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San José en la Teología Medieval

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            Los teólogos han tardado muchos siglos en caer en la cuenta de la figura ingente de san José. Absorbidos y preocupados por las controversias, en sus estudios trinitarios, cristo y mariologuillos, apenas repararon en el papel excepcional del humilde carpintero de Anisarte. Como escribe Llamera en el prólogo a la Teología de San José de su hermano Bonifacio, "nunca las intuiciones cordiales han llevado tanta delantera a la teología como en el caso de San José".

            La especulación católica, entretenida con Jesús y María, tardó mucho en reparar en el humilde patriarca. Era ya el s. XVI, y en los conventitos teresianos se sabía más de San José que en las aulas de Salamanca y de Alcalá. Santa Teresa sabía más de San José que Báñez. Pero, al fin, ha de ser Báñez quien dé la razón a Santa Teresa para que se reconozca que la tiene. Una vez pregunté a una viejecita excepcionalmente devota del santo patriarca por qué lo era tanto, y me contestó: "¿No ve usted que lleva al niño en sus brazos?".

a) Doctrina de Tomás de Aquino

            Es doctrina del Angélico que cuanto más una cosa se aproxima a la causa que la ha producido más participa de su influencia. Ninguna criatura, excepto Jesús y María, se ha aproximado más a Dios que San José, pues, en la cuestión 29 de la 3ª parte de la Suma Teológica sostiene que, por su predestinación a esposo de María, entre María y José hubo verdadero matrimonio, siguiendo a San Juan Crisóstomo, San Jerónimo, San Agustín y a san Ambrosio, y como padre virginal de Jesús, en virtud de la cual será él quien le imponga el nombre designado por el ángel, la santidad de san José excede a la de todas las criaturas humanas y angélicas.

            En efecto, como esposo de María y padre virginal de Jesús, su intimidad con María y con Jesús, le hace vivir envuelto en sacramento permanente de Dios. Conviviendo pues, con el autor de la gracia y con la llena de gracia, ¿hasta dónde alcanzará la gracia, al que, habiendo sido elegido para esposo y padre de las dos criaturas más amadas del Padre celeste, debe también haber recibido los dones que eran requeridos por esa misión delicada y excelsa?

b) Cooperación de José al orden hipostático

            San José cooperó a la constitución del orden hipostático de modo verdadero y singular, aunque extrínseco, moral y mediato. Y y su cooperación a la conservación de la unión hipostática, fue directa, inmediata y necesaria, y pertenece al orden de la unión hipostática, no físicamente como la Madre de Dios, pero sí moral y jurídicamente. Es lo que afirma el p. Bover, a lo que graciosa y plásticamente contesta San Francisco de Sales: "Si una paloma deja caer un dátil en el jardín de san José, y nace una palmera, ¿acaso ésta no pertenece a san José, cuyo es el jardín?".

c) José, un hombre joven

            Aunque la imaginería se empeñó equivocadamente en representarnos a un hombre anciano para dejar a salvo la virginidad de María, la realidad fue más hermosa, porque José era un joven fuerte y lleno de vida, que amaba profundamente a su novia María. Con una gran delicadeza y ternura, y con gran sentido de responsabilidad, acató por la fe los caminos de Dios.

            El anuncio de su vocación le causó una alegría inmensa. Y comprendió la gran confianza que depositaba el Padre al elegirlo padre de su Hijo, asociándolo al orden hipostático, y se entregó totalmente a la misión que le confiaba y pondrá todas sus fuerzas al servicio de Jesús y de María. Trabajará y sufrirá, pero también gozará. Recibirá las humillaciones de Belén, cuando no le quieran dar posada, y sufrirá más por María y el niño que viene, que por él. Buscará la gruta para que María pueda dar a luz. La limpiará, buscará la comida, leña para el fuego y luz para iluminar la cueva oscura.

d) María y José

            Jesús es hijo de David, porque José, su padre legal y María, su madre, son descendientes del rey David: "Ve y dile a mi siervo David: Estableceré después de ti a un descendiente tuyo, un hijo de tus entrañas y consolidaré tu reino" (2Sam 7, 4). Como María recibió una anunciación por la cual se le notificaba que iba a ser Madre de Dios, José también tuvo su anunciación en la que se le anunciaba que iba a ser el padre legal del Hijo de Dios, e hijo de María, su esposa, a quienes tendrá que cuidar, alimentar, proteger, defender, con quienes convivirá y acompañará.

            En el momento más amargo de su vida, cuando está dispuesto a dejar a María al verla encinta, le dice el ángel: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre, Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados" (Mt 1, 16).

            Al ser la imposición del nombre derecho del padre, el ángel está afirmando la paternidad de José. Sin esperarlo, se ve inmerso en la familia trinitaria. Como Abraham, a quien se le pidió el sacrificio de su hijo, José estaba dispuesto a dejar a su esposa María, que era como morir en vida: "Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos, y llama a la existencia lo que no existe, Abraham creyó" (Rm 4, 13).

e) Implicación de José en la causa de María

            José fue el 1º ser humano en ver al Hijo de Dios, recién nacido, y en oír sus llantos. Su noble y sensible corazón se sobrecogerá contemplando la pobreza con que viene al mundo el Hijo de Dios y su hijo. Jesús, como todos los niños, tiene que aprender a caminar, a hablar, a leer, a recitar los textos de la Escritura, el Eccema, Israel, fijándose en los ojos de su padre. Y después, Egipto. Como Abraham: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre". Huída rápida para salvar al niño. Tiene que exiliarse. País desconocido, lengua extraña, tierra idólatra, sin medios, buscando el modo de ganar la vida.

            Muere Herodes I, y el ángel le anuncia que ha muerto el que quería matar al niño, y que vuelva a su tierra. Pero al enterarse que en Judea reinaba Arquelao, hijo de Herodes, creyó que estaría más seguro en Galilea, y se encaminó a Anisarte. Siempre peregrinando y sin ninguna comodidad. Ve crecer al niño. Ya se lo lleva al taller. Le enseña a manejar las herramientas. A cortar los troncos, a trabajar la madera, a coger el martillo. Hace puertas, ensambla yugos y arados, pule taburetes y encaja ventanas. También trabaja la huerta, y está al servicio de todos, y a veces tiene que discutir su jornal. Es pobre pero justo, y se suda en su pequeño taller.

f) Intimidad de José con María y Jesús

            "Con la potestad paterna sobre Jesús, Dios ha otorgado también a José el amor correspondiente, aquel amor que tiene su fuente en el Padre, "de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra" (Ef 3, 15). Indescriptible nos resulta a los humanos la manifestación del amor y la ternura, la atención y la constante solicitud afectuosa de José con aquellas criaturas inefablemente amadas.

            A través de los misterios de la circuncisión (en que José "le pone por nombre Jesús"), de la presentación en el templo (en que "su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él"), de la huida a Egipto (en que José "toma al niño y a su madre y se los lleva a Egipto"), de la pérdida de Jesús en el templo (en que "tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando"), José fue haciéndose parte íntima de María y Jesús. Tanto que años después dirán de Jesús que "era, según se creía, hijo de José" (Lc 3, 23).

            En realidad, así se pensaba en su entorno social. El misterio de la vida oculta de Anisarte, donde José ve crecer al niño en edad, en sabiduría y en gracia. El misterio del cuidado de Jesús, criarle, alimentarle, trabajar para él, vestirle y educarle. Y viendo cómo ese niño, que es su hijo, que es su Dios, y cómo su esposa, más santa que él, le obedecen a él y se le confían, y oran juntos, y juntos van a la sinagoga, y juntos pasean y se distraen y juntos trabajan. Y juntos aman, y juntos viven y juntos redimen al mundo. ¡Qué maravilla y cuánto amor!

g) José, educador de Jesús

            José educa a Jesús, que va creciendo. José le va enseñando la belleza de los campos, las higueras que apuntan sus brotes en la primavera, las vides con sus pámpanos y racimos. Le explica la necesidad de la poda para que den uvas, le muestra las ovejas en el ganado, y las que se escapan, la belleza de los lirios del campo, la cizaña en el trigo, la semilla sembrada en la tierra, el aspecto del cielo, si rojo, o azul, si raso o con nubes. El peligro de la tormenta, la gallina y los polluelos. Lo que después improvisará en sus parábolas y predicación, se lo enseñó su padre: "Les estaba sujeto". Es decir, no hacía nada sin contar con sus padres. Con deferencia respetuosa, con sencillez y docilidad. Jesús ama a su padre. ¡Y cómo ama José a Jesús!

            Jesús ora en familia con José y María. La vida de José es una vida de oración y de trabajo, de hogar y de amor, de austeridad y de pobreza, pero de alegría inmensa como consecuencia de la profundidad de su vida interior y de saberse entregado por completo al primer hogar cristiano, semilla de la Iglesia.

h) Subida a Jerusalén

            "Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Y cuando Jesús tuvo 12 años, subieron a la fiesta según la costumbre" (Lc 2, 41). La caravana ha partido de la fuente de Anisarte y su alma de niño ha comenzado a estremecerse al comenzar el viaje. Un muchacho en Oriente, a su edad, es tan maduro como uno de 16 ó 20 de hoy día.

            Los caminos de Jerusalén estaban atestados de gente, que caminaba a pie, o a caballo de asnos y de camellos. El polvo subía al aire y se esparcía por los campos, por los olivos verdes, por las alquerías cúbicas. La gente cantaba salmos. Al borde de los caminos los comerciantes vendían frutas y pan. En las alforjas sonaban los timbales y los platillos. En una de esas caravanas va Jesús de 12 años. A los 13 quedará constituido miembro de pleno derecho del pueblo sacerdotal.

            Nunca un niño se ha parecido tanto a su madre. Cuanto más iba creciendo, más se le parecía. Cuando sea un adulto, toda su naturaleza humana reflejada en su cuerpo, en actitudes, biológicas y espirituales, será el puro espejo de su Madre. Sólo su cuerpo, sus cromosomas y genes, son los que han formado aquella naturaleza bella y armoniosa que le hacía el propio retrato de su Madre. Sus mismos ojos profundos, sus mismas manos. Sus gestos idénticos. Jesús observa con mirada penetrante. Jerusalén es una ciudad en fiestas. Cuando entra en el templo y ve que la sangre de los corderos viene corriendo desde el altar de los holocaustos, experimenta una inmensa emoción. Aquellos miles de corderos degollados, le representan a él. ¡Qué momento más intenso! Nunca en la historia un muchacho ha sentido una conmoción como la suya. María, que conocía como nadie la intimidad de su hijo, le observaba, extasiado en Dios.

            A las 3 de la tarde comenzó el sacrificio vespertino. A Jesús le saltaba el corazón en el pecho adorable. Contemplaba por 1ª vez el cortejo de los oficiantes dispuestos a sacrificar los corderos. Vio al sacerdote con el cuchillo en la mano, hundirlo en el cuello del cordero. Vio correr la sangre y derramarla los sacerdotes sobre el altar. El amor le subía en oleadas por su ser entero. No se queda en el templo por casualidad, sino que su alma hambrienta lo necesitaba. Ni sus padres habían descubierto el terremoto espiritual producido en la conciencia humana de su hijo.

i) Regreso de Jerusalén

            "Y cuando terminaron, se volvieron; pero Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, caminaron una jornada, y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos; al no encontrarlo se volvieron a Jerusalén en su busca". Miles de peregrinos van saliendo de Jerusalén. Hombres por un lado, mujeres por otro y los niños con unos o con otros. Los caminos se llenaban de gente; las caravanas se mezclaban. Cuando se reunieron para el descanso, Jesús no apareció. José y María fueron preguntando a parientes y conocidos, alarmándose progresivamente. ¡Nadie había visto al Niño durante todo el camino! Desolación. Hay que volver a Jerusalén, aquella misma noche.

            En Jerusalén preguntan en la casa donde habían comido el cordero pascual, entre conocidos y amigos. Cuando María ve a un muchacho, se sobresalta. En su alma se ha desatado un huracán de angustia y dolor: "Una espada de dolor te atravesará el corazón". Después de 3 días de busca y de agonía, lo encontraron por fin, en el templo. Los rabinos, que comentaban la Escritura los días festivos, ofrecían la oportunidad a los forasteros de que les escucharan en estas ocasiones. Y en esta ocasión les estaba escuchando Jesús.

j) Tu padre y yo te buscábamos

            "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados" (Lc 2, 41). La palabra padre en labios de María, tiene una significación plena en el orden espiritual, moral y afectivo. María le da la preferencia a José. Le honra, le pone delante. Ni en el orden ontológico ni el de la santidad le corresponde esa preferencia, pero sí en el orden jurídico familiar y social. La frase "nos has tratado así", indica la unión de corazones; José es verdadero esposo de María y está unido a ella en el dolor. Como hay unión de corazones, sufren juntos por la pérdida y separación de Jesús.

            El corazón de María estaba ya desbordado de amargura cuando prorrumpe en estas palabras de queja, reprensión cariñosa y respetuosa. ¿Por qué nos has tratado así, a los dos? Unidos en la misma duda. Y unidos en la misma acción: "Te buscábamos angustiados". José y María, como Abraham, tienen que recibir la herida olorosísima de la separación del hijo: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?".

            ¿Qué dice? ¿Qué lenguaje es éste? Este Jesús no es el Jesús que ellos conocían. Jesús ha marcado una línea clara de separación. Se les exige el desprendimiento total. La noche del espíritu, que María vivirá en el Calvario, se le adelanta a José en este momento. La colaboración de José a la Redención alcanza ahora mismo un nuevo dolor. Y así fue en toda su vida. En el viaje a Belén, en la noche del nacimiento, en el día de la presentación en el Templo, en la huída a Egipto, ante la profecía de Simeón, en Anisarte, en el templo con los doctores.

k) El amor diario de José

            La grandeza de san José reside en la sencillez de su vida: la vida de un obrero manual de una pequeña aldea de Galilea que gana el sustento para sí y los suyos con el esfuerzo de cada día; la vida de un hombre que, con su ejemplaridad y su amor abnegado, presidió una familia en la que el Mesías crecía en edad, en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres (Lc 2, 52). No consta que san José hiciera nada extraordinario, pero sí sabemos que fue un eslabón fundamental en la historia de la salvación de la humanidad.

            La realización del plan divino de salvación discurre por el cauce de la historia humana a través, a veces, de figuras señeras como Abraham, Moisés, David, Isaías o Pablo; o de hombres sencillos como el humilde carpintero de Anisarte. Lo que importa ante Dios es la fe y el amor con que cada cual teje el tapiz de su vida en la urdimbre de sus ocupaciones normales y corrientes. Dios no nos preguntará si hicimos grandes obras, sino si hicimos bien y con amor la tarea que debíamos hacer. El evangelio apenas si nos dice nada de San José. Poquísimo nos dice de su vida, y nada de su muerte, que debió de ocurrir en Anisarte poco antes de la vida pública de Jesús.

            Sólo Mateo escribe de José una lacónica frase que resume su santidad: era un hombre justo. Acostumbrados a tanto superlativo, esta palabra tan corta nos dice muy poco a nosotros, tan barrocos. Pero a un israelita decía mucho. La palabra justo ciñe como una aureola el nombre de José como los nombres de Abel (Heb 11, 4), Noé (Gn 6, 9), Tobías (Tb 7, 6), Zacarías e Isabel (Lc 1, 6), el Bautista (Mc 6, 20) y del mismo Jesús (Lc 23, 47). El término justo, en lenguaje bíblico, designa al hombre bueno en quien Dios se complace. El Salmo 91 dice que "el justo florece como la palmera". La esbelta y elegante palmera, tan común en Oriente, es una bella imagen de la misión de san José. Así como la palmera ofrece al beduino su sombra protectora y sus dátiles, así se alza San José en la santa casa de Anisarte ofreciendo amparo y sustento a sus 2 amores: Jesús y María.

l) El trabajo ordinario de José

            La santidad de José consiste en la heroicidad del monótono quehacer diario. Sin llamar la atención, cumplió el programa de quien es justo con Dios mediante el fiel cumplimiento de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad; y con el prójimo por medio de su apertura constante al servicio de los demás. Como se construye la casa ladrillo a ladrillo, el edificio de la santidad se va realizando minuto a minuto, haciendo lo que Dios quiere. San José es la prueba de que, para ser bueno y auténtico seguidor de Cristo, no es necesario hacer grandes cosas, sino practicar las virtudes humanas, sencillas pero verdaderas y auténticas.

m) El silencio de José

            José es el santo del silencio. Hay un silencio de apocamiento, de complejo, de timidez. Hay también un silencio despectivo, de orgullo resentido. El silencio de José es el silencio respetuoso que escucha a los demás, que mide prudentemente sus palabras. Es el silencio necesario para encauzar la vida hacia dentro, para meditar y conocer la voluntad de Dios. José es el santo que trabaja y ora. Trabajar bajo la mirada de Dios no estorba la tarea, sino que ayuda a hacerla con mayor perfección. Mientras manejaba la garlopa y la sierra, su corazón estaba unido a Dios, que tan cerca tenía en su mismo taller. Una mujer santa decía a sus compañeras de fábrica: "las manos en el trabajo, y el corazón en Dios".

n) José, llorado por Jesús

            La paternidad de José va más allá de la de todos los padres terrenales, aún sin ser su filiación carnal, ya que en él se refleja la paternidad de Dios mismo constituyéndolo en cabeza de la familia con un corazón a la medida del Hijo de Dios y de su Madre María. Así pues, Dios dio a María a José por esposo no sólo para su apoyo en la vida sino para hacerlo participar del sagrado vínculo del matrimonio. La familia santa de Anisarte trabaja, cumpliendo el mandato del Creador: "Comerás del fruto de tu trabajo"; allí la fecundidad es mirada y valorada como bendición del Señor: "Tu mujer como parra fecunda; tus hijos como brotes de olivo, alrededor de tu mesa. Donde Dios derrama su bendición: "Que el Señor te bendiga y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida" (Sal 127).

            Cuando ya no era tan necesario, por ser Jesús adulto y capaz de proteger a su madre, José se sintió cansado, y empezó a ver agotada su vida en el taller. Jesús y María, alarmados y llenos de pena, corrieron a su lado, y no cejaron en mostrarle todo su amor. Asistido por ellos a ambos lados de la cama, y lleno del más inmenso cariño, murió José en la paz de Dios.

            Y Jesús, que llorará con tanta emoción ante el sepulcro de un amigo, ¿cómo no lloraría mucho más al ver morir a su padre, a quien tanto amaba? Las lágrimas de su esposa María se unieron a las de su Hijo, porque se les iba el esposo y el padre, el compañero de la peregrinación. Por eso, y por el consuelo que tuvo al morir en brazos de su hijo y de su esposa, es José el patrono de los agonizantes. Jesús, José y María, asistidnos en nuestra última agonía. José vislumbró la siembra de la nueva tierra prometida, y supo que se acercaba la cosecha, pero no pudo verla.

ñ) Eficacia de la intercesión de José

            Santa Teresa de Jesús experimentó en el s. XVI la eficacia de la intercesión de San José, y por eso se hizo "promotora de su devoción en la cristiandad occidental", intentando implantarlo en la Iglesia como maestro de oración. José, padre de Jesús, y al que entregó su juventud, su castidad, su silencio y su compromiso, puede hacer suyo el Salmo 88: "Tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora".

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JESÚS MARTÍ, Valencia, España

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 Act: 01/03/21       @año de san josé            E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A