pedro, sino porque ha amado y merecido tan honroso título.
Al final de la lectura nos enteramos de que este discípulo amado es el que ha dado testimonio de todo lo que contiene el evangelio, y de que él mismo lo ha escrito. Y los primeros cristianos que leyeron el 4º evangelio estaban convencidos de la veracidad de su testimonio. Tal vez ellos mismos añadieron la nota según la cual los hechos y las palabras de Jesús fueron "muchos más de los narrados", y que "de escribirse todos no habría lugar suficiente en el mundo para los libros que los contuvieran".
Confederación Internacional Claretiana
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En el evangelio de hoy Juan se nos presenta como el discípulo amado, evidenciando la importancia de todo lo escrito con anterioridad y aludiendo a la autoridad joánica ante la situación histórica en que fue escrito.
En los versículos anteriores, Pedro había recibido una insinuación de Jesús sobre su futuro personal: que moriría testimonialmente por Jesús. A partir de esa insinuación, Pedro también quiso saber el futuro de Juan, su compañero. Con esto Pedro podía haber caído en la tentación de saber el futuro de los demás, descuidando así el papel que jugarán y las sorpresas que ofrecerán, a lo largo de la historia. Es grande la tentación que ordinariamente tenemos sobre el futuro, pero no es bueno querer tener seguridades y tranquilidades.
Se nos olvida también el gran daño que puede hacer una mente aferrada el futuro, pues ¿qué papel jugaría la libertad?, ¿dónde quedaría la Providencia?, ¿qué mérito tendría la fidelidad?, ¿dónde quedaría la espiritualidad? El peor daño que pueden hacer las lecturas del futuro es el de la pasividad, porque el mayor bien que tiene la Iglesia es la actividad amorosa.
Por eso lo respuesta de Jesús a Pedro, sobre el destino de Juan, es sabia. No se lo revela. Y de esta manera, Pedro queda abierto al amor, al servicio, a la ayuda diaria que hay que prestar, sin saber el camino que tomará la historia. El determinar el futuro enfría o destruye al amor. Y es mejor que el amor esté vivo, aunque se tenga que vivir en incertidumbre. La incertidumbre compromete la libertad, da mayores posibilidades a la gracia y abre siempre nuevos caminos al amor.
Servicio Bíblico Latinoamericano