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San José en el Evangelio

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            Presentemos sintéticamente las principales cualidades y atributos de José, así como el devenir de su vida, según lo han ido reflejando los evangelios. Por supuesto, dicho estudio concluirá mucho antes (con la presentación de Jesús en el templo, su último episodio evangélico) de que concluya su vida, cuyo estudio escapa a este análisis exegético, y entra ya en el campo de la especulación legendaria.

a) José, el varón justo

            Mateo nos ofrece el retrato moral y espiritual de San José diciendo: "José, siendo justo". Aunque dicha afirmación la hace Mateo al descubrir José a su mujer embarazada, la afirmación es de carácter general y global, y se puede decir con toda propiedad que San José era un varón justo.

            Teniendo en cuanta los muchos textos de los salmos especialmente, de algunos profetas y de los libros sapienciales en los que se alinea la justicia de Dios con la misericordia. Fidelidad, bondad, gracia, amor... todo lo cual, aplicado a José, significa que el hombre era recto y sincero, y que acogía y secundaba el plan de Dios, amando a Dios y siendo bondadoso con con el prójimo.

            La misma conclusión sacamos si tenemos en cuenta los lugares en que Mateo habla de la justicia, término fundamental de su evangelio, que no aparece en Marcos y sólo una vez en Lucas: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia", pues "si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos"... Por eso, "buscad primero el reino de Dios y su justicia" (Mt 5, 6; 6, 1.33).

            Justicia significa, pues, actuar conforme a la voluntad de Dios, no dejándose condicionar por las situaciones o circunstancias externas de conflictividad o agresividad. Es una justicia que se convierte en una virtud de altísima calidad que viene a identificarse con el amor. Es rectitud y pureza de intención de agradar a Dios y a los hombres. Justo equivale a santo, poseedor de todas las virtudes desde el amor, especialmente las que se refieren a hacer el bien y misericordia a los demás, en particular a los oprimidos y más necesitados. Así lo interpreta San Juan Crisóstomo: "Justo es un hombre perfecto y cabal delante de Dios". Y ése es san José.

b) José, el esposo de María

            Tanto Mateo como Lucas explicitan esta condición de San José intencionadamente. La generación de Jesucristo fue de esta manera: su Madre, María, estaba desposada con José (Mt 1,18). Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre, llamado José, de la casa de David, el nombre de la Virgen era María (Lc 1, 26-27). Los dos tienen intención e interés en dejar bien claro que María estaba desposada con José. Dos personas bien conocidas.

            Y sucedió que mientras estaban casados, sin saber nada José, María, su mujer, aparece embarazada misteriosamente. Ante esta situación, José, el marido, aparentemente engañado por María, como era justo y no quería ponerla en evidencia, piensa en su interior y cavila qué hará ¿repudiarla en secreto? Cuando estaba dando vueltas a estos pensamientos en su interior, se le aparece en sueños el ángel del Señor que le dice: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo (Mt 1, 20-21).

            El anuncio del ángel tiene como finalidad hacerle comprender, precisamente, que debía asumir la paternidad legal sobre el niño que María lleva en su seno, cuyo carácter mesiánico viene de esta manera asegurado. Por eso a José se le denomina con el apelativo de hijo de David (Mt 1, 20), título exclusivo de Jesús. El ángel se dirige a José en su calidad de esposo de María.

            Las palabras del ángel son la ocasión y el momento  para que José ratifique responsablemente su voluntad  de seguir unido en matrimonio a María, pero, con una particularidad, que María va a ser Madre. Aceptar y acoger a María como esposa significa aceptar ser padre de la criatura que lleva en su vientre y que nacerá de ella. Es como una nueva llamada, un volver a escuchar  la verdad sobre su propia vocación. "Este hombre justo que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la Virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor" (RC 19).

            José responde a esta llamada de una manera libre y responsable, acogiendo a María encinta en su casa: "Despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y tomó consigo a su mujer" (Mt 1, 24). Así, pues, "José aceptó a María con todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de este modo una disponibilidad de voluntad semejante  a la de María en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero" (RC 3).

            Según el evangelio estamos ante un matrimonio singular, querido por María y José en el que interviene palpablemente el Espíritu Santo. El abad Ruperto resume admirablemente la enseñanza evangélica, llegando a exclamar:

"Oh matrimonio verdadero  y santo, matrimonio celestial, no terreno; pues ¿cómo o en qué se unieron? Ciertamente en que en ellos sólo había un espíritu y una fe; allí sólo no había la corrupción de la carne. Por eso con toda verdad dice el apóstol "el segundo hombre del cielo, o celestial" (1Cor 14, 47). Es decir, que siendo la vida o unión de los esposos (José y María) toda celestial y del Espíritu Santo, el amor de ambos cuyo trato era celeste (y este carácter tenía la primacía en uno y otro) había encomendado la mujer a la fidelidad de este hombre (José) y había infundido totalmente en el marido padre el amor al Niño que, hecho hombre de la carne de la Virgen, nacía de ella" (Gloria y honor del Hijo del hombre, CLXX, 1319).

c) José, el padre de Jesús

            La disponibilidad de José, semejante a la de María, nos da pie para añadir que, al igual que María quedó constituía Madre de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo, sin concurso de varón, al aceptar libre y responsablemente el "hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 39), de igual modo José queda constituido, por voluntad de Dios, y sin intervenir carnalmente en la generación de su hijo, en padre de Jesús, cuando aceptó libre y responsablemente recibir a María encinta en su casa. José no respondió con palabras al mensaje del ángel como hiciera María (es el santo del silencio), pero hizo como le había mandado el mensajero de Dios y quedó constituido padre de Jesús con todas las consecuencias.

            De igual modo que el matrimonio entre José y María es del todo singular, dentro de lo humano que es,  así  también la paternidad de José sobre Jesús es singular, nacida de la voluntad de Dios. El evangelio nos dice que Jesús no es hijo natural de José, no ha nacido de la semilla de José y, no obstante, se le da toda la realidad paterna sobre Jesús. La misma Virgen María que conoce la realidad y extensión de la paternidad de José  por la renovación del matrimonio con ella, al haber acogido y obedecido a las palabras de Dios, le llama simplemente padre: "Tu padre y yo te andábamos buscando" (Lc 2, 48). María recoge y expresa la fe de la comunidad primitiva sobre José padre de Jesús, que expresa a su vez San Juan en su evangelio, poniendo en labios de Felipe esta expresión tradicional, única en boca de un discípulo: "Jesús, el hijo de José de Nazaret".

            En una actitud de amor responsable acepta María el ser Madre de Dios; desposado con María,  en una actitud de amor igualmente responsable acepta José el ser padre de Jesús, al acoger  al María como esposa nuevamente en su casa por voluntad del Señor y con ella al fruto que lleva en su vientre. Y esta paternidad de José no es menos importante para la historia de la salvación  que la maternidad de María.

d) José vive de la fe

            Todo lo que el evangelio nos refiere de San José está en estrecha y esencial relación con el misterio de la encarnación del Verbo y su nacimiento de María Virgen. Al margen de este misterio de la salvación, no sabemos de él nada más con certeza. Y es en relación con este misterio como el evangelio nos habla de la peregrinación de la fe de San José. Esta peregrinación de la fe llega a su cenit cuando José descubre el misterio de la preñez de su esposa. Es entonces cuando nos dice el evangelista que "José era justo", no sólo obra con bondad y misericordia con su esposa, sino con fe y abandono en Dios. Y desde esta fe y confianza en Dios reflexionaba cómo actuar sin hacer daño a María.

            Y, como el que confía en Dios nunca es defraudado, un ángel vino a decirle a José: "Lo que ves en tu esposa es obra del Espíritu Santo, no temas recibir a tu esposa en tu casa". José creyó ciegamente al ángel y desde esta fe ciega (pues el justo vive de la fe) actuó. Es entonces cuando la fe de San José llega a la cima más alta. es entonces cuando se cumple en San José lo que dice San Juan de la Cruz del alma que cree enteramente en Dios: "Ciegamente se enamora Dios de ella, viendo la pureza y entereza de su fe" (CE 31, 3).

            Otro momento que recuerda el evangelio de la peregrinación de la fe de San José, en íntima unión con María, es cuando el niño se pierde en el templo. José y María, al darse cuenta que Jesús no va en la caravana, se vuelven a Jerusalén y se ponen a buscar a su hijo con fe en Dios y angustia en el corazón. Después de 3 días le encuentran en el templo en medio de los doctores. Y a la reconvención de su madre "¿por qué nos has tratado así, a tu padre y a mí?", el niño contesta con estas palabras misteriosas: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que tengo que estar en las cosas de mi padre?". Y ellos no comprendieron (Lc 2,48-50). Sencillamente creyeron sin comprender, aceptaron en fe oscura y ciega, pero cierta. Debió ser duro para su tierno corazón escuchar estas palabras de boca de su hijo. La fe se hizo martirio.

            Estas palabras del joven Jesús en el contexto de la vida oculta dan a entender que esta fe, como justo que era, debió vivirla con María en muchas otras ocasiones de esta etapa de la vida de Jesús, en las que, sin duda,  no comprendía el modo de actuar y de responder de su hijo. Sí, realmente San José hizo una larga peregrinación de la fe. Y es esta una de las actitudes que más destaca de él el evangelio. San José, como era justo, era hombre de fe en Dios, vivía de la fe en su Padre Dios, del abandono en su providencia.

e) José sufre dudas de fe

            La fe oscura produce, entre otras reacciones, admiración y embeleso ante realidades trascendentes y estupendas. El encuentro con realidades en las que, tras su inmediata percepción, se vislumbran maravillas, causa admiración y pasmo. Es la actitud que recoge de María San Juan de la Cruz, cuando escribe: "La virgen estaba en pasmo de que tal trueque veía, el llanto del hombre en Dios y en el hombre la alegría".

            Uno se maravilla ante el misterio de una belleza singular que contempla, o ante el misterio de unas palabras que escucha. Es una mezcla de comprensión difusa y de fe. Por eso, el lenguaje ante lo que causa admiración y asombro es el silencio o la exclamación. La admiración y el asombro, el maravillarse es una actitud y vivencia de espíritus nobles, limpios, sencillos, soñadores y verdaderos. Y ésta es la actitud y vivencia que de San José destaca en 3 ocasiones el evangelio de Lucas.

            La 1ª mención del asombro de San José es cuando María acaba de dar a luz a su hijo en un pesebre, en Belén. Llegan los pastores y cuentan lo que les ha dicho el ángel del Señor sobre aquel niño. Y José y María, sus padres, "quedaron maravillados de lo que oían". Es curioso que el evangelista dice que "todos los que lo oyeron se maravillaron", cuando allí no estaban más que el niño, José y María. Sin duda, ese todos se refiere a las comunidades cristianas, representadas en José y María, como  vemos igualmente  en el relato de la pérdida del niño en el templo.

            La 2ª es en la escena de la presentación del niño en el templo. Al tomarlo el anciano Simeón en sus brazos y vaticinar aquellas cosas admirables y singulares del mismo (en una especie de buenaventura), nos dice el evangelista que "su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de él" (Lc 2, 33), y guardan un silencio admirativo.

            La 3ª mención la encontramos en el relato de la pérdida del joven Jesús en el templo. Después de 3 días de búsqueda, le encontraron sus padres en el templo sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles: Y todos los que le oían "quedaban estupefactos de la lucidez de sus respuestas, y al verle quedaban maravillados" (Lc 2, 48) y sorprendidos. El asombro de José y María simboliza el de todas las comunidades cristianas.

            En su admiración y pasmo María conservaba y meditaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 19.51). Y, sin duda, también San José su esposo. No olvidemos que el evangelista Lucas da el protagonismo a la Virgen María en los relatos de la infancia de Jesús.

f) José el Silencioso

            El silencio es el lenguaje del asombro y del embeleso. El hombre que se arroba ante un milagro de arte, que se emboba ante un panorama maravilloso, que se suspende ante el misterio de palabras inefables, calla, contempla, escucha. El silencio es propiedad del contemplativo y del que está muy centrado y ocupado en Dios. San José, por eso mismo, es un hombre silencioso, su música es callada.

            Aparece en la sublimidad de su silencio especialmente, cuando se encuentra de improviso con su esposa embarazada. José mira, contempla, calla. Parecía lo más natural el haber ido a hablar con María y despejar el interrogante, pero prefiere callar. Quizás por ser lo más natural no era lo más sobrenatural y divino. Calla y rumia en su espíritu qué hacer ante aquella situación embarazosa, y espera.

            Evidencia la inmensidad de su silencio su actitud ante el ángel que le dice, de parte de Dios, que tome a María, su esposa, en su casa. María, ante una situación parecida, pregunta al ángel cómo puede ser lo que le anuncia, pues no conoce varón. José no pregunta sino que calla, y también actúa. Es el suyo un silencio activo y eficaz.

            El evangelio no nos conserva ni una sola palabra salida de la boca de José. Pasó por la vida entonando día a día  un canto sublime al silencio, y salió de este mundo, ajetreado y ruidoso, envuelto en un manto de espeso silencio, que en la historia de la Iglesia se extendió a lo largo de doce siglos. A partir de entonces, el Espíritu Santo le transformó en un pregonero, cuyas voces se escuchan por el mundo entero. San José, con su vida sencilla y normal, de un carpintero en su entorno de Nazaret y su grandeza singular de dentro, sus virtudes humildes, a la mano y excelsas al mismo tiempo, con sus privilegios y poder suplicante omnipotente no cesa de hablar. Es un predicador que no puede callar. Su silencio se ha convertido en pregón.

g) José el Carpintero

            En la clase laboral de la sociedad del tiempo de Jesús existían varios oficios corrientes, como el de sastre, fabricantes de sandalias, maestro albañil, carnicero, curtidor de pieles, panadero, herrero y alfarero.

            El tener un oficio era un signo de autonomía y de libertad de movimientos. San Pablo, que tenía el oficio de fabricante de tiendas, se gloría de trabajar con sus manos y poder así vivir con libertad y no depender de nadie. Tenía derecho a que la comunidad cristiana le alimentase, pero renuncia a ese derecho para no ser carga para la comunidad y "para no comprometer la predicación del evangelio" (1Cor 9, 1-12). Así se lo recuerda a sus hijos de Tesalónica: "Recordad nuestros sudores y fatigas; trabajando día y noche para no ser carga para nadie, proclamamos entre vosotros la buena noticia de Dios" (1Tes 2, 9).

            En concreto, San José pertenecía al gremio de los carpinteros, a juzgar por el relato de Mateo, de cuando Jesús se presentó en Nazaret realizando prodigios y predicando la sabiduría, y las gentes maravilladas se preguntaban: "¿No es éste el hijo del carpintero?" (Mt 13, 55). Incluso no sólo fue carpintero, sino que con mucha probabilidad trabajó en la construcción del Templo de Jerusalén, llevada a cabo por Herodes desde el 20-10 a.C. en adelante (y en la que empleó a casi todos los artesanos de Israel, 18.000 según Flavio Josefo).

            San José fue un trabajador, se sometió a la ley del trabajo, y siguió el consejo del Eclesiástico: "Hazte viejo en el trabajo; confía en el Señor y persevera en tu tarea" (Ecl 11, 20-21). Y con su trabajo aseguró el mantenimiento de su familia.

            El trabajo manual era tarea de todos, era una dignificación de la vida, y no era exclusivo de una clase social. El Rabí Hillel, por ejemplo, era leñador; el Rabí Yehudí era panadero, y el rabí Yohana zapatero. Incluso San Pablo era fabricante de tiendas. De la misma manera, San José fue carpintero, y también lo fue Jesús (Mc 6, 3). Así, y "gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión, José acercó al trabajo humano al misterio de la redención" (RC 22).

h) José el Servicial

            En el corazón de José el Señor puso en grado excepcional los sentimientos paternales. Los sentimientos de padre no son fruto de unas relaciones biológicas de dos personas, sino un don y una gracia de Dios, y Dios da y agracia conforme al cometido que encomienda a una persona.

            En efecto, "es necesario recordar que José tuvo hacia Jesús, por don especial del cielo, todo aquel amor natural, toda aquella afectuosa solicitud que el corazón de un padre puede conocer. Con la potestad paternal sobre Jesús, Dios ha otorgado también a José  el amor correspondiente" (RC 8). El evangelio recuerda algunos momentos de ese amor y solicitud paternales del santo Patriarca, aún antes de nacer el Niño.

i) José ante el censo de Roma

            El relato del censo de Augusto, exclusivo del evangelio de Lucas, presenta problemas reales y serias dificultades con respecto a su autenticidad histórica. Pero la finalidad de Lucas es clara: dar a entender que Jesús nació en Belén, y que era ciudadano del Imperio Romano.

            San Lucas da bastante importancia a este hecho, y resalta la obediencia de José a las órdenes emanadas de la autoridad civil romana competente. En efecto, y por pertenecer a la familia de David, tuvo José que "subir desde Nazaret a Belén" para llevar a cabo la importante y significativa tarea de inscribir oficialmente su nombre, el nombre de su hijo Jesús (Jn 1, 45), y el nombre de su esposa María, en el registro imperial.

            Allí quedaron inscritos sus nombres. Jesús, con José y María, son ciudadanos de este mundo, sujetos a las leyes e instituciones civiles. Jesús se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, también en el sometimiento a las leyes civiles y laicas.

j) José ante el nacimiento de Jesús

            Habiendo llegado José y María a Belén, "le llegó a María la hora de dar a luz". Se trató de un momento inoportuno para hacerlo, pero a resolverlo se pone el buen José. No obstante, busca acogida y posada entre sus familiares y amigos, y éstos no se la dan, recordando aquel "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron".

            Se trataba de algo insólito, dada la proverbial hospitalidad de aquellos pueblos. Y, al no haber para ellos lugar en  la posada, encontraron una cueva y allí alumbró María a Jesús, "lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre". José, con María, es testigo privilegiado del nacimiento de Jesús en este mundo, a quien acoge como hijo suyo, en una situación de suma pobreza y anonadamiento, a pesar de ser el Salvador del mundo, como le había revelado el ángel. En calidad de marido acompaña constante a María y en calidad de padre recibe al hijo nacido de su esposa, engendrado por el Espíritu Santo.

            Así mismo es testigo de la adoración de los pastores y escucha maravillado, como María, lo que dicen de aquel niño. San Lucas resalta la alegría que llevaron los pastores a la gruta, que expresan en tales términos que José y María "se maravillan de lo que oyen". José estaba en pasmo de lo que sentía decir de aquel niño, hijo suyo. Esta actitud admirativa, de pasmo de José ante las maravillas cantadas, forma parte de su personalidad. Un aspecto muy importante de su persona y de su sensibilidad. Como se maravillará luego de lo que oiga decir al viejo Simeón del niño presentado en el templo.

k) José circuncida y pone nombre a Jesús

            A los 8 días del nacimiento, el niño tenía que ser circuncidado. La circuncisión no era un ritual exclusivo del pueblo de Israel, pero para los hebreos estaba dotado de un significado muy especial, e incluso esencial. Era la integración del nacido judío en el pueblo de la elección divina, y en su religión. Pues el no circuncidado no pertenecía al pueblo escogido (Gn 17, 10-14).

            No obstante, el evangelio no da importancia al hecho de la circuncisión de Jesús. Incluso Mateo, el evangelista de las comunidades judías, ni siquiera la cita (Mt 1, 25). Lucas la menciona pero de pasada, poniendo todo el acento en la imposición del nombre (Lc 2, 21). Pues para Lucas, la Iglesia está ya viviendo la nueva religión (el nuevo camino), en la que los circuncidados no cuentan para nada, y ésta es una ceremonia ya superada por el nacimiento bautismal en justicia y santidad (1Cor 7, 19; Gal 6, 15). Jesús es el ideal de la nueva criatura (Gal 3, 11), y en este aspecto San José no aparece para nada en dicha ceremonia de circuncisión.

            El evangelio pone el acento en la imposición del nombre, que sí que se lo impone San José, como dice Mateo (Mt 1, 25). Efectivamente, "a los 8 días de nacido, José impuso al niño el nombre Jesús, tal como lo había indicado el ángel" (Mt 1, 21). La imposición del nombre es señal de potestad y dominio, como vemos en la escena del Génesis, donde Adán impone el nombre a todos los animales (Gen 2, 19-20).

            Con este gesto, el evangelio indica la potestad y autoridad de José sobre Jesús. San Lucas, a tono con la característica personajes son representativos. José es el salvador de su familia, como lo fue el José del AT de la suya, y la salva, llevándola al destierro, exiliándose, de donde la sacará el brazo poderoso de Dios. Jesús, desterrado y llamado de Egipto, es el comienzo y la realización del nuevo Israel, encarna al pueblo elegido. Los poderes enemigos en su persecución son incapaces de impedir la realización de los designios salvadores de Dios, designios que se realizan por los caminos corrientes y ordinarios de las mediaciones humanas, interviniendo especialmente el poder del Señor.

            En el relato de la huida a Egipto el protagonismo lo tiene José, y el propio evangelista Mateo. Es a él (a josé) a quien se dirige el ángel, y a quien Dios comunica la orden de marchar a Egipto a fin de librar al niño de la persecución de Herodes. A José se dirige,cuando, cumplido el tiempo del destierro, tienen que volver a Judea. Y es José el que actúa, tomando a la madre y al hijo. La iniciativa, bajo la inspiración y orden del Señor, la toma siempre José.

l) José presenta a Jesús en el templo

            Se trata de un acto prescrito por la Torá (Ex 12,13-15; Num 18,15-16; Lev 12,2), que bajo el prisma de Lucas aunaba la posibilidad de juntar 2 rituales del AT: la presentación del primogénito en el templo y la purificación de la madre.

            En dichos actos, José aparece de la mano con María (bajo la denominación "sus padres"), pero el protagonismo empieza a tenerlo María. No obstante, fue José el que presentó al primogénito, consagrándolo al Señor y pagando por él el rescate de los pobres, en memoria de que el pueblo de Israel fue rescatado de la esclavitud de Egipto. Lucas no habla de rescate, sino de un "sacrificio de expiación" que ofrecen los padres: un par de tórtolas o dos pichones (Lc 5,7-11).

            Al entrar en el templo, el anciano Simeón (hombre justo y piadoso) tomó al niño en sus brazos y dijo unas palabras proféticas y misteriosas. Ambos (José y María) estaban maravillados de lo se decía del niño, hasta que el anciano los bendijo, y luego se dirige a María. San José empieza a quedarse ya para Lucas en 2º plano, y a sumergirse en el silencio, un silencio santo.

m) José refugia a su familia en Egipto

            Estamos ante un relato estrictamente histórico, que continuamente afectaba a los habitantes hebreos de Israel en relación a su vecina y acogedora Egipto (salvo episodios excepcionales, como los de Ramsés II). Y en él, los personajes son representativos: José es el salvador de su familia (como lo fue el José del AT de la suya), y lleva a su familia al exilio del desierto (de donde la sacará el brazo poderoso de Dios). De este modo, Jesús, desterrado y llamado de Egipto, será el comienzo y la realización del nuevo Israel, encarnación del pueblo elegido. Y los poderes enemigos en su persecución (antes Ramsés II, y ahora Herodes I Agripa) son incapaces de impedir la realización de los designios salvadores de Dios.

            En el relato de la huida a Egipto, el protagonismo es otorgado por Mateo a José. Y es a él a quien se dirige el ángel, de parte de Dios, para comunicarle la orden de marchar a Egipto a fin de librar al niño de la persecución de Herodes. Y a José vuelve a dirigirse, cuando, cumplido el tiempo del destierro, tienen que volver a Judea. Es aquí siempre José el que actúa, tomando a la Madre y al Hijo, lo cual no deja de ser evidente: están en Egipto. La iniciativa, bajo la inspiración  y orden del Señor, la toma siempre José.

            El evangelio destaca la obediencia ciega y pronta de José, ante las órdenes desconcertantes que van llegando, y a veces disparatadas. José podía haber dicho algo al respecto al ángel, pero prefirió no hacerlo. Como comenta San Juan Crisóstomo:

"Esto parece un enigma. Tú mismo me decías, no ha mucho, que él salvaría a su pueblo y ahora no es capaz de salvarse a sí mismo, sino que tenemos necesidad de huir, de emprender un viaje y largo desplazamiento. Esto es contrario a tu promesa. Pero nada de esto dice José, porque es un hombre de fe, que obedece, cree y aguanta todas las pruebas con alegría" (In Matheum, VIII, 8).

n) José enseña a Jesús

            El evangelio resume la prolongada vida oculta de Jesús en Nazaret en una frase que destaca la obediencia del hijo y la autoridad paterna de José y de María: "Bajó con ellos y vino a Nazaret y les estaba sujeto". Por su parte, "Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia, ante Dios y los hombres" (Lc 2,51-52; Mt 2,22-23).

            Significa que Jesús vive en una vida familiar normal en aquella sociedad, si bien con algunas características, fruto de la abundancia de gracia derramada en aquella familia, como es la importancia que cobra en ella la madre junto al padre. La Virgen María cuenta como mujer en aquella familia. El padre no lo es todo. Aquella casa es la casa de la familia, no sólo del padre; se reparten los derechos. Por eso la educación y formación humano religiosa del hijo es obra de sus padres. En este sentido está transcendida la situación de cualquier familia judía.

            San José, además de enseñarle la ley y otros aspectos religiosos y culturales, le enseñó el oficio de carpintero, pues cuando Jesús apareció en la vida pública (se supone que José había muerto ya) le apodan, sin más, el Carpintero, oficio que había heredado de su padre, el hijo de María (Mc 6, 3). Y es que San José conocía muy bien la sentencia de los rabinos: "El que no enseña a su hijo un oficio, hace de él un ladrón".

o) José presenta a Jesús en el templo

            En el relato de la pérdida y hallazgo del joven Jesús en el templo, lo 1º que descuella es que José y María cumplían con las leyes religiosas de su pueblo, y entre ellas la subida a Jerusalén para la celebración de la Pascua. Este año, como Jesús ha cumplida ya la edad prescrita para la obligación del cumplimiento de las fiestas (12 ó 13 años), también Jesús acompañó a sus padres a Jerusalén, desde Nazaret. Camino que hacían en caravanas, y que juntaba al mayor número posible de conocidos para hacer la peregrinación.

            En el relato de Lucas, el protagonismo vuelve a estar en manos de María. Y es ella la que se dirige al muchacho (cuando lo encuentran en el templo, en medio de los doctores), y la que le da las quejas de parte de José. José aparece asociado a María, y cuando lo encuentran (al cabo de 3 días, en el templo), ella le dice: "¿Hijo, por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" (Lc 2, 48).

            Estas palabras de la Virgen María indican a la perfección que la encarnación "pertenece al misterio de la familia de Nazaret" (RC 21). Y en ellas José, que desde el principio aceptó mediante la obediencia su paternidad humana respecto de Jesús, manifestó, en su máximo esplendor, "el don inefable de su paternidad" (RC 21).

p) Conclusión evangélica sobre José

            Los datos del evangelio sobre San José forman lo que podemos llamar el depósito de fe josefina. José siempre en unión esencial con María y Jesús, y por ellos, forma parte del depósito de la fe y de la tradición apostólica dada a la Iglesia y trasmitida por ésta para que la viva y  la asimile, y viviéndola y asimilándola, la vaya comprendiendo y desarrollando. No se trata de crear nuevas verdades, sino de desentrañar las virtualidades de la verdad josefina.

            Podemos decir, proporcionalmente y como dice San Juan de la Cruz, que San José es "una mina riquísima de la que siempre podemos arrancar riquezas a base de la fe, de la devoción, del estudio y de la experiencia mística". Pensemos en las riquezas que sacó de esa mina (que es San José) Santa Teresa de Jesús, desde su experiencia mística josefina. Es lo que he hecho la Iglesia con San José a lo largo de su vida e historia multisecular. Por eso, lo que dicen los evangelios sobre San José no puede caber en un librillo de fumar. Se necesitan muchos volúmenes, pues el conocimiento de su verdad se ha desarrollado prodigiosamente.

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MANUEL ARNALDOS, Murcia, España

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 Act: 01/03/21       @año de san josé            E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

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