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San José en los Santos Padres

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            La presencia de San José a lo largo de la vida de la Iglesia ha sido algo desconcertante. Y al contrario de lo acontecido con otros santos, San José, en sentido histórico, no ha tenido excesiva suerte.

a) De los evangelios a los Apócrifos

            La 1ª catequesis cristiana se encontró con la necesidad de la reflexión prepascual, y el evangelio de la infancia (prescindiendo ahora de sutiles discusiones acerca de su historicidad entendida con criterios muy posteriores a los de Lucas y Mateo) presentó a José como transmisor de la ascendencia davídica, como padre de Jesús (porque así lo llamaba María), como esposo de la Virgen, como mediador silencioso del designio de salvación. Aunque no se registrara ni una palabra suya, y contra lo que suele insinuarse, no es tan poco lo que de él dicen los evangelios.

            Pero los cristianos necesitaban más noticias de la infancia y de la juventud de Jesús. Y para saciar la comprensible curiosidad, como portadores de ciertas ideas a veces no demasiado ortodoxas, desde el s. III comenzaron a redactarse (su divulgación fue a veces algo posterior) los evangelios apócrifos.

            Se trataba (los evangelios apócrifos) de productos ingenuos (o no tan ingenuos) de la fantasía, sobre la prehistoria familiar de Jesús (hasta de sus abuelos), la niñez de María (en el templo) y su boda (acompañada de lo maravilloso, como la vara florecida del esposo), los acompañantes en los caminos hacia Belén y Egipto... pero todo ello vacío de seriedad histórica y lleno con buenas dosis de imaginación.

            Fueron ellos (sobre todo los llamados Protoevangelio de Santiago, el Pseudoevangelio de Mateo y la Historia de José el Carpintero) los creadores de un José viejo, muy viejo, cuanto más viejo mejor, y además viudo, con bastantes hijos ya cuando se casó con María y con pugnas entre los pretendientes más agraciados a nivel económico. Y para qué seguir.

            Pongamos un ejemplo, pues según el Protoevangelio de Santiago:

"Bajaron los padres de María llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo como una paloma, recibiendo alimento de manos de un ángel.

Pero al llegar a los doce años los sacerdotes se reunieron para deliberar diciendo: He aquí que María ha cumplido sus 12 años en el templo del Señor, ¿qué haremos con ella para que no llegue a mancillar el santuario? Y dijeron al sumo sacerdote: Tu, que tienes el altar a tu cargo, entra y ora por ella; y lo que te dé a entender el Señor eso será lo que hagamos.

Y el sumo sacerdote, endosándose el manto de las doce campanillas, entró en el Sancta Sanctorum y oró por ella. Mas he aquí que un ángel del Señor se apareció diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo. Que venga cada cual con una vara, y de aquel sobre quien el Señor haga una señal portentosa, de ése será mujer. Salieron los heraldos por toda la región de Judea, y al sonar la trompeta del Señor todos acudieron.

José, dejando su hacha, se unió a ellos, y una vez que se juntaron todos, tomaron cada uno su vara y se pusieron en camino en busca del sumo sacerdote. Éste tomó todas las varas, penetró en el templo y se puso a orar. Terminado que hubo su plegaria, tomó de nuevo las varas, salió y se las entregó. Pero no apareció señal ninguna en ellas. Mas al coger José la última, he aquí que salió una paloma de ella y se puso a volar sobre su cabeza. Entonces el sacerdote le dijo: A ti te ha cabido en suerte recibir bajo tu custodia a la virgen del Señor.

José replicó: Tengo hijos y soy viejo, mientras que ella es una niña; no quisiera ser objeto de risa por parte de los hijos del Israel. Entonces el sumo sacerdote repuso: Teme al Señor tu Dios y ten presente lo que hizo con Datán, Abirón y Coré, y cómo se abrió la tierra y fueron sepultados en ella por su rebelión. Y teme ahora tu también, José, no sea que sobrevenga esto mismo a tu casa.

Y él, lleno de temor, la recibió bajo su protección. Después le dijo: Te he tomado del templo; ahora te dejo en mi casa y me voy a continuar mis construcciones. Pronto volveré. El Señor te guardará".

b) De los Apócrifos a los Santos Padres

            Los padres de la Iglesia, con más o menos rigor a tenor de los tiempos, se encontraron con problemas apologéticos que tenían que resolver. Fue el suyo, por lo general, un ambiente en el que el valor de la virginidad se fue imponiendo como valor absoluto a veces. Y como en el evangelio aparecían "unos hermanos de Jesús", y se decía que José era su padre y esposo de María, y esto lo aprovechaban bien algunos herejes de la época, convino silenciar a José o convertirlo en instrumento de la virginidad de su esposa.

            Es cierto que algunos,  con más fuerza aún y con palabras más hermosas San Agustín, se empeñaron en valorar  una paternidad más real cuanto más virgen; pero otros reasumieron las posiciones apócrifas y contribuyeron a transmitir la imagen del viudo y viejo, padre, más que de Jesús, de los llamados hermanos suyos.

            San Epifanio de Salamina es un testigo bien cualificado de esta singular apologética: José, padre sólo en apariencia de Jesús, "en edad avanzada y viudo de la mujer que le diera 4 varones (Santiago, Simón, Judas y Juan) y 2 hembras (Ana y Salomé), ya viejo y viudo, en virtud de la suerte se vio obligado a contraer matrimonio  con la sacratísima Virgen María".

            Según San Epifanio, San José era viudo y viejo:

"José era viejo y viudo de su mujer, de la que había tenido cuatro hijos y dos hijas: Santiago, el llamado hermano del Señor que se educó con él, Simón, Judas y Juan; y las dos hijas Ana y Salomé; digo que José, viejo ya y viudo, debido al sorteo que entre viudos y celibatarios de todas las tribus se hacía de las vírgenes que se estaban educando en el templo (por la obligación de consagrar al templo al primogénito de ambos sexos), obligado por el resultado del sorteo recibió en matrimonio a la virgen María, de la cual nació según la carne nuestro señor Jesucristo, pero del Espíritu Santo y no de semilla humana ni de unión corporal alguna" (Ancoratus, MG XLIII, 122-123).

            Según San Jerónimo, San José se casó virgen:

"Tu Helvidio dices que María no permaneció virgen: yo voy más allá, y te digo que también José fue virgen por María para que el hijo virgen naciera de un matrimonio virginal. Un varón santo no puede fornicar, y no consta en ningún lugar que hubiera tenido otra mujer. Hay que considerar que José fue, mejor que marido, custodio de María. Por lo tanto, se debe concluir que también permaneció virgen, juntamente con María, quien mereció ser llamado padre del Señor" (Contra Helvidio, ML XXIII, 203).

            Y aporta los motivos del matrimonio de José y María:

"¿Por qué no fue concebido de una virgen, sin más, en vez de una virgen desposada? Primero, para que por la ascendencia de José se mostrase el origen de María. Segundo, para que los judíos no la lapidaran por adúltera. Tercero, para que en la huida a Egipto tuviera el consuelo del marido. El mártir Ignacio añade una cuarta razón para este ser concebido en una desposada al decir que, con ello, su parto le sería ocultado al diablo al creerse que nacía el salvador no de una virgen sino de una esposa" (Comentarios a Mateo, ML XXVI, 23).

            Orígenes analiza los motivos del matrimonio de José y María:

"Me pregunto por qué Dios, en su designio de que el salvador naciera de una virgen, no eligió a una doncella sin esposo sino que la prefirió ya desposada. Y, si no me equivoco, ésta fue la causa: tenía que nacer de una virgen que no sólo tuviera ya esposo sino también, como escribe Mateo, con una virgen que ya se hubiera entregado al marido aunque todavía el varón no se hubiera acercado a ella, para que no se juzgase como torpeza de la virgen su embarazo evidente.

Esta explicación elegante la he hallado en la carta de un mártir, de Ignacio, obispo sucesor de Pedro en Antioquia, que luchó con las fieras en la persecución romana: "La virginidad de María se le ocultó al príncipe de este mundo". Se le ocultó gracias a José; no la descubrió gracias a las nupcias; no la conoció gracias a la creencia de que estaba desposada con él. Si no hubiera tenido esposo y, según se creía, varón, no hubiera sido posible ocultarla al príncipe de este mundo. De otra suerte, no se le hubiera escapado al diablo esta reflexión: ¿Cómo es posible que ésta, que no conoce varón,  esté preñada? Esta concepción debe ser divina, tiene que ser algo que supera a la humana naturaleza" (Homilías sobre Lucas, MG XIII, 1814-1815).

            San Justino analiza el oficio de Jesús y de José:

"Cuando Jesús llegó al Jordán, se le tenía por hijo de José el carpintero, y apareció sin belleza, como las Escrituras habían anunciado, y fue considerado él mismo como un carpintero (y fue así que obras de este oficio (arados y yugos) fabricó mientras estaba entre los hombres, enseñando por ellas los símbolos de la justicia y lo que es una vida de trabajo" (Diálogo con el judío Trifón, en RUIZ BUENO, D; Padres Apologetas Griegos, ed. BAC, Madrid 1979, p. 461).

            Y San Agustín profundiza en la paternidad de José:

"Ya he insistido suficientemente en ello para que extrañe el hecho de que las generaciones se numeren  en el evangelio por José y no por María. Porque si María es madre sin intervención de la concupiscencia carnal, de la misma suerte José es padre sin el comercio de la carne. Así que de él desciendan y asciendan las genealogías, y no las separemos por no haber existido concupiscencia carnal en el padre. Y que su mayor pureza sea la confirmación de su paternidad, y así no seremos reprendidos por María, que no quiso anteponer su nombre al de su marido sino que dijo tu padre y yo te buscábamos apenados. Que no osen hacer los murmuradores perversos lo que no hizo la casta esposa.

Numeremos la genealogía a través de José, que al igual que es marido casto es también padre casto, y antepongamos el varón a la mujer siguiendo el orden natural y la ley de Dios. Porque si apartamos al uno para anteponer a la otra, nos podrá decir él con toda razón: ¿por qué me apartáis y por qué la genealogía no es la mía? Si se le dice "porque no es hijo tuyo carnal", responderá "¿y ella lo parió por obra de su carne?".

Lo que ha obrado el Espíritu Santo lo ha obrado para ambos. El Espíritu Santo, complacido por la justicia del uno y de la otra, les dio el hijo a los dos. Pero obró esto en el sexo más adecuado de suerte que también el hijo naciera para el marido. Y a los dos les dice el ángel que impongan el nombre al niño como signo de autoridad.

Se dice a María "he aquí que concebirás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús", se dice también a José "José, hijo de David, no temas tomar a maría como esposa, porque lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, salvará a su pueblo de sus pecados". Así como se dice también "y le parió un hijo", confirmando de esta manera que José es del todo padre, no por la carne pero sino por el amor.

Con toda la cautela y prudencia numeran los evangelistas la genealogía a través de él, en orden descendente Mateo desde Abraham hasta Cristo, ascendiendo Lucas desde Cristo, a través de Abraham, hasta Dios. Aquel cuenta descendiendo, éste ascendiendo, pro ambos por José. ¿Por qué? Porque es padre. ¿De qué suerte es padre? Padre tanto más verdadero cuanto más casto. De otra manera se creía que era padre de nuestro señor Jesucristo, es decir, como los otros padres que lo son por la generación de la carne y no sólo por el amor espiritual. Jesús no nació del semen de José, pero sí gracias a la piedad y al amor de José" (Sermones, ML XXVIII, 350-351).

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INMACULADA MORENO, Madrid, España

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 Act: 01/03/21       @año de san josé            E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A