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San José en el evangelio de Lucas

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            Hermanos, Dios confió a San José los primeros misterios de la salvación, y San José pertenece a la historia de la salvación. A esta larga cadena que desemboca en Jesús. Como Abraham, José fue un hombre de fe: pone su confianza en Dios, y carece de las claves del camino en que se encuentra metido. Y con ello nos enseña que el que quiera tenerlo todo atado y bien atado, o el que quiera dominar todas las situaciones, será incapaz de poner su confianza en Dios (que es quien guía las cosas) y de entrar en los caminos de Dios. José nunca pretendió formar parte de los "sabios y prudentes", y en cierta ocasión su hijo Jesús nos dijo que el Padre "ha escondido los secretos del Reino a los sabios y prudentes, mientras que los ha revelado a los sencillos".

            El evangelio de Lucas sobre la infancia de Jesús, que es donde aparece la figura de José, pueden parecer ingenuo. Y de hecho, en él José y María andan a tientas, chocan con la contradicción, se encuentran abocados a unas situaciones que no entienden ni dominan: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados".

            Estas palabras se parecen mucho a las quejas doloridas y amorosas de tantos padres, ante el comportamiento de los hijos a quienes asoma el bozo y empiezan a creerse mayores: "Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¿Por qué nos has hecho sufrir de este modo?". Más que una pregunta, es una queja maternal. Sin embargo, la respuesta de Jesús no resulta muy tranquilizadora: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?". Lucas añade que sus padres "no comprendieron lo que quería decir". Pero después "Jesús bajó con ellos a Nazaret, y siguió bajo su autoridad".

            Así, pues, José (y también María) se nos hace extraordinariamente cercano. La fe en José, su confianza en Dios, no lo separa de nosotros para trasladarlo a otro mundo, ni siquiera a un mundo angélico. Todo lo contrario. La oscuridad y la contradicción fueron vividas por José en su vida de cada día, de padre de familia sencillo, honrado trabajador, que cree en el Dios de sus padres, el Dios en quien creyó Abraham, gran patriarca de su pueblo.

            David, una vez instalado en Jerusalén, piensa construir una buena mansión para el Arca de la Alianza, que hasta encontes se custodiaba en una tienda provisional, en una tienda desmontable de campaña. Pero Dios le dice: "No quiero que me edifiques ningún templo, ninguna casa firme y lujosa". José forma parte de esta descendencia de David, de esta casa de Dios. Y es (con María) el último eslabón de la cadena, que conecta con el Salvador que el pueblo esperaba. Nada de templos espléndidos, ni de sabios y prudentes: los primeros misterios de la salvación fueron confiados a personas sencillas.

            El camino de la Iglesia, y el de todos los que vivimos en ella, tiene que ser un camino de fe, como el de San José. Es verdad que Dios nos lleva por unos vericuetos desconocidos e inesperados, que con frecuencia nos desconciertan. Y que en más de una ocasión se nos escapa un lamento: "Señor, ¿por qué nos tratas así?". Así como María y José no comprendieron la respuesta de Jesús, tampoco nosotros entendemos los caminos de Dios. Pero no importa: metámonos en camino, pues es él quien conduce la historia de la salvación.

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JOSEP MARÍA TOTOSAUS, Barcelona, España

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 Act: 01/03/21       @año de san josé            E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A